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Lluvias de memoria
por Lucy Gómez  
sábado, 22 noviembre 2008


A 10 años de la tragedia de Vargas sigo con la misma incertidumbre. Cuando llueve mucho y parpadean los bombillos y la computadora. Recuerdo una reportera estrella, de sucesos en El Nacional, que me llamó a las siete de la noche a la redacción, desde su casa en la Guaira, para reportarse que había llegado bien, pero que se estaba yendo la luz a cada rato. La casa y el mundo se le vinieron encima un cuarto de hora después, fue evacuada y fue a tener a Margarita. Su casa y sus animales fueron sepultados por el lodo de Vargas, la tarde lluviosa de la tragedia.
Entonces, como hace unos días, había una incesante palabrería de fondo, proveniente del gobierno que no dejó saber que exactamente pasaba en Vargas, estado que se convirtió en un ícono de la tristeza nacional, sino unos días después.

Mas allá, conservo recuerdos de otras lluvias que afectaron Gramoven, un barrio del oeste de Caracas, cuyos habitantes habían medido el tiempo entre el aplastamiento probable y el que ellos necesitaran para agarrar a un hijo de cada mano y salir corriendo. Interpretaban las grietas de la pared, como otros leen las palmas de las manos.

El problema era con quiénes tenían mas de dos niños. Cuando uno le preguntaba con quién saldrían primero, se reían con esa inconciencia de quién se bate día a día con la muerte.

Se diría que diez años después, con esa dedicación a la pobreza que ha tenido Venezuela, habríamos cambiado, pero no, se siente el mismo recelo, el mismo escalofrío antes las lluvias prolongadas. Las autoridades no se enteran de que pasa. Los bomberos no pueden llegar, se inundan los mismos sitios. Siguen las cadenas gubernamentales donde los protagonistas conversan y actúan como si existieran en un mundo paralelo.

Es increíble que en el sureste, fuera la Limonera , precisamente, el tema de tantas reuniones vecinales de tantos años, el sitio que haya dado mas preocupaciones.

Tantos años hablando de que allí habría una desgracia y los constructores, en una época de la “cuarta “y ahora de la” quinta”, no dejan de ofrecerles casas a una clase media ávida de status y carente de techo, rodeada de ranchos carentes de status y llenos de techos, de cartón o de zinc.
Mis recuerdos de lluvias intensas en Caracas no han cambiado, Siguen impregnados de zapatos y pantalones enchumbados de lodo, de mujeres llorosas, de hombres que juran que alguien les tiene que devolver su casa, de familias completas que se agarran de un techo y prefieren morirse agarrando sus cartones y sus cobijas, antes que convertirse en el sinónimo de paria en Venezuela, en damnificados. De otros como yo, que se estremecen desde su oficina protegidas del frío y la lluvia, pero no del dolor, la escasez y la desesperanza interminables en Venezuela.

lucgomnt@yahoo.es

 
 

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