Mucho se ha especulado en los últimos días
acerca del reajuste de la alta nomenclatura político-militar
del gobierno cubano. Este hecho que no debería causar tanto
revuelo pues todo cambio de gobernante implica cambios del
personal que conformaba el gabinete anterior; todo
gobernante se rodea de su gente de confianza para poner en
marcha las tareas que se ha propuesto. Por el contrario, lo
que debería extrañar es que Raúl castro se haya tardado
tanto en hacerlo, pero como lo que atañe al poder en Cuba
reviste tal singularidad en relación al resto del mundo, la
inmovilidad del sistema hace que lo que significa una rutina
en otros regimenes, en Cuba cobra rasgos de acontecimiento
de proyecciones internacionales, pues de hecho, no se trata
de una simple remodelación de gobierno, sino del ejercicio
del poder y del estilo del poder.
La singularidad de las modificaciones que han
intervenido en la isla implica, que al remover uno de los
intersticios de la complicada máquina de relojería que
conforma la alta jerarquía del poder, es necesario operar
ajustes en todo el sistema para que éste continúe
funcionando con las mismas características que el anterior.
Además es necesario tener en cuenta de que estamos ante una
gerontocracia, y un híbrido de feudalismo monárquico con
técnicas de mafia siciliana y de fascismo tropical, que
representa uno de los avatares de la incompleta modernidad
latinoamericana, cuyos rasgos de anacronismo son su
principal característica.
El gobierno pasa de un líder carismático,
mesiánico, dedicado a erigir su propia estatua, y cuyo
método de acción es la improvisación, a un militar que cree
en el orden, la disciplina y el rendimiento administrativo.
Dos estilos tajantemente diferentes en cuya complementaridad
radica el secreto de la perennidad del régimen. De no haber
contado con la eficacia y la lealtad de Raúl Castro, el
Líder Máximo, tal vez, no hubiese podido gobernar durante
cincuenta años.
Precisamente por ello, y si tomamos en cuenta
la muy particular manera de administrar la temporalidad del
poder, es que se puede afirmar que el reajuste Raúl Castro
lo comenzó en 1989 tras el fusilamiento del general Arnaldo
Ochoa, del coronel Tony de La Guardia y la muerte misteriosa
en la cárcel de José Abrantes, Ministro del Interior, la
persona que después de Celia Sánchez, la fiel secretaria
desde la sierra Maestra, ha gozado de la mayor confianza de
Fidel Castro durante su reinado.
En el marco de la feudalidad cubana, los dos
pilares del régimen – que por cierto son sus dos éxitos
absolutos en los cuales el castrismo ha alcanzado el estatus
de la perfección – son: el Ministerio del Interior y las
Fuerzas Armadas Revolucionarias. El Partido Comunista de
Cuba, ha sido hasta ahora, más una formalidad o un medio de
control que un organismo que responda al canon del partido
leninista y al papel central que este debe jugar en un
régimen socialista que debe llevarlo al comunismo.
Desde 1959, Raúl Castro tomó a su cargo la
organización y la profesionalización de las Fuerzas Armadas
Rebeldes de las cuales ha dispuesto desde entonces y la
única institución de la isla que funciona a cabalidad. En
cambio Fidel Castro tuvo a su disposición el Minint,
organismo más adaptado a su talante manipulador dado a las
operaciones clandestinas, a la doble moral, al contrabando,
a la eliminación de rivales y de enemigos, y a toda suerte
de tráficos. Cada señor con su feudo según su vocación.
A partir de 1989, tras el juicio al general
Ochoa y su posterior ejecución, ese rival potencial de Fidel
Castro, formado en la Escuela de Estado Mayor de Moscú, que
dominaba el ruso, con simpatías hacia la Perestroika y el
posterior arresto y muerte misteriosa de Abrantes, hombre de
confianza de Fidel Castro, Ministro del Interior hasta su
arresto, Raúl Castro se apoderó del Minint, colocando a su
cabeza a altos cargos de las FAR. A partir de entonces, Raúl
Castro tuvo entre sus manos, las dos instancias reales de
poder del régimen.
Tras la enfermedad de Fidel Castro y
habiéndole transmitido la jefatura del gobierno por vía
dinástica a su hermano Raúl, a éste se le plantea la
necesidad de la reestructuración del aparato para la
conducción del Estado y llevar a cabo las reformas
económicas que él sabe debe emprender, pues la situación de
penuria en la que viven los cubanos ya no da para más. De
allí que el sector más reestructurado en el reajuste es el
económico, en donde los cargos de los Ministros de Economía,
de finanzas y de comercio exterior fueron substituidos. Los
nombramientos reflejan la militarización del poder pues ocho
generales de la cúpula dirigente de las FAR intervienen en
la nueva nomenclatura que conforma la cima de la pirámide.
De todas maneras, más del 80% de la economía del país está
en manos de las FAR, las cuales practican métodos
capitalistas desde hace bastante tiempo.
Raúl Castro no se priva de reconocer la
eficacia de este sistema en relación a la quiebra del
socialismo. Su empeño será atraer la mayor cantidad de
inversión extranjera para mejorar la vida miserable de los
cubanos. De lograr ese objetivo, dispondrá de cierta paz,
pues una población hambrienta si se le calma el hambre,
calmará sus deseos de libertad por algún tiempo. Mientras
tanto, Raúl Castro organizará el congreso del Partido que no
se celebra desde hace diez años, y pondrá en pie la
institucionalidad que dará lugar a su propia sucesión.
En el reajuste interviene sobre todo la
personalidad del menor de los Castro que marcará un estilo
diferente en la manera de gobernar y no en la naturaleza del
régimen. Raúl castro es un hombre proclive a lo
institucional, al orden y la obediencia. Mientras que para
Fidel Castro, la única legalidad que acata es aquella que le
permite reprimir. Raúl Castro reprimirá y manejará el poder
con los mismos métodos con los que ha manejado a las FAR.
(La represión contra los defensores de los derechos humanos
y la disidencia interna ha de hecho aumentado desde que Raúl
Castro está a la cabeza de poder. Y es bueno recordar la ola
de represión que afectó a jóvenes que admiraban a los
Beattles durante los años sesenta y setenta, muchos de los
cuales fueron a dar a las Unidades Militares de Ayuda a la
Producción (UMAP): campos de trabajo agrícola donde eran
enviados como castigo por haber incurrido en “diversionismo
ideológico” durante los años sesenta, fue de su autoría).
Mientras que Fidel Castro es un híbrido ideológico producto
de su formación con los jesuitas de derecha, de su
admiración por Mussolini cuya influencia se refleja en sus
prácticas de movilización y en sus técnicas discursivas,
mientras que el hermano menor si es un comunista en el
sentido clásico de la palabra. El estilo de Raúl Castro
significa que habrá continuidad del régimen, pero le dará al
Partido comunista el protagonismo que éste debe tener en un
régimen comunista. Se instaurará la formalidad en el
ejercicio del gobierno, mayor rigor administrativo, y mayor
centralización del poder, debilitando el carácter feudal del
régimen. Privará el rendimiento de los ministros y los
cargos de responsabilidad y no sólo la lealtad como sucedía
con Fidel Castro.
De la serie de destituciones, la más
sorprendente, es sin dudas, la de Carlos Lage, Secretario
Ejecutivo del Consejo de Ministros, que de hecho funcionaba
como una especie de “primer ministro” y también la del
arrogante Felipe Pérez Roque que detentaba el Ministerio de
Relaciones Exteriores, el ministro estrella, ambos
constituían el puente entre el Máximo Líder y Hugo Chávez.
Fidel Castro les había otorgado un poder desproporcionado en
relación a la tradición del régimen, ellos formaban parte
del círculo más íntimo del Líder Máximo, conocido como el
Grupo de Coordinación y Apoyo del Comandante en Jefe,
también llamados los “talibanes” (suerte de gobierno
paralelo) y posteriormente éste los ubicó en puntos
neurálgicos del gobierno, al frente del Consejo de Ministros
y de la Cancillería. Carlos Lage fue el artífice de las
reformas económicas de los años 90 que llevaron a la
legalización del dólar, y las inversiones extranjeras
gracias a las cuales el país logró sobrevivir tras la
suspensión de los subsidios de la URSS y la instauración del
Período Especial.
