LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA Y
EL POPULISMO CHAVISTA

Por Angel Rodriguez Kauth
 
¿Es que acaso los izquierdistas que acompañan -alegremente- la aventura del chavismo venezolano desconocen los manejos ciertamente autoritarios del sistema que se ha impuesto con mano férrea bajo los mandatos del nuevo Presidente populista?


La proliferación de notas y declaraciones realizadas por diferentes dirigentes y personeros de los distintos colores que ha asumido la izquierda latinoamericana, en torno a la figura del controvertido Presidente venezolano ungido en su cargo en el último año del milenio, son bastante elocuentes del desconcierto que reina en nuestras filas. Dichas manifestaciones se hacen normalmente alabando sin hesitaciones, a la par que sintiéndose atraídos y hasta seducidos por el discurso del actual Presidente de Venezuela, el ex militar "golpista" Hugo Chávez (1) y resultan de un tenor francamente alarmante para quiénes militamos en la izquierda de estos países del Continente americano.

Resulta curioso observar como, tanto la dirigencia al igual que los militantes llanos de la izquierda latinoamericana, están necesitados y urgidos por encontrar algún referente de liderazgo político que nos aglutine y convoque para llevar adelante una lucha que -de alguna manera- hemos abandonado en el camino y, entonces, se está echando mano a lo que se encuentra por ahí, cualquiera cosa este sea y sin medir si realmente es de los nuestros o si pertenece al grupo de los otros, es decir, de aquellos que utilizan un discurso populista para disfrazarse de populares.

Ya K. Marx escribía (1847) "... que mientras en la vida vulgar y corriente todo tendero sabe perfectamente distinguir entre lo que alguien dice ser y lo que realmente es nuestra historiografía no ha logrado todavía penetrar en un conocimiento tan trivial como éste".

Pareciera que buena parte de los zurdos contemporáneos tienen pocas de aquellas habilidades que Marx descubrió -con tanta sagacidad en los tenderos de su época- ya que le han llegado a creer a cualquiera lo que él mismo dice que es políticamente, vale decir, la confesión de partes es suficiente cartabón de presentación política. Por el simple hecho de que el Presidente Chávez emite múltiples discursos atizados con algunas florecitas antiimperialistas y de alto contenido emotivo bolivariano, se convierte en un aliado de nuestra lucha política y, consecuentemente se lo eleva a la condición de paladín, referente, o portaestandarte visible, para una lucha que todavía no ha podido encontrar quien la dirija, quien personifique a la figura de un líder con una alta capacidad de conducción política. Ya no están ni el Che Guevara, ni (¿quién otro que valga la pena citar?)... en el panorama de ofertas políticas atrayentes que puedan servirnos como paradigmas prácticos -y atinadamente creíbles- del quehacer revolucionario.

Las palabras con que los funcionarios del actual gobierno venezolano encabezan sus notas periodísticas y propagandísticas -de manera habitual- son sólo eso, palabras de burócratas. No merecen otro comentario más. Creerles por sus dichos explícitos, es algo así como creerle a los dichos de la Coca-Cola que es mejor simplemente porque ella así lo dice. Hay que pecar de suma ingenuidad cuando se ve o lee una publicidad comercial y se le cree ciegamente lo que dice acerca de las bondades de aquello que pretende vender. ¿Que vendedor en su sano juicio va a reconocer abiertamente que el producto que tiene a la venta es una porquería?. Ninguno. Y lo mismo ocurre con las declaraciones políticas, sean estas rimbombantes o discretas. A los caballos se les observa sus merecimientos en la pista durante las carreras ¡pero nunca en los relinchos y aprontes previos a la propia competición!.

Y la actualidad política de la pista venezolana ¿qué es lo que nos permite observar?. A un militar (¿no es extraño y hasta sugestivo que ahora los zurdos confíen en el progresismo de los milicos, aunque se trate de un ex?) que dice que va a llevar adelante una profunda revolución con alto contenido bolivariano. En "nuestra" América, el nombre de Simón Bolívar viene asociado no solamente con méritos militares, sino que su nombre significa la evocación del primer latinoamericano que supo ver con distancia y precisión elogiable a las hoy tan temidas garras del imperialismo norteamericano. Es preciso recordar unas palabras que escribiera en una carta -¡redactada durante 1815!- el Libertador Simón Bolívar -héroe que si los hay de nuestra América- dónde decía -con alguna ironía y mucha crudeza, por cierto, simultáneamente- que "Los Estados Unidos parecen ser destinados por la providencia a plagar de hambre y miseria a toda la América en nombre de la libertad".

Bolívar estuvo inspirado durante su campaña libertadora por los principios de la Revolución Francesa: "libertad, igualdad y fraternidad"; con aquellos quedó preñado su sueño de solidaridad continental. Sin dudas que las palabras de Bolívar -reproducidas en el párrafo anterior- fueron términos de alto contenido ideológico, casi proféticas, con las cuales se avanzó aproximadamente doscientos años en el descubrimiento y anticipación de la cruda realidad que hoy agobia a los pueblos que habitan al sur del Río Grande.

Al hablar del ideario de la Revolución Francesa, es preciso tener en cuenta que la idea directriz que animaba la filosofía política revolucionaria de finales del Siglo XVIII consistía en la asimilación de los derechos de los Estados a los derechos de los individuos, mediante el reconocimiento de los mismos derechos fundamentales inherentes a la personalidad humana y la adopción de las instituciones adecuadas al respeto e integridad de esos derechos. Tal momento dio origen a lo que se conoció como el Derecho de Gentes, y que en la actualidad se conoce como Derechos Humanos. El Estado, proyección del hombre a nivel macroscópico, instrumento para la realización de su destino, necesita como el individuo de determinados poderes de acción, indispensables a su desenvolvimiento vital. El Estado es como el hombre, libre y soberano; como tal puede disponer de su propio destino, darse sus instituciones y proveer al gobierno de la solidaridad local sin ingerencias extrañas.

Sin dudas que la permanente evocación y recuerdo del nombre de Bolívar es una excelente estrategia política (¿politiquera?) para captar adeptos entre las masas, aunque necesariamente no exista concordancia entre los propósitos de sus intérpretes coyunturales y las políticas integradoras para la América del Sur que propusiera Simón Bolívar, como una forma de proteger nuestros intereses de los intereses monopólicos del Imperio del Norte que no ceja en intentar la conquista de mayores espacios de poder político y económico.

Y a los políticos populistas se le creen sus propios dichos, como así también los que expresan de manera aburrida sus obsecuentes adláteres; mientras que lo que dicen aquellos que son nuestros enemigos (2) esos son dichos falsos por el solo hecho de provenir de la matriz del imperialismo. Esto no necesariamente es siempre así, en modo alguno se puede sospechar que Chávez sea un demagogo autócrata. ¿Cómo lo va a ser quien a menos de un año de llegado al Poder ha logrado que se dibuje una Constitución a su gusto y paladar?. El que tenga tal tipo de sospechas es un delirante que no merece ocuparse de la política.

No existen dudas de que Chávez -desde que llegó al Poder venezolano- ha estado intentando liquidar al perverso pacto de corrupción institucional establecido hace 40 años entre la socialdemócrata Acción Democrática y la democristiana COPEI, dentro de la política aquel país atlántico-caribeño. También es cierto que la institución de la Justicia está echando un feo olor a podrido (3) en los estrados judiciales de Venezuela (4); como asimismo, no puede dejarse de destacar la profunda corrupción reinante dentro de los ámbitos legislativos y políticos en general.

Pero también es cierto que una buena parte del pueblo venezolano -cuya población es de algo más de 20 millones de personas- pasa por condiciones de hambre (5). Del mismo modo, cabe señalar que tanto la estructura geográfica como la demográfica del país demuestra que existe una altísima concentración de población urbana (aproximadamente las cuatro quintas partes de sus habitantes), siendo la explotación de petróleo la fuente principal de recursos fiscales que mueven al resto de la economía nacional. Este hidrocarburo ha estado condicionado la vida económica de todo el país desde la segunda década del siglo XX, concentrándose los principales yacimientos en la región oeste, en derredores del lago de Maracaibo. Ni que hablar de la pérdida de la inversión extranjera, que durante 1999 huyó de Venezuela del mismo modo en que lo hace siempre, cuando observa en el horizonte posibles dificultades para sus intereses financieros y económicos; tampoco la burguesía nacional ha hecho el esfuerzo de invertir algunos bolívares en lo que va del período y -lo que resulta mucho más preocupante- los índices de pobreza extrema han superado la alarmante cifra del 40%. Como otra muestra de la situación anómala que se esta viviendo, téngase presente que durante el mes de agosto de 1999 el consumo de alimentos correspondientes a la canasta familiar bajó nada menos que un 21 por ciento.

Más, a la pretendida revolución bolivariana no se la puede ver todavía en realizaciones concretas que saquen a su pueblo del hambre y la miseria paupérrima; solamente es posible encontrarla en las declaraciones, palabras, consignas, y en gestos políticos amistosos para con un barbado dictador isleño en el Caribe que hace cuarenta años que dice que su pueblo no ha aprendido todavía a elegir sus gobernantes. Y esos no son síntomas revolucionarios auspiciosos para la izquierda latinoamericana, pero sólo son síntomas de que algo está pasando, aunque no necesariamente sea un proceso político con alto contenido revolucionario ni izquierdista que permita abrigar esperanzas acerca de sus propósitos de cambios radicales en estructuras conservadoras y reaccionarias dentro del actual panorama homogéneo de nuestro subcontinente.

¿Es que acaso los izquierdistas que acompañan -alegremente- la aventura del chavismo venezolano desconocen los manejos ciertamente autoritarios del sistema que se ha impuesto con mano férrea bajo los mandatos del nuevo Presidente populista?. Hugo Chávez fue elegido mediante un procedimiento democrático, eso es indudable (6). Su elección se produjo con la participación de algo más del 50% del electorado venezolano, ya que ganó las elecciones presidenciales con una alta cuota de ausentismo electoral. Esto mismo se repitió en las elecciones de convencionales constituyentes, dónde obtuvo el 90% de los votos, aunque con una abstención electoral del 50%, lo que significa que el apoyo dado se redujo a solo el 45% del electorado que acudió a las urnas. Este ha sido un hecho inédito en Venezuela, donde la tradición electoral muestra que en los últimos 40 años ha habido siempre un alto porcentaje de votantes, el cual en promedio rondaba el 90%.

Una vez instalado en el Poder Central, Chávez resolvió convocar a una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución que rige los destinos de Venezuela, Constitución que está vigente desde la derrota y huida del ex dictador Marcos Pérez Jiménez, quién gobernó durante 5 años con la mano dura de los dictadores (7). En 1958 el por entonces dictador M. Pérez Jiménez -luego de un lustro de desgobierno- debió escapar de Caracas hacia el exilio exterior merced a una activa participación conjugada de la burguesía capitalista y de las masas trabajadoras. Luego de un período de transición política -gobierno de una Junta Militar- se reforma la Constitución y se instala el régimen de alternancia virtual en el Poder de los dos partidos ya mencionados, hasta el ascenso a la cumbre del poder político de Hugo Chávez.

Y, a fuer de verdad, cualquiera de aquellos gobernantes resultaba ser algo así como "más de los mismo", es decir, la presencia de un nuevo quiste de corrupción política que no dejaba margen posible para la actividad lícita de otros partidos políticos, especialmente los de la izquierda que fueron duramente combatidos por los gendarmes que instaló el imperiocapitalismo internacional. Un paradigma que puede funcionar como ilustrativo de la corrupción imperante fue el ocurrido durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1994), el cual tuvo el extraño y privilegiado mérito -en nuestra América, dónde estos episodios son escasos de encontrar una condigna condena política y penal- de llegar a ser destituido por el Congreso en 1993 y de haber ido a parar con sus huesos a la cárcel por los escandalosos casos de corrupción en que estuvo involucrado.

Pero, ¿es Chávez un liberador de aquellas condiciones oprobiosas de vida por las que transitaban y atraviesan los venezolanos?. El actual Presidente H. Chávez fue elegido por una buena parte del electorado de Venezuela que vio en su figura la de alguien que pretendía cambiar las reglas del juego político imperante. Prometió protagonismo social y político a las masas; juró terminar con la corrupción que infestaba todos los estratos de la sociedad venezolana y, lo que es más para un pueblo hambriento, se comprometió a dar comida y trabajo a sus pobladores. Sin dudas que todas estas expresiones de deseos son elogiables, aunque no lleven en su base una propuesta auténticamente revolucionaria en cuanto a provocar modificaciones radicales en -al menos- el régimen de tenencia de la tierra, como tampoco en el de la propiedad de los bienes de producción. Pero estas expresiones de deseos no pueden estar anejadas a conductas políticas autocráticas si pretenden ser verdaderas y efectivas.

Desde que comenzó a funcionar la Convención Constituyente, elegida por el voto popular, aunque con una altísima abstención de votantes, en Caracas -a mediados de 1999- se han ido sucediendo episodios que son por demás alarmantes para las condiciones de vida democráticas de sus habitantes. La Constituyente ha pretendido erigirse en el máximo organismo parlamentario del Estado, ignorando las atribuciones que en tal sentido tiene el Congreso venezolano. A punto tal llegó esa situación que hasta las autoridades de la Convención dispusieron el cierre del Congreso -por parte de la policía- y la consecuente imposibilidad de acceso al mismo por parte de los legisladores con mandato vigente. Una muestra del estado de corrupción por la que atraviesan los políticos tradicionales es que la mayoría de los legisladores del antiguo régimen aceptaron esas vacaciones obligadas... a cambio que se les continuara pagando la dieta parlamentaria, es decir, cobran y no trabajan.

La Convención no puede clausurar al Congreso antes de que la nueva Constitución esté aprobada, aunque ése sea el proyecto que los convencionales constituyentes tengan en carpeta. Esto sería algo así como la aplicación de una norma legal que todavía no ha sido dictada, lo cual jurídicamente es un soberano disparate y refleja el poco respeto que tienen por las leyes los convencionales chavistas que, para el efecto, fueron aleccionados por el Presidente Chávez y sus operadores políticos. Algo semejante ha sucedido con el tratamiento recibido por los jueces, particularmente los de la Suprema Corte, en la cual -solamente su Presidente- tuvo la valentía de renunciar al cargo frente a las sucesivas presiones bajadas desde la Convención, debido a que si así no lo hacía, se convertiría en un títere de aquella.

Esta situación de persecuciones a legisladores, magistrados, gobernadores estatales y políticos de la oposición, está dando como resultado un efecto boomerang al propuesto por el chavismo, vale decir, aquellos que estuvieron prendidos del morral de la corruptela tradicional están esperando que los victimicen para jugar el triste papel de víctimas y poder denunciar lo que ocurre con bombos y platillos; juego al que se prestan Chávez y sus adláteres, cuando aquellos han sido corruptos y delincuentes de "cuello blanco" (Sutherland, 1969). Estos personajes no merecen el escarnio ilegal al que están siendo sometidos, simplemente requieren la aplicación de las penas previstas en cualquier Código Penal del mundo, con lo cual serán condignamente castigados y, consecuentemente, no se les violarán las garantías a sus derechos cívicos y humanos.

Hugo Chávez fue electo Presidente de la República de Venezuela para hacerse cargo de sus destinos políticos y no para convertirse en un autoritario que pretende intervenir poderes y Estados provinciales a su arbitrio. La Constituyente fue elegida para dictar una nueva Constitución que reformara los dislates de la corruptela política venezolana, eso no hay quien lo dude, pero no tiene atribuciones legítimas como para erigirse en poder legislativo, y menos para constituirse en un poder republicano que se coloca a las órdenes del Presidente. ¿O es que todavía alguien duda que la Convención Constituyente es un títere manejado por Chávez?.

Y a todo esto, la censura en los espacios universitarios ya es un hecho innegable, piénsese solamente que las antiguas autoridades de esas casas de estudio -en especial las de la Universidad Central- han hecho un giro ideológico de 180 grados y se han convertido en los más obsecuentes seguidores de los dictados del nuevo mandamás venezolano, respondiendo a pies juntillas a los dictados que emanan de los "jefes" políticos (8) e, incluso, de cuadros militares que se han adueñado de los espacios universitarios, como así también, en general, de los correspondientes al área de la educación. Y esto no es un hecho casual o puntual de un espacio determinado del gobierno venezolano. Chávez se ha encargado de confiar solamente en sus ex camaradas de armas y, en consecuencia, la militarización del país está creciendo de manera alarmante. Pero esto no debe extrañar, es un hecho innegable que para los militares latinoamericanos -la mayoría de sus mandos formados en la vieja Escuela de las Américas- los civiles no son otra cosa que ciudadanos de cuarta categoría, y hasta existe un lema que circula entre ellos: "para un militar no hay nada mejor que otro militar". Y esto es fácilmente comprobable revisando la historia de los gobiernos militares en nuestro continente; los mismos estuvieron siempre plagados de cuadros de las Fuerzas Armadas, ya sean en actividad o en retiro, los que cumplen funciones para las que no se prepararon, pero que sí son confiables a los mandos que llegaron el poder.

Venezuela vive, en el decir de un diputado opositor, cuyo nombre me reservo por razones que hacen a su propia seguridad, en un clima de "virosis" chavista. Sin dudas que en Venezuela está en marcha un golpe de Estado encubierto, con un toque de barniz institucional dado por presencia de la Constituyente.

¿Pero, que es lo que lleva a que algunos intelectuales y políticos latinoamericanos que caigan seducidos ante el fenómeno del chavismo?. Hay quienes, como el escritor progresista argentino David Viñas, que parecen sentir profundas resistencias y desagrados ante las comparaciones que se vienen realizando entre las figuras de Chávez y de Perón, debido a las reminiscencias que con el peronismo aquél presenta. Y son los zurdos los que rápidamente han olvidado episodios funestos de la historia del peronismo, tales como -por ejemplo- la muerte del dirigente comunista Ingalinella -en Rosario- durante la década de los '50 a manos de la policía que respondía a las órdenes de Perón; la desaparición del estudiante socialista Bravo; el incendio de la Casa del Pueblo meses antes del derrocamiento del gobierno de Perón por parte de los bomberos (sic) de la Policía Federal; la castración del dirigente gremial de la carne C. Reyes que hacía reclamos sindicales intolerables al peronismo; a los tenebrosos hermanos Cardoso en la Comisaria 17° de la cual estaban a cargo y dónde se torturaba a los opositores al régimen y, con algún tiempo de descanso -y también con muertes y torturas provocadas por la Revolución Libertadora y el Proceso de Onganía- a López Rega y los desatinos de la Triple A; la matanza de Ezeiza, etc., para no seguir abundando en episodios que son por todos conocidos.

Otros, como el socialista brasilero Lula prefieren ignorar que Chávez no tiene empacho en declararse "zurdo", aunque al mismo tiempo se estreche en un fraternal abrazo con el Papa en Septiembre de 1999. Pareciera que a algunos zurdos latinoamericanos, les funciona deficientemente la brújula.

El psicoanalista austrohúngaro W. Reich se preguntaba (1933) que es lo que hace que las masas progresistas se vuelquen en favor del fascismo. La respuesta todavía no está dada, pero vemos que aún, a más de 60 años de aquel interrogante, algunos latinoamericanos continúan con tal vocación siniestra y tenebrosa.  

BIBLIOGRAFIA:

  • BENBENASTE, N.: "El autoritarismo democrático". Rev. de Psicología Contemporánea, México, N° 2, 2000.
  • MARX, C.: (1847) La Ideología alemana. Editorial Pueblos Unidos, Montevideo, 1958.
  • MONTERO, M.: (1994) "Génesis y desarrollo de un mito político". Tribuna del Investigador, Caracas, Vol. 1, N° 2.
  • REICH, W.: (1933) La Psicología de masas del fascismo. Ed. Roca, México, 1973.
  • RODRIGUEZ KAUTH, A.: (1994) Lecturas psicopolíticas de la realidad nacional desde la izquierda. Centro Editor de América Latina, Bs. Aires.
  • SUTHERLAND, E. H.: El Delito de Cuello Blanco. Editorial de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1969.

NOTAS:

(1) Estuvo preso por el delito de sedición contra el poder público, cuando se alzó en armas contra el gobierno constitucional, en febrero de 1992, aunque el mismo fuera corrupto y perverso.

(2) Que gracias a los esfuerzos del británico Blair y su particular aggiornamento de la Terza Vía, han dejado de ser tales. Al efecto léase Golfo Pérsico, Kosovo, y la asociación perversa que vienen pergeñando entre mercado y sociedad, olvidándose del protagonismo proletario.

(3) Y que a diferencia del drama de Shakespeare, no proviene precisamente desde Dinamarca.

(4) Igual a lo que ocurre en Argentina y la mayor parte de los países de América Latina y el Caribe, ¿pero a quien se le ocurriría un mecanismo semejante al del chavismo para reformarla?.

(5) Al igual que el pueblo argentino bajo el imperio del menemismo.

(6) Si se acepta que la democracia partidocrática latinoamericana puede ser considerada de tal manera.

(7) Venezuela sufrió la frecuente alternancia de gobiernos militares, desde que en 1908 se aposentó en su conducción el General Juan V. Gomez y que hizo durar su sangrienta tiranía hasta su plácida muerte en 1935.

(8) Debo informar que he recibido un pedido de asilo "laboral" por parte de un colega de Ciencias Políticas de aquella institución.
 

*   Trabajo publicado por la revista Iniciativa Socialista, Nº 55 (Invierno 1999-2000)
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