El resultado de las elecciones
presidenciales en Irán ha suscitado un rechazo radical de
una buena parte de la población ante lo que considera un
fraude escandaloso del voto popular. Hecho que seguramente
inspirará a Rafael Poleo cuando le de por aconsejar al
teniente coronel Hugo Chávez, como suele hacerlo con el sólo
propósito de hacerle entrar en razón y evitarle al país
tragedias mayores. En lugar de recordar la imagen del
simbolismo mussoliniano que tanta polvareda ha levantado
entre la oligarquía roja, ahora podrá llamarle la atención
acerca de los sucesos de Irán muy cercanos al teniente
coronel, por la identidad de regimenes y por las relaciones
que los atan. Por lo general, ese tipo de regimenes que
actúan por mimetismo, cuando sobreviene el descalabro de uno
de ellos, los otros lo siguen en el despeñadero, además de
servir de ejemplo a la oposición de los países víctimas de
estos mesías milenaristas.
La histeria que despertó el
simbolismo mussoliniano tal vez se deba a que los saqueos y
linchamientos forman parte de la tradición popular
venezolana. Los cuentos de los saqueos a la muerte del
general Gómez, formaban parte del repertorio de anécdotas de
los abuelos. Los linchamientos de los agentes de la
Seguridad Nacional y los saqueos de las mansiones de los
perezjimenistas, a manos seguramente del mismo pueblo que
antes los aplaudió, son un ejemplo de esa tradición. De allí
tal vez el temor que refleja la reacción desmedida que lleva
al régimen hasta utilizarla como argumento para justificar
el cierre de Globovisión.
No obstante, lo más factible es
que en Venezuela, la franja ilustrada de la población -
cualidad que nada tiene que ver con la fortuna personal sino
simplemente con el grado de modernidad mental – reaccione
como lo está haciendo hoy la población iraní, con su 60% de
jóvenes de menos de 30 años. Y treinta años precisamente han
transcurrido desde que el Ayatolah Jomení se amparó del
poder e impuso un Estado teocrático.
Nada más parecido al cuadro
político venezolano que el iraní, restándole, por supuesto
el elemento religioso. Aspecto que por cierto los jóvenes
recusan, pues consideran que el Islam invadió a Irán al
igual que lo hizo en España, y que ellos se sienten más
cercano de la exquisita cultura clásica persa, de Omar Kayán,
que del oscurantismo de los ayatolahs.
En Irán, la juventud y los
reformistas modernos están hartos de que el país esté en
guerra contra el mundo, de las declaraciones antisemitas del
presidente, de la inflación galopante, de la crisis
económica que azota al país debido a que el gobierno
derrochó la buena racha petrolera alimentando su populismo,
de la milicia religiosa que controla la vida privada de la
población, de los pasdarán (las milicias bolivarianas de
Ahmanideyah) que crean el terror en el pueblo.
Pese a la prohibición oficial de
salir a la calle, más de un millón de personas manifestó en
Teherán en signo de protesta contra el fraude electoral del
que resultó reelecto Ahmadineyad. Durante la manifestación
pacífica convocada por Mir Hossein Mousavi, el candidato
reformista a quien le arrebataron el triunfo electoral, las
milicias dispararon causando siete muertos usando la misma
técnica utilizada en Puente Llaguno. Cuando terminaba la
manifestación pacifica, un grupo, seguramente de
provocadores teleguiados por las propias milicias,
sorpresivamente, atacó una base de la milicia
progubernamental. Los milicianos abrieron fuego, algunos
apostados en el techo dispararon sus Kalachnikovs sobre la
muchedumbre indefensa.
Según informaciones emanadas del
propio seno del Ministerio del Interior, de agentes
descontentos con el régimen, dejaron filtrar los resultados
reales de la primera vuelta de las elecciones presidenciales
a los medios. Incluso hoy martes se difundió en Francia la
noticia de boca de periodistas bien informados, que Musavi
fue convocado al Ministerio y se le informó su triunfo.
Ahmadineyad habría obtenido el 30% y Musavi el 62,2% de los
votos.
La voluntad de la población es
tal, que pese a los muertos del lunes, el martes los
electores de Musavi volvieron a las calles a manifestar. Y
peso al orden de permanecer en sus hoteles a los medios
extranjeros, al bloqueo de Internet y de la posibilidad de
enviar mensajes de texto, se filtran noticias de que el
movimiento también se ha extendido a la provincia.
El guía supremo ha intentado
calmar la oposición ordenando se abra una encuesta sobre el
resultado electoral. El poderoso consejo de Guardianes de la
constitución, se dice dispuesto a examinar las acusaciones
de fraude y la exigencia de anular el escrutinio por parte
de Musavi, apoyado por el expresidente reformador Mohammad
Khatami.
Por supuesto, no se pude ser
optimista y esperar un desenlace inmediato, pero lo que es
cierto, es que la juventud iraní no dejará gobernar a
Ahmadineyad como hasta ahora lo ha hecho. Una oposición
popular y masiva, tarde o temprano, lo llevará a abandonar
el poder.
Dos lecciones se pueden sacar por lo pronto de la
experiencia iraní.
No temerle a la expresión de la
cólera popular, pues gracia a ello, pese a la innegable
frustración debido al resultado electoral, las cancillerías
europeas y Estados Unidos reconocieron de inmediato el
resultado oficial emanado del gobierno. No fue sino cuando
vieron la gigantesca manifestación y la voluntad de no
doblegarse del pueblo iraní, que el lunes por la tarde,
cambió el discurso, y las cancillerías comenzaron a pedir
explicaciones, y a exigir el respeto de la liberad de
expresión.
Sin una fisura en el seno mismo
del poder autocrático, no es posible alcanzar el espacio
logrado por la oposición iraní. Tanto Musaví como Khatami,
provienen de la revolución emprendida por Jomeni en 1979.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |