Con
el conflicto iraquí en su apogeo, los demócratas siguen
tratando de limitar los poderes presidenciales con nuevas
resoluciones para condicionar la permanencia de las tropas
estadounidenses con una muestra de resultados concretos
antes de octubre. Pero las primeras semanas de vigencia
del “nuevo plan conjunto de seguridad” no augura nada
bueno, pues los ataques de rebeldes y la violencia
sectaria siguen como de costumbre, aunque el número de
muertos diarios ha bajado casi a la mitad gracias a la
fuerte presencia de tropas en las calles.
Con los aliados de EE.UU.
retirando poco a poco sus tropas, Washington se siente
cada vez más sola en una tarea que emprendieron con un
triunfalismo prematuro y se va pareciendo cada vez más a
la guerra de Vietnam. No es que los demócratas saben qué
hacer, sino que la situación es demasiado compleja para
solucionarla en el plazo indicado y con los recursos
actuales, y con grupos terroristas diseñando nuevas
travesuras, empeñados en lograr a toda costa una victoria
para los radicales islámicos, todo dentro de su plan de
controlar el flujo petrolero a Occidente y –quizás-
revivir pasadas glorias musulmanas.
Tratando de obtener la
cooperación de los países vecinos, que tienen mucho que
ver en la violencia, Maliki convocó una reunión
internacional el 10 de marzo en el mismo centro del
conflicto, Bagdad, pero muchos países enviarán
funcionarios de segunda o tercera categoría, temerosos de
ser blanco de ataques durante el evento. En realidad la
idea fue de EE.UU. en un importante cambio de su política
intransigente hacia Irán y Siria, y muchos esperan algún
contacto prometedor para disminuir las tensiones en el
Mediano Oriente.
En el mismo sentido, es
alentador ver que este sábado hubo una reunión entre el
Rey saudita y el presidente iraní, donde seguramente se
tratará tanto las crisis regionales como el programa
nuclear iraní, manzana de la discordia a nivel mundial. El
mismo no sólo le preocupa a Israel sino también a los
llamados “países árabes moderados”, que –para no quedarse
atrás-- realizaron un “acuerdo de cooperación nuclear”, ya
que se sienten incómodos con Irán como una eventual
potencia atómica, algo que dan por descontado dada la
obsesión de su líder.
Pero ojalá que Irán y otros
países pobres como India y Pakistán se den cuenta –como ya
lo ha hecho Corea del Norte- que los costosos programas
atómicos sirven para ganar prestigio interno a base de
nacionalismo pero distraen fondos necesarios para
programas sociales e infraestructura. En efecto, tanto
India como Pakistán están entre las naciones más pobres
del mundo, mientras que Irán es todavía un país con un
bajo ingreso per cápita, debido a su relativo aislamiento
y una población de 65 millones de almas, a pesar de su
ingreso petrolero y su incipiente tecnología atómica.
rpalmi@yahoo.com