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Con la misma piedra - por Eli Bravo
 viernes, 22 octubre 2004


 
         

Electores a quienes se les niega el derecho a votar, funcionarios con filiaciones partidistas encargados de velar por la transparencia de los comicios, máquinas electrónicas de poca fiabilidad, sistemas de conteo susceptibles a alteraciones, personal escaso y poco capacitado en las mesas de votación, heridas que no cicatrizan luego de resultados fraudulentos, encuestas que predicen empate técnico y poca confianza de la ciudadanía en el sistema de votación. ¿Le suena familiar? Para un habitante de París esta es la antesala a las elecciones presidenciales. Le hablo del pueblo de París en Texas, EEUU, uno de los estados claves en la contienda entre John Kerry y George W. Bush.

En todas partes se cuecen habas y el guiso estadounidense ya luce morado. Para garantizar los resultados del 2 de noviembre cada partido tiene un arsenal de 10 mil abogados listos para atrincherarse en cualquier condado donde se detecten resultados dudosos. Hace 4 años a los Demócratas los agarró desprevenidos el incidente de Florida. Por 537 votos, y después de una sentencia de la Corte Suprema de Justicia, Al Gore tuvo que decir “esta bien, el ganador no soy yo”. Pero esta vez pareciera la crónica de un escándalo anunciado: de cara a las elecciones más disputadas desde 1876, cuando las heridas de la guerra civil estaban aún abiertas, la confianza de los estadounidenses en el sistema electoral es muy baja. Como dice el profesor David Donald, de la facultad de historia de Harvard “la sensación que dejó el resultado del año 2000 fue de un robo. Si esto se repite, existirán serias dudas acerca de la manera como el gobierno es electo”

Las señales de alarma están sonando. Las máquinas de pantalla touch screen recogerán el 30% de los votos y muchas de ellas no emiten un comprobante, así que un reconteo es imposible. En algunos estados las autoridades han cambiado los requerimientos para registrarse o votar a fin de presuntamente mantener a raya a ciertos grupos de electores, como negros e hispanos, quienes suelen apoyar al partido demócrata. Organizaciones independientes han denunciado el uso de la policía para intimidar a los votantes en zonas pobres al presentarse en sus casas y solicitar documentación. Uno de los casos más sonados es el de la Secretaria de Estado en Florida, Glenda Hood, de expresa filiación republicana y seleccionada para el cargo directamente por el gobernador Jeb Bush, hermano del presidente. La señora Hood ha sido acusada de negarle el derecho al voto a miles de floridianos, de presionar por la inclusión de Ralph Nader en las boletas presidenciales (asunto que le resta votos a John Kerry) y de favorecer decisiones que ayudan al voto republicano. Jimmy Carter declaró al Washington Post que el trabajo de la Secretaria de Estado “estaba dañando el esfuerzo de los Estados Unidos para establecer un ejemplo global de democracia pura”.

Por encima de todo esto se encuentran las dudas sobre el sistema de los Colegios Electorales. Creado por los Padres Fundadores en la primera constitución como una forma de equilibrar el poder de lo estados cuando no existían los partidos políticos, su eficiencia ha sido criticada en otras oportunidades. Este sistema indirecto establece que no es el voto popular, sino el de los Electores del estado, el que escoge al presidente. El número de Electores, escogidos en comicios directos por los ciudadanos, depende del tamaño de la población de cada estado. Es por ello que ganar en Florida, California o Texas es tan importante: son los estados con el mayor número de votos electorales. Para muchos analistas este sistema no refleja la verdadera voluntad popular y concentra la atención de los candidatos en un número reducido de estados.

¿Quién ganará? La bola de cristal esta nublada y las encuestas no ayudan. Según Andrew Kohut, presidente del Centro de Investigaciones Pew, en un país tan polarizado y con opiniones tan fuertes sobre la capacidad de cada candidato, será el resultado final el que disipe las dudas.

O quizás las dispare, cuando en la madrugada del 3 de noviembre un ejército de abogados salga a la calle para dar la batalla por la presidencia una vez que la ciudadanía la haya perdido. Máquinas sospechosas, funcionarios cuestionables, electores frustrados, periodistas desconfiados, candidatos enardecidos. Caldo de cultivo para que la democracia más autopromocionada del planeta ofrezca otro show de un tropezón electoral.  ebravo@unionradio.com.ve    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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