Entre los
días 20 y 21 de julio se realizó en La Habana el evento,
Cuba-Estados Unidos: hacia una nueva relación histórica:
oportunidades y desafíos, organizado por el “Grupo
Mediático Opositor “Consenso” , relacionado al movimiento
“Arco Progresista” de tendencia social-demócrata ilegal pero
tolerado, como muchos de los grupos opositores internos que
sobreviven en Cuba de manera precaria, y sus líderes son
constantemente sometidos al rigor represivo del régimen. .
El
propósito del foro fue “el de poner en perspectiva las
posibilidades que, desde la sociedad, se pueden activar para
recrear una relación racional y mutuamente provechosa ente
ambas naciones.”, reza la convocatoria. El que un grupo como
“Consenso”, uno de los grupos opositores cubanos que ha
tenido el tino de mantenerse alejado de la Oficina de
Intereses de Estados-Unidos para no dar pie a ser acusado de
“agente del imperialismo”, por una parte, y por la otra,
porque precisamente aboga por el establecimiento de
relaciones con Estados-Unidos desde una perspectiva
autónoma, haya tomado esa iniciativa, significa un hecho
altamente significativo.
El
planteamiento del “Foro de Consenso”, demuestra de hecho,
el abandono del discurso obsoleto del castrismo que tilda de
agente del imperialismo cualquier opositor, y a gran parte
de la oposición cubana, sobre todo, la primera oposición
porque debemos decirlo, no le quedaba otra opción. Creo que
es una relación de dependencia con Washington que todavía
pervive en ciertos sectores, hecho que Fidel Castro ha
explotado hasta la saciedad. Mantener una postura que no de
pie a que se le identifique en alguno de esos dos
parámetros, le otorga al Grupo Mediático una legitimidad
innegable a los ojos del pueblo cubano sometido al chantaje
del nacionalismo antiamericano desde hace medio siglo.
El “Foro de
Consenso” apunta la necesidad de plantear varios imperativos
si se pretende establecer relaciones exentas de los
prejuicios y malentendidos que han caracterizado las
relaciones Cuba -Estados-Unidos.
El primer
imperativo es “la necesidad de destrabar un conflicto
visceral” que ha determinado la suerte de millones de
cubanos por el “tipo de respuesta articulada entre la clase
política estadounidense y el gobierno cubano”.
El segundo
imperativo es la incapacidad de ambas clases políticas para
encontrar soluciones racionales a unos “vínculos que son
inevitables” por la cercanía geográfica, razones de
expansión geopolítica y geoestratégica. Si estos vínculos
son inevitables, la cuestión radica en “cómo convertir en
respetuosas, y mutuamente ventajosas”, unas malas relaciones
que se reproducen de esa forma debido a “incapacidad de los
actores estatales de imprimirles “un sentido creativo”.
El tercer
imperativo le compete a la “diplomacia ciudadana” , pues la
proliferación de actores no estatales, el dinamismo de la
sociedad civil le han dado a las relaciones entre naciones
una manera inédita de relacionarse, y si existe un vínculo
entre países que necesita de la cooperación de la
creatividad de la sociedad civil es el de
Cuba-Estados-Unidos.
La
propuesta del Foro de Consenso, constata que las opciones
están abiertas “a partir del nuevo gobierno de Estados
Unidos” que ofrece “condiciones inmejorables para “pensar
las relaciones entre ambos países” y para abandonar la
“perspectiva excluyente de una visión estrecha y superada”.
La
respuesta contundente
Tras la
celebración del Foro, tiene lugar la celebración del 26 de
julio, fecha que conmemora el intento de la toma del Cuartel
Moncada, inusitado y sangriento acto de violencia contra las
instituciones. Raúl Castro pronunció el clásico discurso que
hasta hace tres años era prerrogativa de Fidel Castro, en
donde ya no mencionó reformas, ni perspectivas futuras menos
sombrías, sino que le exigió a los cubanos más sacrificios.
Difícil imaginar que otros sacrificios que los que ya sufren
los cubano, podrán aportar para hacerle frente a la debacle
económica de la isla.
La reacción
no se hizo esperar. Al día siguiente mismo, con fecha 27 de
julio, el partido Arco Progresista y el Partido Solidaridad
Democrática, emitieron un Mensaje a la Nación, patrocinado
por 72 organizaciones civiles de una contundencia y
clarividencia pasmosa, del terrible y trágico cuadro en el
que está sumergida la sociedad cubana hoy. El documento
expresa que “Cuba está en una hora límite”, que “Cuba es un
país fallido; los cubanos unos súbditos agotados y la
burocracia una máquina de incompetencias.” “Nada nuevo: sólo
que la nación ya no aguanta más.”
El
documento menciona la “magnitud del desastre” que
“sobrepasa” el esfuerzo de imaginación de la propaganda
cubana, avalada (…) por gobiernos, personalidades, y
organismos internacionales “algo irresponsables” .
Los límites
de la hora confusa que vive la isla, dejan “ver con claridad
el error básico”: “la identidad, altamente peligrosa, entre
la nación, la llamada revolución y un Estado patrimonial que
ha colocado a los cubanos frente a un problema de seguridad
nacional que “es necesario desactivar con dedicación,
cautela y responsabilidad”.
Las
consecuencias de esa configuración “peligrosa han
cristalizado una matriz imposible para desarrollar cualquier
proyecto de nación, desembocando en una crisis estructural
que atrapa a todos los sectores de la sociedad”.
¿Qué
tenemos? , se preguntan los autores del documento.
Las
respuestas que proponen acerca de la situación actual de
Cuba, delinean de manera tan verídica, tan profundamente
dramática el contexto de la debacle, que merece ser citadas
integralmente debido al paralelismo que e percibe
nítidamente con respecto al sendero tomado por Venezuela en
donde ya se perciben signos de lo que denuncian los cubanos,
sólo que Venezuela ha llegado casi a lo mismo en diez años,
mientras que en Cuba ha sido la obra de varios decenios:
“Un país
sin economía que, sin conexiones con la economía global, no
está preparado para enfrentar las consecuencias de su
crisis; un país sin visión, porque no busca horizontes; un
país sin estrategia, que reproduce en círculo todas las
políticas posibles del error; un país autofágico, que
destruye sus legados; un país de ciudades y entornos
deprimentes por los que no es recomendable transitar; un
país anclado a las economías externas, que se supedita a la
artificialidad de un proyecto como el chavismo, con su
peligrosísimo tono imperial; un país que pervierte el
sentido de la solidaridad cuando relega a los nacionales; un
país que se niega a sus propias convenciones morales y
legales, y a cumplir sus compromisos, y en el que se nos
vende la picardía social y de Estado como regla suprema de
convivencia y supervivencia; un país sin compasión, donde la
crueldad se legitima al servicio supuesto del bien; un país
improvisado en el que la seriedad es una excepción
burocrática; un país que pierde la ética del respeto sobre
el que erigir los valores necesarios; un país grosero donde
la decencia del lenguaje y de los comportamientos se
pulverizan de arriba hacia abajo; un país que convive sin
sonrojo con la institucionalización constitucional del
racismo, y que debe admitir un estilo y modelo de gobierno
que está por debajo de la cultura, la diversidad, la
experiencia e inteligencia de su sociedad. Un país en fin
que, a pesar de los medios de comunicación oficiales y de
los artistas e intelectuales del poder, se encamina a una
desintegración segura y ordenada.”
* |
Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |