La
nueva crisis entre Bogotá y Caracas es grave. Lo que acaba
de ocurrir no es un altibajo más en las ya agitadas
relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela. Ante los
ojos perplejos del mundo, el régimen que dirige Hugo Chávez
avanza hacia una fase aún más obscura y dictatorial y por
ello entró en turbulencias políticas mayores, cuyos
componentes internos e internacionales terminaron por
arrastrar a Colombia.
Sin vacilar un segundo, Colombia debe cerrar
filas detrás de su Presidente, de su programa de gobierno y
de su discurso de firmeza frente a Hugo Chávez. La nación,
las instituciones democráticas y el aparato de Estado, que
tienen por misión suprema la defensa de la soberanía y de la
unidad territorial de Colombia, deben movilizarse como un
solo hombre contra las ambiciones expansionistas del
presidente venezolano. El momento que vive Colombia merece
la más perfecta y completa unidad nacional.
En el discurso de Chávez del pasado 25 de
noviembre, que las almas tibias deberían leer con atención
antes de tratar de reducir su alcance (y de adoptar la
táctica de no ver y no oir cuándo y dónde hay que ver y oír
para saber qué hacer), hay dos elementos que no pueden
dejar a nadie indiferente: Chávez se pronunció a favor de
un cambio de gobierno en Colombia (“Creo que Colombia merece
un mejor presidente”), e hizo un llamado a las fuerzas
militares de Venezuela para estar “alertas” frente a
Colombia (“Todo lo que he dicho hoy implica ponernos
alertas, sé que es grave pero tenía que decirlo”.)
De nada vale cerrar los ojos ante la nueva
situación y decir que se trata de una bravuconada más del
déspota venezolano. Nuestro país, quizás por primera vez
desde el conflicto con Perú, en 1932, ha sido simplemente
amenazado por un jefe de Estado extranjero que ya ha
utilizado la violencia contra sus conciudadanos para
alcanzar metas políticas. El objetivo de las FARC de llevar
a un conflicto a los dos países ha dado, lamentablemente, un
paso hacia adelante.
El presidente Chávez fue esta vez muy lejos.
En un discurso extravagante, anunció que “congelaba” las
relaciones con Colombia e insultó al presidente Uribe por
haber éste dado por terminada, con mucha razón, la
“mediación” de Chávez y de Piedad Córdoba ante las Farc, en
vista del fracaso de la misma y por la violación del
protocolo que regía esa operación.
El pronunciamiento odioso del presidente
Chávez ocurre después de que éste aceptara de manera
moderada la decisión de Uribe. De un día para otro, Chávez
se transformó en una verdadera hidra. ¿Por que ese violento
reversazo? ¿El llamado de atención de su jefe espiritual
Fidel Castro fue muy doloroso? ¿El “Por qué no te callas”
del rey de España lo persigue como un fantasma por los
pasillos de Miraflores? ¿La creciente oposición popular en
Venezuela contra su nueva tentativa de golpe de Estado lo
tiene descompuesto? ¿Busca él un incidente fronterizo como
pretexto para suspender el referéndum constitucional?
Todo eso está sin duda ligado a esa salida
temeraria. También cuenta el hecho de que horas antes,
legisladores venezolanos habían denunciado la existencia de
nueve campamentos de insurgentes colombianos en zonas
venezolanas fronterizas con Colombia. El diputado Eliseo
Fermín explicó al diario caraqueño El Nacional que,
en efecto, los campamentos clandestinos están ubicados en
los municipios Jesús María Semprún en el sur del lago y Páez
en la guajira venezolana y que los grupos irregulares “arman
rancherías e invaden terrenos en zonas alejadas de Casigua
El Cubo, El Cruce, así como poblados como La Yolanda en el
municipio Mara y caseríos indígenas del municipio Páez, al
norte del estado Zulia”.
Todo indica que el frente 45 de las FARC es
el que controla esa operación de implantación en Venezuela y
que éste, ante la indiferencia de los militares chavistas,
opera en varias zonas donde “los secuestros, el cobro de
vacunas y extorsiones se han incrementado”. Fermín agregó
que Iván Márquez, intermediario de las FARC que se reunió
recientemente con el presidente Chávez en Caracas, ingresó a
Venezuela por la zona fronteriza de Machiques.
Los colombianos deben huir de la confusión y
la división. Quienes tratan de poner un signo de igualdad
entre los dos presidentes en la génesis de esta crisis
ofenden la lógica. Un diario de Cali, más inteligente en
otras ocasiones, habla de “cruce de agravios y acusaciones”
entre Chávez y Uribe. Error. Si alguien ha llevado las
relaciones bilaterales “a uno de los puntos más críticos en
muchos años” ese es Hugo Chávez. Alvaro Uribe no desató esta
tormenta.
Desde hace un poco más de cuatro años, Hugo
Chávez está tratando de entrometerse en el asunto de la
liberación de los secuestrados, y de realizar gestiones
secretas y por su cuenta ante terceros países sin
autorización de Colombia. El pretexto fue siempre el caso
Ingrid Betancourt. El 15 de marzo de 2003, Roy Chaderton,
canciller venezolano en esa época, tuvo que admitir ante la
AFP que el presidente Chávez había “sostenido conversaciones
directas sobre la situación de Ingrid Betancourt con el
presidente de Francia, Jacques Chirac”. Ante la inutilidad
de esa vía, Caracas puso después a Piedad Córdoba, quien
actúa también con el respaldo del chavista Polo Democrático
Alternativo, a hacer gestiones en Bogotá para lograr esa
intromisión bajo la forma de una “mediación”. Los
resultados de esas intrigas están a la vista: la gestión del
tándem Chávez/Córdoba se puso a cumplir no una agenda
precisa, abierta al conocimiento del gobierno colombiano,
sino una agenda oculta que tenía por prioridad los intereses
de las Farc.
El presidente Alvaro Uribe está convencido,
y lo dijo en su enérgica réplica a Chávez del domingo
pasado, que esa gestión apuntaba más a
lograr la instauración de un "gobierno terrorista de las
FARC" y a fomentar un proyecto expansionista en
Latinoamérica, que a liberar las víctimas colombianas y
norteamericanas del terrorismo.
Esa traición no es la primera que Chávez le
hace a un mandatario colombiano. ¿Quien puede olvidar que
en mayo de 2001 Hugo Chávez le permitió a uno de sus
guardaespaldas, Fernando Serna, un combatiente de las FARC,
agente de Alfonso Cano, viajar con él a Bogotá? La intención
de Serna, según su propia confesión a las autoridades
colombianas, era asesinar al presidente Andrés Pastrana
durante una visita al Museo Nacional. Si el presidente
Pastrana no fue ultimado fue gracias a que el no se apartó
nunca de su invitado venezolano. Ese terrible episodio, que
la revista colombiana Cambio reveló y documentó, el
país parece haberlo olvidado. La amnesia en política suele
ser altamente peligrosa.
En lo del domingo hay algo más que una
escalada verbal de Chávez. Pues tras la gesticulación
oratoria se anuncia un bloqueo del comercio fronterizo,
técnica de intimidación que Chávez ya ha utilizado contra
Colombia. Ello perjudicará grandemente tanto a los
productores colombianos como a los consumidores
venezolanos. Tras el golpe contra la economía binacional
vendrán quizás peores cosas. ¿Un ataque de las FARC contra
Cúcuta? ¿Una incursión en la Guajira? Chávez atiza el
nacionalismo venezolano para atraer a la población más
atrasada y a los sectores indecisos de las fuerzas armadas,
a su proyecto delirante de “socialismo del siglo XXI”.
Por fortuna, hay millones de venezolanos que
no están, esta vez, dispuestos a hacerle el juego a Chávez.
Millones que no quieren una guerra entre Venezuela y
Colombia. Hay millones que se sienten sinceramente hermanos
de Colombia. El periodista Teódulo López Meléndez es uno de
ellos.
En su artículo de hoy él dice: “Jamás permitiremos ese
hipotético ‘conflicto bélico’” con Colombia. Para López
Meléndez los insultos de Chávez son sólo una “pantomima” y
el porvenir pasa, más bien, por el referéndum del domingo
entrante en el que el No a la constitución liberticida se
impondrá. Y el concluye: “A nuestros hermanos colombianos
les agradecemos sus mejores esfuerzos en ayuda de los
demócratas venezolanos, puesto que lo que queremos es llegar
al próximo domingo a votar, a ejercer uno de los más
fundamentales derechos democráticos.”
Ojalá que esto sea así y que los venezolanos
puedan llegar el domingo a las urnas y hacer de ese voto una
salida a su crisis. A condición, claro está, de que la
“congelación” de relaciones con Colombia, no sea el
preámbulo de una intentona de “transición” gubernamental
forzada en el vecino país. Chávez pone en peligro las
libertades y la prosperidad de América Latina. En su derrota
los venezolanos deben contar con los colombianos todos.
* |
Periodista
colombiano,
autor del libro: "Les Farc, ou l'échec d'un communisme
de combat".
Editions Publibook, Paris, 593 páginas, diciembre de
2005. |