La
proliferación de notas y declaraciones realizadas por
diferentes dirigentes y personeros de los distintos
colores que ha asumido la izquierda latinoamericana, en
torno a la figura del controvertido Presidente
venezolano ungido en su cargo en el último año del
milenio, son bastante elocuentes del desconcierto que
reina en nuestras filas. Dichas manifestaciones se hacen
normalmente alabando sin hesitaciones, a la par que
sintiéndose atraídos y hasta seducidos por el discurso
del actual Presidente de Venezuela, el ex militar
"golpista" Hugo Chávez (1) y resultan de un tenor
francamente alarmante para quiénes militamos en la
izquierda de estos países del Continente americano.
Resulta curioso observar como, tanto la
dirigencia al igual que los militantes llanos de la
izquierda latinoamericana, están necesitados y urgidos
por encontrar algún referente de liderazgo político que
nos aglutine y convoque para llevar adelante una lucha
que -de alguna manera- hemos abandonado en el camino y,
entonces, se está echando mano a lo que se encuentra por
ahí, cualquiera cosa este sea y sin medir si realmente
es de los nuestros o si pertenece al grupo de los otros,
es decir, de aquellos que utilizan un discurso populista
para disfrazarse de populares.
Ya K. Marx escribía (1847) "... que
mientras en la vida vulgar y corriente todo tendero sabe
perfectamente distinguir entre lo que alguien dice ser y
lo que realmente es nuestra historiografía no ha logrado
todavía penetrar en un conocimiento tan trivial como
éste".
Pareciera que buena parte de los zurdos
contemporáneos tienen pocas de aquellas habilidades que
Marx descubrió -con tanta sagacidad en los tenderos de
su época- ya que le han llegado a creer a cualquiera lo
que él mismo dice que es políticamente, vale decir, la
confesión de partes es suficiente cartabón de
presentación política. Por el simple hecho de que el
Presidente Chávez emite múltiples discursos atizados con
algunas florecitas antiimperialistas y de alto contenido
emotivo bolivariano, se convierte en un aliado de
nuestra lucha política y, consecuentemente se lo eleva a
la condición de paladín, referente, o portaestandarte
visible, para una lucha que todavía no ha podido
encontrar quien la dirija, quien personifique a la
figura de un líder con una alta capacidad de conducción
política. Ya no están ni el Che Guevara, ni (¿quién otro
que valga la pena citar?)... en el panorama de ofertas
políticas atrayentes que puedan servirnos como
paradigmas prácticos -y atinadamente creíbles- del
quehacer revolucionario.
Las palabras con que los funcionarios
del actual gobierno venezolano encabezan sus notas
periodísticas y propagandísticas -de manera habitual-
son sólo eso, palabras de burócratas. No merecen otro
comentario más. Creerles por sus dichos explícitos, es
algo así como creerle a los dichos de la Coca-Cola que
es mejor simplemente porque ella así lo dice. Hay que
pecar de suma ingenuidad cuando se ve o lee una
publicidad comercial y se le cree ciegamente lo que dice
acerca de las bondades de aquello que pretende vender.
¿Que vendedor en su sano juicio va a reconocer
abiertamente que el producto que tiene a la venta es una
porquería?. Ninguno. Y lo mismo ocurre con las
declaraciones políticas, sean estas rimbombantes o
discretas. A los caballos se les observa sus
merecimientos en la pista durante las carreras ¡pero
nunca en los relinchos y aprontes previos a la propia
competición!.
Y la actualidad política de la pista
venezolana ¿qué es lo que nos permite observar?. A un
militar (¿no es extraño y hasta sugestivo que ahora los
zurdos confíen en el progresismo de los milicos, aunque
se trate de un ex?) que dice que va a llevar adelante
una profunda revolución con alto contenido bolivariano.
En "nuestra" América, el nombre de Simón Bolívar viene
asociado no solamente con méritos militares, sino que su
nombre significa la evocación del primer latinoamericano
que supo ver con distancia y precisión elogiable a las
hoy tan temidas garras del imperialismo norteamericano.
Es preciso recordar unas palabras que escribiera en una
carta -¡redactada durante 1815!- el Libertador Simón
Bolívar -héroe que si los hay de nuestra América- dónde
decía -con alguna ironía y mucha crudeza, por cierto,
simultáneamente- que "Los Estados Unidos parecen ser
destinados por la providencia a plagar de hambre y
miseria a toda la América en nombre de la libertad".
Bolívar estuvo inspirado durante su
campaña libertadora por los principios de la Revolución
Francesa: "libertad, igualdad y fraternidad"; con
aquellos quedó preñado su sueño de solidaridad
continental. Sin dudas que las palabras de Bolívar
-reproducidas en el párrafo anterior- fueron términos de
alto contenido ideológico, casi proféticas, con las
cuales se avanzó aproximadamente doscientos años en el
descubrimiento y anticipación de la cruda realidad que
hoy agobia a los pueblos que habitan al sur del Río
Grande.
Al hablar del ideario de la Revolución
Francesa, es preciso tener en cuenta que la idea
directriz que animaba la filosofía política
revolucionaria de finales del Siglo XVIII consistía en
la asimilación de los derechos de los Estados a los
derechos de los individuos, mediante el reconocimiento
de los mismos derechos fundamentales inherentes a la
personalidad humana y la adopción de las instituciones
adecuadas al respeto e integridad de esos derechos. Tal
momento dio origen a lo que se conoció como el
Derecho de Gentes, y que en la actualidad se conoce
como Derechos Humanos. El Estado, proyección del hombre
a nivel macroscópico, instrumento para la realización de
su destino, necesita como el individuo de determinados
poderes de acción, indispensables a su desenvolvimiento
vital. El Estado es como el hombre, libre y soberano;
como tal puede disponer de su propio destino, darse sus
instituciones y proveer al gobierno de la solidaridad
local sin ingerencias extrañas.
Sin dudas que la permanente evocación y
recuerdo del nombre de Bolívar es una excelente
estrategia política (¿politiquera?) para captar adeptos
entre las masas, aunque necesariamente no exista
concordancia entre los propósitos de sus intérpretes
coyunturales y las políticas integradoras para la
América del Sur que propusiera Simón Bolívar, como una
forma de proteger nuestros intereses de los intereses
monopólicos del Imperio del Norte que no ceja en
intentar la conquista de mayores espacios de poder
político y económico.
Y a los políticos populistas se le creen
sus propios dichos, como así también los que expresan de
manera aburrida sus obsecuentes adláteres; mientras que
lo que dicen aquellos que son nuestros enemigos (2) esos
son dichos falsos por el solo hecho de provenir de la
matriz del imperialismo. Esto no necesariamente es
siempre así, en modo alguno se puede sospechar que
Chávez sea un demagogo autócrata. ¿Cómo lo va a ser
quien a menos de un año de llegado al Poder ha logrado
que se dibuje una Constitución a su gusto y paladar?. El
que tenga tal tipo de sospechas es un delirante que no
merece ocuparse de la política.
No existen dudas de que Chávez -desde
que llegó al Poder venezolano- ha estado intentando
liquidar al perverso pacto de corrupción institucional
establecido hace 40 años entre la socialdemócrata Acción
Democrática y la democristiana COPEI, dentro de la
política aquel país atlántico-caribeño. También es
cierto que la institución de la Justicia está echando un
feo olor a podrido (3) en los estrados judiciales de
Venezuela (4); como asimismo, no puede dejarse de
destacar la profunda corrupción reinante dentro de los
ámbitos legislativos y políticos en general.
Pero también es cierto que una buena
parte del pueblo venezolano -cuya población es de algo
más de 20 millones de personas- pasa por condiciones de
hambre (5). Del mismo modo, cabe señalar que tanto la
estructura geográfica como la demográfica del país
demuestra que existe una altísima concentración de
población urbana (aproximadamente las cuatro quintas
partes de sus habitantes), siendo la explotación de
petróleo la fuente principal de recursos fiscales que
mueven al resto de la economía nacional. Este
hidrocarburo ha estado condicionado la vida económica de
todo el país desde la segunda década del siglo XX,
concentrándose los principales yacimientos en la región
oeste, en derredores del lago de Maracaibo. Ni que
hablar de la pérdida de la inversión extranjera, que
durante 1999 huyó de Venezuela del mismo modo en que lo
hace siempre, cuando observa en el horizonte posibles
dificultades para sus intereses financieros y
económicos; tampoco la burguesía nacional ha hecho el
esfuerzo de invertir algunos bolívares en lo que va del
período y -lo que resulta mucho más preocupante- los
índices de pobreza extrema han superado la alarmante
cifra del 40%. Como otra muestra de la situación anómala
que se esta viviendo, téngase presente que durante el
mes de agosto de 1999 el consumo de alimentos
correspondientes a la canasta familiar bajó nada menos
que un 21 por ciento.
