Unas
mujeres lloraban, despidiendo a sus hijos en la frontera,
decenas de analistas preveían una guerra de baja
intensidad. Dos presidentes rompieron relaciones. Quince
días estuvieron miles de familias bloqueadas en sus
negocios, en sus compras y en su vida normal.
Hubo desplazamientos militares
sin objeto, quejas por los muertos que se quedaron en al
aire, reuniones de juristas que prometieron un juicio que
ni el de Nuremberg. Ahora resulta que nunca llegamos a
romper relaciones con Colombia, que todos somos amigos,
que no ha pasado nada.
Esto es igual que el pugilato
de Sarkozy, Chávez y Correa, por aparecer en las noticias
y levantar popularidad negociando de que le den unos
rehenes a este, Ingrid Betancourt a aquél y unos policías
plagiados desde hace 10 años a Chávez.
Juegan tranquilamente con
sentimientos, propiedades, vidas, medios de comunicación
porque se sienten apoyados y presidentes, es decir, los
príncipes de hoy.
Esa es una de las razones para
que cuando les preguntó un reportero de La Vanguardia
catalana a unos guajiros, sobre la guerra que iba a
comenzar, le respondieran: "¿ Qué guerra. No sea crédulo.
Aquí nadie dispara un tiro. Esas son vainas de los
presidentes".
La gente normal, la gente que
va a su trabajo todos los días y que se escandaliza cuando
alguien le habla de hombres que llevan 800.000 dólares en
un maleta como si uno fuera a hacer mercado con doscientos
bolívares, ha terminado por no tomar en serio estas
explosiones y sus protagonistas, que a última hora
acuerdan entre sí, dejando atrás los intereses, los
problemas y las apreturas de la gente común.
El presidente de la República
Dominicana, Leonel Fernández, se parece a mi maestra de
sexto grado en su simpatía y en su deseo de solucionar las
cosas de la mejor manera. Cuando los chamos se entraban a
golpes, ella decía: "de aquí no salen si no se dan un
abrazo, porque ustedes son compañeritos de clase. Y dicho
y hecho. Una vez mientras se abrazaron uno aprovechó para
meterle un puntapié en la espinilla al otro, pero
generalmente, se abrazaban con una mueca y punto.
Solo que ahora sabemos que las
soluciones superficiales de mi adorable maestra de sexto
grado, nunca lograron que mis compañeritos no siguieran
teniéndose arrechera y hoy por hoy, aunque las use
Fernández, no evitan que hayamos visto, al descorrerse una
cortina, ese mundo horrible, asqueroso, que trafica con
fantasmas encadenados en la selva colombiana, que vende y
compra armas para ensangrentar a medio mundo y que usa el
dinero para formar los castillos de naipes políticos que
le convienen a nuestros presidentes promover. Prosigue el
dolor de Ingrid Betancourt y su familia, de los
comerciantes que perdieron millones estos días en el
Táchira, de aquellos a quiénes se les frunció el corazón
viendo a sus hijos irse a una guerra de papel pintado, de
aquellos que vieron su esfuerzo de muchos años a punto de
irse a pique.
Felicidades, dirigentes
latinoamericanos, los que van a morir les saludan.
lucgomnt@yahoo.es