Uno de los recuerdos radiales
que me ha impresionado mas, es el de un programa
colombiano, un noticiero que transmitía el entierro de una
personalidad. Las horas que pasaron en cargar el cadáver
hasta el cementerio, estuvo el comentarista pegado,
hablando de de las caras de los dolientes, de cómo se
arrastraban por el piso las suelas de los zapatos de
quiénes llevaban el ataúd, como se había desmayado tal y
como x, z o y habían enviado un mensaje fúnebre. Siempre
recordaré, de los viajes de trabajo que he hecho fuera de
Venezuela, en Suramérica, la habilidad de los periodistas
de las radios de Colombia, de Ecuador, de Venezuela, para
transmitir de cualquier sitio, encaramados en todas
partes, metidos en los huecos debajo de las escaleras,
hormigas de un ejército persistente, inevitable que no
dejaba ni a sol ni a sombra a ninguna figura de poder.
Tampoco olvido a la tonelada
de periodistas radiales que conozco. Algunos figuras
emblemáticas, como mi amiga “la mujer araña”, que llevaba
micrófonos, grabadores, cables , caimanes y cuanta cosa
había en carteras, bolsas y guilindajos, porque trabajaba
para una decena de radios mas dos periódicos .Le metía el
grabador en todas partes a todos los declarantes,
orgullosa de todos los sonidos que tenía al final de un
día de trabajo. Nunca se le ocurrió hacer preguntas “
bombita”, dorar la píldora a los entrevistados, ni
entrevistar a nadie que no fuera “ noticia”. Su perfecto
olfato había sido formado en decenas de redacciones con
otros tantos rudos jefes de información, expertos en
hostigar ferozmente a los reporteros que parezcan pendejos.
El resultado de ese ambiente,
que ella y otros tantos han vivido en Venezuela, ha sido
ese periodismo desigual, pendenciero, ruidoso y hasta
gritón, ferozmente independiente, de mucha formación, en
algunos de sus miembros y en otros, simplemente llegando a
un nivel medio, pero muy igualados social y políticamente
, que le da por llamar a ministros y a presidentes, con la
idea fija de que le contesten y si no, de desquitarse a
como de lugar, para poder decir, que estuvieron llamando
mil veces y no les atendieron y desde ahí, hacer una gran
descarga, llamar la atención y conseguir una respuesta.
Mejor si el problema lo solucionan inmediatamente.
Han estado de la mano con el
pueblo y no es mentira, porque muchas veces los primeros
trabajos que todos estos periodistas tuvieron fue el de
estar de farmacia de turno, atendiendo y con amabilidad a
todo el que fuera a la radio o llamara a hacer una
denuncia. Había que oírlos a todos… y comprobarla.
De esos trabajadores, de la
terrible máquina de moler del periodismo de todos los días
de las radios latinoamericanas, me acuerdo ahora, cuando
el verdugo del periodismo radial de turno en Venezuela,
dice con toda tranquilidad que los circuitos de radio hay
que reducirlos a tres, que los dueños de radios tienen un
latifundio en vez de una industria productiva, legal y
reconocidamente útil, que en definitiva, hay que acabar
con el sistema de empresas de comunicación que basan su
negocio en la exploración del espectro de ondas
radioeléctricas desde mediados del siglo pasado en el
país, no solo con noticias, sino con entretenimiento y
educación. Tratando de quitarles tajadas de publicidad que
es con lo que sobreviven.
La única equivocación que
comete el gobierno y de la cual ya ha tenido una amarga
experiencia con TVES, es que uno no se apropia de la
sintonía , por agarrarse los bienes de otro, ya se trate
de RCTV o de 154 radios venezolanas, que es al fin y al
cabo lo que se busca.
La cara de vómito de
cualquiera cuando oye una radio oficial y escucha
maravillas de lo que han bajado los crímenes en Caracas
con el plan Caracas Segura de El Aissami, de lo preciosas
que están las calles del centro, de lo revolucionario que
hay que ser para merecer una mirada del comandante x o del
ministro zeta , o simplemente sintoniza los insultos y
groserías de los programas de algunos energúmenos del
régimen, simplemente se multiplicará en estos días en que
se pretende que todos nos uniformemos de jalabolas.
Por supuesto que es doloroso
ver la cara de angustia, de duda, de rabia de nuestros
compañeros de la radios, los centenares que hay en todo el
país, orgullosos de su trabajo y de sus valores. Es
indigno que para cumplir con los deseos de uniformidad
ideológica y para calmar las alergias a las verdad de los
poderosos, haya que angustiar a cinco mil familias
venezolanas. Pero sé que si la horrorosa realidad que
quieren se les cumple, no tendrán ni vida ni rating, solo
la imagen de su comandante máximo, erguido ante un
adulante que le besa los pies, mil veces, transmitida por
sus espejos revolucionarios del siglo XXI con las
correspondientes grabaciones de los aplausos.
Y que la victoria tendrá sabor
a ceniza.
lucgomnt@yahoo.es