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EE.UU., Irak e Irán en la encrucijada
por Roberto Palmitesta  
martes, 6 marzo 2007


Con el conflicto iraquí en su apogeo, los demócratas siguen tratando de limitar los poderes presidenciales con nuevas resoluciones para condicionar la permanencia de las tropas estadounidenses con una muestra de resultados concretos antes de octubre. Pero las primeras semanas de vigencia del “nuevo plan conjunto de seguridad” no augura nada bueno, pues los ataques de rebeldes y la violencia sectaria siguen como de costumbre, aunque el número de muertos diarios ha bajado casi a la mitad gracias a la fuerte presencia de tropas en las calles.

Con los aliados de EE.UU. retirando poco a poco sus tropas, Washington se siente cada vez más sola en una tarea que emprendieron con un triunfalismo prematuro y se va pareciendo cada vez más a la guerra de Vietnam. No es que los demócratas saben qué hacer, sino que la situación es demasiado compleja para solucionarla en el plazo indicado y con los recursos actuales, y con grupos terroristas diseñando nuevas travesuras, empeñados en lograr a toda costa una victoria para los radicales islámicos, todo dentro de su plan de controlar el flujo petrolero a Occidente y –quizás- revivir pasadas glorias musulmanas.

Tratando de obtener la cooperación de los países vecinos, que tienen mucho que ver en la violencia, Maliki convocó una reunión internacional el 10 de marzo en el mismo centro del conflicto, Bagdad, pero muchos países enviarán funcionarios de segunda o tercera categoría, temerosos de ser blanco de ataques durante el evento. En realidad la idea fue de EE.UU. en un importante cambio de su política intransigente hacia Irán y Siria, y muchos esperan algún contacto prometedor para disminuir las tensiones en el Mediano Oriente.

En el mismo sentido, es alentador ver que este sábado hubo una reunión entre el Rey saudita y el presidente iraní, donde seguramente se tratará tanto las crisis regionales como el programa nuclear iraní, manzana de la discordia a nivel mundial. El mismo no sólo le preocupa a Israel sino también a los llamados “países árabes moderados”, que –para no quedarse atrás-- realizaron un “acuerdo de cooperación nuclear”, ya que se sienten incómodos con Irán como una eventual potencia atómica, algo que dan por descontado dada la obsesión de su líder.

Pero ojalá que Irán y otros países pobres como India y Pakistán se den cuenta –como ya lo ha hecho Corea del Norte- que los costosos programas atómicos sirven para ganar prestigio interno a base de nacionalismo pero distraen fondos necesarios para programas sociales e infraestructura. En efecto, tanto India como Pakistán están entre las naciones más pobres del mundo, mientras que Irán es todavía un país con un bajo ingreso per cápita, debido a su relativo aislamiento y una población de 65 millones de almas, a pesar de su ingreso petrolero y su incipiente tecnología atómica.

rpalmi@yahoo.com

 
 

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