Más, a la pretendida revolución
bolivariana no se la puede ver todavía en realizaciones
concretas que saquen a su pueblo del hambre y la miseria
paupérrima; solamente es posible encontrarla en las
declaraciones, palabras, consignas, y en gestos
políticos amistosos para con un barbado dictador isleño
en el Caribe que hace cuarenta años que dice que su
pueblo no ha aprendido todavía a elegir sus gobernantes.
Y esos no son síntomas revolucionarios auspiciosos para
la izquierda latinoamericana, pero sólo son síntomas de
que algo está pasando, aunque no necesariamente sea un
proceso político con alto contenido revolucionario ni
izquierdista que permita abrigar esperanzas acerca de
sus propósitos de cambios radicales en estructuras
conservadoras y reaccionarias dentro del actual panorama
homogéneo de nuestro subcontinente.
¿Es que acaso los izquierdistas que
acompañan -alegremente- la aventura del chavismo
venezolano desconocen los manejos ciertamente
autoritarios del sistema que se ha impuesto con mano
férrea bajo los mandatos del nuevo Presidente
populista?. Hugo Chávez fue elegido mediante un
procedimiento democrático, eso es indudable (6). Su
elección se produjo con la participación de algo más del
50% del electorado venezolano, ya que ganó las
elecciones presidenciales con una alta cuota de
ausentismo electoral. Esto mismo se repitió en las
elecciones de convencionales constituyentes, dónde
obtuvo el 90% de los votos, aunque con una abstención
electoral del 50%, lo que significa que el apoyo dado se
redujo a solo el 45% del electorado que acudió a las
urnas. Este ha sido un hecho inédito en Venezuela, donde
la tradición electoral muestra que en los últimos 40
años ha habido siempre un alto porcentaje de votantes,
el cual en promedio rondaba el 90%.
Una vez instalado en el Poder Central,
Chávez resolvió convocar a una Asamblea Constituyente
para reformar la Constitución que rige los destinos de
Venezuela, Constitución que está vigente desde la
derrota y huida del ex dictador Marcos Pérez Jiménez,
quién gobernó durante 5 años con la mano dura de los
dictadores (7). En 1958 el por entonces dictador M.
Pérez Jiménez -luego de un lustro de desgobierno- debió
escapar de Caracas hacia el exilio exterior merced a una
activa participación conjugada de la burguesía
capitalista y de las masas trabajadoras. Luego de un
período de transición política -gobierno de una Junta
Militar- se reforma la Constitución y se instala el
régimen de alternancia virtual en el Poder de los dos
partidos ya mencionados, hasta el ascenso a la cumbre
del poder político de Hugo Chávez.
Y, a fuer de verdad, cualquiera de
aquellos gobernantes resultaba ser algo así como "más de
los mismo", es decir, la presencia de un nuevo quiste de
corrupción política que no dejaba margen posible para la
actividad lícita de otros partidos políticos,
especialmente los de la izquierda que fueron duramente
combatidos por los gendarmes que instaló el
imperiocapitalismo internacional. Un paradigma que puede
funcionar como ilustrativo de la corrupción imperante
fue el ocurrido durante el segundo gobierno de Carlos
Andrés Pérez (1989-1994), el cual tuvo el extraño y
privilegiado mérito -en nuestra América, dónde estos
episodios son escasos de encontrar una condigna condena
política y penal- de llegar a ser destituido por el
Congreso en 1993 y de haber ido a parar con sus huesos a
la cárcel por los escandalosos casos de corrupción en
que estuvo involucrado.
Pero, ¿es Chávez un liberador de
aquellas condiciones oprobiosas de vida por las que
transitaban y atraviesan los venezolanos?. El actual
Presidente H. Chávez fue elegido por una buena parte del
electorado de Venezuela que vio en su figura la de
alguien que pretendía cambiar las reglas del juego
político imperante. Prometió protagonismo social y
político a las masas; juró terminar con la corrupción
que infestaba todos los estratos de la sociedad
venezolana y, lo que es más para un pueblo hambriento,
se comprometió a dar comida y trabajo a sus pobladores.
Sin dudas que todas estas expresiones de deseos son
elogiables, aunque no lleven en su base una propuesta
auténticamente revolucionaria en cuanto a provocar
modificaciones radicales en -al menos- el régimen de
tenencia de la tierra, como tampoco en el de la
propiedad de los bienes de producción. Pero estas
expresiones de deseos no pueden estar anejadas a
conductas políticas autocráticas si pretenden ser
verdaderas y efectivas.
