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La adicción a la gasolina y los precios del combustible
por Roberto Palmitesta  
lunes, 9 junio 2008


Las desigualdades en el consumo energético se hacen evidentes –en dramático contraste-- al ver un gráfico publicado en The Economist, donde se colocan lado a lado barras del consumo de gasolina de EEUU contra el de otras 20 importantes países de todos los continentes (incluyendo los más poblados), superando esa nación cómodamente –con sus 1,5 millardos de litros diarios—el consumo global de todas ellas. De ahí que se hable constantemente en ese país de la “adicción al petróleo”, un mal que se ha tratado de curar con tibias medidas pero sin éxito visible en los últimos años.

De ese gráfico sobresale que el consumo de gasolina por día en Japón es igual al de China, aún teniendo el país nipón la décima parte de su población. Algo similar pasa entre Canadá y Rusia, con consumos comparables aún teniendo la primera la séptima parte de la población rusa, obviamente por tener los canadienses patrones de consumo similares al de su vecino norteamericano.

También sobresale del gráfico que Venezuela tiene un consumo global un poco menor que el de Indonesia, un país con 200 millones más de habitantes, mientras superamos cómodamente el España, con casi el doble de personas, el de de Brasil –con 6 veces nuestra población—e incluso el de la India, con un millardo de habitantes, En el gráfico de la derecha, se nota como Venezuela, Arabia Saudita e irán tienen la gasolinas más baratas del mundo. También se evidencia en ese gráfico que los países europeos tienen las gasolinas más caras, duplicando en promedio el precio de EE.UU, actualmente en cerca de un dólar por litro o $ 3.80 por galón en promedio, pero que superará pronto los $ 4 por galón, una barrera psicológica que no se franqueaba desde las crisis energéticas de 1974 y 1980.

Mejorando el rendimiento
Pero mientras en EE.UU. se establece un impuesto global a la gasolina de apenas el 10 %, o unos $ 0,10 por litro, en Europa dicho impuesto es de casi la mitad de su precio promedio de unos $ 2,50 por litro. O sea los europeos pagan al fisco más de un dólar por cada litro consumido, lo que explica que el consumo de toda Europa – con casi el doble de la población estadounidense, si se cuenta Rusia -- no llegue ni a la mitad del consumo de EE.UU. Y el alto costo de la gasolina europea explica también porque los autos fabricados en el viejo continente tienen un rendimiento un 50 % mayor que los norteamericanos.

En efecto. los motores europeos y asiáticos acusan, en promedio una eficiencia de 15 kilómetro por litro mientras que los norteamericanos apenas llegan a 10 km/litro. Y ahora que los precios del petróleo están cerca de los $ 140 el barril ( y amenazan con llegar a $ 150 este verano y a $ 200 para fines de año), en EEUU la administración Bush acaba de imponer metas de 14 km/litro para el año 2015. O sea que estarán para entonces con la misma eficiencia que los vehículos europeos y asiáticos de hoy, de ahí que las críticas de que la medida puede ser muy débil y tardía. El problema radica en los hábitos de los conductores estadounidenses, que prefieren los autos espaciosos –especialmente los derrochadores SUV o camionetas todo terreno-- y además viajan en carro particular para todo, mientras en otros países avanzados hacen un uso más racional de vehículo y se usa más el transporte público. De hecho, en EEUU el número de kilómetros recorridos anualmente por vehículo se ha incrementando un 50 % desde 1980, signo que los estadounidenses no gustan caminar, lo cual también explica el dramático aumento en obesidad de su gente.

Mejorando la eficiencia de los motores

Ciertamente la tendencia se está revirtiendo en EEUU, y las ventas de los SUV están bajando, favoreciéndose ahora los carros compactos y pequeños, mientras se van popularizando los vehículos híbridos –o sea a gasolina o batería-- que pueden duplicar la eficiencia de los autos convencionales, aunque a un costo por vehiculo mucho mayor, lo cual inhibe a muchas familias a adquirirlos. El reto para la industria automotriz es producir vehículos híbridos a un costo casi comparable a los autos convencionales, y aparentemente hay planes para ir en esa dirección, especialmente de parte de algunos fabricantes japoneses. La otra alternativa sería usar vehículos con motores diesel, mucho más rendidores –aunque más contaminantes-- , pero esto ya no luce factible por el alto precio del gasoil, que cuesta ya un 10 % más que la gasolina en EEUU.. Esta tendencia ya se nota también en Europa, aunque se trató de mantenerlo a un nivel inferior, en vista de que casi la mitad de los vehículos de pasajeros usan motores diesel.

Pareciera que actualmente las preocupaciones mayores del mundo –además del cambio climático-- son los altos costos de los alimentos y de la energía. Pero en el mundo desarrollado ha subido grandemente el ingreso per cápita, de modo que estas preocupaciones son menores, al contrario que en el mundo en desarrollo y especialmente en los países pobres de Africa, Asia y América Latina, donde el problema alimentario se está tornando crítico. De hecho la crisis alimentaria –mucho más preocupante por la alta inflación en ese sector- se la achaca mayormente a alto costo del transporte por el aumento de los combustibles. Pero mientras los alimentos han subido en un 45 % en promedio, los combustibles han aumentado menos de la mitad, de modo que hay un fuerte factor especulativo presente.

El ahorro de combustible

Para moderar el alto consumo de combustibles en EEUU, que representan la mitad del consumo mundial, los especialistas recomiendan imponer una variedad de medidas de ahorro de combustible, como la de promover la fabricación venta de autos compactos mediante estímulos fiscales, reducir el peso de los vehículos mediante uso de aluminio y fibras compuestas, estimular el uso de transporte público, bajar los límites de velocidad e incluso aumentar la edad mínima legal para manejar vehículos (los jóvenes son más derrochadores).

Pero son medidas que toman tiempo, y la política las hacen impopulares ya que significan sacrificios en comodidad, por lo que --a juicio de los expertos— la única medida que funcionaría rápidamente es la de aumentar drásticamente el precio de la gasolina en las estaciones de servicio. En EEUU, por ejemplo, sugieren subirla a unos 1,50 dólares el litro ($ 6 por galón ), o incluso más, una medida políticamente riesgosa para cualquier partido en el poder. De hecho, en la actual campaña presidencial, los candidatos de ambos partidos –en un afán de caer bien al electorado de menores recursos-- han hablado incluso de reducir el precio eliminando el impuesto nacional al combustible durante el verano, “para que las familias puedan viajar más en vacaciones de verano”, un signo inequívoco que los estadounidenses no están preparados para sacrificar su comodidad ni cambiar sus hábitos de consumo, al menos mientras los precios oscilen alrededor de $ 1 por litro. Así, la sociedad que ha sido muy criticada por sus hábitos consumistas, retrasará por un tiempo las decisiones importantes en cuanto a eficiencia de combustible, contribuyendo siempre más al derroche y el consiguiente calentamiento global. Sin embargo, en el resto del mundo se prevén medidas más drásticas para reducir el consumo, especialmente en los países consumidores no petroleros.

El caso venezolano

En Venezuela podemos criticar bastante al coloso del norte en el aspecto consumista, pero sin una base moral para hacerlo, pues –gracias al ingreso petrolero y a divisas baratas— las clases de mayores recursos han ido adquiriendo los mismos hábitos negativos. Esto significa comprar vehículos espaciosos, tener varios carros en una familia, preferir el vehículo particular en lugar del transporte público, tener un solo pasajero por vehículo y usar el auto para viajes cortos en lugar de caminar. Así, hemos creado un patrón muy similar al norteamericano y a este paso estaríamos consumiendo –y contaminando- casi lo mismo por habitante en poco tiempo, todo gracias a los bajísimos precios de la gasolina, de $ 0,04 por litro, irrisorio si se compara con $ 1 en EEU y más de $ 2 en Europa.

Pero en Venezuela existe una consideración muy importante que no ha sido tomada en cuenta al estimular alegremente el consumo, que es el de la posible venta al exterior de cada barril de petróleo que ahorremos internamente. Actualmente estamos consumiendo para el transporte, casi la tercera parte de nuestra producción petrolera, que algunos estiman en unos 2,4 millones de barriles diarios. De lograr un ahorro moderado –digamos de un 10 % del consumo--, se podría generar divisas del orden de $ 8 millones diarios, o sea unos $ 3 millardos anuales ( con un barril a $ 100 ), un monto que podría ayudar a resolver muchos problemas sociales y de infraestructura. Un tema que obliga a reflexionar sobre el ahorro de combustible, sin olvidar el granito de arena que aportaríamos para aliviar el cambio climático, un problema que ha sido ignorado aquí por las incongruencias del Protocolo de Kyoto, que –mientras no se modifique-- obliga sólo a los países avanzados a reducir sus emisiones.

rpalmi@yahoo.com

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  Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA

 
 

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