Entre la
Religiosidad y el Realismo Político
Por
Joaquín Villalobos
Recuerdo
que en una ocasión me encontraba con Schafick Handal, secretario
general del Partido Comunista de El Salvador, mirando un programa de
televisión que transmitía una ceremonia religiosa oficiada por el
Papa. La solemnidad y el fervor conmovieron a Handal, al punto que
exclamó: “Algo así necesitamos nosotros, una liturgia de la
izquierda”.
Latinoamérica vive en estos momentos un crucial
debate entre la izquierda religiosa conservadora versus la izquierda
realista pragmática. Esta discusión no es nueva, lo que es nuevo es
el contexto. No era lo mismo debatir en un continente dominado por
autoritarismos, que bajo democracias emergentes. Jamás hubo en la
historia de Latinoamérica tantos partidos de izquierda con tanto
poder en tantos lugares.
La democracia resultó de la lucha de la izquierda,
pero ésta última apenas se inicia como fuerza política permanente y
viene de un largo período de exclusión, exilio, cárcel, montaña,
clandestinidad y calle. Las debilidades de su proyecto son lógicas y
su principal reto ahora es madurar y aprender a gobernar. La
izquierda religiosa tiene un sistema de ideas cargado de creencias,
mitos, cielos, infiernos, tabúes, dogmas, santos y demonios que
derivan en un proyecto populista dirigido al alma y a las emociones.
La religiosidad de la izquierda se fortaleció como respuesta al
igualmente religioso 'anticomunismo'. Algunas dictaduras de la
derecha dejaron tan pocas opciones para enfrentarlas, que activar
emociones fue lo esencial. Por ello, el aporte más científico del
Ché no fueron sus ideas económicas programáticas, que estaban todas
equivocadas, sino su consecuencia y su locura por la revolución que
lo convirtieron en el santo patrono de la lucha armada, motivador de
la rebelión de muchos jóvenes.
El paso del fusil a la rosa (símbolo de la izquierda
socialdemócrata europea) resulta complicado, porque el autoritarismo
obligaba a que ortodoxia y pragmatismo convivieran. La izquierda
pragmática intenta ser terrenal, planteando hacer lo posible ahora,
en vez de lo imposible nunca, pero la descalificación moral y la
excomunión por traición son las respuestas de la izquierda
religiosa. Esto ocurre en México, Nicaragua, El Salvador, Venezuela,
Cuba, Brasil y en todas partes. Paradójicamente, para los marxistas
religiosos, la contradicción, pilar de la dialéctica, es pecado
mortal. El discurso moderado es uno de los problemas de los
pragmáticos, sobre todo cuando se enfrentan a sociedades con mucha
pobreza, baja cultura política, gran exclusión social y una
discriminación racial que todavía no considera humanos a los
indígenas. La oferta del cielo y el llamado a vengarse de un enemigo
satánico tienen ventaja sobre la propuesta racional, aunque ésta
última sea más eficaz. Podemos entonces decir que así como Bush
difícilmente podría ser jefe de Estado de Gran Bretaña o Francia, en
Chile, Chávez quizás podría ser un buen pastor evangélico, pero no
un presidente, y mucho menos un presidente de izquierda.
El venezolano Hugo Chávez y el cubano Fidel Castro
son los representantes de la izquierda más 'religiosa' de América
Latina.
Cuba y Venezuela son la cabeza de la izquierda
religiosa y sus seguidores más fuertes son el PRD de Cuauhtemoc
Cárdenas en México, el FMLN de Schafick Handal en El Salvador, el
FSLN de Daniel Ortega en Nicaragua y el MAS de Evo Morales en
Bolivia. Entre los más importantes de la izquierda realista se
encuentran los socialistas chilenos de Lagos, los seguidores de
Kirchner en Argentina, el Frente Amplio de Tabaré Vázquez en
Uruguay, el PRD de República Dominicana, el Polo Democrático de
Colombia, el PRD de Martín Torrijos en Panamá y el PT de Lula en
Brasil. Con la excepción de los socialistas chilenos, que son
pragmáticamente más puros, todo el resto libra batallas internas
entre las dos corrientes y, aun en Cuba, existe hoy una izquierda
realista en desarrollo.
Los pragmáticos libran dos batallas, por un lado
deben enfrentar el neoliberalismo de los conservadores de derecha
reinventando programas y gobernando con eficiencia, y por otro deben
cuidar su discurso frente a los conservadores de izquierda. Lo
primero les demanda velocidad y soltura y lo segundo, lentitud y
rigidez. Interesados en generar emociones, los religiosos proponen
un populismo que ofrece resolver problemas de forma inmediata,
absoluta y perfecta. Esto contrasta con el realismo que enseña que
en política sólo se pueden lograr resultados graduales, relativos e
imperfectos. El populismo no conduce a soluciones, sino a
conflictos, eso es Cuba y Venezuela.
Como en muchas religiones, la izquierda conservadora
tiene doble moral. Los últimos tres años el comercio de Cuba con
Estados Unidos creció de cuatro a más de 400 millones de dólares.
Los cubanos compran productos agrícolas sin poder vender nada a
Estados Unidos y además pagan al contado. Sin embargo, Cuba llama a
sus seguidores a oponerse 'digna y valientemente' a los tratados de
libre comercio con Estados Unidos, mientras ellos aceptan comerciar
de forma 'sumisa y humillante'. Los izquierdistas religiosos
rechazan los tratados porque dañarían a los agricultores, pero Cuba
sólo compra productos agrícolas. Fidel Castro llama a sus seguidores
a luchar contra las trasnacionales organizando a los pequeños
productores, pero el gobierno cubano da puerta libre a las
transnacionales, mientras prohíbe y reprime a los pequeños
productores.
Chávez invoca el antiimperialismo y la lucha
antioligárquica, pero Venezuela es hoy la gasolinera de Estados
Unidos y es ahora cuando, teniendo al gobierno como su principal
cliente, más ganancias obtienen los banqueros venezolanos. Entre
2002 y 2003 sus utilidades aumentaron en 50 por ciento. Distribuir
renta petrolera a los pobres es un beneficio temporal y sirve para
ganar elecciones, pero una verdadera revolución en Venezuela sería
acabar con la dependencia del petróleo. Desde 1999 el gobierno de
Chávez ha recibido 107.000 millones de dólares y es dueño del 90 por
ciento de los ingresos de la economía venezolana, sin embargo está
acabando con los industriales y desempleando a los trabajadores,
mientras beneficia a los banqueros y aumenta los burócratas. Crea
pobreza y luego la subsidia, destruye a las clases revolucionarias y
fortalece a las parásitas. Chávez usa el antineoliberalismo para
fortalecer su neomilitarismo. El 50 por ciento de los gobernadores y
gran parte de los funcionarios públicos son militares. El chavismo
hoy se llama de izquierda, pero puede a futuro virar a la derecha
como el peronismo argentino.
En las catacumbas de esta izquierda religiosa hay
cosas peores como los pactos entre Daniel Ortega y el archicorrupto
Arnoldo Alemán en Nicaragua o las FARC de Colombia, que se han
transformado en un cartel del narcotráfico. Los pragmáticos ganan
más elecciones y gobiernan en más lugares, los religiosos por el
contrario obstruyen el camino. Las FARC son el principal obstáculo
del Polo Democrático en Colombia y Daniel Ortega, Schafick Handal y
Cuauhtemoc Cárdenas son los obstáculos de la izquierda en cada uno
de sus países. La victoria de los pragmáticos es esencial para la
estabilidad de la democracia latinoamericana.
El debate es
sobre la democracia y el mercado, el mismo por el que pasó la
izquierda europea. La diferencia es que, con la caída del muro de
Berlín, los conservadores ya no lo dicen con claridad, pero su idea
es instrumentar la democracia para destruir el mercado sin creer en
ninguna de las dos cosas, por lo que Cuba sigue siendo su modelo.
Como Fidel acabó con el mercado no le cuestionan por los presos
políticos, ni por la falta de libertad de expresión en Cuba, pero
exigen más democracia en Latinoamérica. La izquierda realista, por
otro lado, quiere financiar la lucha contra la pobreza, pero
haciendo crecer la economía; quiere evitar que sus gobiernos sean
rachas temporales de venganza que empobrezcan más a sus países;
quiere convertir el pragmatismo en la defensa inteligente de los
principios y quiere derrotar el egoísmo, pero sin reprimirlo, porque
sólo así la solidaridad y la equidad se volverán valores sociales
universales. En síntesis, la izquierda realista lucha por dejar de
ser eterna oposición resolviendo el problema de la pobreza desde el
poder, mientras la izquierda religiosa suplica, llora y reza porque
otros no la resuelven.
|