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De cumbre en cumbre
por Lucy Gómez  
viernes, 2 diciembre 2011


Desde la ventana de un hotel en Caracas, uno de los miembros segundones   de las delegaciones que vinieron a la cumbre de  jefes de estado del Celac, se sorprendió al ver, en la noche, filas y filas de gente caminando por Sabana Grande . Y  cientos de automóviles detenidos  en la calle.  ¿ Adonde van?, preguntó¿, Es por lo del metro?  Ya se había enterado  del colapso de  los trenes cercanos, pero  se le había olvidado que Caracas tiene mas de cinco millones de habitantes . Cualquier problema, saca a la calle  mas de 10 000 personas.

Pasaban cerca de la reja del hotel , cuajada de soldados, policías y guardaespaldas, los caminantes. Participaban en una noche inolvidable, llena de cansancio, empujones, lluvia,  conversaciones con desconocidos. De esos que a veces hablan con uno como  si fuesen  amigos de toda la vida. Al ver la cantidad de  agentes de seguridad que había en el hotel y compararlos con la enorme  situación de inseguridad y cansancio que sentían todos, inevitablemente comenzó la comparación.

“A nosotros, nos puede pasar lo que sea, porque todos estos payasos están aquí, cuidando a los “chivos” mientras  uno , a nadie le importa”. 

Había un sensación general de despego, de impotencia, de preocupación. Algunos sacaban celulares para tratar de calcular, hablando con sus amigos o familiares,  a que hora llegarían a sus casas. Otros, para  reírse y hablar otros compañeros de desastre.

Y empezaron los cuentos. Había una señora  que  venía desde una avenida que quedaba  lejos, pero que tuvo que abandonar cuando la camioneta en la que viajaba cayó en un  pozo de agua. No conforme con eso, varios motociclistas  y que jugando, se  pegaban unos a otros con el casco, cerca de ella, mientras delante unos pasajeros que habían bajado de otra camioneta, gritaban que los habían asaltado. Ella, despavorida huyó por la derecha y fue a parar, camina que camina,  a  Chacao. Algo como  diez  cuadras largas mas allá.

“Nada, a uno que se lo coma un tigre, decía a un señor, mientras ella pensaba en los asaltos en la avenida Libertador, en plena lluvia. Nadie nos acompaña”.

“Nos acompañan Dios y la Virgen”, decía otra. Y de nuevo empezaba el aguacero.

Los  pocos que habían logrado subirse  un autobús, se quejaban de que tenían desde las 5 y media de la tarde  montados  en el carro y ya eran  casi las ocho..  Había gente que aunque llegara a Petare, debía tomar otro transporte para su casa.

“ Hasta cuando vivo aquí, proclamaba una joven  a voz en cuello. Tengo miedo de caminar sola, tengo miedo en las camionetas de no darle dinero a los mendigos esos, no  sea que me claven una navaja. Tengo miedo de ir en el metro porque me puedo quedar tres cuartos de hora encerrada en un túnel y tengo miedo de ir en mi carro,  si lo tuviera,   porque me secuestran, me violan y  me matan”.

En los Ruices,  el transporte público se detuvo en las cunetas y la gente caminó hasta su casa tomando las aceras y parte de las avenidas.

Nadie está a salvo en esta bella ciudad, sede del Celac.

Bienvenidos, visitantes, a la ciudad del caos, de la inseguridad y de la violencia. Sabemos que usted deben estar bien guardados. No se aventuren fuera de los límites de las sede de las conferencias, quién sabe que les pueda pasar. Nosotros, los  que estamos destinados a  sufrir a Caracas bajo la revolución , les advertimos.

Coro de fondo: aguinaldos y gaitas.

De vuelta a la casa, vueltos leña, hambrientos y con dolor de cabeza o de estómago, tenemos en la TV, único medio al alcance masivo, una nueva cadena, donde el Presidente está explicando como en un país de sueño que se llama Venezuela, se está inventando el futuro de Latinoamérica. Educación, dinero, crecimiento, belleza, poder, todo eso al alcance de la mano.

Los ojos no se aguantan. Hay que dormir, porque al día siguiente seguirá lloviendo y  aún  no se habrán ido los visitantes.

lucgomnt@yahoo.es

 

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