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El mal ejemplo del armamentismo incontrolado
por Roberto Palmitesta  
martes, 1 marzo 2007


Dos eventos significativos de las pasadas semanas fueron el acuerdo logrado con Corea del Norte para que abandone su programa nuclear, y el vencimiento del plazo dado por la ONU a Irán para que detenga el enriquecimiento de uranio. Pero mientras en el primer caso se ha progresado hasta invitar al jefe de la Agencia atómica de la ONU, Mohamed El Baradei, para que visite a Norcorea, en el segundo caso sigue la intransigencia de Irán, que defiende su sacrosanto derecho a desarrollar tecnología nuclear para fines civiles, aunque es evidente que será para fines militares y políticos.

Las dos situaciones son distintas, dada la geopolítica de cada región, pues Beijing pudo torcerle el brazo a Norcorea para que aceptara el incentivo de Occidente (un millón de toneladas de fuel oil), pero en el segundo caso no hay un hermano mayor para lograr el mismo efecto, ya que Irán apunta a una supremacía regional para una confrontación con Occidente, aunque se arruine en el esfuerzo, como ocurrió con la URSS cuando trató de imitar a EEUU y sus avanzados proyectos militares en los años 80.

Aparentemente los norcoreanos entraron en razón, pues una nación tan empobrecida tiene mucho que ganar si recibe ayuda económica de Occidente y de su pujante vecino del Sur, que ahora tiene incluso un paisano al mando en la ONU. Queda por ver si no reniega del convenio, -como hizo con el que firmó con Clinton en 1994- y finalmente cierra su reactor en 60 días como estipula el acuerdo, calificado por el escéptico ex embajador Bolton como ‘desastroso’ ya que se estaría premiando al niño malcriado, para colmo miembro del ‘eje del mal’. De todos modos, por ahora el mundo puede respirar, al haberse frenado una temida carrera armamentista en el noreste asiático, con varios potenciales candidatos a imitar a Pyongyang para “defenderse”.

En cuanto a Irán, con el mal ejemplo de Norcorea seguramente seguirá desafiando a Occidente hasta lograr suficiente uranio enriquecido al 90% para fabricar una bomba atómica, sólo para ser vitoreado en la plaza mayor al jactarse de su exiguo poderío nuclear. Un escuálido logro, si ello sucede, que sólo alimentaría el alicaído orgullo iraní, pero sin llenar los estómagos del sufrido pueblo, que va mostrando una creciente impaciencia a los erráticos desplantes de sus líderes teocráticos, que –al igual que Corea del Norte- le dan precedencia al presupuesto militar sobre el civil, con la excusa de que los fondos son para “defensa nacional”.

Quizás se requiera implementar la propuesta del mismo Ahmadineyad de ir a un desarme total y mundial, algo sigue siendo poco probable en vista de la pasada geopolítica de las grandes potencias, las cuales perdieron una oportunidad de oro para hacer esa gauchada a la humanidad al final de la guerra fría, desechando esas absurdas armas de destrucción masiva.

Pero, como dijo el mismo El Baradei,“no se puede bombardear la tecnología” y la nuclear-militar seguirá existiendo y dando pesadillas a la humanidad por mucho tiempo más, mientras haya líderes ambiciosos que sólo buscan inflar sus egos, y -olvidando el bienestar de sus pueblos- se aficionan a un costoso e innecesario armamentismo, que no hace sino presagiar confrontaciones sangrientas y desastrosas donde siempre pierde la ciudadanía laboriosa y apolítica, si recordamos como terminó la unión del fascismo con el creciente armamentismo en la década de los 30.

Ciertamente hay razones para criticar los arsenales de las grandes potencias, y cuestionar el derecho que éstas tienen para acumularlos, sin darle el mismo derecho a otras naciones. Pero la respuesta no es imitarlos sino propiciar un desarme gradual mientras se desactivan las crisis geopolíticas, a menudo generadas alegremente por líderes inescrupulosos que manipulan a sus pueblos con argumentos nacionalistas aprovechando la credulidad de las masas y sistemas políticos pseudos-democráticos.

No hay duda que convendría privilegiar los mecanismos de disuasión y diálogo establecidos por las Naciones Unidas para motivar al desarme y frenar la escalada de las crisis regionales antes de que sea demasiado tarde. Además de las dos guerras mundiales, las de Corea, Vietnam, Arabe-Israelí, Yugoslavia y Golfo Pérsico son suficientemente recientes y aleccionadoras en este sentido y sólo resta imaginar cuántos problemas mundiales se hubieran resuelto con los fondos derrochados en las armas destructivas, estimados en un billón de dólares sólo en los conflictos mencionados, sin contar los 100 millones de muertes, en su mayoría civiles. ¿Cuándo aprenderemos a dirimir los conflictos en forma civilizada?

rpalmi@yahoo.com

 
 

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