Desde que comenzó a funcionar la
Convención Constituyente, elegida por el voto popular,
aunque con una altísima abstención de votantes, en
Caracas -a mediados de 1999- se han ido sucediendo
episodios que son por demás alarmantes para las
condiciones de vida democráticas de sus habitantes. La
Constituyente ha pretendido erigirse en el máximo
organismo parlamentario del Estado, ignorando las
atribuciones que en tal sentido tiene el Congreso
venezolano. A punto tal llegó esa situación que hasta
las autoridades de la Convención dispusieron el cierre
del Congreso -por parte de la policía- y la consecuente
imposibilidad de acceso al mismo por parte de los
legisladores con mandato vigente. Una muestra del estado
de corrupción por la que atraviesan los políticos
tradicionales es que la mayoría de los legisladores del
antiguo régimen aceptaron esas vacaciones
obligadas... a cambio que se les continuara pagando la
dieta parlamentaria, es decir, cobran y no trabajan.
La Convención no puede clausurar al
Congreso antes de que la nueva Constitución esté
aprobada, aunque ése sea el proyecto que los
convencionales constituyentes tengan en carpeta. Esto
sería algo así como la aplicación de una norma legal que
todavía no ha sido dictada, lo cual jurídicamente es un
soberano disparate y refleja el poco respeto que tienen
por las leyes los convencionales chavistas que, para el
efecto, fueron aleccionados por el Presidente Chávez y
sus operadores políticos. Algo semejante ha sucedido con
el tratamiento recibido por los jueces, particularmente
los de la Suprema Corte, en la cual -solamente su
Presidente- tuvo la valentía de renunciar al cargo
frente a las sucesivas presiones bajadas desde la
Convención, debido a que si así no lo hacía, se
convertiría en un títere de aquella.
Esta situación de persecuciones a
legisladores, magistrados, gobernadores estatales y
políticos de la oposición, está dando como resultado un
efecto boomerang al propuesto por el chavismo, vale
decir, aquellos que estuvieron prendidos del morral de
la corruptela tradicional están esperando que los
victimicen para jugar el triste papel de víctimas y
poder denunciar lo que ocurre con bombos y platillos;
juego al que se prestan Chávez y sus adláteres, cuando
aquellos han sido corruptos y delincuentes de "cuello
blanco" (Sutherland, 1969). Estos personajes no merecen
el escarnio ilegal al que están siendo sometidos,
simplemente requieren la aplicación de las penas
previstas en cualquier Código Penal del mundo, con lo
cual serán condignamente castigados y, consecuentemente,
no se les violarán las garantías a sus derechos cívicos
y humanos.
Hugo Chávez fue electo Presidente de la
República de Venezuela para hacerse cargo de sus
destinos políticos y no para convertirse en un
autoritario que pretende intervenir poderes y Estados
provinciales a su arbitrio. La Constituyente fue elegida
para dictar una nueva Constitución que reformara los
dislates de la corruptela política venezolana, eso no
hay quien lo dude, pero no tiene atribuciones legítimas
como para erigirse en poder legislativo, y menos para
constituirse en un poder republicano que se coloca a las
órdenes del Presidente. ¿O es que todavía alguien duda
que la Convención Constituyente es un títere manejado
por Chávez?.
Y a todo esto, la censura en los
espacios universitarios ya es un hecho innegable,
piénsese solamente que las antiguas autoridades de esas
casas de estudio -en especial las de la Universidad
Central- han hecho un giro ideológico de 180 grados y se
han convertido en los más obsecuentes seguidores de los
dictados del nuevo mandamás venezolano, respondiendo a
pies juntillas a los dictados que emanan de los "jefes"
políticos (8) e, incluso, de cuadros militares que se
han adueñado de los espacios universitarios, como así
también, en general, de los correspondientes al área de
la educación. Y esto no es un hecho casual o puntual de
un espacio determinado del gobierno venezolano. Chávez
se ha encargado de confiar solamente en sus ex camaradas
de armas y, en consecuencia, la militarización del país
está creciendo de manera alarmante. Pero esto no debe
extrañar, es un hecho innegable que para los militares
latinoamericanos -la mayoría de sus mandos formados en
la vieja Escuela de las Américas- los civiles no son
otra cosa que ciudadanos de cuarta categoría, y hasta
existe un lema que circula entre ellos: "para un militar
no hay nada mejor que otro militar". Y esto es
fácilmente comprobable revisando la historia de los
gobiernos militares en nuestro continente; los mismos
estuvieron siempre plagados de cuadros de las Fuerzas
Armadas, ya sean en actividad o en retiro, los que
cumplen funciones para las que no se prepararon, pero
que sí son confiables a los mandos que llegaron el
poder.
