La Desgarrada Santidad de la Izquierda

Por
Antonio Sánchez García

 

A Carlos Blanco

 

“En 1992 se creó un partido cristiano-leninista que convoca a los rusos a congregarse en torno de Lenin para escuchar la palabra de Cristo. Su consigna: ‘Somos leninistas, llevamos las ideas de Cristo’, traduce un curioso sincretismo que da testimonio de la confusión de los espíritus tras la agonía del comunismo, pero también de cierta supervivencia del mito de Lenin.”

Lenin, Hélène Carrère d’Encausse*

 

1 

            En uno de sus recientes artículos, el ex líder guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos aludía con asombro a cierto carácter religioso de las izquierdas latinoamericanas. A juzgar por el epígrafe se quedaba corto: la izquierda toda, en donde quiera se encuentre, es una extraña y paradójica forma de religión: una iglesia atea o, si se lo prefiere, una muy sui generis teología sin Dios. Pueda que de allí derive el intento de la teología de la liberación por terminar de deshacer el entuerto e introducir derechamente el marxismo en el corpus Vaticano.

 

            Lo insólito de la consigna de nuestros cristoleninistas rusos es la inmensa carga de verdad que implica: “El partido de Lenin está con vosotros. Cristo os mostrará el camino”.** Pues al margen de la nomenclatura revolucionaria y la ingeniería práctica aportada por los bolcheviques, es innegable una carga profundamente religiosa, mesiánica, milenarista y reivindicatoria de claro origen religioso en el corpus marxista.

 

       Pueda que este carácter religioso se haya difuminado en las formas “mundanas”, seculares del marxismo leninismo. Me refiero a los partidos de la izquierda reformada, que luego de un largo proceso de auto reflexión terminaran con la ambigüedad y expulsaran a Marx y a Lenin de su altar iconográfico. Convirtiéndose, con mucho éxito, en partidos defensores del llamado capitalismo democrático. Lo cual, justo es decirlo, ocurrió muy entrado el siglo XX. El PSOE debió hacerlo luego de la amenaza de auto marginación de su entonces líder indiscutido, Felipe González, recién en 1979. Y a juzgar por las recientes afinidades caribeñas del presidente Zapatero el fantasma del comunismo aún ronda por los predios de Ferraz. En cuanto a otros partidos históricos que se reclaman de Marx, Engels y Lenin, aún no realizan su balance ideológico a pesar de tener apostados a egregios militantes en las alturas del Poder. Aún no lo hace, por ejemplo,  el Partido Socialista del gobernante presidente chileno Ricardo Lagos. Y en cuanto al trotskista Partido de los Trabajadores del presidente Lula, todavía no sale humo blanco de sus catacumbas ideológicas. ¿Lo ha hecho algún grupo venezolano de izquierda antichavista hasta el presente?

 

2

 

Sigo siendo de izquierda y sigo creyendo que la izquierda, desde hace más de 60 años, mantiene en pie un discurso vacío, una representación hueca que sólo puede sonarle bien –esa catarata de lugares comunes– a la canalla sentimental. En realidad, la izquierda real es la canalla sentimental quintaesenciada.

Roberto Bolaño

           

       Los molinos de los Dioses muelen despacio, cantaba Homero. Si sacudirse los hábitos y las creencias heredadas desde nuestra infancia es faena extraordinariamente difícil, si no imposible, quitarse la fe religiosa y el universo de creencias adoptadas por una libre y soberana elección en el comienzo de nuestra adultez – como la fe en el marxismo-leninismo, esto es: en la revolución y la dictadura proletaria que le es consustancial - es simplemente titánico. No se cuelga la sotana de un día para otro. No se deja de ser izquierdista con un simple gesto de valoración de aquello que la tradición del marxismo revolucionario condena por satánico: la propiedad privada, el libre mercado, la convivencia social, la justicia y la democracia. Suscribirlas como valores sustanciales de nuestra cultura demanda un esfuerzo que muy pocos izquierdistas logran consumar. En Venezuela se les cuenta con los dedos de una mano.

 

            Pues la izquierda es más, muchísimo más que un partido o una tendencia política: es una historia, una cultura, una ética, una estética, una filosofía, una moral. Sólo ello – ese universo trascendente y totalizante - explica la adoración sentida hacia Stalin, uno de los más temibles asesinos que hayan existido en la historia de la humanidad. Y el silencio ante los horrendos crímenes de Fidel Castro y la secreta veneración que despierta en esa inmensa y difusa franja de europeos y latinoamericanos que preferirían cortarse un dedo antes que dejar de sentir, pensar y actuar como siente, piensa y actúa un izquierdista. Veneración de que hoy se sirve un caudillo militar que se reclama de Marx y Lenin y Mao y Castro sin haber leído una sólo de las páginas que escribieran a lo largo de sus turbulentas historias. Pues la izquierda, así parezca nutrirse de la razón, es la irracionalidad misma: un acto de fe.

