Inicio

Política

Internacionales

Cine

Fórmula 1

Camino al Mundial

¿Quiénes Somos?

Contáctenos

 

 

 

 

 
 

Por unos espejitos - por Eli Bravo
 viernes, 15 octubre 2004
 


 
         
    

Acostumbrados a debatir estereotipos, etiquetas y prejuicios, en Venezuela no es asunto fácil llegar a la médula del asunto. Existe un filtro ideológico, partidista y mediático que rápidamente desvía los argumentos al terreno del anecdotario y la confrontación política, casi siempre con la intención de sumar voluntades a la propia causa, vaciando de contenido lo que de otra manera podría ser una necesaria terapia social. El debate secuestrado por los símbolos, las razones rehenes de los slogans.

Hace 12 años un álgido, bizantino y escurridizo debate emergió en el marco de los 500 años de la llegada de Colón: ¿Fue esta la fecha del descubrimiento o el inicio de una invasión? Lo que bajo una óptica integradora se narró como el encuentro de dos mundos, bajo otra lente se contó como un genocidio. Así como Europa y América se fusionaron en una íntima relación que nos ha convertido en quienes somos hoy día, por otro lado millones de indígenas murieron a causa de las armas y las enfermedades que desembarcaron en costas del nuevo mundo. De las dos historias, una se ha convertido en la versión oficial, mientras que la otra, más violenta y traumática, ha quedado como el saldo rojo de un proceso civilizador, que si bien no se oculta, tampoco se ventila.

Negar la historia es una manera de escribirla, así como también lo es arrojar nueva luz, o mayores sombras, sobre ella. El pasado 12 de octubre un grupo de jóvenes vandalizó la estatua de Cristóbal Colón en Caracas, pues consideran que el almirante fue un genocida que abrió las puertas a la aniquilación de la población indígena. Como una manera de hacer justicia a destiempo, los restos de la centenaria escultura fueron llevados al Teatro Teresa Carreño para ser presentados al presidente Chávez y así realizar una condena pública y un desagravio histórico frente a los asistentes al encuentro de Resistencia Indígena que el gobierno ha promovido como una alternativa a la celebración del Día de la Raza. En el piso no solo termino Colón, sino que también allí se estrellaron, a los ojos de la opinión pública, los argumentos y demandas de la población indígena.

¿Tiene sentido hacer un juicio, bajo los parámetros contemporáneos, de lo sucedido hace 5 siglos? ¿Por qué hablar de deuda histórica o resistencia cultural a estas alturas del partido? La respuesta no tiene el talante de un slogan publicitario, pero engavetar las preguntas no hará que desaparezcan las razones por las cuales los indígenas de todo el continente, no solo Venezuela, se han manifestado de manera a veces pacífica, otras veces violenta, en defensa de su identidad y derechos. El discurso del mestizaje y la armonía de las razas no son suficientes para millones de personas que viven marginados de Alaska a la Patagonia.

Es allí donde entran los dividendos políticos. Se calcula que hay más de 700 mil indígenas en Venezuela, una población electoral nada desdeñable y con inmensas necesidades. Así como la constitución del 99 declara que los pueblos indígenas tienen derecho a una educación propia, a un régimen educativo intercultural y bilingüe y a una salud integral, la realidad es, como reportó Tamoa Calzadilla al diario Últimas Noticias el pasado 10 de octubre, que ellos siguen sin recibir ayuda alguna del gobierno mientras exhiben una cédula de la República Bolivariana de Venezuela en la que aparece su foto, la etnia indígena a la que pertenecen y se lee “manifiesta no sabe firmar”. Frente al discurso oficial, la otra realidad, la que no se cambia por decreto.

Una corriente profunda y milenaria está sacudiendo a las etnias del país. Un proceso de movilización social que el gobierno ha intentado capitalizar, más por ello no deja de ser real. Voces que desean contar sus historias, explicar su situación y debatir sus propuestas. Gente que no puede ser etiquetada y que no quiere ser manipulada. Como dice la periodista de la etnia Añú, Nahua Nava “vivimos un ataque constante, pero me gusta ese espíritu luchador de esta generación que no se deja embaucar o engañar con falsas promesas, ya somos concientes y emprendemos luchas para el beneficio de la comunidad, no necesitamos de los viejos líderes viciados”. Es una población llena de esperanzas, hambrienta en sentido literal y metafórico, que desea ver reivindicaciones que trasciendan el papel.

Es gente que no se siente cómoda conque el 12 de octubre sea el Día de la Raza, que no ve en Colón a un descubridor. También es gente que rechaza a los vándalos, sin filiación con las etnias indígenas, quienes confunden los símbolos con la sustancia.

El gobierno ha destapado una olla y después de 5 siglos de desengaños los indígenas no van a cambiar sus votos por unos espejitos.    ebravo@unionradio.com.ve      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Imprima el artículo Subir Página