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Un discurso sobrio, un balance de la realidad y el mestizaje como poder
por Elizabeth Burgos
domingo, 25 enero 2009


El mundo entero se ha expresado acerca de la jornada de investidura del presidente Barack Obama. Cada uno de los gestos y palabras del nuevo presidente de Estados Unidos han sido analizados al detalle. Sin embargo, dos ideas maestras se desprenden de su discurso de investidura: reformar la sociedad americana para volver a ejercer su liderazgo en el mundo: observar la fidelidad a los principios de la democracia y erigir el mestizaje como símbolo de poder.

A medida que se desarrollaban los diferentes actos que conformaron la densa jornada de ceremonias que culminaría con la entrada a la Casa Blanca a la familia Obama, no podía dejar de pensar en el contraste entre las diferentes actuaciones, de ese teatro que es de por si el poder, de los mandatarios latinoamericanos, con el que discurría en la pantalla que nos transmitía los eventos presidenciales que se desarrollaban en Washington.

La primera imagen que marcaba un contraste rotundo, por supuesto nos remitía a Venezuela, y ocurría mientras el presidente de Venezuela ordenaba se le administrara “gas del bueno” a los estudiantes que manifestaban su rechazo a la dictadura vitalicia y demostraban su empeño por preservar la democracia en el país.

Mientras que en la primera frase de su discurso, Barack Obama, anunciaba su disposición a “la humildad” ante la tarea que “enfrentamos” (ese nosotros estuvo presente en cada una de sus frases), refiriéndose a la severa crisis que golpea al país, que todos los americanos deben enfrentar porque les atañe a todos. En lugar del insulto que seguramente el venezolano hubiese proferido contra George W. Bush, Barack Obama, en una demostración de su talante humano y de su alto grado de civilidad, pese a los desacuerdos tajantes y a las críticas al gobierno saliente como lo demostró en su discurso de investidura, le agradecía a Bush por su cooperación durante la transición, porque significaba un “servicio a la nación”. La nación es lo que cuenta, y viene en primer lugar y no la pequeñez del narcisismo individual o del resentimiento negativo.

Notable ausencia de todo triunfalismo al aludir a la gravedad de la crisis económica que golpea y debilita al país a consecuencia de la “codicia y de la irresponsabilidad de algunos”, como también por el fracaso colectivo a la hora de “elegir opciones difíciles y preparar a la nación para una nueva era”. Recordó las fuerzas de la violencia y del odio que actúan hoy en el mundo que la nación debe enfrentar. “Ha llegado el momento de dejar de lado los infantilismos”, lo que significa, acceder a la madurez para poder enfrentar los retos y el valioso principio de la “igualdad, la libertad y la aspiración de felicidad para todos”.

Antepone como condición para salir de la crisis, el esfuerzo, el trabajo que fue lo que dio origen al país que es hoy Estados Unidos y la sociedad americana. Nada de populismo barato, de transformar a los ciudadanos en limosneros para atraerse simpatías pues la grandeza de una nación no la hacen quines buscan “sólo los placeres de la riqueza y de la fama”, sino los que actúan, “más a menudo hombres y mujeres desconocidos en su labor” como los que lucharon en el pasado por todos “nosotros”. Pero toca de nuevo levantarse y empezar la tarea de “rehacer Estados Unidos,” para ello se debe aunar la “imaginación, el interés común y la necesidad a la valentía”. Su tarea es ayudar a las familias a “encontrar trabajo con un sueldo decente”.

Obama antepone su fidelidad a los ideales y a los principios fundadores de la nación, antes que a la violencia como medio de defensa, pues considera falso tener que elegir entre la seguridad y los primeros, además se considera guardián de ese patrimonio. Recordó que América es amiga de todas las naciones comprometidos con la paz la dignidad, pero también recalcó su propósito de asumir el liderazgo, basado en esos principios, pues enfrentaron el nazismo y el comunismo no sólo con armas, sino con “alianzas sólidas y convicciones firmes.”

No piensa “pedir perdón por el estilo de vida” americano ni “vacilar en su defensa” y quienes pretendan lograr sus fines mediante el terror, el antepone el espíritu de su pueblo que es más fuerte y no amilana.

Rompiendo con la ideología popularizada por Samuel Huntington del “choque de civilizaciones” en la cual se inspiraron los ideólogos del gobierno de Bush para desencadenar la guerra de Irak, que sólo toma en cuenta el segmento cristiano de la sociedad americana, Obama reivindica el mestizaje, en la herencia “multiétnica” de Estados Unidos y lo antepone como una fortaleza y no una como una debilidad”, pues “somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos e hindúes – y de no creyentes”. Tomar en cuenta y admitir la existencia de musulmanes en las circunstancias actuales, es un paso excepcional que deslegitima definitivamente la idea del choque de civilizaciones como una fatalidad inherente a la situación del mundo actual, haciendo de esa presencia, de ese pensamiento mestizo que Estados Unidos se convierta de nuevo en un modelo para el mundo. Y este punto debería comprenderse en su debida dimensión. Porque si Barack Obama erige el mestizaje como una potencialidad, es porque él mismo es un mestizo y no un presidente “negro” como suelen afirmar superficialmente la mayoría de los comentaristas, o Hugo Chávez con la grosería que lo caracteriza. El mestizaje de Obama una característica que se debe tener en cuenta para aquilatar en su debida dimensión quién es el nuevo presidente de la que sigue siendo la primera potencia del mundo.

Un mestizo cultural, que lo asuma y lo admita, es alguien capaz de moverse en diferentes aguas, es alguien que tiene una forma de mirar amplia, múltiple y que no se ofusca con las diferencias, es alguien que no incurrirá en racismos, ni en resentimientos. Esa elasticidad de pensamiento, pese a la firmeza de sus convicciones éticas, democráticas, es lo que le permite tenderles la mano a aquellos que se “aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y la represión de la disidencia”, a condición por supuesto, de que abran el puño. Si Barack Obama se aferrara a una identidad, la de africano, incurriría en el esencialismo, desconociendo la herencia mestiza de Estados Unidos, esa característica primordial de todo el continente americano, como es el caso de Evo Morales empeñado en fracturar al país, al desconocer el mestizaje cultural de Bolivia. Obama en cambio, erige el mestizaje como una potencialidad para el país.

De nuevo, Estados Unidos se sitúa a la vanguardia del proceso civilizatorio que se está dando en el mundo, mientras que la llamada “revolución bolivariana” va marchando en retroceso, utilizando el racismo como ideología y la fractura de la sociedad como medio de gobierno, borrando el “Nosotros” , clave de la nación. Quien detente la máxima magistratura de un país, en lugar de excluir está obligado a incluir, y rodearse de las competencias con las que cuenta un país. En lugar de dividir, debe garantizar la expresión de la pluralidad de voces que se expresan en las verdaderas sociedades democráticas.

América Latina es por excelencia un continente mestizo, y debería reivindicarlo con mucha mayor razón que Estados Unidos y erigirlo en poderío, sin embargo la deriva racista que vemos surgir en varios países bajo el pretexto de los “500 años de colonialismo”, negando el carácter mestizo del continente, significa una pérdida lastimosa y por ello con razón, Barack Obama opina que el presidente de Venezuela representa un “retroceso para el progreso de la región.”

Por el lado diplomático, lo mandatarios que se encuentran bajo la batuta de Lula, han optado por anteponer a las relaciones con Washington, el conflicto de Cuba con Estados Unidos que tiene razones históricas que no tienen nada que ver con el resto del continente. En cuanto a la expulsión de Cuba de la OEA, es un tema que incumbe a todos los países y se debió a la política intervencionista de Fidel Castro que tanto daño ha causado al desarrollo de la democracia en el continente, cuyo principal objetivo fue Venezuela. Cuando el grupo de mandatarios adscritos al eje Chávez-Cuba, dirigidos por Lula, aducen que la OEA debe pedir disculpas a Cuba por haber tomado la decisión de expulsarla de ese organismo, están demostrando una grave falla de percepción que se le puede atribuir a varias causas, una más grave que la otra. A la ignorancia o a la amnesia acerca de la historia más reciente de sus propios países como es el socavamiento sistemático de la democracia por parte del castrismo. O al hecho de considerar que un gobierno latinoamericano, a condición de catalogarse de izquierdas, puede incurrir en delitos de lesa democracia y se le debe perdonar. Es por ello que Rafael Correa no le perdona a Colombia la intervención militar en el Ecuador en la que murió Raúl Reyes, segundo hombre de las FARC.

Ello demuestra la falta de nivel de los mandatarios actuales que anteponen posturas ideológicas ante los intereses de sus propios países, en lugar de adaptar sus políticas exteriores a los intereses y necesidades nacionales.

Deberían percatarse que la crisis económica de Estados Unidos va a significar un rudo golpe para la economía de la región, porque para comenzar, los países latinoamericanos dejarán de percibir los considerables ingresos que envían los inmigrantes que trabajan en el Norte, a sus familiares de Centro y sur América, que no pertenecen, precisamente, a las capas privilegiadas de la sociedad.

La negación del mestizaje cultural, la exclusión de las capas más competentes de la sociedad, la sangría de sus cerebros, conducirán a un proceso de involución irreversible de América Latina, ahondando más las diferencias que separan la América ibérica de EEUU.
 

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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