Esta
semana el gobierno venezolano se ha ocupado con firmeza de
lo mal que hablamos, de lo chismosos y malintencionados
que somos cuando nos expresamos en los medios de
comunicación a los que tenemos acceso, de la relación
sadomasoquista que existe entre nuestros jefes y nosotros,
los periodistas en ejercicio en el país y lo que nos
complace insultar a nuestras autoridades. Para no hablar
de nuestra relación con las mafias del narcotráfico y del
chantaje.
Esos son los casos que se han aireado esta semana en
Caracas en las altas esferas gubernamentales.
A saber: la malinterpretación
que hemos hecho de la actuación de nuestro alcalde mayor,
Juan Barreto en los Juegos Panamericanos, cuando presenció
impotente como sus guardaespaldas intentaban masacrar a un
ciudadano que irrumpía en insultos contra su mamá. El
trabajo del parlamentario Luis Tascón, autor de la lista
histórica que dividió a los venezolanos entre quiénes
votaron en contra del Presidente Chávez en el Revocatorio
y quiénes no, quién ahora piensa que hay que hacer una ley
para que nuestros jefes no nos obliguen violar el código
de ética periodística.
Tascón, que logró que las empresas del estado y sus
relacionadas apartaran del trabajo diario a quiénes
querían sabotear al socialismo del siglo XXI ( medio
país), ahora desea enjuiciar a los periodistas de baja
estofa que se dedican en los programas de opinión a
insultar al político que la mayoría del país ha escogido
para que continúe siendo presidente por los siglos de los
siglos, amén. Un grupo de parlamentarios del proceso (eso
es redundante, porque todos los de la Asamblea Nacional lo
son), escogieron el caso de un periodista de Reporte de la
economía, José Ramírez, acusado de chantaje, para tratar
de meternos a todos en el mismo saco. A lo mejor no les
falta razón.
Yo, por ejemplo, los he metido en ese mismo saco muchas
veces, con los fascistas que en Estados Unidos, hicieron
una lista de actores, escritores, empresarios e
intelectuales para limpiar de comunistas las esferas
artísticas de ese país ese país, acción que le amargó la
vida de manera interesante durante años a centenares de
personas que tuvieron que ir inclusive a tribunales para
demostrar que no eran rojo rojitos (ahí la cosa era al
revés). Inclusive se cuenta en las revistas rosa, que el
presidente Ronald Reagan y su mujer Nancy, se conocieron
allí, cuando ella trataba de que alguien la ayudara a
maquillarse de blanco leche en los procesos que presidía
el senador Joseph Mc Carthy.
En fin. Vivimos la semana en que el gobierno se convenció
que sigue creciendo el grupo de venezolanos que compra
suscripciones por cable para seguir viendo por televisión
a sus enemigos mediáticos, y no pudo soportarlo. Las
autoridades nos salvarán del mal que nos carcome: la
tentación de ser capitalistas hasta lo último. Nos
liberarán de los centros comerciales, de las acciones, de
los carros de lujo y de los supermercados donde se
encuentra de todo. De la tentación de tener apartamentos
en la playa, una casa con servicios, una vida con HCM,
Discovery Channel y CSI.
Tascón es mi indicador. Cuando se enciende, cuando agarra
un caso, como el de la lista de revocadores o el de
Reporte, es porque ha dado con una pieza que falta en este
rompecabezas que es la posibilidad de enchufarnos en el
socialismo del siglo XXI. Hay que componer un país en
donde la gente no sólo se vista, se encachuche, se
confiese chavista y declare que él o ella es "patria,
socialismo o muerte". No. Tiene que pensar así de verdad-
verdad. Y si no, que se calle. Para siempre.
No se puede admitir que se publiquen periódicos que digan
que encuentran indicios de faltas, corruptelas,
latrocinios, divergencias, calles rotas, estadísticas e
ideas extrañas acerca de que algo no funciona el país- No.
De todo eso hay que tener pruebas, declaraciones,
certidumbres, que ni el tribunal de la Haya. Por eso, es
que en Cuba, las noticias de las calles rotas y de los
indicios de corrupción salen a los tres meses, si las
declara el Comandante, o no salen nunca. Todo el mundo se
cuida, no le salga no digamos su nombre en una lista, sino
su cédula en un proceso judicial.
Para allá vamos, con la anuencia de nuestros
parlamentarios, inclusive los periodistas del proceso, que
no hay cuña peor que la del mismo palo. RCTV, Reporte, el
caso Barreto, la reglamentación de fotografías a los
periódicos del sur de Venezuela, el cuidado con lo que
sale en Internet, todo viene por el mismo camino, llevar a
lo más profundo el socialismo del siglo XXI. Ya no
hablaremos más paja: apliquemos el ácido. Sí, hay unos
cuantos exilados y otros tantos execrados que ya no pueden
salir por TV, ni abierta ni cerrada, o escribir. Pero
faltan los demás. Vamos a paso seguro, dicen los
parlamentarios preocupados por la honra del proceso.
Acabemos con esa cohorte que nos difama, que dice horrores
sobre nosotros antes que lo admitan nuestros tribunales o
lo ordene nuestro comandante. Es que no deben ni pensar
distinto. ¿Cómo se atreven?
lucgomnt@yahoo.es