El
Congreso de EEUU aprueba un “paquete energético” que
implica carros más pequeños y eficientes –y menos
contaminantes-- mientras los candidatos definen sus planes
en esa materia, en busca de reducir los volúmenes de
petróleo importado.
Mientras arrecia la campaña
presidencial en EE.UU., se van conociendo poco a poco los
planes de los candidatos en materia energética, algunos
realistas, otros menos factibles, en una nación que busca
con mucho empeño -aunque sin mucho éxito hasta ahora-
reducir su dependencia de fuentes foráneas, y especialmente
de Venezuela, con la cual mantiene una relación de
conveniencia por razones mayormente económicas y
estratégicas.
Demócratas y republicanos
En general los enfoques de los
dos partidos principales muestran sólo algunas sutiles
diferencias. Así, el demócrata insiste en aumentar el uso de
biocombustibles con miras a reducir el consumo de gasolina y
diesel, mientras los republicanos favorecen una mayor
producción nacional de petróleo, especialmente en la
plataforma continental y en las reservas naturales de
Alaska, todo mientras propone extraer del carbón un
combustible líquido poco contaminante y facilitar el uso de
energías alternas como la solar y la eólica.
Para lograr estos objetivos, los demócratas eliminarían
cierta concesiones impositivas a las petroleras, y gastarían
los fondos liberados en investigación y desarrollo de
combustibles alternos, enfocándose en la producción de
etanol celulósico (de desechos vegetales) para no afectar la
producción de maíz y soya. Al mismo tiempo insistirían en
mejorar la eficiencia de combustible de los vehículos a
gasolina y diesel, lo que requerirá cuantiosas inversiones
de parte . de los fabricantes de carros. Por su parte, los
candidatos republicanos tratan de no afectar mucho a estas
empresas, acorde con su tradicional defensa de la empresa
privada.
Cuidando el “voto verde”
Ciertamente no todas las
propuestas son realistas, y algunas se hacen sólo para fines
políticos, tratando de ganarse el “voto verde” y del sector
laboral, en el caso de los demócratas, mientras los
republicanos tratan de complacer al sector empresarial, ya
que todavía no creen que el cambio climático es producido
por la actividad humana. Los aspectos económicos también
traspiran de esas dos actitudes, pues el enfoque republicano
podría hacer bajar los precios a través de una mayor
producción petrolera, mientras a los demócratas no
importaría que subieran los precios de los combustibles al
público, ya que esto a su vez disminuiría el consumo y por
ende la contaminación ambiental. Incluso, los demócratas han
ido tan lejos como apoyar la generación eléctrica por la vía
nuclear, un tema todavía controversial por los peligros que
conlleva.
En cuanto a eficiencia de
combustible, fijado desde 1984 en 27.5 millas por galón (mpg)
para los autos de pasajeros, los demócratas tienen las
propuestas más ambiciosas, acorde con su perfil “verde”.
Así. Hillary Clinton propondrá fijaras en 40 mpg para el
2020, mientras su correligionarios JohnEdwards adelantaría
esa fecha para el 2016 y Bill Richardson iría más allá y
exigiría 50 mpg para ese mismo año, algo que es considerado
poco realista por los técnicos.
El paquete energético aprobado
Mientras tanto, gracias a la
presión de los ecologistas, en las pasadas semanas se aprobó
en el Congreso un “paquete energético” donde se fijó la
eficiencia en 35 mpg para el año 2017, una meta bastante
modesta que ya ha sido sobrepasada en Europa y Japón, donde
los vehículos tienen exigencias de cumplir 40 mpg, mientras
que en China ya se exige 35 mpg. En otras palabras, en EEUU
están bastante atrasados frente a otros países industriales,
debido a los cabildeos de la poderosa industria automotriz,
que ha hecho mantener el nivel vigente de 27.5 mpg durante
más de dos décadas. Sin embargo, gracias a un acuerdo de
compromiso entre la dirigencia demócrata –a cargo de la
combativa Nancy Pelosi- y los senadores de Michigan (donde
se centran las fábricas de autos), se pudo aumentar la meta
de eficiencia en 40%, un logro notable dadas sus
implicaciones en un período electoral.
Asimismo, gracias a los nuevos
límites de eficiencia, los tres grandes de la industria
automotriz seguramente fabricarán una mayor proporción de
carros compactos e híbridos, en lugar de los tradicionales
vehículos grandes, ahora anacrónicos en un mundo donde ya
escasea la energía barata y abundan los contaminantes.
Aunque el efecto de estos cambios tardará en apreciarse, no
hay duda que EE.UU. está empeñada no sólo en reducir su
criticada “adicción al petróleo” sino en lograr una mayor
protección del ambiente, máxime en vista de tantos desastres
naturales –incendios, inundaciones, huracanes— que han
azotado a esa nación en años recientes. Todo lo cual
incidirá eventualmente en el consumo de petróleo y por ende
afectará la economía de las naciones petroleras, de ahí que
Venezuela haría bien en seguir de cerca estas tendencias y
diversificar su economía.
El caso venezolano
Al mismo tiempo, Venezuela haría
bien en reducir su propio consumo de combustibles, en vista
de que todo ahorro permitirá mayores exportaciones tanto de
crudo como de derivados. A raíz de la bonanza petrolera que
se vive por los altos precios, la compra de autos ha
aumentado a niveles exagerados (más de 300 mil carros en
2007), lo que significa un consumo creciente de gasolina.
Este hecho, junto con los precios ultrabajos de los
combustibles -subsidiados por el gobierno por razones
políticas- está generándose un derroche inexcusable, tanto
en vehículos convencionales como por el uso de autos
potentes como los Hummer y los 4x4, a menudo usados por
status y no por necesidad.
Asimismo, el público no cuida el
gasto de combustible ya que los precios no lo motivan,
resultando en un derroche que podría reducirse notablemente
–quizás entre 20 y 30%- con una política realista de precios
junto con regulaciones más estrictas de eficiencia de
combustible para los vehículos ensamblados en el país, que
se guian por normas anticuadas. Solo en gasolina, un ahorro
concienzudo significaría disponer de unos 100.000 barriles
diarios más para exportación. Es hora de quitarnos la
costumbre de que podemos derrochar porque somos un país
petrolero, especialmente cuando tantos países sufren por la
escasez de combustibles o por los altos precios, lo que no
ayuda mucho a nuestra imagen en el exterior.
rpalmi@yahoo.com
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Artículo publicado originalmente en el semanario
ZETA |