La
toma del centro de Caracas, por parte de manifestantes que
llenaron cuatro kilómetros de largo por 50 metros de
ancho, gente de clase media y trabajadores que enfrentaron
las decisiones del gobierno en materia de libertad de
expresión y pensamiento, parecía un regreso imposible sin
enfrentamiento, choques y odio.
No fue así
Exceptuando algunas pequeñas histerias como un "¡váyanse
de aquí! angustiado de una rubia oxigenada pelo corto, en
la puerta del INN y algunas amenazas en el camino de la
Nunciatura por parte de mínimos grupos de choque del
gobierno, que le arrebataron a un militante de un partido
político su bandera para quemarla, no hubo rabia, ni
montones de banderas o franelas rojas gritando insultos.
Tampoco lanzaron bin ladens, ni botellazos como en los
al-rededores del CNE cuando el Firmazo. Solo alguno que
otro retrato del presidente Chávez montado en algún piso
de los pequeños edificios del centro de Caracas, vio con
atención aquella marejada de gente que exigía respetar el
derecho ciudadano a escoger la televisora que se quiera
ver, a decir lo que desee por cualquier medio de
comunicación y a algunos otros derechos ciudadanos, como
el de la autonomía universitaria y a la divergencia
política.
La bandera que más ondeó, fue la de Venezuela y después,
la de RCTV. Los militantes de partidos políticos: AD,
Copei, Bandera Roja, ABP, Primero Justicia, se apretujaban
unos contra otros con la idea de hacer una mancha definida
de color que los distinguiera, pero nada. Fueron
sobrepasados por las banderas blancas con las letras de la
televisora en colores y por las manos blancas de los
estudiantes universitarios, quiénes formaban un mar
distinto, bullicioso y rotundo.
Como siempre, los trabajadores de las oficinas de la plaza
Venezuela, tiraron por las ventanas papel periódico en
trocitos y las hojas de papel de sus archivos muertos,
saludando a los manifestantes, como lo han hecho cada vez
que pasan por debajo de la torre Polar, la torre Capriles
y los edificios de alrededor, quiénes protestan contra el
gobierno.
Y hasta que no lo vi, no lo creí. Los policías estaban mas
que amables con la marcha. Chavistas o no llevaban grandes
sonrisas atendiendo a la gente, incluyendo a todas las
mujeres que se creen escogidas por alguien para convencer
a sus contrincantes. Una, por ejemplo, su-bió frente a la
estación de los bomberos del Distrito Federal, abrazando a
cada uno de los PM y susurrándoles algo al oído. La
reacción era casi de delicia.
Los buhoneros saludaron a su manera. Nada más desembocar
en la avenida Baralt, que se colmó en ambos sentidos de
gente, se escuchó a todo volumen, provenientes de sus
equipos de sonido el último éxito de RCTV, " Un amigo es
para siempre".
No solamente no estuvo nadie para insultar, agredir,
golpear, amenazar, tirar botellas, sino que ni siquiera
los grupos de choque pugnaron con los policías para romper
la cadena de seguridad. Al regreso, no había nadie en las
autopistas que se cruzan para ir desde Vargas y Ca-tia
hacia el este de Caracas. Aquello parecía Semana Santa.
Tampoco se veía ninguna hueste
enfranelada de rojo bajando de ningún cerro a defender los
espacios del centro de la capital, aquellos "de barrio" a
quiénes convocó el Presidente Chávez para masacrar a los
centenares de ciudadanos que según dice, paga el
presidente de los Estados Unidos para que lo adversen.
Hasta ahora, la paz va ganando.
Periodistas 1, Guerra civil 0.
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