Lo más llamativo del video del
22 de agosto del encuentro de Fidel Castro y diez jóvenes
abogados recién egresados de la Universidad de Carabobo, no
es el hecho de tratarse de su primera aparición en la
televisión desde junio 2008, cuando se le vio junto al
teniente-coronel Hugo Chávez. Ni tampoco el buen semblante
que lucía esta vez gracias a los cuidados que le prodiga el
médico español, (y no cubano, pese a la fama de la medicina
cubana) doctor Luís García Sabrido, quien muy orgulloso por
haber logrado salvarle la vida y el éxito de haberle hecho
recuperar la salud, declaró hace un tiempo, que su paciente
“está en forma para volver al poder”, y así informar al
mundo, por si a algunos le quedan dudas, que Fidel Castro ha
recuperado sus fuerzas para ejercer de nuevo toda su
autoridad.
No, lo más llamativo de la
escena en la que se ve al dictador cubano practicando la
actividad que más rentabilidad le ha prodigado para esparcir
su influencia a lo largo y ancho del continente, es su
oficio de oráculo delante un grupo de diez jóvenes
venezolanos, recién egresados de la Facultad de Derecho de
la Universidad de Carabobo rindiéndole pleitesía al hombre
que tiene el record de la dictadura más longeva de la
historia del continente y en donde el derecho del ciudadano
no es ni siquiera un recuerdo para el pueblo cubano. Lo que
intriga de esa aparición, es precisamente, el hecho de la
formación de ese grupo de jóvenes. Es cierto que no deja de
ser incongruente que se le llame “Fidel Castro” a una
promoción de abogados, cuando se trata de alguien que no se
siente concernido por la ley, pues la ley es él. También es
cierto que después de todo Castro posee el título de abogado
y es más sorprendente aún que grupos de médicos recién
graduados hayan tomado como nombre de promoción el nombre de
“Che” Guevara, para quién el juramento de Hipócrates
significó una banalidad sin contenido, pues Guevara acabó
con más vidas que las que salvó como médico. Pero, así son
las cosas en el continente de “lo real maravilloso”.
También es cierto que cuando el
teniente-coronel Hugo Chávez informó a los medios haber
acudido a La Habana para felicitar a Fidel Castro por su
cumpleaños, mencionó de paso, que pronto un grupo de
abogados venezolanos viajaría a La Habana a entrevistarse
con Castro. Era evidente que algo se traían entre manos
ambos cómplices.
Por lo general, al dictador
cubano siempre le han interesado, sobre todo, los
admiradores de la versión épica de la revolución castrista;
los guerreros o los candidatos a serlo; aquellos que le
profesan culto a la acción militar, aunque sea de palabra.
Tampoco Castro practica la
espontaneidad en materia de imagen, ni nunca han sido
invitados jóvenes latinoamericanos a Cuba simplemente a
hacer turismo; el móvil oculto es el entrenamiento militar
aunque vayan a estudiar medicina. Ahora resulta que le
interesan los jóvenes abogados y eso no es un hecho
gratuito.
El fracaso de la receta
guerrillera castrista que introdujo la región al escenario
de la Guerra Fría, induce a los guerreros de antaño a
ensayar la tan denostada democracia representativa. El
empeño electoral de Lula Da Silva, fundador, junto a Fidel
Castro, del Foro de Sao Paulo, que lanzó varias veces su
candidatura, señaló la senda que al final fue coronada de
éxito, demostró la viabilidad de esa opción. La victoria
electoral de Hugo Chávez significó la prueba definitiva por
la preferencia de la vía electoral pues además, lo hacía
dueño de la riqueza petrolera. La fragilidad de las elites
venezolanas, le pusieron en bandeja de plata, el tesoro. No
en el Brasil, en donde existe una clase dirigente consciente
de los intereses del país y de los suyos propios y de su
papel en el futuro del país, que le impidió a Lula
enfrascarse en la vía desestabilizadora de influencia
castrista que fue por mucho tiempo su universidad en
política, y más bien operó un viraje que le ha sido
beneficio a los estamentos dirigentes brasileños por sus
buenas relaciones con los gobiernos de Venezuela y de
Bolivia, al mismo tiempo que Lula cubre su frente radical de
izquierda doméstico, apoyando, sin condiciones, al gobierno
de Hugo Chávez. La elección de Evo Morales en Bolivia,
culminó la demostración de lo conveniente de la vía
electoral, pues en definitiva, mediante leyes y
constituciones a la medida del proyecto, se avanzaría hacia
la implantación del modelo de gobierno inspirado en el
cubano.
