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Por la unidad colombo-venezolana contra la aventura chavista
Eduardo Mackenzie
martes, 27 noviembre 2007


La nueva crisis entre Bogotá y Caracas es grave. Lo que acaba de ocurrir no es un altibajo más en las ya agitadas relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela. Ante los ojos perplejos del mundo, el régimen que dirige Hugo Chávez  avanza hacia una fase aún más obscura y dictatorial y por ello entró en turbulencias políticas mayores, cuyos componentes internos e internacionales  terminaron por arrastrar a  Colombia.  

Sin vacilar un segundo, Colombia debe cerrar filas detrás de su Presidente, de su programa de gobierno y de su discurso de firmeza frente a Hugo Chávez. La nación, las instituciones democráticas y el aparato de Estado, que tienen por misión suprema la defensa de la soberanía y de la unidad territorial de Colombia, deben movilizarse como un solo hombre contra las ambiciones expansionistas del presidente venezolano. El momento que  vive Colombia merece  la más perfecta y completa unidad nacional.

 

En el discurso de Chávez del pasado 25 de noviembre, que las almas tibias deberían leer con atención antes de tratar de reducir su alcance (y de adoptar la táctica de no ver y no oir cuándo y dónde hay que ver y oír para saber qué hacer),  hay dos elementos que no pueden dejar a nadie indiferente: Chávez  se pronunció a favor de un cambio de gobierno en Colombia (“Creo que Colombia merece un mejor presidente”),  e hizo un llamado a las fuerzas militares de Venezuela para estar “alertas” frente a Colombia (“Todo lo que he dicho hoy implica ponernos alertas, sé que es grave pero tenía que decirlo”.)

 

De nada vale cerrar los ojos  ante la nueva situación y decir que se trata de una bravuconada más del déspota venezolano. Nuestro país, quizás por primera vez desde el conflicto con  Perú, en 1932,  ha sido simplemente amenazado por un jefe de Estado extranjero que ya ha utilizado la violencia contra sus conciudadanos para alcanzar metas políticas.  El objetivo de las FARC de llevar a un conflicto a los dos países ha dado, lamentablemente, un paso hacia adelante.

 

El presidente Chávez fue esta vez muy lejos. En un discurso extravagante, anunció que “congelaba” las relaciones con Colombia e insultó  al presidente Uribe por haber éste dado por terminada, con mucha razón, la “mediación” de Chávez y de Piedad Córdoba ante las Farc, en vista del fracaso de la misma y por la violación del protocolo que regía esa operación.

 

El pronunciamiento odioso del presidente Chávez ocurre después de que éste aceptara de manera moderada la decisión de Uribe. De un día para otro, Chávez se transformó en una verdadera hidra. ¿Por que ese violento reversazo? ¿El llamado de atención de su jefe espiritual Fidel Castro fue muy doloroso?  ¿El “Por qué no te callas” del rey de España lo persigue como un fantasma por los pasillos de Miraflores? ¿La creciente oposición popular en Venezuela contra su nueva tentativa de golpe de Estado lo tiene descompuesto? ¿Busca él un incidente fronterizo como pretexto para suspender el referéndum constitucional?

Todo eso está sin duda ligado a esa salida temeraria. También cuenta el hecho de que horas antes, legisladores venezolanos habían denunciado la existencia de nueve campamentos de insurgentes colombianos en zonas venezolanas fronterizas con Colombia. El diputado Eliseo Fermín explicó al diario caraqueño El Nacional que, en efecto,  los campamentos clandestinos están ubicados en los municipios Jesús María Semprún en el sur del lago y Páez en la guajira venezolana y que los grupos irregulares “arman rancherías e invaden terrenos en zonas alejadas de Casigua El Cubo, El Cruce, así como poblados como La Yolanda en el municipio Mara y caseríos indígenas del municipio Páez, al norte del estado Zulia”.

Todo indica que el frente 45 de las FARC es el que controla esa operación de implantación en Venezuela y que éste, ante la indiferencia de los militares chavistas, opera en varias zonas donde “los secuestros, el cobro de vacunas y extorsiones se han incrementado”. Fermín agregó que Iván Márquez, intermediario de las FARC que se reunió recientemente con el presidente Chávez en Caracas, ingresó a Venezuela por la zona fronteriza de Machiques.