Venezuela vive, en el decir de un
diputado opositor, cuyo nombre me reservo por razones
que hacen a su propia seguridad, en un clima de
"virosis" chavista. Sin dudas que en Venezuela está en
marcha un golpe de Estado encubierto, con un toque de
barniz institucional dado por presencia de la
Constituyente.
¿Pero, que es lo que lleva a que algunos
intelectuales y políticos latinoamericanos que caigan
seducidos ante el fenómeno del chavismo?. Hay quienes,
como el escritor progresista argentino David Viñas, que
parecen sentir profundas resistencias y desagrados ante
las comparaciones que se vienen realizando entre las
figuras de Chávez y de Perón, debido a las
reminiscencias que con el peronismo aquél presenta. Y
son los zurdos los que rápidamente han olvidado
episodios funestos de la historia del peronismo, tales
como -por ejemplo- la muerte del dirigente comunista
Ingalinella -en Rosario- durante la década de los '50 a
manos de la policía que respondía a las órdenes de
Perón; la desaparición del estudiante socialista Bravo;
el incendio de la Casa del Pueblo meses antes del
derrocamiento del gobierno de Perón por parte de los
bomberos (sic) de la Policía Federal; la castración del
dirigente gremial de la carne C. Reyes que hacía
reclamos sindicales intolerables al peronismo; a los
tenebrosos hermanos Cardoso en la Comisaria 17° de la
cual estaban a cargo y dónde se torturaba a los
opositores al régimen y, con algún tiempo de descanso -y
también con muertes y torturas provocadas por la
Revolución Libertadora y el Proceso de Onganía- a López
Rega y los desatinos de la Triple A; la matanza de
Ezeiza, etc., para no seguir abundando en episodios que
son por todos conocidos.
Otros, como el socialista brasilero Lula
prefieren ignorar que Chávez no tiene empacho en
declararse "zurdo", aunque al mismo tiempo se estreche
en un fraternal abrazo con el Papa en Septiembre de
1999. Pareciera que a algunos zurdos latinoamericanos,
les funciona deficientemente la brújula.
El psicoanalista austrohúngaro W. Reich
se preguntaba (1933) que es lo que hace que las masas
progresistas se vuelquen en favor del fascismo. La
respuesta todavía no está dada, pero vemos que aún, a
más de 60 años de aquel interrogante, algunos
latinoamericanos continúan con tal vocación siniestra y
tenebrosa.
BIBLIOGRAFIA:
-
BENBENASTE, N.: "El autoritarismo
democrático". Rev. de Psicología Contemporánea,
México, N° 2, 2000.
-
MARX, C.: (1847) La Ideología
alemana. Editorial Pueblos Unidos,
Montevideo, 1958.
-
MONTERO, M.: (1994) "Génesis y
desarrollo de un mito político". Tribuna del
Investigador, Caracas, Vol. 1, N° 2.
-
REICH, W.: (1933) La Psicología de
masas del fascismo. Ed. Roca, México, 1973.
-
RODRIGUEZ KAUTH, A.: (1994)
Lecturas psicopolíticas de la realidad nacional desde
la izquierda. Centro Editor de
América Latina, Bs. Aires.
-
SUTHERLAND, E. H.: El Delito de
Cuello Blanco. Editorial de la Universidad Central
de Venezuela, Caracas, 1969.
NOTAS:
(1) Estuvo
preso por el delito de sedición contra el poder público,
cuando se alzó en armas contra el gobierno
constitucional, en febrero de 1992, aunque el mismo
fuera corrupto y perverso.
(2) Que
gracias a los esfuerzos del británico Blair y su
particular aggiornamento de la Terza Vía, han
dejado de ser tales. Al efecto léase Golfo Pérsico,
Kosovo, y la asociación perversa que vienen pergeñando
entre mercado y sociedad, olvidándose del protagonismo
proletario.
(3) Y que a
diferencia del drama de Shakespeare, no proviene
precisamente desde Dinamarca.
(4) Igual a
lo que ocurre en Argentina y la mayor parte de los
países de América Latina y el Caribe, ¿pero a quien se
le ocurriría un mecanismo semejante al del chavismo
para reformarla?.
(5) Al
igual que el pueblo argentino bajo el imperio del
menemismo.
(6) Si se
acepta que la democracia partidocrática latinoamericana
puede ser considerada de tal manera.
(7)
Venezuela sufrió la frecuente alternancia de gobiernos
militares, desde que en 1908 se aposentó en su
conducción el General Juan V. Gomez y que hizo durar su
sangrienta tiranía hasta su plácida muerte en 1935.
(8) Debo
informar que he recibido un pedido de asilo "laboral"
por parte de un colega de Ciencias Políticas de aquella
institución.
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