El mundo entero se ha expresado
acerca de la jornada de investidura del presidente Barack
Obama. Cada uno de los gestos y palabras del nuevo
presidente de Estados Unidos han sido analizados al detalle.
Sin embargo, dos ideas maestras se desprenden de su discurso
de investidura: reformar la sociedad americana para volver a
ejercer su liderazgo en el mundo: observar la fidelidad a
los principios de la democracia y erigir el mestizaje como
símbolo de poder.
A medida que se desarrollaban
los diferentes actos que conformaron la densa jornada de
ceremonias que culminaría con la entrada a la Casa Blanca a
la familia Obama, no podía dejar de pensar en el contraste
entre las diferentes actuaciones, de ese teatro que es de
por si el poder, de los mandatarios latinoamericanos, con el
que discurría en la pantalla que nos transmitía los eventos
presidenciales que se desarrollaban en Washington.
La primera imagen que marcaba un
contraste rotundo, por supuesto nos remitía a Venezuela, y
ocurría mientras el presidente de Venezuela ordenaba se le
administrara “gas del bueno” a los estudiantes que
manifestaban su rechazo a la dictadura vitalicia y
demostraban su empeño por preservar la democracia en el
país.
Mientras que en la primera frase
de su discurso, Barack Obama, anunciaba su disposición a “la
humildad” ante la tarea que “enfrentamos” (ese nosotros
estuvo presente en cada una de sus frases), refiriéndose a
la severa crisis que golpea al país, que todos los
americanos deben enfrentar porque les atañe a todos. En
lugar del insulto que seguramente el venezolano hubiese
proferido contra George W. Bush, Barack Obama, en una
demostración de su talante humano y de su alto grado de
civilidad, pese a los desacuerdos tajantes y a las críticas
al gobierno saliente como lo demostró en su discurso de
investidura, le agradecía a Bush por su cooperación durante
la transición, porque significaba un “servicio a la nación”.
La nación es lo que cuenta, y viene en primer lugar y no la
pequeñez del narcisismo individual o del resentimiento
negativo.
Notable ausencia de todo
triunfalismo al aludir a la gravedad de la crisis económica
que golpea y debilita al país a consecuencia de la “codicia
y de la irresponsabilidad de algunos”, como también por el
fracaso colectivo a la hora de “elegir opciones difíciles y
preparar a la nación para una nueva era”. Recordó las
fuerzas de la violencia y del odio que actúan hoy en el
mundo que la nación debe enfrentar. “Ha llegado el momento
de dejar de lado los infantilismos”, lo que significa,
acceder a la madurez para poder enfrentar los retos y el
valioso principio de la “igualdad, la libertad y la
aspiración de felicidad para todos”.
Antepone como condición para
salir de la crisis, el esfuerzo, el trabajo que fue lo que
dio origen al país que es hoy Estados Unidos y la sociedad
americana. Nada de populismo barato, de transformar a los
ciudadanos en limosneros para atraerse simpatías pues la
grandeza de una nación no la hacen quines buscan “sólo los
placeres de la riqueza y de la fama”, sino los que actúan,
“más a menudo hombres y mujeres desconocidos en su labor”
como los que lucharon en el pasado por todos “nosotros”.
Pero toca de nuevo levantarse y empezar la tarea de “rehacer
Estados Unidos,” para ello se debe aunar la “imaginación, el
interés común y la necesidad a la valentía”. Su tarea es
ayudar a las familias a “encontrar trabajo con un sueldo
decente”.
Obama antepone su fidelidad a
los ideales y a los principios fundadores de la nación,
antes que a la violencia como medio de defensa, pues
considera falso tener que elegir entre la seguridad y los
primeros, además se considera guardián de ese patrimonio.
Recordó que América es amiga de todas las naciones
comprometidos con la paz la dignidad, pero también recalcó
su propósito de asumir el liderazgo, basado en esos
principios, pues enfrentaron el nazismo y el comunismo no
sólo con armas, sino con “alianzas sólidas y convicciones
firmes.”
No piensa “pedir perdón por el
estilo de vida” americano ni “vacilar en su defensa” y
quienes pretendan lograr sus fines mediante el terror, el
antepone el espíritu de su pueblo que es más fuerte y no
amilana.
Rompiendo con la ideología
popularizada por Samuel Huntington del “choque de
civilizaciones” en la cual se inspiraron los ideólogos del
gobierno de Bush para desencadenar la guerra de Irak, que
sólo toma en cuenta el segmento cristiano de la sociedad
americana, Obama reivindica el mestizaje, en la herencia
“multiétnica” de Estados Unidos y lo antepone como una
fortaleza y no una como una debilidad”, pues “somos una
nación de cristianos y musulmanes, judíos e hindúes – y de
no creyentes”. Tomar en cuenta y admitir la existencia de
musulmanes en las circunstancias actuales, es un paso
excepcional que deslegitima definitivamente la idea del
choque de civilizaciones como una fatalidad inherente a la
situación del mundo actual, haciendo de esa presencia, de
ese pensamiento mestizo que Estados Unidos se convierta de
nuevo en un modelo para el mundo. Y este punto debería
comprenderse en su debida dimensión. Porque si Barack Obama
erige el mestizaje como una potencialidad, es porque él
mismo es un mestizo y no un presidente “negro” como suelen
afirmar superficialmente la mayoría de los comentaristas, o
Hugo Chávez con la grosería que lo caracteriza. El mestizaje
de Obama una característica que se debe tener en cuenta para
aquilatar en su debida dimensión quién es el nuevo
presidente de la que sigue siendo la primera potencia del
mundo.
Un mestizo cultural, que lo
asuma y lo admita, es alguien capaz de moverse en diferentes
aguas, es alguien que tiene una forma de mirar amplia,
múltiple y que no se ofusca con las diferencias, es alguien
que no incurrirá en racismos, ni en resentimientos. Esa
elasticidad de pensamiento, pese a la firmeza de sus
convicciones éticas, democráticas, es lo que le permite
tenderles la mano a aquellos que se “aferran al poder
mediante la corrupción y el engaño y la represión de la
disidencia”, a condición por supuesto, de que abran el puño.
Si Barack Obama se aferrara a una identidad, la de africano,
incurriría en el esencialismo, desconociendo la herencia
mestiza de Estados Unidos, esa característica primordial de
todo el continente americano, como es el caso de Evo Morales
empeñado en fracturar al país, al desconocer el mestizaje
cultural de Bolivia. Obama en cambio, erige el mestizaje
como una potencialidad para el país.
De nuevo, Estados Unidos se
sitúa a la vanguardia del proceso civilizatorio que se está
dando en el mundo, mientras que la llamada “revolución
bolivariana” va marchando en retroceso, utilizando el
racismo como ideología y la fractura de la sociedad como
medio de gobierno, borrando el “Nosotros” , clave de la
nación. Quien detente la máxima magistratura de un país, en
lugar de excluir está obligado a incluir, y rodearse de las
competencias con las que cuenta un país. En lugar de
dividir, debe garantizar la expresión de la pluralidad de
voces que se expresan en las verdaderas sociedades
democráticas.
América Latina es por excelencia
un continente mestizo, y debería reivindicarlo con mucha
mayor razón que Estados Unidos y erigirlo en poderío, sin
embargo la deriva racista que vemos surgir en varios países
bajo el pretexto de los “500 años de colonialismo”, negando
el carácter mestizo del continente, significa una pérdida
lastimosa y por ello con razón, Barack Obama opina que el
presidente de Venezuela representa un “retroceso para el
progreso de la región.”
Por el lado diplomático, lo
mandatarios que se encuentran bajo la batuta de Lula, han
optado por anteponer a las relaciones con Washington, el
conflicto de Cuba con Estados Unidos que tiene razones
históricas que no tienen nada que ver con el resto del
continente. En cuanto a la expulsión de Cuba de la OEA, es
un tema que incumbe a todos los países y se debió a la
política intervencionista de Fidel Castro que tanto daño ha
causado al desarrollo de la democracia en el continente,
cuyo principal objetivo fue Venezuela. Cuando el grupo de
mandatarios adscritos al eje Chávez-Cuba, dirigidos por
Lula, aducen que la OEA debe pedir disculpas a Cuba por
haber tomado la decisión de expulsarla de ese organismo,
están demostrando una grave falla de percepción que se le
puede atribuir a varias causas, una más grave que la otra. A
la ignorancia o a la amnesia acerca de la historia más
reciente de sus propios países como es el socavamiento
sistemático de la democracia por parte del castrismo. O al
hecho de considerar que un gobierno latinoamericano, a
condición de catalogarse de izquierdas, puede incurrir en
delitos de lesa democracia y se le debe perdonar. Es por
ello que Rafael Correa no le perdona a Colombia la
intervención militar en el Ecuador en la que murió Raúl
Reyes, segundo hombre de las FARC.
Ello demuestra la falta de nivel
de los mandatarios actuales que anteponen posturas
ideológicas ante los intereses de sus propios países, en
lugar de adaptar sus políticas exteriores a los intereses y
necesidades nacionales.
Deberían percatarse que la
crisis económica de Estados Unidos va a significar un rudo
golpe para la economía de la región, porque para comenzar,
los países latinoamericanos dejarán de percibir los
considerables ingresos que envían los inmigrantes que
trabajan en el Norte, a sus familiares de Centro y sur
América, que no pertenecen, precisamente, a las capas
privilegiadas de la sociedad.
La negación del mestizaje
cultural, la exclusión de las capas más competentes de la
sociedad, la sangría de sus cerebros, conducirán a un
proceso de involución irreversible de América Latina,
ahondando más las diferencias que separan la América ibérica
de EEUU.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |