Presenciando
las acciones de decenas de rectores y decanos universitarios
comprometidos en una operación secreta de la CIA, de
parlamentarios, si no traidores, incapaces, que
permitieron que unos peoncitos del imperialismo
aprovechasen una cadena nacional para denunciar al régimen
revolucionario, en pleno desinfle del sistema de mítines,
soportando a policías que se dejan dar claveles con una
son-risa cómplice y guardias nacionales sobrepasados en
todo el país por muchachitas vociferantes, la jerarquía
chavista ha pasado una semana de rabia, angustia , sudor e
histeria.
La línea que bajó el comandante supremo es la de que
existe otro plan de George Bush para sacarlos del medio.
Como siempre, tiene toda la razón. Hay que desechar
cualquier interpretación que vincule el cierre de RCTV con
la creciente protesta callejera, desacreditar el trabajo
de actores, artistas, periodistas, universitarios, aunque
el terrorista emblemático pagado por el imperialismo sea
el ve-cinito de al lado que no se quita la cachucha para
atrás, los pantalones anchotes por la rodilla, los
audífonos y ahora la bandera de Venezuela al revés.
No hay manera de explicarle al comandante como se
terminaron de perder las elecciones en la Universidad de
los Andes ni como llegan 100 autobuses repletos del
interior y se aparece menos de la mitad de los pasajeros
en los mítines. Ya hay reportes preocupantes de cómo han
mejorado las técnicas de escape de los empleados públicos
de las concentraciones rojo rojitas.
Se están pareciendo a las
hazañas de los mago de TV: ahora los ves, ahora no los
ves. El sambileo se ha convertido un verbo de origen
venezolano que está a punto de entrar en la Real Academia,
con la particularidad que se aplica no solamente a la
frenética actividad compradora de gente de franelas rojas
los días de mítines chavistas en los centros comerciales
Sambil, sino por extensión a lo que ocurre cuando llegan a
cualquier centro comercial que tengan a mano.
Maduro la tuvo más fácil con la canciller norteamericana,
Condoleeza Rice que Cilia Flores con Yon Goicoechea, que
la dejó hablando sola, cada vez más furiosa e impotente,
después de haberlo invitado a tomar con ella una copa de
veneno en la plenaria de la AN.
Los alcaldes de la ciudad se
desautorizan uno a otro, el canal dos pasa comiquitas de
los años sesenta y películas de un color pastoso. Sólo
agarra un poco de aire con las cadenas presidenciales, que
definitivamente se ven mejor por Globovisión.
Los anaqueles siguen vacíos,
las marchas de los universitarios reciben lluvias de
papeles, saludos, y vítores cuando pasan por los edificios
de toda la ciudad, mientras la intelligentzia roja otea
con esperanzas cada vez menores hacia los barrios de
Caracas, a ver si hay alguna señal de que además de los empleados
del régimen baje el pueblo en masa a delirar por el
presidente Chávez y a darle nalgadas de plomo a los
universitarios. Catia no se mueve, Petare recoge sus
muertos, en el 23 de enero se enfrentan incesantemente las
fracciones armadas que dicen estar con el gobierno.
Ofrecen lo que ofreció Alexis Vive: ensuciar las paredes
de Fedecámaras y la escuela de Periodismo de la UCV, tirar
una bomba lacrimógena en una manifestación, romperle el
carro a un profesor, hacerle una emboscada a algún actor,
pero no que bajen todos los del 23.
Sí, esta semana ha sido negra para al alto chavismo:
incertidumbre, regaños, corricorres y esa horrible
sensación de que el edificio construido en estos ocho
años, el castillo del socialismo para siempre sigue sin
conseguir aplastar, eliminar, mucho menos convencer. ¿Que
será necesario hacer para no perderlo todo?
lucgomnt@yahoo.es