Ninguno procede del estamento militar,
ninguna ha cumplido misiones internacionalistas en el África
o en América Latina, tampoco por su edad, (Lage 57, Pérez
Roque, 43) ninguno detenta el título de histórico de la
Sierra Maestra. Su poder era ficticio porque sencillamente
carecen del capital simbólico que a la hora de la
distribución del poder es lo que cuenta, y por ello mismo,
carecen de las redes de apoyo constituidas tras cincuenta
años de poder entre guerreros que comparten el haber
derramado junto la sangre de rivales y de enemigos, en
cambio ellos no “conocieron sacrificio alguno”. El poder
que detentaban se debía a la simple voluntad de Fidel
Castro. De la misma manera que su defenestración se debe a
una decisión suya si nos atenemos a las declaraciones del
propio Líder Máximo, que, tras la ola de rumores que se
desencadenó a raíz de esas destituciones, sin nombrarlos,
pero evidentemente se refería a ellos, en su última
“reflexión” declaró que: "No era en absoluto ausencia de
valor personal. La razón era otra. La miel del poder por el
cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos
ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo
externo se llenó de ilusiones con ellos"
En el imaginario del castrismo y de su
militarismo nacionalista, a la hora de serrar los rangos y
contar con un equipo de entera confianza, sobre todo, ante
la perspectiva de las negociaciones con Washington, que
tarde o temprano se darán, contrariamente a lo que se cree,
pese a la renuencia de La Habana, Lage y Pérez Roque, para
algunos, aparecen como demasiado identificados al castrismo
y su voluntad de fomentar y suscitar crisis, para el
régimen, luce que han desarrollado demasiadas relaciones en
los medios políticos internacionales, hecho que comenzaba a
darles cierta independencia, suficiente como para que
convirtieran en sospechosos. El hecho de haber ocupado el
estatus de favoritos, no significa que Fidel Castro sea
ajeno a su defenestración; todo lo contrario, no es la
primera vez que un favorito ha pasado, sin transición, de
formar parte de la cúpula del poder a una granja agrícola.
Muchos no han soportado ser degradados y se han suicidado,
como el caso del Presidente Oswaldo Dorticós, cargo que por
cierto desapareció desde entonces del organigrama del poder
cubano.
Es bueno recordar que Carlos Lage declaró en
Caracas (2005) que Cuba tenía dos presidentes Fidel Castro y
Hugo Chávez. Y Pérez Roque, nada menos que en una sesión de
la ONU, cuando luchaba para que Venezuela integrara el
Consejo de Seguridad, afirmó que “Cuba estaba dispuesta a
renunciar a su soberanía y a su bandera en aras del eje
Habana/Caracas”. Imagino la indignación que semejantes
declaraciones suscitaron en el estamento de las FAR en donde
no se le profesa el menor respeto al teniente-coronel
venezolano. Es difícilmente concebible que semejantes
declaraciones provinieran de una iniciativa propia. Tomaron
al pie de la letra el entusiasmo de Fidel Castro por Hugo
Chávez, sin recordar que muchos comandantes guerrilleros y
otros líderes políticos latinoamericanos han sido objeto de
ese mismo entusiasmo, sin embargo, la mayoría ha terminado
en desgracia, o en la tumba. Es cierto que Lage y Pérez,
debido a su edad y su estatus de civil, se aproximaban más
al estilo venezolano que a la rigidez de la nomenclatura
cubana, pero precisamente por ello deben haber sembrado la
desconfianza.
De ahora en adelante, el interlocutor del
teniente –coronel será el veterano comandante Ramiro
Valdés, quien forma parte del selecto grupo de los
comandantes históricos de la Sierra Maestra, Ministro del
Interior durante los años sesenta, artífice de la represión
contra la primera oposición, contribuyendo de manera
decisiva al establecimiento del régimen totalitario, ha sido
encargado de la "coordinación de los organismos
inversionistas, Valdés estuvo recientemente en Caracas
examinando las inversiones entre los dos países
También interviene destitución de Otto Rivero
Torres como vicepresidente del Consejo de Ministros. Otto
Rivero, ex secretario general de la Juventudes Comunistas,
había sido designado por Fidel Castro para ocuparse de las
tareas de la llamada "Batalla de Ideas", que consistía en
salvaguardar y mantener la ideología revolucionaria y
garantizar la remodelación millonaria de hospitales,
policlínicas y centros escolares, entre otros enclaves
considerados por el Líder Máximo como los grandes "logros"
de la revolución. Esa actividad también le ha sido asignada
a Ramiro Valdés quien no cree sino en los negocios.
Seguramente procederá a racionalizar el alquiler de médicos
cubanos, acción poco rentable en términos económicos, pero
si en términos ideológicos como técnica de exportación del
castrismo, que puede comenzar a aparecer un tanto obsoleta,
ante la adaptación del castrismo a los tiempos
“democráticos”. Las técnicas de la democracia le han
otorgando mayores dividendos a La Habana que la política de
lucha armada de los primeros tiempos. Basta la deferencia y
comprensión que los gobiernos democráticos de América Latina
le han demostrado a la dictadura cubana. La Habana
continuará ejerciendo el entrismo de las instituciones de
los países latino-americanos y su influencia se centrará en
el ámbito de las materias primas y en el campo económico.
