En
su reciente mensaje al Congreso, el presidente de EE.UU.
George W. Bush anunció nuevas medidas para promover el uso
de combustibles alternos en los automóviles, acorde con su
empeño de reducir la dependencia del petróleo importado,
que equivale a unos 12 millones de barriles diarios (mbd).
De este volumen, sólo cerca de la tercera parte se
convierte en gasolina, de modo que el resto del consumo
total de gasolina –unos 10 millones de mbd- debe provenir
de crudo nacional o ser sustituido por algún combustible
alterno, según la política actual del gobierno
estadounidense. De hecho Bush anunció en su mensaje que
apunta a reducir en un 20% el consumo de gasolina de
petróleo en diez años, sea sustituyéndolo con algún
biocombustible, sea reduciendo el consumo mejorando la
eficiencia de los motores.
El etanol como
biocarburante
En estos momentos, cuando se
habla de combustibles alternos a la gasolina el carburante
preferido es el etanol, un alcohol que se produce a partir
de la caña de azúcar o el maíz, o incluso de la
fermentación de celulosa presente en maleza o limaduras de
madera. En EE.UU. la materia prima más usada en la
producción de etanol es el maíz, de ahí que ya existen
unas 110 plantas que procesan este cereal en EE.UU., y
sólo algunas que usan caña de azúcar, mayormente en climas
cálidos como el de Florida. Los otros sustitutos
energéticos -gas licuado o hidrógeno- todavía están en
etapa incipiente o con una difícil distribución, así que
la industria apunta al etanol para cumplir con la meta de
complementar el volumen que exige el gobierno para que se
mezcle con la gasolina derivada del petróleo.
Siendo EE.UU. el principal
productor y exportador de maíz del mundo, pareciera que no
habría problema en destinar una parte del maíz para
convertirlo en etanol, para luego mezclarlo con la
gasolina, Pero este uso está encontrando resistencia en
sector agro-industrial, pues destinar demasiado maíz para
su uso como carburante podría no sólo afectar las
rentables exportaciones del cereal, sino hacer subir el
precio del producto para uso alimenticio, tanto para
humanos como para animales. En otras palabras los
productos alimenticios preparados con maíz podrían subir
de precio, afectando la dieta de mucha gente que lo usa
como alternativa al trigo (cabe notar que el precio del
azúcar se duplicó desde que se usa la caña para producir
etanol).Y en países latinos que tienen recetas como la
tortilla mexicana y la arepa venezolana, este hecho tiene
una alta significación política. De hecho, en México el
nuevo gobierno tuvo que subsidiar el maíz para que no
subiera de precio, ya que está en la dieta de la mayoría
de la gente, especialmente los pobres.
Las metas de EE.UU.
En EE.UU. ya existía una
directriz gubernamental que exige que se mezcle unos 7,5
millardos de galones de etanol con la gasolina para el año
2012, para producir suficiente combustible “gasohol” tipo
E85 (con 15% de etanol), la mezcla más común. Esto
equivale a unos 28 millardos de litros o 180 millones de
barriles al año, lo que significaba menos de medio millón
de barriles diarios de gasolina sustituida por el etanol,
lo que para muchos no era suficiente para reducir la
dependencia del petróleo importado.
De ahí que Bush acaba de
quintuplicar ese volumen para que se sienta el efecto,
pero la directriz que apunta a reducir en 20% el consumo
de gasolina para el 2017 se quedó corto, pues algunos
senadores demócratas –incluyendo el precandidato
presidencial Barack Obama- ya tienen un proyecto de ley
que multiplica por 8 el volumen de etanol para mezclas con
gasolina, hasta llegar a 60 millardos de galones para el
2030, o sea 150 millones de barriles anuales, nuevamente
una fracción (0,4 %) ínfima del consumo para esa fecha, ya
que el consumo aumentaría a una tasa de al menos 2% anual.
Habrá que esperar para ver
cuál de los proyectos aprueba finalmente el Congreso, pero
en todo caso el papel del etanol sigue siendo minoritario
dentro del esquema de combustibles para motores a
gasolina. A esto se añade el problema de que la capacidad
actual de las fábricas de etanol es de 5 millardos de
galones, por lo que está todavía lejos de suplir todo el
volumen requerido, así que el resto deberá ser importado,
aunque podría llegar a producirse localmente si hay
suficiente maiz, producto ahora bastante disputado entre
las dos industrias.
¿Problemas de corrosión?
Pero aquí no se acaban los
problemas del etanol. Como se sabe el combustible que
competía con este biocombustible era otro producto
oxigenado como el MTBE, o sea metil-tert-butil-eter, un
producto que se elaboraba a partir del gas natural (que se
llegó a producir también en Venezuela, para usarse como
aditivo antidetonante para la gasolina). Pero al
comprobarse que podría corroer los motores, el MTBE entró
en desuso y ya prácticamente no se produce para ese fin. Y
así, a pesar que el etanol es menos eficiente que la
gasolina en cuanto a rendimiento o potencia, quedó como el
único combustible alterno con posibilidades de reducir el
consumo de carburante de petróleo para automóviles.
Ahora, algunos estudios
revelan que el etanol también podría tener un efecto
similar de corrosión para metales y plásticos, por lo que
se podría producir una mala racha también para el etanol,
aunque en Brasil no parece haber tenido ese efecto después
de más de tres décadas de uso. Nuevamente, el futuro del
etanol está en entredicho, aunque sigue siendo –a falta de
pruebas contundentes de sus efectos negativos- el
biocombustible más prometedor para sustituir la gasolina.
De hecho, en la Unión Europea las plantas de etanol están
creciendo a un ritmo sorprendente y en muchas partes hay
bombas que sirven una mezcla de gasolina y etanol, que va
desde 80% a 85% de gasolina. Pero no todos los autos
aceptan estas mezclas sin cambios, lo que retrasará un
poco la utilización de etanol como carburante.
El problema del precio
Como se puede ver, la carrera
hacia una mayor autonomía energética debe vencer muchos
obstáculos antes de mejorar la situación en un país como
EE.UU. acostumbrado a gasolinas baratas por el menor
impuesto que las pecha (en Europa y Japón cuesta dos o
tres veces más). Ahora el barril de petróleo está a cuatro
veces del nivel de hace 20 años, ya que se acerca a los $
60 el barril, y aunque se ha reducido un poco en las
últimas semanas (anda por los $ 55 a fines de enero),
sigue siendo un precio alto. Esto no sólo está motivando
un mayor uso de combustibles alternos, tales como el
etanol (para motores a gasolina) y los aceites vegetales
(para motores diesel), sino toda una tecnología para
aumentar la eficiencia de los motores.
Pero el etanol ya cuesta más
que la misma gasolina, pues se vende entre $ 4 y $ 4,50 el
galón, de modo que no abarataría el combustible final.
Además la sustitución por etanol todavía es apenas de un 3
% en EE.UU y mucho menos en Europa y Japón- siendo el 40%
en Brasil- y hay mucho terreno para mejorar, aunque
difícilmente hará bajar el precio al detal del carburante,
por razones de comercialización. Así, el conductor
norteamericano paga ahora entre $ 2 y 2,30 el galón de
gasolina en la bomba, pero si llegara a superar los $ 3 el
galón y se acercara a los $4, la sustitución de la
gasolina por otros energéticos sería más rápida. En ese
caso el etanol se pondrá a valer, mientras se desarrolla
aún más los carros híbridos (gasolina/electricidad) o de
celdas de combustible (con hidrógeno), que ya se producen
pero en pequeña escala. No hay duda que los países
industrializados quieren reducir a como dé lugar su
dependencia del petróleo importado, mayormente por las
crisis geopolíticas en los países productores,
especialmente en Irak, Venezuela o Nigeria, pero también
por las serias limitaciones en la capacidad de refinación
de muchos países.
rpalmi@yahoo.com
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Artículo publicado originalmente en el semanario
ZETA |