Los colombianos deben huir de la confusión y la división.  Quienes tratan de poner un signo de igualdad entre los dos presidentes en la génesis de esta crisis ofenden la lógica. Un diario de Cali, más inteligente en otras ocasiones, habla de “cruce de agravios y acusaciones” entre Chávez y Uribe. Error. Si alguien ha llevado las relaciones bilaterales “a uno de los puntos más críticos en muchos años” ese es Hugo Chávez. Alvaro Uribe no desató esta tormenta.

 

Desde hace un poco más de cuatro años, Hugo Chávez está tratando de entrometerse en el asunto de la liberación de los secuestrados, y de realizar gestiones secretas y por su cuenta ante terceros países sin autorización de Colombia. El pretexto fue siempre el caso Ingrid Betancourt. El 15 de marzo de 2003, Roy Chaderton, canciller venezolano en esa época, tuvo que admitir ante la AFP que el presidente Chávez había “sostenido conversaciones directas sobre la situación de Ingrid Betancourt con el presidente de Francia, Jacques Chirac”. Ante la inutilidad de esa vía, Caracas puso después a Piedad Córdoba, quien actúa también con el respaldo del chavista Polo Democrático Alternativo,  a hacer gestiones en Bogotá para lograr esa intromisión bajo la forma de una “mediación”.  Los resultados de esas intrigas están a la vista: la gestión del tándem Chávez/Córdoba se puso a cumplir no una agenda precisa, abierta al conocimiento del gobierno colombiano, sino una agenda oculta que tenía por prioridad los intereses de las Farc.

 

El presidente Alvaro Uribe está convencido, y lo dijo en su enérgica réplica a Chávez del domingo pasado, que esa gestión apuntaba más a lograr la instauración de un "gobierno terrorista de las FARC" y a fomentar un proyecto expansionista en Latinoamérica, que a liberar las víctimas colombianas y norteamericanas del terrorismo.

 

Esa traición no es la primera que Chávez le hace a un mandatario colombiano.  ¿Quien puede olvidar que en mayo de 2001 Hugo Chávez le permitió a uno de sus guardaespaldas, Fernando Serna, un combatiente de las FARC, agente de Alfonso Cano, viajar con él a Bogotá? La intención de Serna, según su propia confesión a las autoridades colombianas, era asesinar al presidente Andrés Pastrana durante una visita al Museo Nacional. Si el presidente Pastrana no fue ultimado fue gracias a que el no se apartó nunca de su invitado venezolano.  Ese terrible episodio, que la revista colombiana Cambio reveló y documentó, el país parece haberlo olvidado. La amnesia en política suele ser altamente peligrosa.

 

En lo del domingo hay algo más que una escalada verbal de Chávez.  Pues tras la gesticulación oratoria se anuncia un bloqueo del comercio fronterizo, técnica de intimidación que Chávez ya ha utilizado contra Colombia. Ello perjudicará grandemente tanto a los productores colombianos como a los  consumidores venezolanos. Tras el golpe contra la economía binacional vendrán quizás peores cosas. ¿Un ataque de las FARC contra Cúcuta? ¿Una incursión en la Guajira? Chávez atiza el nacionalismo venezolano para atraer a la población más atrasada y a los sectores indecisos de las fuerzas armadas, a su proyecto delirante de “socialismo del siglo XXI”.

 

Por fortuna, hay millones de venezolanos que no están, esta vez, dispuestos a hacerle el juego a Chávez. Millones que no quieren una guerra entre Venezuela y Colombia. Hay millones que se sienten sinceramente hermanos de Colombia. El periodista Teódulo López Meléndez es uno de ellos. En su artículo de hoy él dice: “Jamás permitiremos ese hipotético ‘conflicto bélico’” con Colombia. Para López Meléndez los insultos de Chávez son sólo una “pantomima” y el porvenir pasa, más bien, por el referéndum del domingo entrante en el que el No a la constitución liberticida se impondrá. Y el concluye: “A nuestros hermanos colombianos les agradecemos sus mejores esfuerzos en ayuda de los demócratas venezolanos, puesto que lo que queremos es llegar al próximo domingo a votar, a ejercer uno de los más fundamentales derechos democráticos.”

 

Ojalá que esto sea así y que los venezolanos puedan llegar el domingo a las urnas y hacer de ese voto una salida a su crisis. A condición, claro está, de que la “congelación” de relaciones con Colombia, no sea el preámbulo de una intentona de “transición” gubernamental forzada en el vecino país. Chávez pone en peligro las libertades y la prosperidad de América Latina. En su derrota los venezolanos deben contar con los colombianos todos.

 

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Periodista colombiano, autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de 2005.


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