Los técnicos y expertos en el golpe de Estado permanente
contra las instituciones democráticas, estarán siempre a la
obra.
Un veterano miembro de la jerarquía castrista
y asistente personal de Fidel Castro, otro civil, el doctor
José M. Miyar Barrueco, también fue destituido de ese
cargo, como también del de secretario del Consejo de Estado
y pasará a dirigir el Ministerio de Ciencia, Tecnología y
Medio Ambiente.
La conclusión a la que se puede llegar acerca
del reajuste del gobierno cubano, es que Fidel Castro, una
vez más, ha tenido la iniciativa y ha contribuido al cambio
del estilo castrista, para darle paso al post castrismo,
condición para que no suceda lo que predijo en el 2005: que
los americanos ya no podían destruir la revolución, pero que
sí la podrían destruir los propios cubanos, “nosotros
podemos destruirla, sería culpa nuestra.” Para que el
castrismo no perezca con la desaparición de Fidel Castro, el
nuevo estilo de gobierno debe adaptarse al muy poco
mesiánico y falto de carisma que es Raúl Castro. Le llegó la
hora de gobernar al Partido Comunista de Cuba, dotado de un
equipo integrado mayoritariamente por los jerarcas militares
que le imprimirán al gobierno la tónica con que se maneja la
institución armada. Ya lo dije hace un tiempo: el régimen de
Cuba se dirige hacia un modelo cercano al de Putin en Rusia.
Bajo una fachada de democracia, se ejerce el más rígido
centralismo y control y es mejor no ejercer la crítica o la
denuncia si no se quiere terminar en la cárcel o asesinado.
Será dentro de la rigidez de un marco militar que se
llevaran a cabo los “cambios estructurales” prometidos por
Raúl Castro, para quien comienza un delicado ejercicio de
equilibrista ante Washington el cual ha demostrado la
voluntad de orientarse hacia el restablecimiento de
relaciones con La Habana; ante los gobiernos
latinoamericanos, en particular el Brasil, que le han
firmado un cheque en blanco legitimando la dictadura
castrista, abogando ante Washington por que se levante el
embargo sin que medien condiciones elementales; ante el
gobierno que él preside cuya legitimidad consiste,
precisamente, en el enfrentamiento contra el “enemigo”
histórico. Ir demasiado lejos con Washington, podría
resquebrajar la cohesión de la jerarquía que puede
considerar en peligro su poder y privilegios, poniendo en
peligro la delicada relojería de un poder tan cercano de los
cuarteles.
En relación a los avatares del embargo
impuesto por Estados Unidos, se debe recordar las varias
iniciativas por parte de Washington a las cuales La Habana
ha respondido haciendo imposible que se culmine el gesto.
Cuando Clinton estuvo a punto de levantarlo, La Habana dio
orden a la aviación cubana de derribar dos avionetas de la
organización humanitaria Hermanos al Rescate (1996)
resultando muerta la tripulación. Durante el gobierno de
Carter, sucedió algo parecido: en respuesta, La Habana envió
a La Florida miles de cubanos tras haber vaciado las
cárceles de delincuentes y envió un cuerpo expedicionario a
Angola.
Queda demostrada la paciencia infinita con la
que actúa Raúl Castro que hoy cuenta con el reconocimiento
de los gobernantes democráticos de América Latina que no se
dan por enterados de la naturaleza del régimen cubano y de
la Unión Europea, en particular Francia y España. Es
evidente que sus gestiones ante Washington han quedado en
suspenso, pues la destitución de cuatro jóvenes civiles que
estaban a cargo de la política exterior cubana, Carlos Lage,
Felipe Pérez Roque, José Luis Rodríguez y Fernando Ramírez,
que según el rumor estaban utilizando sus contactos
internacionales, en particular, Lage y Pérez Roque se
habrían acercado al equipo de Obama para convencerlo de
levantar el embargo y distender la atmósfera entre La Habana
y Washington, forzosamente debe haber causado desazón. Una
vez más, La Habana pone obstáculos para que se posponga
una vez más la decisión de que se levante el embargo.
No sería imposible pensar que Hugo Chávez
pueda en algún momento parecer desechable, como Lage y Pérez
Roque.
* |
Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
-
Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |