Ante la
opinión pública ya es un hecho innegable que las FARC
cuentan con el nada glorioso título de ser los mayores
secuestradores del mundo y mantener cautivos el mayor número
de personas en condiciones infrahumanas.
Pero existe
otro lugar en América Latina que bate el record pues se
trata de un régimen que practica el secuestro como política
de Estado y ese país es Cuba. Pero ello no sólo no
escandaliza a la opinión pública, sino que los gobernantes
de la ola neofascista latinoamericana, considerados como
“democracias de izquierda”, no sólo lo ignoran
voluntariamente sino han llegado al extremo de la falta de
ética pretender se le pida disculpas al gobierno de La
Habana por haber sido expulsada de la OEA. Ninguno de los
gobiernos que han llevado a cabo la campaña para que Cuba
sea reintegrada a la OEA ha mencionado la ausencia total de
democracia del régimen de los hermanos Castro, aún menos, la
existencia de un grupo entre los secuestrados del país que
lo constituyen los presos políticos, y los hijos o padres de
aquellos cubanos que enviados en misiones oficiales al
exterior han optado por la libertad, pidiendo asilo
político.
Es decisión
dramática puesto que quien recurre a ella está condenado a
no ver más a sus hijos, padres y demás familiares. El
sistema de secuestro que practica el régimen castrista es lo
que impide que el número de funcionarios y oficiales, que
opten por el asilo sea masivo.
El caso de
la doctora Hilda Molina es una demostración de ese sistema
perverso, e inhumano. Quince años pasaron antes de que la
doctora Molina pudiera abandonar Cuba para reunirse con su
hijo exiliado en la Argentina y conocer a sus nietos: el
mayor tiene la edad que duró el secuestro de su abuela,
quince años.
Si ese ha
sido el tratamiento que el régimen le ha dado a alguien que
fue persona de su entera confianza, miembro del Partido
Comunista, distinguida con todas las medallas al mérito que
otorga el régimen, incluso del Ministerio del Interior, al
que sirvió, según la noticia biográfica de la doctora,
durante 20 años qué se puede esperar para el resto de los
rehenes. Fundadora del Centro Internacional de Restauración
Neurológica (CIREN) y diputada a la Asamblea Nacional del
Poder Popular, centro sobre el cual corrían los más variados
rumores que ponían gravemente en causa la ética médica, pues
se decía que utilizaban fetos vivos, extraídos de jóvenes
embarazadas, para practicar injertos en el cerebro de
pacientes aquejados de dolencias neurológicas, en particular
el mal de Parkinson, que por cierto fue una de las
enfermedades sufridas por Fidel Castro.
También,
profesionales que trabajaron en el equipo del CIREN, hoy en
el exilio, han revelado que se practicaban operaciones del
tipo de histerotaxia – electrocoagulación de zonas del
cerebro – sin autorización previa del paciente, con el
objeto de practicar investigaciones que permitiera avanzar
en la búsqueda del centro responsable del mal de Parkinson.
Es muy
posible que la razón de retener con tanto ahínco a la
doctora Molina en La Habana, impidiéndole reunirse con su
hijo, también neurocirujano, radicado en la Argentina, pese
a las presiones del gobierno argentino, de Vaclav Havel, del
historiador y diputado polaco Bronislaw Geremek, y del
mundo científico, se haya debido a las revelaciones que al
respecto la profesional cubana pudiera hacer respecto a las
técnicas reñidas con la ética médica practicadas en el
centro que ella dirigía, que a decir de quienes han
practicado allí, lo dirigía en realidad Fidel Castro en
persona. Según el régimen, el motivo era que el “cerebro de
la doctora Molina era patrimonio del país”. Criterio que
caracteriza el totalitarismo en el que la individualidad de
la persona desaparece y se convierte en propiedad del
Estado.
