Nuevamente,
la crisis Irak llama la atención por la incapacidad de sus
gobernantes y aliados para resolver, o al menos mejorar,
su situación, al continuar los sangrientos ataques de
insurgentes, terroristas y sectarios, que desaniman por
igual a militares y políticos involucrados. Así, mientras
el gobierno de Maliki trata de convencer a todos de que
está cumpliendo con las metas impuestas por EE.UU.,
algunos sectores iraquíes califican de incompetente al
premier y piden su renuncia, negándose a cooperar en la
agenda parlamentaria y gubernamental, retrasada por la
prolongada tutela norteamericana.
Mientras tanto el mismo Maliki
alardea de que ya Irak puede defenderse sola y no necesita
más a las tropas de ocupación, algo poco creíble en vista
de la realidad en el terreno y el escepticismo en
Washington y Londres.
Esta suspicacia subraya la
anarquía que prevalece, justo como lo quieren los
saboteadores de la estabilidad y reconciliación para poder
pescar en río revuelto, pues es obvio que una retirada de
EE.UU. significaría una inmediata guerra civil ya que las
tropas del gobierno no están preparadas ni equipadas para
controlar la situación. Además, la ausencia de tropas
extranjeras significa seguramente una mayor influencia de
Irán, que simpatiza con el gobierno mayoritariamente
chiíta pero al mismo tiempo parece haberse aliado con
grupos insurgentes y hasta terroristas, con tal de
fastidiar a EE.UU. Y con la influencia que tendrían en el
nuevo régimen, dominado por los chiítas, probablemente los
terroristas tendrían asegurado su financiamiento a
costillas de la renta petrolera, convirtiendo a Bagdad en
su nuevo cuartel general. Y quizás hasta Osama bin Laden
se mudaría allí para estar más tranquilo y reírse de la
recompensa publicitada por su cabeza, ahora de $ 50
millones, y seguir arengando a sus fanáticos para que se
sacrifiquen en aras de un triunfo islámico.
Con este escenario pesimista
de una “eventual caída de Irak”, aumentarían también las
posibilidades de una nueva guerra regional, que se
libraría para no dejar a Irak en los brazos de Irán,
nación que seguramente apetece el petróleo iraquí y sus
refinerías, en vista de su marcada escasez de
combustibles, además de servir para sus planes de
dominación del Oriente Medio, ya que apunta eventualmente
a una toma de poder en Arabia Saudita de grupos
fundamentalista.
Los sunitas serían las mayores
víctimas, de caer Irak en manos de grupos radicales que
simpatizan con Irán, ya que tanto la mayoría chiíta como
los iraníes se cobrarían brutalmente las fechorías del
régimen sunita de Saddam Hussein en las décadas de los 80
y 90. A pesar de estas serias inquietudes, asombra como el
Congreso de mayoría demócrata insiste que la única
solución para EE. UU. es desvincularse de Irak lo antes
posible y dejarle el “paquete” a los iraquíes. Sería una
decisión politiquera, escapista e irresponsable, que
ignora que los EE.UU. contribuyeron mucho a generar la
crisis, con la malograda ocupación foránea. Sería también
una ofensa a los miles de caídos, tanto extranjeros como
iraquíes, que dieron su vida por asegurar la
democratización de Irak, la única salida a largo plazo si
se quiera acabar con las dictaduras que tanto daño le han
hecho en el pasado y restaurar gradualmente un gobierno
civilizado.
Una tarea bien difícil, dada
la historia reciente del Oriente Medio, que empezó mal con
la etapa colonialista después de la desintegración del
imperio turco, y que siguió con las sangrientas dictaduras
de la última posguerra, para terminar en manos de
aventureros que impusieron su poder con maniobras
políticas, como sucedió en Irak, Siria e Irán, y como
puede suceder en otras naciones cercanas. De ser también
desestabilizadas, Afganistán y Pakistán, naciones también
musulmanas, podrían sumarse a una gran franja que
controlaría todo el oriente medio, del Indo al
Mediterráneo, especialmente con una potencia nuclear en su
medio.
Vista la ineficacia de la vía
militar, se necesitará medidas heroicas, mucha visión de
estadista y una gran cooperación internacional para
desactivar esta explosiva situación, que puede golpear
duramente la paz mundial. En especial, la UE debería
involucrarse con más decisión, y no aprovechar la
debilidad anglo-estadounidense para congraciarse con las
naciones afectadas para hacer más negocios. El petróleo
disponible en la región no ayuda en nada, pues todos lo
apetecen sea para mantenerse en el poder como para avanzar
sus planes terroristas de alcance mundial, en una guerra
ya declarada de civilizaciones, aunque muchos analistas lo
nieguen, a juzgar por los eventos desde el el fatídico
11-S.
rpalmi@yahoo.com
* |
Artículo publicado originalmente en el semanario
ZETA |