Según
el científico más importante de la historia, Isaac Newton,
el fin del mundo llegará en el año 2060…o más tarde. La
sorprendente profecía aparece en un manuscrito del genio
que se exhibe desde hace unas semanas –y por primera vez
al público- en la Universidad Hebrea de Jerusalén, junto
con nuevos documentos sobre su trabajo donde se deduce
que, además de la física y la alquimia, dedicó muchos años
al estudió de temas bíblicos y profecías apocalípticas.
La exposición se titula “Los
secretos de Newton” y revelan una faceta poco conocida del
ilustre físico, que vivió entre 1642 y 1727. Los
documentos habían sido adquiridos en 1935 por el estudioso
y filántropo judío Abraham Yahuda en una subasta
londinense y luego donados a la Biblioteca Nacional Judía.
Entre los manuscritos del
científico hay uno en que trata de calcular el fin del
mundo según el libro del profeta Daniel en el Antiguo
Testamento y llega a la conclusión de que se producirá no
antes del año 2060. Para el cálculo de esa fecha, Newton
se basa en el número 1260, que sale tanto del libro de
Daniel como en el Apocalipsis de San Juan, último libro
del Nuevo Testamento. Pero Newton convierte en años los
días que se mencionan en dichos textos, y los suma
arbitrariamente a la conocida fecha de la coronación de
Carlomagno en el año 800 de la era cristiana, dando así el
número mágico de 2060, una extrapolación caprichosa que le
quita toda seriedad a la profecía.
Sin embargo la fecha está
bastante cercana, y –aunque arbitraria- causa un poco de
preocupación ahora que se habla de que el calentamiento
global producirá a mediados del siglo XXI catástrofes
ambientales que presagian el eventual fin del planeta…y
luego quizás la extinción de la raza humana. Obviamente se
trataría de un “Apocalipsis ambiental” y no un juicio
final por designio divino, pero los científicos modernos
no se preocupan mucho, pues seguramente el hombre sabrá
esquivarlo o posponerlo con los avanzados recursos de la
tecnología.
La nota de prensa publicada a
raíz de la exposición asegura que los manuscritos sugieren
que Newton perteneció al ahora notorio Priorato de Sión,
la organización ficticia mencionada en la novela “El
Código Da Vinci”, pero lo hace mayormente para llamar la
atención de los medios sobre la exhibición, en vista de
que el gran físico es mencionado en el popular libro de
Dan Brown como miembro de una sociedad secreta junto con
otras famosas personalidades de la era moderna, como
Leonardo Da Vinci, Sandro Botticelli y Víctor Hugo.
La exposición revela la
dicotomía entre filosofía natural y teología en Newton:
mientras que toda su vida pública giró en torno a sus
trabajos en física y sus esfuerzos para publicarlos, sus
escritos teológicos y alquímicos fueron privados, escritos
más para su propia edificación personal. En realidad la
relación entre ciencia y religión en la vida y obra de
Isaac Newton es un tema mucho más interesante y complejo
que las fechas especulativas del Juicio Final.
En otro documento, Newton
interpretó las profecias bíblicas para significar que los
judíos regresarían a la Tierra Santa antes del fin del
mundo, al afirmar que “el Apocalipsis causaría la ruina de
las naciones maléficas, el fin de la congoja y de todos
los problemas, el regreso de los judíos del cautiverio y
en el establecimiento de un floreciente reino eterno”,
supuestamente refiriéndose a la derrota del nazismo y la
fundación de la moderna nación judía. Incluso en la
exposición se muestra un documento donde Newton describe
las probables dimensiones del Templo de Salomón en
Jerusalén, y hasta dibuja un plano tosco del mismo.
Toda la documentación muestra
a un Newton preocupado por asuntos religiosos, y era un
creyente aunque no se consideraba ligado a ninguna
religión en particular, y menos a la Anglicana, de la cual
obtuvo una “dispensa especial” para no participar en
ceremonias religiosas, que consideraba aburridas. Newton
nunca se casó y no se le conocen romances, aunque nadie se
atreve a asegurar que tuviera tendencias homosexuales, ya
que era un solitario de pocos amigos. El consenso es que,
simplemente, tenía cosas más importantes para pensar en su
mente brillante. Además de dedicarse mucho al estudio de
asuntos espirituales, en sus tres últimas décadas se
preocupó más por la alquimia, tratando de convertir otros
metales en oro.
A su muerte, a los 85 años,
Newton era todavía el encargado de la Tesorería, un cargo
materialista y poco congruente con sus primeras aficiones
científicas, que lo hicieron descubrir los fundamentos de
la física moderna, el cálculo infinitesimal y la
estructura del universo, logros sin paralelo en la
historia de las ciencias. Tan es así que el poeta
Alexander Pope escribió una frase muy halagadora en el
epitafio grabado en la tumba de Newton, en la Abadía de
Westiminster: “ Las leyes de la naturaleza estaban ocultas
en la noche y Dios dijo: ‘que venga Newton’ y todo se
iluminó”. Por algo Newton ocupó el sitial de honor en la
encuesta mundial que produjo la lista de los 100
personajes más importantes del segundo milenio, elaborada
por el canal A&E al término del mismo.
rpalmi@yahoo.com