La doctora
Molina aduce que su renuncia al CIREN, al Partido comunista
y a su estatuto de diputada, fue debido a que el gobierno
cubano transformó el centro en una empresa comercial
dolarizada destinada al turismo médico que tanto auge ha
tenido en los últimos tiempos en Cuba.
Hoy la
doctora se encuentra al fin reunida con su familia en Buenos
Aires. Seguramente no hará grandes revelaciones con respecto
a esos rumores, pero lo que si está haciendo, es desmontando
el mito de la calidad de la salud pública en Cuba, y la
excelencia de sus médicos. En una entrevista realizada a su
llegada a Buenos Aires, la doctora Molina reconoce la
excelencia de la medicina pública en los países europeos y
en algunos de América Latina como en la Argentina y Chile.
Reconoce que en “Cuba hay muy buenos profesionales, como hay
graduados en la universidad que no saben ni escribir porque
depende de la masividad con la que se han graduado.” Dice
que los extranjeros van a tratarse en Cuba lo hacen “por la
propaganda demencial, por la cantidad de voceros que tiene
el gobierno cubano donde quiera”.
Vale la
pena transcribir las palabras de la doctora Molina en una
entrevista al diario Perfil respecto al verdadero
nivel del desarrollo médico cubano, que demuestra la
impostura, a propósito del centro que dirigió allí no había
“nada que se haya inventado en Cuba. La restauración
neurológica es una rama de la neurociencia que surge en el
mundo desarrollado para tratar enfermedades incurables del
sistema nervioso y darles calidad de vida a los enfermos
mediante tratamientos que van desde medicamentos hasta
operaciones de mínimo acceso. Hay aspectos que se estaban
desarrollando en Japón, otros en Estados Unidos, otros en
Canadá y otros en España. ¿Qué hice yo? Estudiando, me doy
cuenta de todo esto que está surgiendo y, sin ser nadie, por
mi cuenta, les escribí a los científicos que me empezaron a
responder y me permitieron armar una bibliografía. Lo que se
podía hacer con todo eso era tremendo. Yo era subdirectora
del Instituto Neurológico en ese momento; hablé con el
director y le dije que iba a hacer un proyecto. Lo hice y lo
presenté en el Ministerio. Sin recursos comenzamos en el
instituto a desarrollar algunos aspectos junto al director,
que era el mejor neurólogo del país. Como los resultados
fueron buenos, la prensa comenzó a publicar nuestras
investigaciones. Y en ese momento es cuando el señor Fidel
Castro se entera de que yo existo. Un día me mandó a buscar
para que le contara de qué se trataba todo esto. Y bueno, a
partir de ahí el proyecto se aprobó y se hizo el centro.
Pero se hizo con el concurso de todos estos científicos que
ya eran mis amigos y que viajaron a Cuba gratuitamente para
dar su asesoría. Además hicieron donativos de instrumentos
y, lo que es más importante, dieron becas para formar en
distintas áreas a los jóvenes que iban a trabajar en esto.”
Cuba es como cualquier país en vías de desarrollo que
necesita importar técnicas de los centros desarrollados.
Sólo las mentes subdesarrolladas pueden pretender lo
contrario, como es el caso venezolano.
Otra
declaración que conmocionó a la Argentina fue que la doctora
Molina no se dirigió a las madres de la Plaza de Mayo,
porque sabía que no harían nada por ella ante el régimen de
Fidel Castro el “cual reverencian”.
No hay que
olvidar que la líder más destacada de la organización de las
madres de la Plaza de Mayo, Hebe Bonafini, habiéndose
encontrado en La Habana el 1 de septiembre 2001, declaró
haber brindado de alegría festejando con vino el atentado a
las Torres Gemelas de Nueva York. Fidel Castro, como hombre
cauto, prefirió guardar silencio ante el hecho y le dejó a
la madre, símbolo de la lucha por los derechos humanos,
celebrar uno de los hechos más atroces en materia de
asesinato colectivo en el que perecieron miles de jóvenes,
como los hijos de las madres que perecieron bajo la
dictadura militar en la Argentina.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |