Hay
que convencerse de que el Presidente venezolano no es un
verdadero partidario de la lucha armada internacional,
como instrumento de exterminio contra el capitalismo. En
el fondo es un viejo coronel poseído por el espíritu de un
militar venezolano del siglo XIX. Como sus héroes post
independentistas, conspiró perpetuamente desde la
izquierda para obtener el poder, porque era el campo desde
podía llevar la contraria. Esa realidad puede ser una
grave decepción para sus partidarios y adoradores en la
escena internacional. Pero a él le pasa tal y como le pasó
a Antonio Leocadio Guzmán, que lo confesó claramente en el
Congreso de 1867: «No sé de dónde han sacado que el pueblo
de Venezuela le tenga amor a la Federación, cuando no sabe
ni lo que esta palabra significa, esa idea salió de mí y
de otros que nos dijimos, supuesto que toda revolución
necesita bandera, ya que la Convención de Valencia no
quiso bautizar la Constitución con el nombre de Federal,
invoquemos nosotros esa idea; porque si los contrarios
hubieran dicho Federación, nosotros hubiéramos dicho
Centralismo."
Además, al igual que aquellos
próceres, nuestro actual Jefe de Estado siempre ha estado
persuadido de que el verdadero poder popular no puede ser
puesto en práctica si no es a través de una transmutación.
Ese poder está entronizado hoy en su cuerpo. En su propio
cuerpo. Es a través de su caracterización como salvador,
héroe y avatar como entendió por ejemplo su endoso
político a las FARC. Siempre estuvo de por medio para
obtener su participación activa, su permanencia en el
primer plano: la entrega de rehenes, la relación con los
comandantes, la solución del problema colombiano, su
ansiada entrevista con el jefe máximo. No era un
cooperante, era un protagonista. Aunque no tiene galones
épicos, vive ansioso de estar al mismo nivel de Fidel
Castro, el Chacal o Marulanda, y por eso exige su libra de
carne en titulares de primera página.
Debían haber tomado nota, los
líderes de los movimientos que aun lo ven como un apoyo
liberador y utilizable, que cuando las condiciones
objetivas no le son favorables, nuestro presidente se
rinde, se entrega, se deja ayudar por la derecha endógena
y por la jerarquía eclesiástica, para sobrevivir y seguir
peleando, no importa qué decir, a quién dejar atrás. No
puede morir ni dejarse eliminar en pro de ninguna lealtad,
solamente se tiene lealtad a si mismo. Porque es la
encarnación de la soberanía popular. Todas las demás
relaciones personales o políticas son descartables y
reutilizables.
Y hoy empieza a convencerse ,
computadora de Reyes en mente, que lo importante no es que
las FARC sigan vivas, sino que el siga vigente.
Aprender que el comandante
Chávez abandona los sitios, hombres y mujeres quemados, no
es ninguna novedad en Venezuela que ha tenido 7
vicepresidentes y una decena de ministros en cada
ministerio en sus diez años de gobierno. Me imagino que
Teodora de Bolivar (o Piedad Córdoba), Alfonso Cano,
Rafael Correa, que al final no se metió en el ALBA y
Cristina Kirchner, que está haciendo causa común con el
socialismo europeo, pueden fundar el capitulo
internacional del Movimiento de Olvidados por Chávez como
muy bien lo caracteriza el periódico Tal Cual.
La insurrección popular que
lleva 40 años pretendiendo hacer triunfar las FARC y otros
movimientos guerrilleros de Colombia, puede muy bien ser
preterida y olvidada, juzgada como decimonónica y pasada
de moda, debido a la bomba antipersonal con que se amenaza
a un predestinado venezolano. Predestinado será, pero no
numantino. Aquí no prevalece la cultura del suicidio
político. En Venezuela está prohibido suicidarse en
primavera, con el petróleo llegando a los 200 dólares.
lucgomnt@yahoo.es