Lo
ocurrido en Pakistán el jueves, con la masacre contra una
multitud inerme que vitoreaba a la ex premier Benazir
Bhutto, es un claro ejemplo de la capacidad y métodos del
extremismo islámico que –si bien es minoritario-- amenaza
con desestabilizar al gobierno pro occidental de Musharraf.
Si Pakistán no logra una relativa estabilidad, caminando
hacia la democracia mientras combate al extremismo, podría
caer en manos de políticos inescrupulosos que se
alinearían con Irán y con los movimientos de Jisbolá y
Hamás, para formar una poderosa alianza que podría
desestabilizar aún más a Irak y Afganistán, mientras
torpedea los esfuerzos de paz con Israel. Por fortuna el
ejército es una fuerza moderadora y no apoya a la causa
islámica radical, y lo mismo hacen las dos principales
agrupaciones políticas, que proyectan una alianza con el
visto bueno de EE.UU.
Nadie duda que la vecina Irán,
con sus ambiciones extra territoriales, promueve también
la desestabilización de Pakistán, como todo lo que va en
contra de Washington, aunque sin intervenir abiertamente,
ya que lo suyo es dominar el Golfo Pérsico, por su riqueza
petrolera y el control de las rutas de suministro a
Occidente, un arma nada despreciable a la hora de la gran
confrontación, una posibilidad que parece aumentar cada
día más, a juzgar por las declaraciones de los halcones de
cada bando. Curiosamente, ya Bush mencionó en un discurso
la delicada frase “Tercera Guerra Mundial”, mientras
Teherán no abandona su retórica belicosa.
A la postre, Irán acaba de
recibir en el propio Teherán un espaldarazo de Rusia, que
la asesora y equipa en su programa atómico civil, y por
ende tiene un evidente conflicto de intereses al oponerse
a las sanciones contra Irán en el Consejo de Seguridad. Lo
mismo hace China, pero para asegurarse los suministros
petroleros que tanto necesita para su acelerado
crecimiento económico. De ahí que Olmert viajó de urgencia
a Moscú para inyectar una dosis de realismo en la política
antagónica que desarrolla Putin desde hace unos años
contra Occidente, para recuperar el antiguo sitial de la
URSS, no sólo con su irresponsable armamentismo sino con
su potencial energético. Mientras tanto, la escalada de
precios petroleros, causada por el habitual nerviosismo
por los suministros, sirve para abultar la renta petrolera
de los regímenes autoritarios tanto de Rusia como de Irán,
democráticos sólo en apariencia. Irónicamente la factura
es pagada por el mismo Occidente, que no logra reducir su
adicción por el petróleo, por más que lo intenta.
rpalmi@yahoo.com