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Honduras pone límites a la expansión del socialismo del Siglo XXI
por Elizabeth Burgos
sábado, 15 agosto 2009


Las consecuencias del derrocamiento del presidente de Honduras el 28 de julio 2009, han modificado el panorama político del continente. De allí que independientemente del irrespeto flagrante de las normas democráticas que significó la expulsión de Zelaya de su cargo y del país, es una decisión que expresa el cumplimiento de un acto en el sentido de rechazar permanecer impotentes ante un estado de hechos que conducía inexorablemente a plegarse dócilmente ante una situación de alienación; a negarse a admitir impotentes una situación que otros países de la región ya habían experimentado. Algo así como, en lugar de perder tiempo ante las maniobras de Zelaya que ineluctablemente se dirigía a asestar el golpe planeado con Fidel Castro y Hugo Chávez contra las instituciones del país, era necesario aceptarlo como un reto ante el cual se debía reaccionar. Es un acto que tiene que ver con la decisión de vencer la fatalidad que significaba la aceptación de ver instaurarse el plan diseñado entre La Habana y Caracas que haría de Honduras una pieza más del tablero del expansionismo castrista.

Se trata pues de un acto en el sentido filosófico del término y no sólo como podría pensarse, una clásica intervención del estamento militar tomada por imperativos estratégicos dentro de un contexto de relaciones de fuerza, sino que puso de manifiesto la presencia de una convicción dotada de una voluntad de rechazo de un proyecto irracional, anacrónico, dirigido por un hombre tocado por la demencia senil y un patético militar producto de la cultura petrolera.

Si nos situamos en el papel del arqueólogo que utiliza el carbono 14 para determinar la edad de los restos arqueológicos sometidos a su estudio, y dejamos de lado el aspecto del irrespeto a la democracia, suficientemente debatido ya y ante el cual existe un consenso, y si bien es cierto que a los militares hondureños se les puede reprochar haber actuado en términos estrictamente militares – rapidez en el operativo para prevenir desbordamientos – y no haber aplicado un poco de “savoir faire”, el acto de Honduras, no sólo detuvo el plan Castro/Chávez de expandir su radio de acción en la región centroamericana, sino que las ondas expansivas alcanzaron un radio más amplio de lo que imaginaron sus autores.

Es indudable el evidente que contribuyó grandemente al debilitamiento de la figura de Hugo Chávez a nivel internacional. Pero más grave aún, el debilitamiento de su autoridad ante sus “incondicionales” receptores de su chequera que ya no le pueden otorgar el mismo trato que le prodigaban cuando legitimaba su talante intervencionista, oponiéndose a George W. Busch, negociando con Nicolás Sarkozy, u ofreciendo bases militares a Rusia.

De allí que como en todo verdadero acto, habrá un antes y un después de Honduras en lo relativo al hipotético “Socialismo del siglo XXI”.

Antes de Honduras, el vicepresidente del Paraguay, un gobierno aliado de Chávez, Federico Franco, no se hubiese atrevido a ironizar y a preguntar si “¿Chávez está autorizado para dar cátedras de periodismo?, si siempre está cerrando diarios”, refiriéndose a la postura del venezolano en relación a los medios de prensa y al cierre de las radios y a la exigencia manifestada por parte de los delegado venezolanos en las reuniones técnicas previas a la Cumbre de Unasur, de incluir un párrafo en la declaración final del evento sobre la “responsabilidad ética" de los medios de comunicación. Y el vicepresidente paraguayo remató diciendo que todavía tenían fresca en la memoria la situación de censura que se vivió en el Paraguay durante la dictadura de Strossner, como para aceptar las medidas que Chávez intentaba promover a los países que están bajo su cobijo y reciben sus dádivas.

Tampoco el presidente de Estados Unidos ante la incoherencia de los hermanos Castro, de Chávez y de Zelaya, de pedirle que interviniera para derrocar al presidente de facto, Micheletti, se hubiese permitido calificar de “hipócrita” la postura de los presidentes del Alba que denuncian el “imperialismo” americano, y al mismo tiempo le piden que intervenga cuando a ellos les resulta provechoso, como lo hizo Barack Obama durante la Cumbre de Líderes de América del Norte celebrada en la ciudad de Guadalajara, el 10 de agosto 2009.

Y quién hubiese imaginado al líder del llamado “Socialismo del Siglo XXI, Hugo Chávez, ver salir con las manos vacías de la cumbre de Unasur realizada en Quito al no lograr imponer al resto de los participantes, la firma de un acuerdo condenando a Colombia por haber acordado con Estados Unidos una cooperación militar que permitirá la presencia de personal militar estadounidense en siete bases militares colombianas.

En Quito sólo se escucharon los gritos patéticos de Raúl Castro advirtiéndole a Rafael Correa que “los cañones de Estados Unidos estaban sobre él”.

Ya se venían notando reacciones que denotaban que el momento era propicio para denunciar y poner en su lugar al teniente coronel: Estados Unidos acusa a Venezuela de haberse convertido en un centro de distribución de la cocaína. Por otro lado el presidente de Colombia sacó a la luz pública los archivos encontrados en el computador del “Mono Jojoy” que comprometen de manera decisiva a Rafael Correa, uno de los más fieles aliados de Hugo Chávez. Por último, el hallazgo de varios lanza cohetes vendidos por Suecia a Venezuela en un campamento de las FARC, constituyen una demostración irrefutable de la complicidad del gobierno de Venezuela con las FARC.

En la Argentina, la reciente derrota electoral de los Kirchner, debilita el apoyo de uno de los más próximos aliados del gobierno de Venezuela.

Al propio presidente Lula, que no suele escatimar elogios al presidente venezolano, se ha hecho más parco y le ha dejado el terreno a su consejero para asuntos internacionales, Marco Aurelio García, cuyo papel en el gobierno de Lula, es cubrir el frente de izquierda producto del Foro de Sao Paolo, mientras Lula negocia y colabora con Washington.

El cierre de varias decenas de radioemisoras cancela el aura de simpatía que todavía conservaba el teniente-coronel venezolano entre ciertos sectores de la izquierda europea, imposibilitados de justificar semejante medida.

Honduras, es la línea divisoria que marca el comienzo del declive de la geopolítica petrolera.
 

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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