Inicio | Editor | Contáctenos 
 

Cambio de estilo y no de régimen
por Elizabeth Burgos
viernes, 6 marzo 2009


Mucho se ha especulado en los últimos días acerca del reajuste de la alta nomenclatura político-militar del gobierno cubano. Este hecho que no debería causar tanto revuelo pues todo  cambio de gobernante implica cambios del personal que conformaba el gabinete anterior;  todo gobernante se rodea de su gente de confianza para poner en marcha las tareas que se ha propuesto. Por el contrario, lo que debería extrañar es que Raúl castro se haya tardado tanto en hacerlo, pero como lo que atañe al poder en Cuba reviste tal singularidad en relación al resto del mundo, la inmovilidad del sistema hace que lo que significa una rutina en otros regimenes, en Cuba cobra rasgos de acontecimiento de proyecciones internacionales, pues de hecho, no se trata de una simple remodelación de gobierno, sino del ejercicio del poder y del estilo del poder.

La singularidad de las modificaciones que han intervenido  en la isla implica, que al remover uno de los intersticios de la complicada máquina de relojería que conforma la alta jerarquía del poder, es necesario operar ajustes en todo el sistema para que éste continúe funcionando con las mismas características que el anterior. Además es necesario tener en cuenta de que estamos ante una gerontocracia, y un híbrido de feudalismo monárquico con técnicas de mafia siciliana y de fascismo tropical, que representa uno de los avatares de la incompleta modernidad latinoamericana, cuyos rasgos de anacronismo son su principal característica.

  El gobierno pasa de un líder carismático, mesiánico, dedicado a erigir su propia estatua, y cuyo método de acción es la improvisación, a un militar que cree en el orden, la disciplina y el rendimiento administrativo. Dos estilos tajantemente diferentes en cuya complementaridad radica el secreto de la perennidad del régimen. De no haber contado con la eficacia y la lealtad de Raúl Castro, el Líder Máximo, tal vez, no hubiese podido gobernar durante cincuenta años.

Precisamente por ello, y si tomamos en cuenta la muy particular manera de administrar la temporalidad  del poder, es que se puede afirmar  que el reajuste Raúl Castro lo comenzó en 1989 tras el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, del coronel Tony de La Guardia y la muerte misteriosa en la cárcel de José Abrantes, Ministro del Interior, la persona que después de Celia Sánchez, la fiel secretaria desde la sierra Maestra, ha gozado de la mayor confianza de Fidel Castro durante su reinado.

En el marco de la feudalidad cubana, los dos pilares del régimen – que por cierto son sus dos éxitos absolutos en los cuales el castrismo ha alcanzado el estatus de la perfección – son: el Ministerio del Interior y las Fuerzas Armadas Revolucionarias. El Partido Comunista de Cuba, ha sido hasta ahora, más una formalidad o un medio de control que un organismo que responda al canon del partido leninista y al papel central que este debe jugar en un régimen socialista que debe llevarlo al comunismo.

 Desde 1959, Raúl Castro tomó a su cargo la organización y la profesionalización de las Fuerzas Armadas Rebeldes de las cuales ha dispuesto desde entonces y la única institución de la isla que funciona a cabalidad. En cambio Fidel Castro tuvo a su disposición el Minint, organismo más adaptado a su talante manipulador dado a las operaciones clandestinas, a la doble moral, al contrabando, a la eliminación de rivales y de enemigos, y a toda suerte de tráficos. Cada señor con su feudo según su vocación.

A partir de 1989, tras el juicio al general Ochoa y su posterior ejecución, ese rival potencial de Fidel Castro, formado en la Escuela de Estado Mayor de Moscú, que dominaba el ruso, con simpatías hacia la Perestroika y el posterior arresto y muerte misteriosa de Abrantes, hombre de confianza de Fidel Castro, Ministro del Interior hasta su arresto, Raúl Castro se apoderó del Minint, colocando a su cabeza a altos cargos de las FAR. A partir de entonces, Raúl Castro tuvo entre sus manos, las dos instancias reales de poder del régimen.

Tras la enfermedad de Fidel Castro y habiéndole transmitido la jefatura del gobierno por vía dinástica a su hermano Raúl, a éste se le plantea la  necesidad de la reestructuración del aparato para la conducción del Estado y llevar a cabo las reformas económicas que él sabe debe emprender, pues  la situación de penuria en la que viven los cubanos ya no da para más. De allí que el sector más reestructurado en el reajuste es el económico, en donde los cargos de los Ministros de Economía, de finanzas y de comercio exterior fueron substituidos. Los nombramientos reflejan la militarización del poder pues ocho generales de la cúpula dirigente de las FAR intervienen en la nueva nomenclatura que conforma la cima de la pirámide. De todas maneras, más del 80% de la economía del país está en manos de las FAR, las cuales practican métodos capitalistas desde hace bastante tiempo.

Raúl Castro no se priva de reconocer la eficacia de este sistema en relación a la quiebra del socialismo.  Su empeño será atraer la mayor cantidad de inversión extranjera para mejorar la vida miserable de los cubanos. De lograr ese objetivo, dispondrá de cierta paz, pues una población hambrienta si se le calma el hambre, calmará sus deseos de libertad por algún tiempo. Mientras tanto, Raúl Castro organizará el congreso del Partido que no se celebra desde hace diez años, y pondrá en pie la institucionalidad que dará lugar a su propia sucesión.   

En el reajuste interviene sobre todo la personalidad del menor de los Castro que marcará un estilo diferente en la manera de gobernar y no en la naturaleza del régimen. Raúl castro es un hombre proclive a lo institucional, al orden y la obediencia. Mientras que para Fidel Castro, la única legalidad que acata es aquella que le permite reprimir. Raúl Castro reprimirá y manejará el poder con  los mismos métodos con los que ha manejado a las FAR. (La represión contra los defensores de los derechos humanos y la disidencia interna ha de hecho aumentado desde que Raúl Castro está a la cabeza de poder. Y es bueno recordar la ola de represión que afectó a jóvenes que admiraban a los Beattles durante los años sesenta y setenta, muchos de los cuales fueron a dar a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP): campos de trabajo agrícola donde eran enviados como castigo por haber incurrido en “diversionismo ideológico” durante los años sesenta, fue de su autoría). Mientras que Fidel Castro es un híbrido ideológico producto de su formación con los jesuitas de derecha, de su admiración por Mussolini cuya influencia se refleja en sus prácticas de movilización y en sus técnicas discursivas, mientras que el hermano menor si es un comunista en el sentido clásico de la palabra. El estilo de Raúl Castro significa que habrá continuidad del régimen, pero le dará al Partido comunista el protagonismo que éste debe tener en un régimen comunista. Se instaurará la formalidad en el ejercicio del gobierno, mayor rigor administrativo, y mayor centralización del poder, debilitando el carácter feudal del régimen. Privará el rendimiento de los ministros y los cargos de responsabilidad y no sólo la lealtad como sucedía con Fidel Castro.

De la serie de destituciones, la más sorprendente, es sin dudas, la de Carlos Lage, Secretario Ejecutivo del Consejo de Ministros, que de hecho funcionaba como una especie de “primer ministro” y también  la del arrogante Felipe Pérez Roque que detentaba el Ministerio de Relaciones Exteriores, el ministro estrella, ambos constituían el puente entre el Máximo Líder y Hugo Chávez. Fidel Castro les había otorgado un poder desproporcionado en relación a la tradición del régimen, ellos formaban parte del círculo más íntimo del Líder Máximo, conocido como el Grupo de Coordinación y Apoyo del Comandante en Jefe, también llamados los “talibanes” (suerte de gobierno paralelo) y posteriormente éste los ubicó en puntos neurálgicos del gobierno, al frente del Consejo de Ministros y de la Cancillería. Carlos Lage fue el artífice de las reformas económicas de los años 90 que llevaron a la legalización del dólar,  y las inversiones extranjeras gracias a las cuales el país logró sobrevivir tras la suspensión de los subsidios de la URSS y la instauración del Período Especial.

