De
pronto el etanol se puso de moda, gracias a la publicidad
gratuita que le hizo primero la cumbre de la Unión Europea
-que apuntó a un 20% de energía renovable para el 2020- y
luego el presidente Bush en su gira latinoamericana, donde
comprometió a varios países en la producción de etanol, en
su intento de reducir la dependencia del petróleo y -al
mismo tiempo- la producción de gases de invernadero que
producen el calentamiento global. Pero su objetivo, el de
llegar a producir 60 millardos de galones de etanol para
el 2030, fue analizado y criticado por un influyente
economista, Robert J. Samuelson, quien expuso ciertas
debilidades de su plan en un artículo de Newsweek.
La quimera del Plan Bush
El analista argumenta que ese objetivo podría ser
alcanzado a duras penas, y sólo ocupando gran parte del
área cultivable de EE.UU. pero que al final reducirá muy
poco las importaciones de petróleo y derivados o la
contaminación ambiental. Los cálculos de Samuelson se
basan en los datos del Depto. de Energía de su país, que
estima que los 7,5 millardos de barriles de petróleo
consumidos en 2006, podrían incrementarse en 30% para el
2030 –en un escenario optimista- lo que significa casi 10
millardos de barriles para satisfacer el apetito
energético de las 360 millones de personas y unos 316
millones de vehículos en el 2030 (40% más que ahora). Así
que los 60 millardos de barriles de etanol que se piensa
producir a marcha forzada en el 2030 –según el plan Bush-
reemplazarían apenas 1,43 millardos de barriles de
gasolina, volumen que se reduciría a menos de un millardo
si se toma en cuenta que el etanol tiene el 66 % de la
energía de una gasolina. Así, es obvio que el etanol
apenas compensaría una fracción del aumento de la demanda
de combustible, pero sin reducir la actual dependencia del
petróleo.
Lo peor del plan Bush, según
Samuelson, es pensar que -con ese cuantioso aporte del
etanol- se solucionarán los problemas energéticos de EE.UU.,
mientras hará que se ignoren otros esfuerzos que él
considera más importantes para reducir el consumo de
gasolina. Se refiere tanto al desarrollo de motores poco
convencionales –como los “verdes” a base de hidrógeno.- y
al rendimiento de combustible promedio exigido por ley,
que actualmente de es de 27,5 millas por galón y que se
elevaría poco –quizás a 30 o 35 mpg- para el 2030, gracias
a las presiones de la industria automotriz, que busca
ahorrarse el costoso esfuerzo para desarrollar y fabricar
vehículos con motores más eficientes. Esto, sin que la
exagerada confianza en el etanol reducirá el deseo de los
conductores en ahorrar gasolina reduciendo viajes,
compartiendo vehículos y usando el transporte público,
medidas que podrían ser más efectivas.
En otras palabras, la
complacencia y optimismo que produce esta euforia por el
etanol, sería a la larga contraproducente para el país.
Por ende, concluye Samuelson, lo más saludable sería
obligar a aumentar entre 30 y 50 por ciento el rendimiento
de los motores, de otra manera el plan de Bush sería sólo
para ilusionar a la ciudadanía para fines políticos,
haciéndole creer que se reducirá la dependencia del
petróleo importado.
Las ventajas ambientales
Otro estudio, publicado en el
diario USA Today y realizado por investigadores de la
Universidad de Minnesota, concluye en que la producción en
masa de etanol no es el ‘remedio curalotodo’ para los
problemas energéticos de la economía más grande del mundo,
ya que con el objetivo gubernamental se supliría apenas el
12,5 % de la gasolina necesaria, aún si toda el maíz
producido en EE.UU. fuera usado para producir etanol.
Pero, en cambio el balance en el uso de etanol es
favorable por cuanto el proceso de elaboración del
combustible consume un 25 % menos energía que el que se
libera en los motores.
Asimismo el estudio académico
es bastante favorable al uso de etanol como un
“combustible verde”, o sea uno que lanza menos
contaminantes al ambiente. En efecto, el etanol produce un
12 % menos gases de invernadero que la gasolina, lo cual
aliviaría un poco el calentamiento global, fenómeno que
todos los estudios recientes –incluyendo uno de la ONU-
aseguran que cambiaría drásticamente el clima terrestre a
mediano y largo plazo. Pero, nuevamente, ese 12 % de
mejoría es bastante modesto en comparación con el aumento
de los gases, en vista del esperado consumo de energía
debido a la mayor cantidad de vehículos.
Por otra parte, en términos
ambientales, los cultivos de maíz y otros insumos
conllevarían más contaminantes como nitrógeno y fósforo
por los fertilizantes y pesticidas usados en el agro, lo
que contaminaría más tanto las aguas subterráneas como los
ríos, lagos y mares. En otras palabras, el uso del etanol
no sería una actividad tan “verde” como parece a simple
vista, una conclusión que es apoyada en otro estudio
reciente de la Universidad de Barcelona, donde se
enfatizan las desventajas técnicas, ambientales y
económicas.
Los pro y contra del uso de
etanol
Los defensores del etanol
argumentan que es un combustible económico, eficiente y
“amistoso” hacia el ambiente, además de no afectar mucho
el comportamiento en los motores. En efecto, dicen los
técnicos, los motores funcionarían a menores temperaturas,
de ahí que el etanol es seleccionado por los corredores de
autos para evitar el recalentamiento durante las exigentes
competencias. Luego, en los autos modernos el alcohol
limpia los inyectores al evitar la acumulación de lodos y
otros depósitos en los sistemas de combustión y
lubricación. Sin embargo, alertan, al cambiarse para el
etanol, hay que cambiar los filtros de aceite y gasolina
con mas frecuencia en la primera etapa, pero luego éstos
se mantendrán limpios por más tiempo. Por otra parte,
algunos motores necesitarán una adaptación previa para
usar combustible con altos contenidos de etanol, por el
efecto solvente en ciertas piezas de plástico o goma.
Otra ventaja del etanol, dicen
los técnicos, es que es un aditivo natural para aumentar
el octanaje, ya que tiene Números de octano más altos que
cualquier gasolina de petróleo, o sea que aún en una
proporción del 10% en gasolina (como el E10 disponible en
EEUU) se podría aumentar en unos 3 puntos el
comportamiento antidetonante de la gasolina de petróleo.
Eso hace también que no se pierda potencia por un octanaje
inferior en circunstancias exigentes, lo que contribuye a
la eficiencia global del motor.
Asimismo, al quemarse el
etanol más eficientemente, se reduciría en un 25 % el
tóxico monóxido de carbono, ya que la combustión produce
sólo CO2, agua y calor. Sin embargo, dicen sus
detractores, el CO2 es el principal componente de los
gases de invernadero, por lo tanto el calentamiento global
seguiría igual que antes. De acuerdo, dicen los
defensores, pero habría que considerar un punto algo
ignorado: al cultivar el maiz u otros vegetales para
fermentarlos a etanol, se estaría generando constantemente
un área verde considerable que actúa –como las hojas de
los árboles- en “sumideros de CO2”, o sea plantas que
absorben este gas para convertirlo en oxígeno en el
proceso de fotosíntesis. Así que una cosa compensa la otra
y aún si la cantidad de CO2 producido por la combustión es
casi la misma, se tendría más áreas verdes por los
cultivos vegetales. Pero los ambientalistas más estrictos
creen que esto promoverá una deforestación más intensa de
las selvas tropicales, lo cual sería más nocivo a la larga
para el planeta.
El factor económico
En fin, nunca se complacerá a
todos pero, siendo una tecnología aún novedosa, es muy
temprano para hacer un balance de las ventajas y
desventajas que acarrearía el uso intensivo del etanol
para vehículos automotores. Además, hay muchos intereses
políticos y comerciales envueltos, y al igual que se acusa
actualmente a la Administración Bush de favorecer a los
petroleros –por los intereses de las familias Bush y
Cheney- ahora se acusa a los cabilderos agrícolas de
tratar de favorecer a los productores de etanol (que
disfrutan un subsidio de $ 0,50 por galón) y a los
granjeros que cultivan maíz (cuya producción sigue
subsidiada fuertemente por los gobiernos en EEUU y Europa
). Estos últimos están encantados no sólo de la mayor
demanda de ese materia prima para producir etanol, sino de
los mayores precios del maíz en los mercados mundiales,
por simple factores del mercado. Y aunque todavía no se ha
llegado a tener una escasez de estos granos para consumo
humano, ya se está notando para el consumo animal, lo cual
encarecerá eventualmente todo tipo de carne. (Sin olvidar
la escasez que se puede producir para las tortillas y
arepas en América Latina, donde ya ha habido quejas por el
aumento en los precios del maíz).
