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Pakistán y Musharraf en la encrucijada
por Roberto Palmitesta  
lunes, 12 noviembre 2007


Por fortuna se ha desactivado la crisis turca-iraquí en la reunión de Erdogan con Bush, al permitirle EE.UU. a los turcos una “persecución en caliente” de los rebeldes del PKK en el norte de Irak y recibir una cooperación más activa de parte de las fuerzas de ocupación. Ahora la crisis más candente en Asia sigue siendo la de Pakistán, donde existe un estado de emergencia impuesto por un cuestionado Musharraf para aferrarse el poder y evitar que la Corte Suprema se pronunciara sobre la legalidad de su presidencia.

Musharraf justificó su decisión mayormente para tener una carta blanca en la “lucha contra el terrorismo”, a sabiendas que Washington no protestaría mucho sus medidas antidemocráticas, aunque Bush lo hizo a través de Rice. Pero fue sólo una reprimenda retórica para salvar cara, pues en el fondo a EE.UU. -con su usual ambigüedad hacia la democracia- gusta que Musharraf tenga todos los poderes para luchar contra los extremistas islámicos y los talibanes refugiados en Pakistán. Después de todo a EE.UU., no le faltaron escrúpulos en apoyar al golpista Musharraf con millardos de dólares para que éste le permitiera lanzar una ofensiva militar contra las bases de Al Qaeda y sus patrocinantes talibanes en 2001.

Ahora Musharraf se encuentra con una delicada disyuntiva, pues con el estado de emergencia está irritando a los sectores democráticos, los mismos que desdeñó al tomar el poder por la fuerza, pero también sabe que sin los poderes especiales tendría menos libertad de acción para controlar a los grupos extremistas, que no dan brazo a torcer desde la toma de la mezquita mayor en Islamabad. Todo indica que la democracia pakistaní es mucho más débil y menos madura que la india, quizás en razón de su religión musulmana, más intransigente que la hindú.

Aunque Musharraf trató de acallar las protestas asegurando que habrá elecciones legislativas en febrero, es muy probable que su partido militarista pierda esas elecciones y se monte en el poder el partido del régimen izquierdista de Sharif que derrocó, o el más populista de Bhutto, favorita actual en las encuestas, aunque ambos líderes tienen un largo historial de nepotismo y corrupción. Sin embargo todo parece arreglado a favor de Musharraf, y es posible que la institución electoral lo favorezca contra viento y marea, sólo porque luce como el mal menor en un país inestable y turbulento, que –a la postre- es una potencia nuclear. De ahí el pronóstico pesimista sobre el destino de Pakistán –y de Musharraf-- en el futuro previsible.

rpalmi@yahoo.com

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  Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA

 
 

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