 

        Todo lo cual constituye una inmensa paradoja: pues unos y otros, dirigentes y dirigidos, clero y feligresía repudian en sus corazones aquello con lo que conviven a diario. Un universo real al que no renunciarían por ningún oro del mundo ni promesa utópica imaginable: el libre mercado, la libertad individual, los derechos humanos, la libertad de expresión y todo ese mundo de imágenes y realidades que conforman la vida en sociedad en un sistema capitalista: el cine, la televisión, la música, el teatro, los derechos humanos, la libertad de expresión, reunión y agrupación, la cultura y el entretenimiento. De entre cuyos contenidos esenciales esa cultura “de izquierdas” que la democracia, fiel a su esencia, permite florezca – y hasta protege constitucionalmente - aún cuando su declarado propósito sea guillotinarla. Como si criase, extraña metáfora, un hijo aleve.

 

        ¡Qué bueno es ser de izquierda en democracia! ¡Qué difícil seguir siéndolo cuando ya en el gobierno muestra su verdadero rostro! Epur…

 

3

 

        Uno de los movimientos políticos que mayor incidencia han tenido en el acontecer moderno – el socialismo -, se basa en premisas cuya falsedad puede demostrarse y que pese a haberse inspirado en las mejores intenciones y haber tenido por mentores tal vez a lo más selecto de la sociedad, no deja de constituir una grave amenaza para el nivel de vida y la existencia misma de una gran parte de la población actual”.

F.A. Hayek, La fatal arrogancia, los errores del socialismo.***

 

            Cómodamente situado sobre los hombros del capitalismo, que lo soporta, el izquierdista ve de pronto cumplirse sus deseos políticos. La izquierda ha llegado al Poder. Para mayor gloria de Dios, no cualquier izquierda, sino aquella que pretende aniquilar el cuerpo mismo que lo soporta: el libre mercado, los derechos humanos, la libertad de expresión, el derecho de propiedad, etc., etc. El socialismo comienza a tomar rostro real. De la única manera previsible en un país como Venezuela: de la mano de un ágrafo teniente coronel, sin explosiones populares ni arte revolucionario, pero con corrupción y atropellos. Una insólita imagen del hombre nuevo: Danilo Anderson. Una nueva nomenclatura de empresarios, brokers y gestores. Triangulación petrolera con la isla del Dr. Castro. La danza de los millones.

 

            De pronto, entre nosotros, la pesada caparazón cultural que protege los restos de sensatez que sobreviven en la izquierda se resquebraja y deja ver la verdad de la revolución, de la que Cecilio Acosta, Luis Level de Goda, Mario Briceño Iragorry y tantos de nuestros mejores pensadores vieran su intrínseca verdad: contrariamente a la razón de la que se reclama suele desatar los peores demonios. Pues esa es la contradicción inherente a la izquierda y su religión, el socialismo: “La asunción por la sociedad de las recomendaciones socialistas en materia ética implicaría la desaparición de gran parte de la población y la pauperización del resto”.****

 

            De allí que sorprendida por esa intrínseca verdad, clérigos y feligreses de la izquierda venezolana hayan comenzado a despertar del encantamiento y formen parte fundamental de la actual oposición a los designios totalitarios de la revolución llevada adelante por Hugo Chávez bajo la conducción espiritual de Fidel Castro. Aún así: no pueden dejar de pretender salvar lo insalvable, insistiéndonos en que ésta de Chávez ni es revolución, ni es de izquierda. Así Putin, Fidel Castro, Lula da Silva y Rodríguez Zapatero insistan en lo contrario.

 

            Una porfiada pervivencia del sustrato mítico y religioso impide la definitiva emancipación de la izquierda marxista leninista. Hoy, en nuestro país, su núcleo duro constituye la fuerza motriz de la regresión. Para el izquierdismo de buena fe, que no sabe si serle fiel al padre, al hijo o al espíritu santo,  llegó el momento de la verdad: tendrá que mirarse en su espejo. Encontrará el rostro de Hugo Chávez. Así repugne,  esa es la pura y santa verdad de la izquierda, cuando se mantiene fiel a los santos patriarcas de su ideología y continúa persiguiendo la utopía.

 

            La otra, la de Lula, Kirchner, Lagos y Zapatero, ya no es izquierda socialista. Es capitalista. Y de las más duras. Paga y se da el vuelto. Así le palpite a sus próceres un rescoldo revolucionario en un envejecido, desengañado y folletinesco corazón.
                                                                                                                            


* FCE, México, 1999.

** “Partiia Lenina s vami. Putí vam ukajet Khristos”.

***Unión Editorial, Madrid, 1990.

**** Ibídem.
 

 

*

 Artículo publicado en la revista Zeta, viernes 15 abril 2005

 

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