Las
desigualdades en el consumo energético se hacen evidentes
–en dramático contraste-- al ver un gráfico publicado en
The Economist, donde se colocan lado a lado barras del
consumo de gasolina de EEUU contra el de otras 20
importantes países de todos los continentes (incluyendo
los más poblados), superando esa nación cómodamente –con
sus 1,5 millardos de litros diarios—el consumo global de
todas ellas. De ahí que se hable constantemente en ese
país de la “adicción al petróleo”, un mal que se ha
tratado de curar con tibias medidas pero sin éxito visible
en los últimos años.
De ese gráfico sobresale que
el consumo de gasolina por día en Japón es igual al de
China, aún teniendo el país nipón la décima parte de su
población. Algo similar pasa entre Canadá y Rusia, con
consumos comparables aún teniendo la primera la séptima
parte de la población rusa, obviamente por tener los
canadienses patrones de consumo similares al de su vecino
norteamericano.
También sobresale del gráfico
que Venezuela tiene un consumo global un poco menor que el
de Indonesia, un país con 200 millones más de habitantes,
mientras superamos cómodamente el España, con casi el
doble de personas, el de de Brasil –con 6 veces nuestra
población—e incluso el de la India, con un millardo de
habitantes, En el gráfico de la derecha, se nota como
Venezuela, Arabia Saudita e irán tienen la gasolinas más
baratas del mundo. También se evidencia en ese gráfico que
los países europeos tienen las gasolinas más caras,
duplicando en promedio el precio de EE.UU, actualmente en
cerca de un dólar por litro o $ 3.80 por galón en
promedio, pero que superará pronto los $ 4 por galón, una
barrera psicológica que no se franqueaba desde las crisis
energéticas de 1974 y 1980.
Mejorando el rendimiento
Pero mientras en EE.UU. se establece un impuesto global a
la gasolina de apenas el 10 %, o unos $ 0,10 por litro, en
Europa dicho impuesto es de casi la mitad de su precio
promedio de unos $ 2,50 por litro. O sea los europeos
pagan al fisco más de un dólar por cada litro consumido,
lo que explica que el consumo de toda Europa – con casi el
doble de la población estadounidense, si se cuenta Rusia
-- no llegue ni a la mitad del consumo de EE.UU. Y el alto
costo de la gasolina europea explica también porque los
autos fabricados en el viejo continente tienen un
rendimiento un 50 % mayor que los norteamericanos.
En efecto. los motores
europeos y asiáticos acusan, en promedio una eficiencia de
15 kilómetro por litro mientras que los norteamericanos
apenas llegan a 10 km/litro. Y ahora que los precios del
petróleo están cerca de los $ 140 el barril ( y amenazan
con llegar a $ 150 este verano y a $ 200 para fines de
año), en EEUU la administración Bush acaba de imponer
metas de 14 km/litro para el año 2015. O sea que estarán
para entonces con la misma eficiencia que los vehículos
europeos y asiáticos de hoy, de ahí que las críticas de
que la medida puede ser muy débil y tardía. El problema
radica en los hábitos de los conductores estadounidenses,
que prefieren los autos espaciosos –especialmente los
derrochadores SUV o camionetas todo terreno-- y además
viajan en carro particular para todo, mientras en otros
países avanzados hacen un uso más racional de vehículo y
se usa más el transporte público. De hecho, en EEUU el
número de kilómetros recorridos anualmente por vehículo se
ha incrementando un 50 % desde 1980, signo que los
estadounidenses no gustan caminar, lo cual también explica
el dramático aumento en obesidad de su gente.
Mejorando la eficiencia de los motores
Ciertamente la tendencia se
está revirtiendo en EEUU, y las ventas de los SUV están
bajando, favoreciéndose ahora los carros compactos y
pequeños, mientras se van popularizando los vehículos
híbridos –o sea a gasolina o batería-- que pueden duplicar
la eficiencia de los autos convencionales, aunque a un
costo por vehiculo mucho mayor, lo cual inhibe a muchas
familias a adquirirlos. El reto para la industria
automotriz es producir vehículos híbridos a un costo casi
comparable a los autos convencionales, y aparentemente hay
planes para ir en esa dirección, especialmente de parte de
algunos fabricantes japoneses. La otra alternativa sería
usar vehículos con motores diesel, mucho más rendidores
–aunque más contaminantes-- , pero esto ya no luce
factible por el alto precio del gasoil, que cuesta ya un
10 % más que la gasolina en EEUU.. Esta tendencia ya se
nota también en Europa, aunque se trató de mantenerlo a un
nivel inferior, en vista de que casi la mitad de los
vehículos de pasajeros usan motores diesel.
Pareciera que actualmente las
preocupaciones mayores del mundo –además del cambio
climático-- son los altos costos de los alimentos y de la
energía. Pero en el mundo desarrollado ha subido
grandemente el ingreso per cápita, de modo que estas
preocupaciones son menores, al contrario que en el mundo
en desarrollo y especialmente en los países pobres de
Africa, Asia y América Latina, donde el problema
alimentario se está tornando crítico. De hecho la crisis
alimentaria –mucho más preocupante por la alta inflación
en ese sector- se la achaca mayormente a alto costo del
transporte por el aumento de los combustibles. Pero
mientras los alimentos han subido en un 45 % en promedio,
los combustibles han aumentado menos de la mitad, de modo
que hay un fuerte factor especulativo presente.
El ahorro de combustible
Para moderar el alto consumo
de combustibles en EEUU, que representan la mitad del
consumo mundial, los especialistas recomiendan imponer una
variedad de medidas de ahorro de combustible, como la de
promover la fabricación venta de autos compactos mediante
estímulos fiscales, reducir el peso de los vehículos
mediante uso de aluminio y fibras compuestas, estimular el
uso de transporte público, bajar los límites de velocidad
e incluso aumentar la edad mínima legal para manejar
vehículos (los jóvenes son más derrochadores).
Pero son medidas que toman
tiempo, y la política las hacen impopulares ya que
significan sacrificios en comodidad, por lo que --a juicio
de los expertos— la única medida que funcionaría
rápidamente es la de aumentar drásticamente el precio de
la gasolina en las estaciones de servicio. En EEUU, por
ejemplo, sugieren subirla a unos 1,50 dólares el litro ($
6 por galón ), o incluso más, una medida políticamente
riesgosa para cualquier partido en el poder. De hecho, en
la actual campaña presidencial, los candidatos de ambos
partidos –en un afán de caer bien al electorado de menores
recursos-- han hablado incluso de reducir el precio
eliminando el impuesto nacional al combustible durante el
verano, “para que las familias puedan viajar más en
vacaciones de verano”, un signo inequívoco que los
estadounidenses no están preparados para sacrificar su
comodidad ni cambiar sus hábitos de consumo, al menos
mientras los precios oscilen alrededor de $ 1 por litro.
Así, la sociedad que ha sido muy criticada por sus hábitos
consumistas, retrasará por un tiempo las decisiones
importantes en cuanto a eficiencia de combustible,
contribuyendo siempre más al derroche y el consiguiente
calentamiento global. Sin embargo, en el resto del mundo
se prevén medidas más drásticas para reducir el consumo,
especialmente en los países consumidores no petroleros.
El caso venezolano
En Venezuela podemos criticar
bastante al coloso del norte en el aspecto consumista,
pero sin una base moral para hacerlo, pues –gracias al
ingreso petrolero y a divisas baratas— las clases de
mayores recursos han ido adquiriendo los mismos hábitos
negativos. Esto significa comprar vehículos espaciosos,
tener varios carros en una familia, preferir el vehículo
particular en lugar del transporte público, tener un solo
pasajero por vehículo y usar el auto para viajes cortos en
lugar de caminar. Así, hemos creado un patrón muy similar
al norteamericano y a este paso estaríamos consumiendo –y
contaminando- casi lo mismo por habitante en poco tiempo,
todo gracias a los bajísimos precios de la gasolina, de $
0,04 por litro, irrisorio si se compara con $ 1 en EEU y
más de $ 2 en Europa.
Pero en Venezuela existe una
consideración muy importante que no ha sido tomada en
cuenta al estimular alegremente el consumo, que es el de
la posible venta al exterior de cada barril de petróleo
que ahorremos internamente. Actualmente estamos
consumiendo para el transporte, casi la tercera parte de
nuestra producción petrolera, que algunos estiman en unos
2,4 millones de barriles diarios. De lograr un ahorro
moderado –digamos de un 10 % del consumo--, se podría
generar divisas del orden de $ 8 millones diarios, o sea
unos $ 3 millardos anuales ( con un barril a $ 100 ), un
monto que podría ayudar a resolver muchos problemas
sociales y de infraestructura. Un tema que obliga a
reflexionar sobre el ahorro de combustible, sin olvidar el
granito de arena que aportaríamos para aliviar el cambio
climático, un problema que ha sido ignorado aquí por las
incongruencias del Protocolo de Kyoto, que –mientras no se
modifique-- obliga sólo a los países avanzados a reducir
sus emisiones.
rpalmi@yahoo.com
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Artículo publicado originalmente en el semanario
ZETA |