El viernes 21 de agosto se conmemoran
40 años de la muerte por inmolación del estudiante
checoslovaco Jan Palac que se prendió fuego el día que se
cumplía un año de la invasión del territorio checoslovaco
por las tropas del Pacto de Varsovia.
En efecto, el 21 de agosto de 1968, las
tropas del llamado Pacto de Varsovia ocupaban el territorio
checo en nombre de la “unidad del campo socialista y de la
lucha contra el imperialismo”, poniendo así término al
proceso democrático denominado “Primavera de Praga”.
“La Primavera de Praga” fue el nombre
que se le dio a los sucesos ocurridos en Checoslovaquia
durante el período del 5 de enero al 25 de agosto cuando un
movimiento en el seno de la cúpula del poder le da la
preeminencia a una tendencia reformista. El 5 de Enero, el
reformador Alexander Dubcek reemplaza en la dirección del
Partido Comunista checoslovaco (PCCH) a Antonin Novotny
que, además de Secretario General del PCCH, ostentaba
también el de Presidente de la República, y nombra a Ludvik
Svoboda a la presidencia.
La presión popular estalla,
convirtiendo el desplazamiento de la cúpula del poder, en un
movimiento por la instauración de la democracia en el seno
del socialismo. Los cambios en la cúpula del poder exacerban
el fervor de la población que exige y obtiene el fin de la
censura de prensa y la libertad de expresión. Así surge un
proceso que se denominó “socialismo de rostro humano”, o
socialismo democrático. Obreros, estudiantes e intelectuales
emprenden la aventura democratizadora. Surgen los “consejos
de trabajadores” en las empresas y una tendencia
autogestionaria que abogaba por que los “consejos de
trabajadores” elaboraran ellos mismos los objetivos de
producción y nombraran los directores de las empresas.
El gobierno adopta el 30 de junio, “los
principios provisionales para la constitución de consejos de
trabajadores”, mientras se espera la adopción de la “ley de
empresas socialistas”.
Demasiado como para que los autócratas
de Moscú soportaran semejante osadía. Temiendo además
estallaran movimientos similares en el resto de los países
satélites, deciden cortar por lo sano y enviar los tanques
para doblegar el movimiento popular checo.
La invasión soviética, le puso término
a la aventura emprendida por obreros, intelectuales y
estudiantes, y anuló la construcción de un socialismo con
“rostro humano”.
En abril Husak reemplaza Dubcek. Los
“consejos de obreros” y el movimiento de autogestión son
suspendidos en nombre de la “normalización”. 50.000
sindicalistas son excluidos de sus funciones. La Unión de
Escritores es disuelta. Una purga de 500.000 militantes
golpea al Partido Comunista Checo.
Hubo que esperar 1989, la caída del
Muro de Berlín, para que el país recobrara las libertades
perdidas y emprendiera la llamada “Revolución de terciopelo”
que comenzó el 16 de noviembre con una manifestación
pacífica de estudiantes en Bratislava. Al día siguiente, en
Praga, una manifestación similar, fue brutalmente reprimida
por la policía, desencadenando una serie de manifestaciones
populares del 9 al 29 de noviembre. El dramaturgo Vaclav
Havel, recién liberado de la cárcel, se pone al frente de
las manifestaciones. El PCCH anuncia el abandono del poder
político y hace abolir el artículo de la constitución que le
otorgaba el papel dirigente de la sociedad y del Estado. Se
abren las fronteras con Alemania del Oeste y Austria. El 5
de diciembre el presidente Husák nombra el primer gobierno
sin mayoría comunista y renuncia a su cargo. Dubcek es
elegido jefe del parlamento, y Vaclav Havel presidente de
Checoslovaquia el 29 de diciembre de 1989. Gracias a
“Revolución de terciopelo”, por primera vez en cuarenta
años, se eligió en junio 1999 el primer gobierno
democrático, enteramente libre de comunistas.
¿Cómo no recordar el desenlace de la
Primavera de Praga tras escuchar la advertencia del
teniente-coronel Hugo Chávez que “una agresión contra
Venezuela recibiría la respuesta no sólo de Venezuela, sino
de varios países (que) tomarían las armas”, cuando los
gobiernos “progresistas” del llamado “Tercer Mundo,” entre
los cuales Fidel Castro, por supuesto, los partidos
comunistas, que salvo excepciones, (en Venezuela, Teodoro
Petkoff criticó la invasión y publicó Checoslovaquia: el
socialismo como problema (1969) lo que la valió la
ruptura con el PCV, provocando la división del PCV y la
fundación del MAS) y aprobaron la invasión del territorio
checoslovaco por los tanques soviéticos. (Fidel Castro
demostró que los principios nacionalistas y de defensa de la
soberanía que dice defender, son bastante relativos, pues la
URSS, como ya lo había hecho en Hungría (1956) demostraba
así su carácter imperial. Para Castro existen imperios que
pueden invadir).
Cuando el teniente coronel hace esa
advertencia, cabe preguntarse a quién se está refiriendo.
¿A Chile, al Brasil? que son los únicos
países poseedores de unas fuerzas armadas dignas de ese
nombre en la región. ¿Es posible pensar que esos países
estén dispuestos a declararle la guerra a Colombia para
defender el régimen del teniente-coronel venezolano? (Por
cierto, el pacto de cooperación militar suscrito entre
Brasil y Francia, no ha despertado el más mínimo comentario,
ni entre los países de la Alba ni de Unasur. Vale la pena
recalcar que Francia es el único país europeo que todavía
posee un territorio fruto de la era de la colonización, la
Guayana francesa, por lo que comparte una frontera con el
mayor de los países latinoamericanos. En términos estrictos,
Brasil posee una frontera con Francia.)
Porque no se puede contemplar la
posibilidad de que los aliados más directos de Venezuela,
Bolivia, Ecuador y Nicaragua, posean un poder de fuego capaz
de vencer al ejército colombiano, secundado por el
estadounidense, pues el ataque al cual se refiere el
presidente venezolano, sería el que esas dos fuerzas
emprenderían contra su gobierno.
Debería recordar que Bolivia ha perdido
todas las guerras que ha emprendido. La que desencadenó
contra Chile, le costó la salida al mar. La que emprendió
contra el Paraguay, también la perdió y significó un
desastre para el país. El Brasil le arrebató la provincia
del Acre, sin ni siquiera hacerle la guerra. La única guerra
que ganó, en términos estrictamente militares, fue contra la
guerrilla del Che Guevara, en donde realmente el ejército
boliviano se lució. Y no es cierto que haya sido gracias a
la ayuda de los Estados Unidos, sino porque conocían el
terreno, y eran soldados del pueblo, acostumbrados a la vida
dura y austera de Bolivia. Mientras que el grueso de la
parte contraria, pertenecían a la jerarquía cubana,
acostumbrados a otra clase de vida.
Quedaría entonces la posibilidad de que
esos “varios países que tomarían las armas” que anunció el
teniente-coronel sean sus nuevos aliados extra
continentales: Rusia, Bielorrusia, Irán, Libia, China que
tomen la iniciativa de vengar al régimen venezolano, y
decidan darle una lección al “imperio” atacándolo en su
propio territorio. Pese a los millones que esos países
devengan vendiéndole armas a un nuevo rico de la política, y
gracias al cual están ganando espacios de poder en el
continente, es de dudar que emprendan semejante aventura.
Además, si se trata del “imperio”, este
no necesita invadir, con un simple operativo relámpago,
pondría término - ¿qué duda cabe?- a la monarquía
bolivariana asentada en Caracas.
Quedan entonces las fuerzas armadas
cubanas que sí es un ejército que ha demostrado en varios
escenarios de guerra, que se trata de un estamento militar
serio. Se podría pensar que ante la terrible crisis
económica que vive Cuba, los terribles problemas de todo
tipo que enfrenta el régimen, el poder cubano no esté
dispuesto a involucrarse en semejante aventura.
Pero teniendo en cuenta los pactos
militares suscritos entre Cuba, Venezuela, Nicaragua, y
entre Venezuela y Bolivia y seguramente también pronto con
Ecuador, no es de descartar una movilización militar
dirigida por Cuba de un cuerpo expedicionario integrado por
combatientes “internacionalistas” de los países del Alba,
para prestarle auxilio a la “revolución bolivariana”.
Qué mejor manera para salir del
callejón sin salida en el que se encuentra hoy el reinado de
Castro II ante la decepción que hoy viven los cubanos que
comienzan a dar signos de no aguantar más ante el vacío de
reformas anunciadas por Raúl Castro al comienzo de su
reinado, movilizarla para que participe en una gesta heroica
en un “país hermano”, y preservar la “unidad del campo
socialista de los países de la Alba y prestar su concurso a
la lucha contra el imperialismo”, sería una salida para
evitar se dé en Cuba el escenario de la Primavera de Praga o
la de la Revolución de Terciopelo, que obligaría al régimen
a ejercer una represión masiva de manifestaciones de calle
que lo llevaría a disparar, situándolo en el escalafón de
las dictaduras militares latinoamericanas, cosa que ha
evitado hasta ahora ejerciendo una represión selectiva,
quirúrgica, perversa, inspirada de los métodos de la Stasi
alemana.
En cuanto al ejército, existe un hecho
de suma importancia. El ejército cubanos está acostumbrado
a hacer guerras allende sus fronteras y ha demostrado su
gran capacidad militar. Desde hace varios años, aparte del
entrenamiento que le imparte a miles de militares o futuros
milicianos, venezolanos, bolivianos, ecuatorianos y otras
nacionalidades, está inmovilizado. Nada hay más peligroso,
que un ejército acostumbrado al campo de batalla, devenga un
ejército inmovilizado, burocratizado, - convertidos en
“militares de oficina”, como suelen llamar en Cuba los
militares que han cumplido tareas de “combatientes
internacionalistas”, a manera de insulto, a aquellos
militares burócratas que no han participado en campañas
militares. Un ejercito inmovilizado, además huérfano del
líder carismático, es proclive a crear un terreno propicio a
la conspiración, a dejar aflorar el descontento, a la
frustración. Un escenario bélico en un país del continente,
le daría la posibilidad a las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR cubanas) revivir los escenarios
heroicos de Cuito Cuanavale en Angola, y de Ogadén , en
Eritrea, librándose así el régimen del peligro latente de la
conspiración.
Aunque la sabiduría del gobierno
colombiano para tratar sus relaciones con Venezuela lo exime
de toda idea de guerra contra este país y la conciencia
absoluta de que su prioridad es la guerra contra los grupos
internos insurgentes, no es de descartar, que si el régimen
cubano considera que una movilización militar le garantice
preservar el poder del estamento oligárquico dirigente, no
es de descartar el estallido de un escenario de guerra
fabricado por el aparato cubano-venezolano que demuestre
ante los ojos del mundo que Colombia ha agredido a
Venezuela. En Colombia existen suficiente complicidad con el
régimen venezolanos, como para que fuerzas colombianas
participen en la forja de esa puesta en escena.
Entraría a operar el mecanismo de
mimetismo, como hasta ahora lo ha venido haciendo Cuba con
Venezuela, aplicándole a la petro-revolución, los mismos
métodos que usó la URSS en Cuba y en los países satélites
del llamado “campo socialista”. La presencia de consejeros
en todos los ministerios, el personal técnico formando los
aparatos represivos y de espionaje, la presencia masiva de
personal militar. (Cuando la crisis de los misiles, se
encontraban en territorio cubano, 40.000 efectivos militares
soviéticos. Debe ser el mismo número de militares cubanos
que hoy se encuentra en Venezuela)
En este caso, sería la aplicación del
modelo del Pacto de Varsovia en Venezuela; la invasión
abierta del país por fuerzas extranjeras, y con derecho a
actuar, para imponer por la fuerza la pervivencia de un
régimen, y colaborarlo en su voluntad expansionista.
Fidel Castro apoyó la invasión a
Checoslovaquia, seguramente previendo que algún día se le
presentara una situación similar, pues siempre ha estado muy
consciente de sus planes a largo plazo.
Todavía le falta mucha paciencia a los
demócratas venezolanos para que logren propiciar una
Revolución de Terciopelo.
La ejemplaridad de los acontecimientos
que condujeron a la democracia en Checoslovaquia, Polonia,
Hungría fue, ante todo, evitar la violencia, lo que conlleva
a organizarse creando organismos de base, para actuar
juntos, trabajadores, estudiantes e intelectuales, sentando
las bases de la futura democracia; madurando juntos para
luego poder ejercer con eficacia, el poder y la fuerza de la
movilización popular en las calles.
Este viernes 21 de agosto, cuando se
cumplen el 40 aniversario de la inmolación de Jan Palach, el
estudiante que con el don de su vida, hizo que continuaran
actuando, cual topo, horadando silenciosamente la tierra,
las fuerzas que lograron vencer el totalitarismo.
* |
Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
-
Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |