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¿Una nueva guerra fría?
por Roberto Palmitesta  
jueves, 22 febrero 2007



Todo comenzó con la polémica suscitada por Vladimir Putin durante la Conferencia sobre Seguridad que se celebraba en Munich el 10 de febrero. En la misma asistieron pocos gobernantes, pues –además de Putin- sólo Angela Merkel estaba presente ese día, en su rol de anfitriona y presidenta rotativa de la UE, y minutos antes había elogiado a Putin por ser un “suplidor confiable de energía para Europa”. De pronto Putin tomó el podio y lanzó frases hirientes hacia EE.UU. acusándolo de un plan para instalar un escudo misilístico en Europa Oriental, mayormente para aislar a Rusia, ya que no hay otro enemigo de cuidado a la vista en la región. También lo acusó de incitar a otras naciones de buscar un arsenal atómico para defenderse de lo que llamó “un uso incontrolable de la fuerza”, criticando de paso la “intromisión” de EE.UU. en el Mediano Oriente.

Como lo definió el precandidato presidencial John Mc Cain, allí presente, fue el discurso más fuerte de los rusos desde la caída del muro de Berlín, y algo que seguramente inicia un período de enfriamiento en las relaciones entre EE.UU. y Rusia. Aunque pudiera haber algo de cierto en las acusaciones de Putin (EEUU nunca se fía de los rusos, desde las travesuras de Stalin en la posguerra), la pregunta obligada es ¿qué persigue Putin con ese lenguaje tan fuerte? Aparte de mostrar los dientes después de la humillante debacle y desintegración de la URSS, que convirtió a Rusia en una potencia de tercer orden, Putin también buscaba un mayor protagonismo en la arena mundial, cansado de jugar un papel secundario, y quizás jugaba la carta nacionalista para afincarse en el poder, carta siempre efectiva para sanar orgullos heridos.

Pero Washington también podría acusarlo de muchas cosas, pues Rusia sigue apoyando subrepticiamente a Irán con tecnología y armas, a pesar de las sanciones impuestas en el Consejo de Seguridad de la ONU, en el cual participó, y hace lo posible por apoyar a cualquiera que esté contra el llamado “imperio”, léase viejas o nuevas naciones socialistas latinoamericanas y cualquier partido o grupo que vocifere consignas contra EE.UU., no importa quien sea, incluso los mismos talibanes que los derrotaron una vez, irónicamente con ayuda estadounidense.

Lejos de contestar en el mismo tono, Washington trató de subestimar la seriedad de la crisis diplomática, quizás porque no necesitan otro frente hostil por ahora, después de que el terrorismo islámico ocupó el papel de la amenaza soviética desde la década de los 90. Además necesitan el apoyo de Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU para aislar a nuevas naciones nucleares. Pero seguramente por un tiempo ya no habrá visitas de cortesía o consultas entre mandatarios. No hay duda que las políticas arrogantes y la torpe diplomacia norteamericana han tocado una fibra sensible y se necesitará mucha mano izquierda para recomponer una incómoda “amistad de conveniencia” entre Rusia y EE.UU. que mostraba fisuras desde hace tiempo.

Tratando de disimular la estrategia harto evidente de aislar a Rusia para que nunca más sea una amenaza para EE.UU., la Secretaria de Estado Condoleezza Rice dijo en la reunión berlinesa del Cuarteto de Madrid (ONU, EE.UU., UE y Rusia) que el escudo misilístico que piensan instalar en Polonia y la República Checa no va dirigida contra Rusia sino contra –sorpresa-- Irán. Un argumento oportuno en vista de la creciente agresividad iraní, aunque la ubicación de las bases resulta un poco curiosa, ya que deberían estar más cerca del país persa -por ejemplo en Turquía o Grecia- para ser realmente efectivas. De todos modos, la cándida confesión de Rice –y la presencia de dos portaviones de EE.UU. en el Golfo Pérsico- no hizo sino alimentar las suspicacias iraníes de que se prepara un ataque militar, de ahí que a mediados de febrero ellos mismos están haciendo maniobras militares en 16 provincias con sistemas antiaéreos y misilísticos.

Todo esto sucede mientras la ONU está recibiendo el informe de El Baradei sobre la capacidad nuclear iraní, y se apresta a imponer nuevas sanciones. Nuevamente se están juntando demasiados elementos como para no pensar en nuevas iniciativas militares en el mediano oriente. Queda por ver si triunfará finalmente la combinación de garrote-y-zanahoria que aplica EE.UU, o la diplomacia promovida por algunas naciones más pacifistas, pero quizás más ingenuas en vista de que algunos líderes no entienden sino el lenguaje de la fuerza. No hay duda que vivimos en tiempos violentos y complejos, a pesar del fin de la guerra fría.

rpalmi@yahoo.com

 
 

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