La
semana pasada un alto funcionario militar ruso anunció que
su país había desarrollado y probado una poderosa bomba no
nuclear, que resultaba cuatro veces más destructiva que la
conocida MOAB que tiene EE.UU. desde el 2003.
Irónicamente, los rusos la bautizaron como “el padre de
todas la bombas”, en referencia al apodo otorgado
informalmente por EE.UU. a su bomba, que llamaron “mother
of all bombs”, ya que el acrónimo oficial era MOAB, por
Massive Ordance Air Blast, ya que opera por una expasión
súbita del aire seguida por una pavorosa explosión, que
asemeja al de una bomba atómica. De ahí que, en su
anuncio, los rusos la llamaron “el padre de todas las
bombas”, para enfatizar que es más poderosa que una MOAB.
En efecto, tanto el artefacto
estadounidense como el ruso entran en la categoría de
bombas termobáricas, compuestas de una bomba pequeña que
produce una nube explosiva sobre el objetivo, que luego es
encendida causando una llama que destruye todo en un área
más amplia, como si fuera una pequeña bomba atómica. La
explosión es capaz de destruir incluso un bunker
subterráneo, como los que albergan ciertas instalaciones
atómicas en Irán.
La bomba es lanzada en
paracaídas desde un avión y teledirigida por satélites
para que se dirija al objetivo, de modo que es una “bomba
inteligente” a la vez. La primera MOAB de ese tipo, se
probó en un campo de pruebas en Florida y la explosión se
sintió a 30 km de distancia. En esa ocasión -marzo de
2003- estaba diseñada para atemorizar al ejército iraquí,
con el cual se iba a enfrentar en unos días, así que el
opotuno anuncio fue parte de la guerra psicológica.
La bomba termobárica rusa, que
contiene unos 7 mil kilos de material explosivo, se
anuncia como mucho más poderosa que la MOAB ya que su
tecnología de explosivo ha sido desarrollada con el
proceso de nanotecnología, que utiliza componentes
ultra-diminutos para ahorrar espacio. Para dramatizar los
efectos de la prueba, que fue transmitida por televisión,
Rusia mostró como su bomba destruía todo un bloque de
edificios de apartamentos, que iban a ser demolidos por
métodos convencionales. El comunicado ruso no dio más
detalles --en la mejor tradición soviética-- pero agrega
que estaba de desarrollo desde hace tiempo y que con la
misma “no pretenden iniciar una nueva carrera
armamentista”.
Sin embargo, Rusia ya había
anunciado hace unas semanas el desarrollo de nuevos
mísiles y bombarderos de largo alcance para recuperar el
tiempo perdido desde la debacle de la URSS en 1991, que
paralizó muchos programas militares por falta de fondos.
Así, en agosto realizaron una exposición para mostrar los
últimos productos de su tecnología aeronáutica militar,
evento que fue muy concurrido. No hay duda que Rusia
piensa volver a ser una gran potencia, empujado por los
“halcones” en su estamento militar, al mismo tiempo que
piensan explotar su otrora avanzada tecnología bélica como
una fuente adicional de ingresos para complementar su
generosa renta petrolera. En el fondo, todo temor a
conflictos genera alzas en el petróleo, y –copiándose de
la tradicional actitud capitalista- los negocios son los
negocios.
Recordando las “otras”
carreras armamentistas
Desde la invención de la
pólvora por los chinos a principios del segundo milenio,
todas las potencias militares trataron de desarrollar
explosivos más potentes y seguros. A fines del siglo XX,
la invención de la nitroglicerina -y luego la dinamita o
TNT por Alfredo Nobel- fue un hito en esa carrera, ya que
permitió su manejo seguro también para fines civiles, como
la demolición de rocas para la construcción de
edificaciones, carreteras y túneles. Las guerras
aceleraron el desarrollo y ya en la primera conflagración
mundial se tiraron las primeras bombas desde aviones,
aparatos que entonces hacían su entrada en los conflictos
bélicos.
Para tener bombas más
poderosoas, en la segunda guerra mundial EE.UU. decidió
desarrollar bombas atómicas –en previsión de que Alemania
las tuviera antes-- y el poder destructivo de las primeras
–que cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki- eran equivalentes
a unos 20.000 kilos de explosivo convencional o TNT.
Gracias a una efectiva labor de espionaje, en cuatro años
la URSS se equiparó y pronto se inició una carrera
armamentista, aumentando paulatinamente el poderío de las
bombas a centenares de kilotones, hasta que –en 1952- la
tecnología nuclear dio un salto cuántico al desarrollar
ambas potencias la temible bombas termonucleares (bomba
H), que llegaron a tener hasta 50 megatones, o sea
equivalente a un 50.000 kilotones de TNT. Para fines de
los años 80, las dos superpotencias acumularon arsenales
nucleares que tenían el poder destructivo global de varios
millardos de toneladas de TNT, y todavía hoy día conservan
una buena parte de los mismos, a pesar de varios tratados
limitativos que los redujo sustancialmente.
Dada la suspicacia que existe
actualmente entre Rusia y EE.UU., el gobierno de Bush
ordenó reactivar los programas nucleares y EE.UU. trabaja
en bombas atómicas de “cuarta generación”, que incluye
bombas de neutrones –menos destructivas pero más
mortíferas para los humanos- mientras se trabaja en
fabricar bombas cada vez más potentes con explosivos
convencionales, ya que las atómicas son vistas con recelo
por la persistente y mortífera radiación que dejan al
explotar.
Gran Bretaña y Francia también
desmantelaron parte de su arsenal atómico pero China ha
seguido desarrollando a todo tren armas atómicas y
termonucleares cada vez más poderosas, para desalentar un
ataque enemigo, mientras India y Pakistán están empeñados
en una carrera armamentista nuclear desde 1998, e Israel
tiene desde 1967 su propio arsenal atómico para defenderse
de sus vecinos belicosos. Uno de ellos es ahora Irán, país
que desarrolla una tecnología nuclear con potenciales
fines bélicos, algo que preocupa sobremanera a Occidente,
ya que obligaría a EE.UU. y sus aliados a tomar medidas
militares para destruir esas instalaciones. Corea del
Norte ya explotó sus primeras bombas atómicas pero acordó
paralizar su programa a cambio de ayuda en el campo
energético. Se habla de una nueva iniciativa de desarme
global, pero como están caldeados los ánimos por la
turbulencia en el Oriente Medio, es difícil que se dé por
ahora.
Por lo que se puede ver, cada
cierto tiempo se produce una nueva carrera armamentista,
gracias a la nefastas asociación entre los mlitaristas y
el complejo industrial-militar que se lucra con las ventas
de armas, mientras los mandatarios inescrupulosos
gobiernan a través del temor, creando crisis y amenazas
para aferrarse al poder o subir su popularidad. Todos los
dictadores hicieron eso en el pasado, y muchos gobernantes
“democráticos” también. Sólo una ciudadanía informada, que
no se deja embaucar, puede evitar el círculo vicioso del
armamentismo innecesario, con lo cual el mundo puede
recibir el beneficio de que se inviertan en proyectos
constructivos –y no destructivos- los recursos monetarios
que administran los gobiernos, siempre fruto de
sacrificios de la ciudadanía.
rpalmi@yahoo.com