Castro y
la Nueva Izquierda
Por
Pablo Alfonso

No
hay nada más cierto que esa vieja frase que asegura: "los extremos
se tocan". Esta afirmación, con características de enunciado
matemático, cobra vida en estos días a propósito de la llegada al
poder del nuevo presidente de Uruguay, Manuel Tabaré Vázquez, líder
de la coalición de izquierda, Frente Amplio.
En La Habana y en Miami la interpretación es casi la misma: se trata
de un giro más a la izquierda en América Latina. De acuerdo. La
pregunta es, ¿qué tipo de giro y qué tipo de izquierda? De estos
matices se dice poco o nada, ni en Miami ni en La Habana.
Si observamos el panorama latinoamericano con la óptica de la prensa
oficial cubana, tal parece que el castrismo cobra vida a través de
los nuevos gobiernos populares de la región.
Si lo hacemos con la óptica de muchos comentaristas y medios de
información de Miami la conclusión es la misma.
La coincidencia es fruto de la manipulación, en La Habana; y del
despiste y el facilismo interpretativo en Miami.
Lo cierto es que la llamada nueva izquierda latinoamericana tiene
muy poco que ver con el supuesto socialismo de la decadente
dictadura castrista. Con excepción del iluminado mandatario de
Venezuela, Hugo Chávez, -que parece considerarse predestinado a
dirigir una revolución continental-, los presidentes Lula, de
Brasil; Kirchner, de Argentina; Lagos, de Chile; Vázquez, de
Uruguay; Gutiérrez, de Ecuador; o Torrijos de Panamá; no han dado
ninguna muestra de querer para sus pueblos un régimen semejante al
de la Cuba castrista.
La vieja izquierda latinoamericana, representada por Castro,
extremista y totalitaria, está en desuso, pertenece al pasado. La
nueva izquierda latinoamericana, es democrática y plural, apunta
hacia el futuro de un mundo cada vez más globalizado.
Es cierto que la nueva izquierda trata al castrismo con cierta
condescendencia; y hasta con paciencia, pero está muy lejos de
seguir sus postulados políticos. Hay un solo punto en común que los
une: La denuncia al ''imperialismo norteamericano''. Una agenda
política congénita en la izquierda latinoamericana, pero que incluso
en este caso, tiene matices.
Al margen de lo que se escribe en la prensa cubana, Castro está
consciente de que sus días como conductor latinoamericano ya
finalizaron. El rol que le queda, si acaso, es el de un consejero a
quien se escucha, pero cuyos consejos no necesariamente se siguen.
Quizás sea ésta la clave que explique su ausencia durante la toma de
posesión del presidente Vázquez en Uruguay. Hay quienes señalan que,
el dictador cubano, se sintió relegado a un segundo plano porque no
había sido invitado al conclave que sostuvieron los mandatarios de
Argentina, Brasil y Venezuela. Pudiera ser.
Especulaciones aparte lo cierto es que el nuevo canciller de
Uruguay, Reinaldo Gargano, ya descartó que Cuba pudiera ser miembro
pleno del MERCOSUR, como solicitó su homólogo Pérez Roque, y ni
siquiera miembro asociado, como lo son Chile o Bolivia.
El problema de fondo es que en las reglas del MERCOSUR existe una
''cláusula democrática'' (democrática de verdad, con prensa libre,
derechos civiles y partidos políticos) que la dictadura castrista no
reúne.
Por Buenos Aires, las cosas tampoco marchan muy favorables para
Castro y Chávez, su aliado venezolano. Por los pasillos de la Casa
Rosada se percibe cierto ''cansancio'' de las constantes sugerencias
de ambos en asuntos de política externa que competen únicamente al
gobierno argentino. El resultado ha sido la cancelación de la visita
que el presidente Kirchner tenía programada para este año a La
Habana.
El dictador cubano tiene una asignatura política pendiente con
Argentina (además de una deuda de casi $2,000 millones). El caso de
la doctora Hilda Molina.
''Nosotros no vamos a abandonar este reclamo humanitario, que es de
absoluto sentido común'', recordó el pasado el jueves el canciller
argentino Rafael Bielsa.
Es posible que el próximo jueves cuando la secretaria de Estado,
Condoleezza Rice, y el asesor presidencial brasileño, José Dirceu,
se reúnan en Washington, el tema de Cuba sea un punto tangencial de
la agenda. Sin embargo, Brasil va a Washington a negociar una justa
aplicación del ALCA y no a proclamar su muerte como prefieren
Caracas y La Habana.
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