El
actor daba vueltas por el hemiciclo, convencido que si
hubiese competido por el Oscar, lo hubiese ganado con su
interpretación de Simón Bolívar. Lucía post cuarentón,
caminando vestido de gorguera y sedas, cambiando de
chaqueta de vez en cuando y declamando con voz gritona. Me
imagino que salió del escenario creyendo que se la había
"comido" , cuando el Presidente le enrostró en cadena
nacional dos fallas principales: primero, que el
Libertador tenía 22 años cuando hizo el juramento del
Monte Sacro y luego, que no había dicho de memoria todo el
monólogo, tal y como el lo recuerda, sino que se raspó una
de las partes mas importantes. No contento con llegar una
hora después de lo previsto a la Asamblea Nacional, para
presentar su propuesta de reforma constitucional, Chávez
se tardó una hora mas en declamar la parte que le
interesaba del juramento bolivariano que repitió ante el
Samán de Güere y en reprochar que la representación que se
incluyó a última hora para honrar la historia de su
conspiración e igualarla con la epopeya de Bolívar, no
hubiera incluido las palabras del Libertador agonizante en
San Pedro Alejandrino.
Entonces empezó a presentar su larguísima e incompleta
propuesta de reforma de 33 artículos de la Constitución,
salteada mil veces de personalismos como " cuando a ni se
me ocurra". Alocución jaloneada de aplausos que todo el
hemiciclo producía de pie, en una especie de ola. Quien no
se incorporase y aplaudiese, no quería a Chávez. Alusiones
personales como siempre al alcalde Mayor de Caracas, Juan
Barreto y su desastrosa gestión, o a la presencia de
gobernadores como Tarek Williams o Acosta Carlez, hacía
que los aludidos compitieran en risitas, guiños y señales
de adhesión. Puños sobre el pecho, puños al aire, batidas
de pelo, locas carcajadas y miradas cómplices, azotaban el
aire.
La competencia por parecerle mas chavista al Presidente,
mas incondicional no se detuvo entre sus partidarios.
Comentarios sobre las asesorías de la madrugada anterior
no despeinaron al Fiscal General de la República, Isaías
Rodríguez, ni a la presidenta de la Asamblea Nacional,
Cilia Flores, a quiénes les leyeron los 33 artículos
completicos y les pidieron parecer menos de 24 horas antes
del maratón parlamentario. Mas bien, el comentario iluminó
la cara de los consultados, que han debido pasar una noche
negra con las reiteraciones, errores e imprecisiones del
Presidente, quien dejó artículos con "normas en
evolución", propuso decenas de vicepresidentes, que al
parecer se reproducirán en el futuro asimbióticamente y
presentó un borrador del cual corrigió hasta última hora a
mano la redacción y la ortografía. Por supuesto, el
desastre no les detuvo la sonrisa, menos pensar que uno
representa a la vindicta pública y la otra es
representante de todos los votantes venezolanos, chavistas,
opositores y ni ni.
No solamente ellos, todos los representantes de los
poderes públicos compitieron en sometimiento, aclamación y
humilde subordinación. La norma era la celebración, la
sonrisa, el aplauso entusiasta y acrítico.
Tras cinco horas de entronización del yo de Hugo Chávez
Frías, que terminó por meterse en el bolsillo las reservas
internacionales en los últimos cinco minutos de alocución,
quedó para la historia una imagen más precisa de nuestros
felicitadores del Siglo XXI. Una muestra mas de que el
servilismo y la jaladera forman parte irreductible de
nuestro ser republicano.
lucgomnt@yahoo.es