Un
hecho que pasó algo desapercibido, en medio de la
polvareda que generó la polémica “nueva estrategia para
Irak”, fue el anuncio del gobierno japonés de promover a
su “agencia de defensa” –adscrita hasta ahora a la
Cancillería- al rango de Ministerio de Defensa. Aunque fue
algo simbólico y quizás no cause preocupación por unos
años, no hay que subestimar al Japón, pues la primera
mitad del siglo XX fue una temible potencia mundial.
Bastaría recordar que para
fines de los años 30 había conquistado gran parte de China
y toda la península coreana, arrebatándole a franceses,
ingleses y holandeses sus colonias regionales, antes de
atacar a EE.UU. mientras planeaban conquistar a la extensa
Australia e incluso la India. Claro que fue un proyecto
insensato de militaristas megalómanos, pero fue una triste
prueba de lo que puede hacer Japón si vuelve a ser una
potencia de cuidado.
Afortunadamente los vencedores
angloestadounidenses castraron su poderío militar y lo
redujeron a una nación pacifista, imponiendo una
constitución que les prohibía incluso de tener un
ejército, dejándole sólo una fuerza policial para luchar
contra amenazas locales o terroristas. Sin embargo, en
2004 Japón envió por primera vez un contingente militar a
Irak, aunque fue para cooperar con la reconstrucción de
ese país. Ya que su defensa nacional correspondió en la
posguerra a EE.UU., ellos se concentraran en construir un
pujante imperio económico, otra muestra de lo que es capaz
este laborioso pueblo.
Pero los japoneses son cada
vez más conscientes de que deben tratar de defenderse por
sí solos, pues la tutoría de la superpotencia está
resultando cada vez más difícil. Esto se debe a la gradual
vulnerabilidad de EE.UU. por extenderse demasiado después
del 11-S, con ejércitos expedicionarios en Afganistán e
Irak, incursiones en el cuerno de Africa y Pakistán y
planes de contingencia hacia Irán, además de sus
obligaciones en la OTAN.
Ahora, el creciente
armamentismo de China y la prueba atómica de Corea del
Norte, sacudieron el latente nacionalismo japonés,
llevándolos a decidir que necesitan un ejército propio,
para no depender solamente de la superpotencia a la hora
de las chiquitas. De ahí que están reformando la
constitución para permitir su rearme, acorde con un
renaciente nacionalismo regional, y nadie descarta que
Japón y Corea del Sur puedan convertirse eventualmente en
potencias militares, aunque sigan disfrutando del paraguas
protector de EE.UU. La avanzada tecnología de estos dos
países le permitirían incluso tener armas atómicas, si se
lo propusieran y no hubiera otra manera de disuadir a la
belicosa Corea de Norte. Así las cosas, los analistas
anticipan una nueva carrera armamentista en el Lejano
Oriente, iniciada por Corea del Norte, es algo bien
preocupante, pues ya se sabe hacia dónde conducen estas
políticas, inicialmente defensivas, a juzgar de la
turbulenta historia del siglo XX, conocido –y con mucha
razón- como “el siglo de las guerras”.
rpalmi@yahoo.com