Todavía en el aspecto
económico, aún si actualmente es más barato producir
etanol que gasolina –debido a los altos precios del
petróleo-, todavía queda por hacer una comparación si se
llega a eliminar los subsidios agrícolas en EE.UU. y
Europa, como se está exigiendo en las discusiones dentro
de la Organización Mundial de Comercio. De modo que el
problema energético asociado con el etanol es más complejo
del que parece a simple vista, y no se trata de una
panacea para los países consumidores de petróleo.
Mientras tanto, los países
productores de crudo --y especialmente los de la OPEP-- se
están viendo amenazados por el creciente interés en
combustibles alternos y ya se nota una leve reducción en
el consumo de petróleo, que puede ser más notable en los
años venideros de avanzar las metas en el uso de etanol y
otros biocombustibles en los países avanzados. Toda esta
polémica es aparte del argumento utilizado por los
oponentes a sustituir más gasolina por etanol, de que
sería mejor utilizar la superficie agrícola para producir
alimentos baratos para la población, un argumento no
exento de intenciones populistas. En fin, habrá toda clase
de pujas a favor y en contra del etanol, aunque nadie duda
que -por las evidentes ventajas de este biocombustible-,
muchos países lo adoptarán para tener una fuente autóctona
de energéticos y evitar la dependencia del petróleo y
–quizás-- mantener el uso dispendioso de vehículos. Así,
gracias a las iniciativas de Brasil -país pionero en el
uso de etanol- y al interés de EE.UU.y la UE en reducir la
importación de crudo, estamos entrando poco a poco en “la
era del etanol”.
El biodiesel a la carga
En toda la discusión del
etanol se ha colocado en lugar secundario a la posible
integración de biocombustibles en el gasóleo o la
sustitución de éste como combustible diesel, que
constituye casi la cuarta parte del consumo energético del
mundo, ya que la mayoría de las plantas térmicas, barcos,
trenes, buses y camiones pesados tienen motores diesel.
Actualmente también algunos autos de pasajeros tienen
estos motores por el menor costo del combustible y la
mayor eficiencia de los mismos, que operan a mayores
compresiones y eficiencias.
Se ha encontrado que los
aceites vegetales –producidos generalmente a partir de
granos como la soya- tienen la densidad, viscosidad y
características de combustión adecuados para quemarse en
motores de inyección que funcionan con el ciclo diesel,
solos o mezclados con el gasóleo liviano. Sin embargo la
compatibilidad de ambos combustibles varía según el
fabricante, debido a que algunos motores son sensibles al
contenido de aceite vegetal en la mezcla combustible. Así,
los camiones de manufactura británica conservan la
garantía sólo si no se sobrepasa el 5% de aceite en la
mezcla, mientras que los modelos recientes de camiones y
buses franceses permiten hasta un 30% de biodiesel y los
alemanes o suecos pueden funcionar incluso con 100% de
biodiesel.
La variabilidad de estas
proporciones se debe a que los aceite vegetales son
mejores solventes y pueden desalojar –en motores más
antiguos- ciertos depósitos carbonosos y gomosos, que a su
vez pueden tapar los delicados inyectores diesel. Un
cambio frecuente de los filtros puede obviar este
problema, pero muchos usuarios son reacios a arriesgar el
mantenimiento de sus costosos motores diesel con los
nuevos combustibles. Sin embargo el precio más atractivo
del biodiesel en Europa ha hecho surgir muchas estaciones
de servicio que surten el biodiesel puro, y hay metas
ambiciosas de la UE para integrar hasta el 20 % de
biodiesel en el consumo de combustible para todos los
motores diesel para el 2020, una medida que seguramente
será imitada gradualmente en otros países.
rpalmi@yahoo.com
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Artículo publicado originalmente en el semanario
ZETA |