A
fines de la semana, los cables sorprendieron al mundo al
informar que los presidentes de Rusia, China y de cuatro
ex repúblicas soviéticas de Asia Central presenciaron
maniobras militares conjuntas en un base rusa de los
Urales. Las maniobras fueron organizadas dentro de un
pacto de defensa mutua celebrado en 1996, que se llama
Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) por el sitio
donde fue firmado. En ese entonces Rusia estaba bajo el
mandato de Yeltsin y acercándose a Occidente, pero la
nueva dirigencia rusa lo convirtió en un bloque defensivo
para competir con la OTAN y apoyarse mutuamente contra las
amenazas internas… y externas. Hace tiempo que se
organizan dichas maniobras, pero ahora cobra más
significado dadas las fricciones existentes entre Rusia y
EE.UU. por la proyectada instalación de bases antimisiles
de la OTAN en Polonia y la República Checa, algo que Rusia
teme que servirá para desactivar futuros misiles rusos.
Desde mediados de los 90 una
provincia rusa con mayoría musulmana –Chechenia- busca
separarse de Rusia, mientras en la provincia china
Xinjiang –también con mayoría musulmana-- soplan vientos
independentistas. De ahí que las seis naciones declararon
que “las maniobras militares demuestran que están
preparados para combatir el terrorismo, el extremismo
islámico, el separatismo y la proliferación de armas de
destrucción masiva”, todos objetivos loables que
concuerdan con los de Occidente, y que a simple vista
parecen apoyar la actual lucha antiterrorista.
Pero en Washington y Londres
reinó el escepticismo, pues creen que las maniobras son
una demostración de fuerza en respuesta a la proyectada
instalación de las bases antimisiles en los dos países de
Europa Oriental y en otros países asiáticos fronterizos
con Rusia y China, en previsión de futuras amenazas
militares. De hecho, el mismo Putin declaró durante las
maniobras de la OCS que actualmente hay una docena de
bombarderos rusos de largo alcance en “misiones de
reconocimiento” en varias partes del mundo, incluyendo el
Pacífico Sur y el Mar del Norte, donde han sido avistados
y seguidos “amistosamente” por cazas de Gran Bretaña y
EE.UU., respectivamente, asombrados por la novedad, ya que
esos vuelos habían sido suspendidos en 1992.
No hay duda que se está
escenificando una carrera armamentista dentro de una
silenciosa guerra fría, mientras Rusia se acerca
nuevamente a China como en los años 50 y 60 (su
concordancia en el Consejo de Seguridad de la ONU es
visible), para constituir un bloque antagónico a
Occidente. Aunque disfracen a la OCS como una simple
“alianza antiterrorista” es obvio que se trata de un pacto
defensivo para competir con la OTAN, algo que seguirá
incluso cuando Putin deje el poder en el 2008, ya que su
probable sucesor sería el ex ministro de la Defensa,
Sergei Ivanov -un ex agente de la KGB como Putin-- quien
sueña en restaurar a Rusia como una gran potencia mundial,
olvidando que fue el exagerado armamentismo lo que causó
la debacle de la URSS.
Es una lástima que los grandes
recursos militares que se invierten en ambos lados
–estimados en $ 1000 millardos anuales-- no se utilicen
para los verdaderos enemigos de la humanidad, o sea la
pobreza, la ignorancia, el desempleo, las enfermedades y
la contaminación, lacras que oportunamente atacadas,
harían innecesario el armamentismo, ya que evitarían los
conflictos internos, diplomáticos y bélicos. ¿Aprenderán
algún días las potencias a convivir en paz? ¿Dónde están
los estadistas que renuncien a la politiquería para
ocuparse de aunar voluntades y recursos en beneficio de la
humanidad a largo plazo? Pero mientras existan lideres que
aprovechan la ignorancia de las masas para adelantar sus
ambiciones políticas y darse importancia, esto no
sucederá. O sea que la misma naturaleza humana se
encargará de que sigamos desconfiando de otros y
malgastando esfuerzos y recursos en la actividad humana
más nociva de todas, la guerra, una verdadera maldición
gitana de la cual no hemos podido librarnos desde que
existe la mal llamada ”civilización”.
rpalmi@yahoo.com