Y cuando se pierde una elección,
como las últimas en Nicaragua, se hace fraude, pues Fidel
Castro juró, cuando los sandinista perdieron las elecciones
(primer intento mediante el sufragio que se dio en el campo
del castrismo) que los sacaron por un tiempo del poder, que
nunca más perdería una elección.
Además la tendencia general
hacia la democracia se esparcía por toda América Latina,
ansiosa de sacudirse los años precedentes inmersos en la
violencia y la sangre, las torturas, los desaparecidos, los
asesinatos de militares, los “ajusticiamientos”, como se
disimulaban los asesinatos de los revolucionarios, los
asaltos a bancos, los secuestros millonarios, los
estudiantes convertidos en guerreros, la amenaza de una a de
las mayores aberraciones del siglo XX; la invocación de Che
Guevara de “crear dos, tres más Vetnams”.
Los supuestos ideológicos del
Foro de Sao Paolo no han variado. En el Foro Mundial Social
celebrado en Caracas en 2006, Hugo Chávez, en su discurso de
clausura exhortó a “La unión de los pueblos de América
Latina, Asia y África para cambiarle el rumbo a la
historia”. Es bajo ese presupuesto que se multiplican las
elecciones en Venezuela y se realiza el hostigamiento
permanente contra las instituciones, pero esa nueva versión
de la guerra de guerrillas debe tener visos legales y
encontrar seguidores duchos en materia de ley. Le llegó la
hora a la formación de “combatientes abogados”; expertos en
forjar la seguridad jurídica para entregarse a la
inestabilidad política, como lo requiere el castrismo en su
larga marcha hacia el totalitarismo continental, de allí la
presencia de la promoción de abogados “Fidel Castro” ,
orientados en la tarea que será la suya que le cantaban al
dictador: “Te queremos Fidel, te queremos”. Y el que parecía
como el jefe del grupo le expresó que “No hay palabras para
agradecerle muy humildemente”, y estar dispuesto a “dar la
lucha en cualquier frente de guerra”. Se supone que el tema
de la guerra fue abordado con anterioridad, porque Castro
replicó: “No somos libres. Estamos pisoteados,
matemáticamente está demostrado que estamos ocupados” . Si
leemos entre líneas, se refería a Colombia y al acuerdo de
cooperación militar con Estados Unidos. Fidel Castro se
guardó bien de proponer recuperar la base militar de
Guantánamo ocupada por Estados-Unidos.
El modo de subordinación al
proyecto castrista estará regido por la “ley” y en
Venezuela, el camino está en marcha. Y cuando se sufre de
“alucinación de la historia”, lo que es el caso de Fidel
Castro y de Hugo Chávez, el control de la expresión, el
lavado de cerebro desde la infancia, el doblegar de toda
iniciativa, es indispensable para satisfacer el fantasma de
rehacer la historia y cambiarle su rumbo.
No toman en cuenta que aquellos
que han ignorado las leyes de la historia, tarde o temprano,
siempre han sido vencidos por la historia que se genera en
su contra.
Si la personalidad de Stalín
impuso su legitimidad, pese a los horrores que cometió, no
es porque el comunismo haya pretendido cambiar el rumbo de
la historia, o por haber implantado el comunismo y haber
practicado la justicia social, sino por la batalla de
Stalingrado que derrotó al ejército alemán y a Hitler, el
autócrata intervencionista que puso a Europa a sangre y
fuego. Hitler se suicida cuando las tropas soviéticas
llegaron a las puertas de Berlín.
Antes de intentar un conflicto
militar con Colombia, guardando todas las proporciones del
caso, Hugo Chávez debería reflexionar sobre Stalingrado, y
Stalingrado no se sitúa del lado de Venezuela, puesto que el
proyecto expansionista, como lo fue el de Hitler, no es de
Colombia sino del gobierno de Venezuela. Cuando la historia
retoma su rumbo, que termina siempre por hacerlo, las
legiones de “guerreros-abogados”, las leyes no los
absolverán.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |