Desde la
ventana de un hotel en Caracas, uno de los miembros
segundones de las delegaciones que vinieron a la cumbre
de jefes de estado del Celac, se sorprendió al ver, en la
noche, filas y filas de gente caminando por Sabana Grande
. Y cientos de automóviles detenidos en la calle. ¿
Adonde van?, preguntó¿, Es por lo del metro? Ya se había
enterado del colapso de los trenes cercanos, pero se le
había olvidado que Caracas tiene mas de cinco millones de
habitantes . Cualquier problema, saca a la calle mas de
10 000 personas.
Pasaban cerca
de la reja del hotel , cuajada de soldados, policías y
guardaespaldas, los caminantes. Participaban en una noche
inolvidable, llena de cansancio, empujones, lluvia,
conversaciones con desconocidos. De esos que a veces
hablan con uno como si fuesen amigos de toda la vida. Al
ver la cantidad de agentes de seguridad que había en el
hotel y compararlos con la enorme situación de
inseguridad y cansancio que sentían todos, inevitablemente
comenzó la comparación.
“A nosotros,
nos puede pasar lo que sea, porque todos estos payasos
están aquí, cuidando a los “chivos” mientras uno , a
nadie le importa”.
Había un
sensación general de despego, de impotencia, de
preocupación. Algunos sacaban celulares para tratar de
calcular, hablando con sus amigos o familiares, a que
hora llegarían a sus casas. Otros, para reírse y hablar
otros compañeros de desastre.
Y empezaron
los cuentos. Había una señora que venía desde una
avenida que quedaba lejos, pero que tuvo que abandonar
cuando la camioneta en la que viajaba cayó en un pozo de
agua. No conforme con eso, varios motociclistas y que
jugando, se pegaban unos a otros con el casco, cerca de
ella, mientras delante unos pasajeros que habían bajado de
otra camioneta, gritaban que los habían asaltado. Ella,
despavorida huyó por la derecha y fue a parar, camina que
camina, a Chacao. Algo como diez cuadras largas mas
allá.
“Nada, a uno
que se lo coma un tigre, decía a un señor, mientras ella
pensaba en los asaltos en la avenida Libertador, en plena
lluvia. Nadie nos acompaña”.
“Nos acompañan
Dios y la Virgen”, decía otra. Y de nuevo empezaba el
aguacero.
Los pocos que
habían logrado subirse un autobús, se quejaban de que
tenían desde las 5 y media de la tarde montados en el
carro y ya eran casi las ocho.. Había gente que aunque
llegara a Petare, debía tomar otro transporte para su
casa.
“ Hasta cuando
vivo aquí, proclamaba una joven a voz en cuello. Tengo
miedo de caminar sola, tengo miedo en las camionetas de no
darle dinero a los mendigos esos, no sea que me claven
una navaja. Tengo miedo de ir en el metro porque me puedo
quedar tres cuartos de hora encerrada en un túnel y tengo
miedo de ir en mi carro, si lo tuviera, porque me
secuestran, me violan y me matan”.
En los Ruices,
el transporte público se detuvo en las cunetas y la gente
caminó hasta su casa tomando las aceras y parte de las
avenidas.
Nadie está a
salvo en esta bella ciudad, sede del Celac.
Bienvenidos,
visitantes, a la ciudad del caos, de la inseguridad y de
la violencia. Sabemos que usted deben estar bien
guardados. No se aventuren fuera de los límites de las
sede de las conferencias, quién sabe que les pueda pasar.
Nosotros, los que estamos destinados a sufrir a Caracas
bajo la revolución , les advertimos.
Coro de fondo:
aguinaldos y gaitas.
De vuelta a la
casa, vueltos leña, hambrientos y con dolor de cabeza o de
estómago, tenemos en la TV, único medio al alcance masivo,
una nueva cadena, donde el Presidente está explicando como
en un país de sueño que se llama Venezuela, se está
inventando el futuro de Latinoamérica. Educación, dinero,
crecimiento, belleza, poder, todo eso al alcance de la
mano.
Los ojos no se
aguantan. Hay que dormir, porque al día siguiente seguirá
lloviendo y aún no se habrán ido los visitantes.
lucgomnt@yahoo.es