A
fines de la semana pasada, la detección por parte de
Washington de una exitosa prueba secreta china, que reveló
el notable avance de la tecnología militar de Beijing, al
ser capaz de destruir desde Tierra un inservible satélite
meteorológico chino que orbitaba a 865 km de altura, a una
velocidad de unos 30 mil km por hora. Con su habitual
secretismo, los chinos negaron cualquier prueba de ese
tipo y reafirmaron su voluntad para un “uso pacífico del
espacio exterior”. Pero aunque esta política que coincide
con la de EE.UU., ambas naciones siguen desarrollando
armas para uso en el espacio, por si acaso.
La protesta de EE.UU. fue
mayormente por regar en el espacio desechos sólidos que
puede afectar el funcionamiento de satélites y poner el
peligro la vida de astronautas, el temor del Pentágono
reside en que se pudiera destruir los satélites-espía
estadounidenses, que vigilan todas las actividades
militares y espaciales chinas desde hace un cuarto de
siglo, cuando empezó a ser una potencia de cuidado. Esto,
sin contar los daños que pudiera causarse a los satélites
de comunicaciones, de los cuales depende la telefonía y el
Internet, vitales en la vida moderna. El vocero de la Casa
Blanca Tony Snow enfatizó en una conferencia de prensa
–con la típica arrogancia de superpotencia- que EE.UU. no
permitirá que ninguna potencia interfiera sus actividades
espaciales y que “negará el acceso al espacio” de
cualquier nación con intenciones ofensivas.
Ecos de Star Wars
En realidad, la prueba no pone
a China en la delantera, pues EE.UU. tiene también la
capacidad de derribar satélites desde tierra desde 1985,
cuando derribaron uno en una prueba similar a la china. La
URSS tuvo una capacidad similar pero luego archivaron el
proyecto por los riesgos mencionados, y se enfrascaron en
la competencia creada por EEUU y su Iniciativa de Defensa
Estratégica (SDI), luego conocida con su nombre popular,
Star Wars, anunciada por Reagan en 1983. En realidad, el
SDI apuntaba a derribar –con la ayuda de satélites- a
misiles nucleares que pudieran provenir de la URSS, y el
solo anuncio del proyecto –junto con su incapacidad de
competir con el mismo -- fue determinante llevar a la
debacle del gobierno comunista, mientras EE.UU. se
proclamaba ‘vencedor’ de la guerra fría.
Así que Star Wars tuvo un
efecto arrollador, sin ni siquiera haberse implementado,
pues fue archivado en la década de los 90 por Clinton, ya
que Rusia había dejado de ser un enemigo formidable, pero
la emergencia de China -como potencia económica, militar y
espacial-- está cambiando todo el panorama, aunque el
Pentágono se concentró desde entonces en un sistema más
modesto conocido como Defensa de Misiles Balísticos (BMDO),
que pudiera derribar desde tierra misiles provenientes de
cualquier parte del mundo, un plan que desarrolló en
asociación de sus aliados de la OTAN. Ahora, algunos
proyectos del SDI seguramente serán reactivados para estar
a la par de los chinos, que sorprenden a cada rato por su
capacidad tecnológica.
Los nipones, preocupados
El acelerado armamentismo de
Beijing ha tenido preocupado no sólo a los EE.UU. sino a
su aliado regional, Taiwán, por el viejo diferendo
territorial sobre la soberanía de la isla desde inicios de
la guerra fría. Así, Washington extendió su paraguas
defensivo no sólo sobre Taiwán, sino también sobre Japón y
Corea del Sur. Pero estos aliados en el Lejano Oriente
están confiando mucho últimamente sobre la capacidad
defensiva de EE.UU., desde que Corea del Norte demostró no
sólo su capacidad misilística sino su potencial nuclear,
al hacer explotar una bomba atómica de baja potencia en
octubre de 2006. EE.UU. y sus aliados protestaron y hubo
una resolución de la ONU condenando la prueba atómica, que
está intensificando la carrera armamentista en el este
asiático, mientras en estos días se trata de reanudar las
negociaciones de 5 países (EEUU, China, Rusia, Japón y
Corea del Sur) con Norcorea sobre el desarme de este
última, que sigue armándose hasta los dientes a pesar de
su pobreza.
En efecto, hace tres semanas
Japón anunció que creaba por fin un Ministerio de Defensa,
algo que no tenían desde que los aliados le impusieron una
constitución pacifista después de su derrota en la II
Guerra Mundial. Japón ha tenido desde entonces sólo
policía, guardia costera y comandos antiterroristas, y
apenas en 2004 –presionado por Washington— accedió a
enviar una fuerza expedicionaria a Irak, que se ocupa de
vigilar las labores de reconstrucción, algo que marcó un
hito en su historia reciente.
El rumbo que parece tomar esta
“potencia durmiente” es fácil de vislumbrar, pues –en
vista de la lentitud con que se trata de persuadir a
Pyongyang a un desarme unilateral-- Japón parece estar
procurando sus propios medios de defensa, al estilo de
Taiwán. Y nadie sabe hasta donde llegará su armamentismo,
lo que genera temor entre sus vecinos, pues Japón fue una
temible potencia militar en la primera mitad del siglo XX,
cuando invadió toda Corea, la costa China y Manchuria, y
casi todo el sudeste asiático y las islas del Pacífico,
hasta que EE.UU. frenó el expansionismo japonés a partir
de 1942.
Corea del Sur, potencia en
ciernes
Corea del Sur, igualmente
inquieta por la actividad militar de sus hermanos del
norte, también se está equipando en el área militar, y
recientemente compró a EE.UU. 20 aviones de combate F-15K,
que se suman a los 40 F-35 que ya tenían pedido para el
2008. Y no se puede olvidar que tanto Japón como Corea del
Sur tienen una considerable experiencia nuclear, pues
manejan decenas de reactores atómicos en su territorio
para generar electricidad, ya que carecen de recursos
energéticos propios. De ahí a fabricar bombas atómicas
queda sólo un paso, como bien se está comprobando en el
caso de Irán, donde existen temores de que esté
desarrollando en secreto un arsenal atómico para
convertirse en la primera potencia militar del Mediano
Oriente. De hecho, esta semana Irán acaba de probar varios
mísiles, y algunos pudieran llevar eventualmente ojivas
atómicas.
Curiosamente Irán está
avanzando en el enriquecimiento de uranio con la ayuda de
Rusia, que está tratando de volver a tener influencia en
Asia y regresar a ser una superpotencia después del
ascenso de Putin al poder. No se puede ignorar que en Asia
hay otras dos potencias nucleares, India y Pakistán, y que
esta última es una democracia frágil donde es frecuente el
terrorismo de inspiración islámica y existe una fuerte
oposición radical. Y tampoco se puede olvidar que Israel
tiene un arsenal atómico, aunque no lo reconozca
públicamente, y que está sumamente inquieta por el
armamentismo iraní. En fin, el panorama geopolítico de
Asia se ve cada vez más complicado y la avanzada prueba
misilística de China, junto con la emergencia de Corea del
Norte como potencia atómica, no hace sino incrementar el
armamentismo y generar una guerra fría con nuevos
protagonistas.
rpalmi@yahoo.com
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Artículo publicado originalmente en el semanario
ZETA |