Los
niños de la calle se drogan y se venden en horario infantil -
por Lucy Gómez
sábado,
16 octubre 2004
He
pasado toda la semana viendo a políticos y a periodistas hablando
de la ley de Contenidos o Resorte, como la llaman los partidarios
del gobierno, preocupadísimos por el horario infantil, más que por
las consecuencias del proyecto de silenciamiento que propone.
Hablan y hablan mientras todo el mundo, incluyéndolos, está
convencido de que lo que los mata no es que se agreda a Chávez en
TV, antes o después de que él lo agreda a uno. Ni que repitan una
y otra vez los errores de los jerarcas del régimen en horario
estelar. No, lo que les preocupa es la inmediatez de la noticia.
La posibilidad de no poderle tapar la teta a Janet Jackson.
Si los defensores de la resistencia indígena no se hubieran visto
filmados inmediatamente arrancando al bronce de Colón de su
pedestal y luego llevándoselo de trofeo a Chávez, cual perros de
presa. Si el asunto hubiera sido a escondidas y no se hubiera
sabido sino al día siguiente, o se hubiese publicado como un
recuadrito perdido en alguna página de sucesos y sin fotos, no
hubiera corrido el alcalde Freddy Bernal a ponerlos presos. ¿Por
qué el Presidente ordenó cadena tras cadena el 11 de abril, si no
era por el pánico que le daba que se transmitiera en vivo lo que
estaba pasando en la calle?
Nadie tuvo que convencer al electorado caraqueño de cómo lo trata
la Guardia Nacional cuando se le ocurre manifestar. Nada más vio
en vivo y directo como le cayeron a patadas en el piso los
guardias nacionales, incluyendo una mujer guardia, a otra mujer
llamada Elinor Montes, que iba delante en una manifestación de la
oposición. Nadie les cree que es igual una palabra, si fue que
Elinor abrió la boca para insultarlos (asunto que no se oyó ni se
vio en TV) a unas patadas y a unos golpes. Como dice el profesor
Manuel Bermúdez, la palabra perro no muerde.
Lo que les molesta es ver trasladados a golpes, empujones e
insultos a los presos del Táchira en "horario infantil". No les
preocupa la violencia contra quiénes manifestaron y le jalaron el
pelo al gobernador Ronald Blanco La Cruz el 12 de abril. Les
preocupa que se vea y que nuestros niños se enteren que no viven
precisamente en un país civilizado. También les indigna que se
note la asimetría. Por unos empujones y unos jalones de pelo, mas
unos insultos, la pena son dos años de vejaciones sin juicio y
luego condenas a prisión entre 3 y 6 años. Mientras al gobernador
Blanco La Cruz, no le dieron más de dos años de cárcel por haber
usado un tanque para enfilarlo contra Miraflores y haber
participado en un golpe donde se produjeron muchos muertos. Si le
hubieran aplicado a él la misma vara con la que midieron a sus
agresores, lo habrían condenado a perpetua.
Es como al general Usón y su condena a 5 años. ! que caro le ha
costado decir como funciona un lanzallamas ¡ Todos vimos por TV al
hombre explicando cuidadosamente el mecanismo. Su pecado
evidentemente no es decirlo, sino haber sido ministro de Chávez y
ahora convertirse en su oponente. Nadie lo vería tan claro, sino
lo hubiera presenciado personalmente ante la TV. Los asesinos que
usaron el lanzallamas, bien gracias, saludos de su parte.
Con el descaro propio del abusador se sonríen los propulsores de
la ley que intenta imponer un horario infantil figurado a las
televisoras que solo pasan noticias, como Globovisión. Es decir,
el canal debería dejar de funcionar, porque nunca cumplirá con la
ley, es contraria a su naturaleza. A menos claro, que las
noticias se vuelvan de repente afectas al proceso.
La preocupación por el horario infantil no se hace extensiva a los
niños de la calle. Ellos pueden drogarse, prostituirse o pedir
limosna en esos horarios, sin que se ponga preso ni se sancione al
ministro de Educación, ni al de Salud, ni al ministro de
Relaciones Interiores, sin hablar del de Comunicaciones, que lo
que hace es justificar todo lo que quiera hacer el Presidente,
incluyendo el desamparo de aquellos a quiénes juró proteger. El
horario infantil es sólo para la TV. En la calle se puede cometer
todos los delitos que se quiera a toda hora, no importa que los
niños los vean o los protagonicen.
Lamento mucho que periodistas de toda la vida, que empezaron como
reporteros, huelan la represión implícita en este manejo mientras
debaten en la Asamblea Nacional y sigan adelante, sabiendo que la
ley se va a utilizar, no solamente para encajonar a los medios de
comunicación, sino también para impedir el trabajo de los
periodistas. Esta ley deja en manos del funcionario público que se
sienta agredido el procesarnos por informaciones que a él le
parezcan desacato. Pero no importa, estos que una vez fueron
reporteros siguen dándoselas de revolucionarios. No, mi querida
amiga, esta es una propuesta de populismo autoritario, sustentada
por quiénes no les habrían permitido a adecos y copeyanos, hacer
ni la mitad de lo que está haciendo Chávez contra el trabajo libre
de los periodistas sin que el grito se oyera en la ONU.
Allí incluyo que están dándole su anuencia a impedir que se
publiquen denuncias sobre el pago de campañas electorales
multimillonarias financiadas con fondos del gobierno, el
secuestro de los fondos nacionales para alimentar el proyecto
particular del chavismo, los hechos de corrupción de sus jerarcas,
los continuos fallos de los tribunales de justicia a favor del
gobierno y la ola de procesos a periodistas conducidos por la
Fiscalía General de la República y bendecidos por la Defensoría
del Pueblo.
Me dan tanto asco, repulsión y tristeza, como la tembladera de los
dirigentes de la oposición que no se paran firmes contra la ley,
porque a ellos también los maltratan los periodistas después que
se dejaron atropellar en el referendo revocatorio. Nosotros no
estamos para complacer a nadie. Estamos para decir lo que hay. Y
esto es lo que hay, una conspiración contra la información
inmediata, sin filtros, contra la investigación periodística. Y
una confiscación, mediante multas multimillonarias de las empresas
de información, proponiendo el cierre de nuestras fuentes de
trabajo, porque son incontrolables. Una conspiración contra el
espejo social. La verdad nos hace libres, pero también nos da
ganas de vomitar.
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