Ninguno procede del estamento militar, ninguna ha cumplido misiones internacionalistas en el África o en América Latina, tampoco por su edad, (Lage 57, Pérez Roque, 43) ninguno detenta el título de histórico de la Sierra Maestra. Su poder era ficticio porque sencillamente carecen del capital simbólico que a la hora de la distribución del poder es lo que cuenta, y por ello mismo, carecen de las redes de apoyo constituidas tras cincuenta años de poder entre guerreros que comparten el haber derramado junto la sangre de rivales y de enemigos, en cambio ellos no “conocieron sacrificio alguno”.  El poder que detentaban se debía a la simple voluntad de Fidel Castro. De la misma manera que su defenestración se debe a una decisión suya si nos atenemos a las declaraciones del propio Líder Máximo, que, tras la ola de rumores que se desencadenó a raíz de esas destituciones, sin nombrarlos, pero evidentemente se refería a ellos, en su última “reflexión” declaró que: "No era en absoluto ausencia de valor personal. La razón era otra. La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos"

En el imaginario del castrismo y de su militarismo nacionalista, a la hora de serrar los rangos y contar con un equipo de entera confianza, sobre todo,  ante la perspectiva de las negociaciones con Washington, que tarde o temprano se darán, contrariamente a lo que se cree, pese a la renuencia de La Habana, Lage y Pérez Roque, para algunos, aparecen como demasiado identificados al castrismo y su voluntad de fomentar y suscitar crisis, para el régimen, luce que han  desarrollado demasiadas relaciones en los medios políticos internacionales, hecho que comenzaba a darles cierta independencia, suficiente como para que convirtieran en sospechosos. El hecho de haber  ocupado el estatus de favoritos,  no significa que Fidel Castro sea ajeno a su defenestración; todo lo contrario, no es la primera vez que un favorito ha pasado, sin transición, de formar parte de la cúpula del poder a una granja agrícola. Muchos no han soportado ser degradados y se han suicidado, como el caso del Presidente Oswaldo Dorticós, cargo que por cierto desapareció desde entonces del organigrama del poder cubano.

Es bueno recordar que Carlos Lage declaró en Caracas (2005) que Cuba tenía dos presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez. Y Pérez Roque, nada menos que en una sesión de la ONU, cuando luchaba para que Venezuela integrara el Consejo de Seguridad, afirmó que “Cuba estaba dispuesta a renunciar a su soberanía y a su bandera en aras del eje Habana/Caracas”. Imagino la indignación que semejantes declaraciones suscitaron en el estamento de las FAR en donde no se le profesa el menor respeto al teniente-coronel venezolano. Es difícilmente concebible que semejantes declaraciones provinieran de una iniciativa propia. Tomaron al pie de la letra el entusiasmo de Fidel Castro por Hugo Chávez, sin recordar que muchos comandantes guerrilleros y otros líderes políticos latinoamericanos han sido objeto de ese mismo entusiasmo, sin embargo, la mayoría ha terminado en desgracia, o en  la tumba.  Es cierto que Lage y Pérez, debido a su edad y su estatus de civil, se aproximaban más al estilo venezolano que a la rigidez de la nomenclatura cubana, pero precisamente por ello deben haber sembrado la desconfianza.

De ahora en adelante, el interlocutor del teniente –coronel será el veterano comandante Ramiro Valdés, quien forma parte del selecto grupo de los comandantes históricos  de la Sierra Maestra, Ministro del Interior durante los años sesenta, artífice de la represión contra la primera oposición, contribuyendo de manera decisiva al establecimiento del régimen totalitario, ha sido encargado de la "coordinación de los organismos inversionistas, Valdés estuvo recientemente en Caracas examinando las inversiones entre los dos países

También interviene destitución de Otto Rivero Torres como vicepresidente del Consejo de Ministros. Otto Rivero, ex secretario general de la Juventudes Comunistas, había sido designado por Fidel Castro para ocuparse de las tareas de la llamada "Batalla de Ideas", que consistía en salvaguardar y mantener la ideología revolucionaria y garantizar la remodelación millonaria de hospitales, policlínicas y centros escolares, entre otros enclaves considerados por el Líder Máximo  como los grandes "logros" de la revolución. Esa actividad también le ha sido asignada a Ramiro Valdés quien no cree sino en los negocios. Seguramente procederá a racionalizar el alquiler de  médicos cubanos, acción poco rentable en términos económicos, pero si en términos ideológicos como técnica de exportación del castrismo, que puede comenzar a aparecer un tanto obsoleta, ante la adaptación del castrismo a los tiempos “democráticos”. Las técnicas de la democracia le han otorgando mayores dividendos a La Habana que la política de lucha armada de los primeros tiempos. Basta la deferencia y comprensión que los gobiernos democráticos de América Latina  le han demostrado a la dictadura cubana. La Habana continuará ejerciendo el entrismo de las instituciones de los países latino-americanos y su influencia se centrará en el ámbito de las materias primas y en el campo económico. Los técnicos y expertos en el golpe de Estado permanente contra las instituciones democráticas, estarán siempre a la obra.

Un veterano miembro de la jerarquía castrista y asistente personal de Fidel Castro, otro civil, el doctor José M. Miyar Barrueco, también fue destituido  de ese cargo, como también del de secretario del Consejo de Estado y pasará a dirigir el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

La conclusión a la que se puede llegar acerca del reajuste del gobierno cubano, es que Fidel Castro, una vez más, ha tenido la iniciativa y ha contribuido al cambio del estilo castrista, para darle paso al post castrismo, condición para que no suceda lo que predijo en  el 2005: que los americanos ya no podían destruir la revolución, pero que sí la podrían destruir los propios cubanos, “nosotros podemos destruirla,  sería culpa nuestra.” Para que el castrismo no perezca con la desaparición de Fidel Castro, el nuevo estilo de gobierno debe adaptarse al muy poco mesiánico y falto de carisma que es Raúl Castro. Le llegó la hora de gobernar al Partido Comunista de Cuba, dotado de un equipo integrado mayoritariamente por los jerarcas militares que le imprimirán al gobierno la tónica con que se maneja la institución armada. Ya lo dije hace un tiempo: el régimen de Cuba se dirige hacia un modelo cercano al de Putin en Rusia. Bajo una fachada de democracia, se ejerce el más rígido centralismo y control y es mejor no ejercer la crítica o la denuncia si no se quiere terminar en la cárcel o asesinado.   Será dentro de la rigidez de un marco militar que se llevaran a cabo los “cambios estructurales” prometidos por Raúl Castro, para quien comienza un delicado ejercicio de equilibrista ante Washington el cual ha demostrado la voluntad de orientarse hacia el restablecimiento de relaciones con La Habana; ante los gobiernos latinoamericanos, en particular el Brasil, que le han firmado un cheque en blanco legitimando la dictadura castrista, abogando ante Washington por que se levante el embargo sin que medien condiciones elementales; ante el gobierno que él preside cuya legitimidad consiste, precisamente, en el enfrentamiento contra el “enemigo” histórico. Ir demasiado lejos con Washington, podría resquebrajar la cohesión de la jerarquía que puede considerar en peligro su poder y privilegios, poniendo en peligro la delicada relojería de un poder tan cercano de los cuarteles.

En relación a los avatares del embargo impuesto por Estados Unidos, se debe recordar  las varias iniciativas por parte de Washington a las cuales  La Habana  ha respondido haciendo imposible que se culmine el gesto. Cuando Clinton estuvo a punto de levantarlo, La Habana dio orden a la aviación cubana de derribar dos avionetas de la organización humanitaria Hermanos al Rescate (1996) resultando muerta la tripulación. Durante el gobierno de Carter, sucedió algo parecido: en respuesta, La Habana envió a La Florida miles de  cubanos tras haber vaciado las cárceles de delincuentes y envió un cuerpo expedicionario a Angola.

Queda demostrada la paciencia infinita con la que actúa Raúl Castro que hoy cuenta con el reconocimiento de los gobernantes democráticos de América Latina que no se dan por enterados de la naturaleza del régimen cubano y de la Unión Europea, en particular Francia y España. Es evidente que sus gestiones ante Washington han quedado en suspenso, pues la destitución de cuatro jóvenes civiles que estaban a cargo de la política exterior cubana, Carlos Lage, Felipe Pérez Roque, José Luis Rodríguez y Fernando Ramírez, que según  el rumor estaban  utilizando sus contactos internacionales, en particular,  Lage y Pérez Roque se habrían acercado al equipo de Obama para convencerlo de levantar el embargo y distender la atmósfera entre La Habana y Washington, forzosamente debe haber causado desazón. Una vez más, La Habana  pone obstáculos  para que se posponga una vez más la decisión de que se levante el embargo.

No sería imposible pensar que Hugo Chávez pueda en algún momento parecer desechable, como Lage y Pérez Roque.

 *

 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.