n
uno de sus recientes artículos, el ex líder guerrillero salvadoreño
Joaquín Villalobos aludía con asombro a cierto carácter religioso de
las izquierdas latinoamericanas. A juzgar por el epígrafe se quedaba
corto: la izquierda toda, en donde quiera se encuentre, es una
extraña y paradójica forma de religión: una iglesia atea o, si se lo
prefiere, una muy sui generis teología sin Dios. Pueda que de allí
derive el intento de la teología de la liberación por terminar de
deshacer el entuerto e introducir derechamente el marxismo en el
corpus Vaticano.
Lo insólito de la consigna de nuestros
cristoleninistas rusos es la inmensa carga de verdad que implica:
“El partido de Lenin está con vosotros. Cristo os mostrará el
camino”.**
Pues al margen de la nomenclatura revolucionaria y la ingeniería
práctica aportada por los bolcheviques, es innegable una carga
profundamente religiosa, mesiánica, milenarista y reivindicatoria de
claro origen religioso en el corpus marxista.
Pueda que este carácter religioso se haya difuminado en las
formas “mundanas”, seculares del marxismo leninismo. Me refiero a
los partidos de la izquierda reformada, que luego de un largo
proceso de auto reflexión terminaran con la ambigüedad y expulsaran
a Marx y a Lenin de su altar iconográfico. Convirtiéndose, con mucho
éxito, en partidos defensores del llamado capitalismo democrático.
Lo cual, justo es decirlo, ocurrió muy entrado el siglo XX. El PSOE
debió hacerlo luego de la amenaza de auto marginación de su entonces
líder indiscutido, Felipe González, recién en 1979. Y a juzgar por
las recientes afinidades caribeñas del presidente Zapatero el
fantasma del comunismo aún ronda por los predios de Ferraz. En
cuanto a otros partidos históricos que se reclaman de Marx, Engels y
Lenin, aún no realizan su balance ideológico a pesar de tener
apostados a egregios militantes en las alturas del Poder. Aún no lo
hace, por ejemplo, el Partido Socialista del gobernante presidente
chileno Ricardo Lagos. Y en cuanto al trotskista Partido de los
Trabajadores del presidente Lula, todavía no sale humo blanco de sus
catacumbas ideológicas. ¿Lo ha hecho algún grupo venezolano de
izquierda antichavista hasta el presente?
2
Sigo siendo de izquierda y sigo creyendo que la izquierda, desde
hace más de 60 años, mantiene en pie un discurso vacío, una
representación hueca que sólo puede sonarle bien –esa catarata de
lugares comunes– a la canalla sentimental. En realidad, la izquierda
real es la canalla sentimental quintaesenciada.
Roberto Bolaño
Los molinos de los Dioses muelen despacio, cantaba Homero. Si
sacudirse los hábitos y las creencias heredadas desde nuestra
infancia es faena extraordinariamente difícil, si no imposible,
quitarse la fe religiosa y el universo de creencias adoptadas por
una libre y soberana elección en el comienzo de nuestra adultez –
como la fe en el marxismo-leninismo, esto es: en la revolución y la
dictadura proletaria que le es consustancial - es simplemente
titánico. No se cuelga la sotana de un día para otro. No se deja de
ser izquierdista con un simple gesto de valoración de aquello que la
tradición del marxismo revolucionario condena por satánico: la
propiedad privada, el libre mercado, la convivencia social, la
justicia y la democracia. Suscribirlas como valores sustanciales de
nuestra cultura demanda un esfuerzo que muy pocos izquierdistas
logran consumar. En Venezuela se les cuenta con los dedos de una
mano.
Pues la izquierda es más, muchísimo más que un partido o una
tendencia política: es una historia, una cultura, una ética, una
estética, una filosofía, una moral. Sólo ello – ese universo
trascendente y totalizante - explica la adoración sentida hacia
Stalin, uno de los más temibles asesinos que hayan existido en la
historia de la humanidad. Y el silencio ante los horrendos crímenes
de Fidel Castro y la secreta veneración que despierta en esa inmensa
y difusa franja de europeos y latinoamericanos que preferirían
cortarse un dedo antes que dejar de sentir, pensar y actuar como
siente, piensa y actúa un izquierdista. Veneración de que hoy se
sirve un caudillo militar que se reclama de Marx y Lenin y Mao y
Castro sin haber leído una sólo de las páginas que escribieran a lo
largo de sus turbulentas historias. Pues la izquierda, así parezca
nutrirse de la razón, es la irracionalidad misma: un acto de fe.
Todo lo cual constituye una inmensa paradoja: pues unos y
otros, dirigentes y dirigidos, clero y feligresía repudian en sus
corazones aquello con lo que conviven a diario. Un universo real al
que no renunciarían por ningún oro del mundo ni promesa utópica
imaginable: el libre mercado, la libertad individual, los derechos
humanos, la libertad de expresión y todo ese mundo de imágenes y
realidades que conforman la vida en sociedad en un sistema
capitalista: el cine, la televisión, la música, el teatro, los
derechos humanos, la libertad de expresión, reunión y agrupación, la
cultura y el entretenimiento. De entre cuyos contenidos esenciales
esa cultura “de izquierdas” que la democracia, fiel a su esencia,
permite florezca – y hasta protege constitucionalmente - aún cuando
su declarado propósito sea guillotinarla. Como si criase, extraña
metáfora, un hijo aleve.
¡Qué bueno es ser de izquierda en democracia! ¡Qué difícil
seguir siéndolo cuando ya en el gobierno muestra su verdadero
rostro! Epur…
3
Uno de los movimientos políticos que mayor incidencia han tenido
en el acontecer moderno – el socialismo -, se basa en premisas cuya
falsedad puede demostrarse y que pese a haberse inspirado en las
mejores intenciones y haber tenido por mentores tal vez a lo más
selecto de la sociedad, no deja de constituir una grave amenaza para
el nivel de vida y la existencia misma de una gran parte de la
población actual”.
F.A. Hayek, La fatal arrogancia, los errores del socialismo.***
Cómodamente situado sobre los hombros del capitalismo, que lo
soporta, el izquierdista ve de pronto cumplirse sus deseos
políticos. La izquierda ha llegado al Poder. Para mayor gloria de
Dios, no cualquier izquierda, sino aquella que pretende aniquilar el
cuerpo mismo que lo soporta: el libre mercado, los derechos humanos,
la libertad de expresión, el derecho de propiedad, etc., etc. El
socialismo comienza a tomar rostro real. De la única manera
previsible en un país como Venezuela: de la mano de un ágrafo
teniente coronel, sin explosiones populares ni arte revolucionario,
pero con corrupción y atropellos. Una insólita imagen del hombre
nuevo: Danilo Anderson. Una nueva nomenclatura de empresarios,
brokers y gestores. Triangulación petrolera con la isla del Dr.
Castro. La danza de los millones.
De pronto, entre nosotros, la pesada caparazón cultural que protege
los restos de sensatez que sobreviven en la izquierda se resquebraja
y deja ver la verdad de la revolución, de la que Cecilio Acosta,
Luis Level de Goda, Mario Briceño Iragorry y tantos de nuestros
mejores pensadores vieran su intrínseca verdad: contrariamente a la
razón de la que se reclama suele desatar los peores demonios. Pues
esa es la contradicción inherente a la izquierda y su religión, el
socialismo: “La asunción por la sociedad de las recomendaciones
socialistas en materia ética implicaría la desaparición de gran
parte de la población y la pauperización del resto”.****
De allí que sorprendida por esa intrínseca verdad, clérigos y
feligreses de la izquierda venezolana hayan comenzado a despertar
del encantamiento y formen parte fundamental de la actual oposición
a los designios totalitarios de la revolución llevada adelante por
Hugo Chávez bajo la conducción espiritual de Fidel Castro. Aún así:
no pueden dejar de pretender salvar lo insalvable, insistiéndonos en
que ésta de Chávez ni es revolución, ni es de izquierda. Así Putin,
Fidel Castro, Lula da Silva y Rodríguez Zapatero insistan en lo
contrario.
Una porfiada pervivencia del sustrato mítico y religioso impide la
definitiva emancipación de la izquierda marxista leninista. Hoy, en
nuestro país, su núcleo duro constituye la fuerza motriz de la
regresión. Para el izquierdismo de buena fe, que no sabe si serle
fiel al padre, al hijo o al espíritu santo, llegó el momento de la
verdad: tendrá que mirarse en su espejo. Encontrará el rostro de
Hugo Chávez. Así repugne, esa es la pura y santa verdad de la
izquierda, cuando se mantiene fiel a los santos patriarcas de su
ideología y continúa persiguiendo la utopía.
La otra, la de Lula, Kirchner, Lagos y Zapatero, ya no es izquierda
socialista. Es capitalista. Y de las más duras. Paga y se da el
vuelto. Así le palpite a sus próceres un rescoldo revolucionario en
un envejecido, desengañado y folletinesco corazón.