A punto de
cumplir 101 años (nació un 28 de noviembre), en la madrugada
del sábado al domingo pasado, fallecía el gran antropólogo
Claude Levi-Strauss, figura tutelar, gran innovador que
introdujo una manera original de interpretar y de concebir
el mundo; el último de esa pléyade prodigiosa de pensadores
franceses que marcó a escala universal el pensamiento del
siglo XX: Sartre, Lacan, Foucault, Deleuze, Derrida, Barthes,
Braudel, Chaunú. ..
Levi-Strauss,
de formación filósofo, optó por la etnología como medio de
conocimiento del comportamiento humano sentando así las
bases de la antropología moderna. Como pionero del
estructuralismo, ejerció una influencia considerable entre
las escuelas antropológicas en todos los ámbitos del
planeta. Le dedicó su vida al estudio de las culturas, a su
especificidad, y la universalidad de la condición humana.
Nació en
Bruselas el 28 de noviembre de 1908 en una familia de
ascendencia judía. Terminó sus estudios en París tras
obtener el grado de “agregación” de filosofía, en 1935 viaja
al Brasil en donde ocupa la cátedra de sociología en la
universidad de Sao Paulo. No sería exagerado afirmar que el
Brasil significó para Levi-Strauss el viaje iniciático que
determinó la orientación de su vida de científico y por
ende, de su vida en general. Fue su contacto con el Brasil
que lo llevó a operar un cambio radical de orientación que
indujo al filósofo a convertirse en etnólogo, esa otra
manera de comprender el mundo, tarea que emprendió en
contacto con el gran país sudamericano. Ejerció el cargo de
consejero cultural de Francia en Nueva York. Fue profesor en
el colegio de Francia de 1959 a 1982, en donde dirigió el
Departamento de Antropología, y fue le primer antropólogo
elegido miembro de la Academia Francesa en 1973, en
reconocimiento no sólo de su obra científica, sino por sus
méritos de estilista del lenguaje y por la elegancia de su
estilo. Si en el momento en que publicó Tristes Trópico,
el jurado después de haberlo nominado no le otorgó el Premio
Goncourt, el premio literario más prestigioso de Francia,
fue porque no se trataba de una novela y en ese entonces
todavía no existía el premio de ensayo.
Fue en el
Brasil, al optar por su vocación de antropólogo que emprende
sus célebres expediciones científicas en el Matto Grosso y
en la Amazonía meridional. Es también a partir de esa
experiencia, de los períodos que pasó entre las tribus de
los Caduveo, los Bororo, los Nambikawara, les Mundé y los
Tupi-Kawahib que extraerá las enseñanzas que lo llevarán a
revolucionar el pensamiento antropológico mediante el
estudio de los mitos y la lógica que los sustentan. Levi-Strauss,
para quien la música cumple un papel considerable en su
obra, establece un paralelo entre mito y música: Bach y
Wagner son una presencia constante en su obra, igualmente,
la literatura y la poesía: Proust, Baudelaire.
Fue también
en gran medida esa experiencia la fuente de inspiración de
su libro más célebre, Tristes trópicos, publicado en
1954. Obra de género indefinido, a la vez narración de
viajes, de meditaciones filosóficas, de introspección, de
estudio científico, de análisis de la culturas, de
preocupación por la situación medioambiental del planeta, lo
que lo situará entre los pioneros de la ecología. El libro
comienza con una frase sorprendente: “Odio los viajes y los
exploradores. Y he aquí que me dispongo a narrar mis
expediciones.” Y en efecto, Levi-Strauss emprende el relato
de todos los viajes que realizó lejos de Europa, entre los
cuales las célebres expediciones que realizó en el Brasil.
No menos sorprendente es el último capítulo, “El regreso”,
uno de los más densos y originales en cuanto revela la
libertad de pensamiento, y los temas que serán los suyos y
que desarrollará a lo largo de su inmensa obra que de
haberlo escrito hoy, habría levantado la indignación de los
tenores de lo políticamente correcto y de los integristas
que hoy imponen una censura mundial mediante la jihad.
El regreso
de Levi-Strauss a Europa de su largo periplo por mundos
hasta entonces desconocidos para él, se opera mediante un
desvío que realiza para recorrer la India en donde se
realiza su encuentro con el Islam, hecho que le inspira una
larga reflexión sobre la relación con la religión, y con el
pensamiento del Islam y lo que ello conlleva como práctica
cultural, llegando a la conclusión de que el cristianismo,
al dejarse llevar por la aventura de las Cruzadas, terminó
pareciéndose al Islam, se dejó islamizar. Según Levi-Strauss,
la fuente del desgarro de Occidente se remonta a la
interposición que operó el Islam entre el budismo y el
cristianismo; a esa osmosis con el budismo que nos hubiese
hecho más cristianos, y en un sentido tan cristiano que nos
hubiésemos situado más allá del cristianismo mismo. “Fue
entonces que Occidente perdió la oportunidad de permanecer
mujer”. Para él el budismo, intenta al igual que el Islam,
dominar la desmesura de los cultos primitivos, pero el
budismo lo hace bajo la promesa del regreso al seno materno,
mediante el cual integra el erotismo después de haberlo
liberado del frenesí y de la angustia. En cambio el Islam se
desarrolla siguiendo una orientación masculina. Encerrando a
las mujeres, clausura el acceso al seno materno: del mundo
de la mujer el hombre fabrica un mundo cerrado. Expulsa a la
mujer de la vida social y a los infieles de la comunidad
espiritual, mientras que el budismo concibe la quietud como
una fusión, con la mujer, con la humanidad y con la
representación asexuada de la divinidad. Escrito en los años
cincuenta, sus análisis acerca del conflicto entre el Islam,
son absolutamente premonitorios de la situación que se vive
hoy en Europa y en particular en Francia. Inútil buscar
anatemas, o un pensamiento simplistas, Levi-Strauss, como
buen científico, se libra a un análisis racional de esos
tres intentos religiosos que el hombre concibió
sucesivamente: el budismo, el cristianismo y el Islam.
Aconsejo la lectura, por lo menos de ese capítulo último de
Tristes trópicos, porque difícilmente se encuentre un
análisis comparativo tan profundo acerca de Occidente y
Oriente y entre el cristianismo, el Islam y el budismo,
práctica hacia la cual van sus simpatías. En Tristes
Trópicos, Levi-Strauss demuestra el principio que
siempre lo ha guiado, que “a fuerza de estudiar de lejos un
buen número de sociedades, se llega discernir ciertos rasgos
fundamentales de la sociedad humana en general.
Su obra
teórica se encuentra principalmente en las obras que Las
estructuras elementales del parentesco, El pensamiento
salvaje y Mitologías.
En el
primero estudia la lógica, la “estructura” que rige los
sistemas de parentesco; el principio de la consanguinidad y
la prohibición del incesto; impedir la endogamia obliga a
buscar el objeto sexual fuera del círculo de pertenencia,
favoreciendo así la practica del intercambio. Se debe salir
de la endogamia para poder construir una sociedad, pero ello
se debe hacer a partir de normas sociales y de las
relaciones sociales se desprenden sistemas de
comportamiento. Levi-Strauss demuestra que los fenómenos
socio-culturales no se originan en decisiones individuales
sino se derivan de representaciones colectivas.
El
“pensamiento salvaje” (a no confundir con el pensamiento de
los salvajes), estudia un pensamiento en libertad que
todavía no ha sido moldeado por las normas de la lógica y
estaría dominada por aspectos emocionales; un pensamiento
propenso a lo simbólico, a la especulación; sin embargo no
es menos lógico que el del individuo “civilizado”. Mediante
el estudio de los mitos, Levi-Strauss demuestra su
racionalidad debido al orden que introduce en la naturaleza,
en la clasificación de los fenómenos naturales, en los
fenómenos totémicos, en el orden entre el mundo natural y
sobrenatural, de allí que no admita la superioridad de una
cultura sobre otra, de allí que su obra haya servido de
inspiración al desarrollo de un pensamiento anti-colonial.
Por una
ironía del la historia, el mismo día en que las primeras
páginas de los medios se hacían eco del gran debate nacional
que lanzaba el presidente Sarkozy (martes 3 de noviembre)
sobre la identidad francesa, se anunciaba también la muerte,
Claude Levi-Strauss. Parecería
un guiño del destino, que precisamente cuando el Gobierno de
Nicolás Sarkozy lanza ese gran debate cuya pregunta clave es
¿en qué consiste ser francés? cobra actualidad, el
pensamiento de quien escribió ese texto luminoso acerca de
la diversidad de las culturas, en donde demostraba la
falacia sin fundamento de la diferencia racial, Raza e
historia. Texto que escribió a pedido de la UNESCO en
1952, para incluirlo en una serie de folletos consagrados al
problema del racismo en el mundo. En su texto, Levi-Strauss
introduce una reflexión original acerca de la cultura
occidental, del sentido de la civilización, y del carácter
pasajero del tiempo histórico y en él se encuentran en gran
medida ya esbozados, los principios teóricos que regirán de
la que será su inmensa obra antropológica. Afirma la
diversidad de culturas y cuestiona la idea de progreso que
implica que ciertas culturas sean superiores a otras. Las
diferencias de nivel entre culturas no se debe a una
supuesta superioridad o inferioridad sino a circunstancias
históricas o geográficas que inducen que ciertas culturas
vivan aisladas, frenando la colaboración entre culturas, que
es la dinámica que de donde emerge, no la desigualdad sino
la diferencia entre culturas. Es la dinámica del préstamo y
de la oposición entre culturas lo que las fecunda y las
estimula mutuamente. Esa paradoja, la diferencia de las
culturas, es lo que las hace más fecundas. Sin embargo, las
culturas velan sobre sus particularismos, sus sistemas de
valores, sus estilos de vida y esa propensión Levi-Strauss
la considera como un movimiento “sano y no patológico como
muchos lo pretenden hoy”.El texto dio lugar a polémicas: el
pensamiento simple comenzaba a imponerse.
La
actualidad de la obra de Levi-Strauss y el respeto del que
goza su figura, se debe particularmente, porque supo
mantenerse aparte de las reyertas políticas del momento. En
mayo 1968, permaneció en silencio, para él significó “un
paso más en la escala de la degradación universitaria que ya
había comenzado desde hacía tiempo”, además “no admite que
se corten árboles para hacer barricadas (los árboles son la
vida; y eso se respeta), ni que se transformen en basureros
los lugares públicos”. Y pese a las polémicas que despertó
su obra y a los ataques por parte de muchos marxistas, nunca
recogió el guante. Pese a su celebridad como padre del
Estructuralismo, siempre mantuvo una discreción ejemplar en
torno a su vida y de esa misma forma discreta fue su muerte,
pues cuando se hizo pública ya había sido enterrado. Ni
ceremonias oficiales, ni presencia de presidentes ni de
ministros: le negó la oportunidad a los vampiros de ejercer
su rito perverso.
En una
entrevista de hace algún tiempo declaró, que fue la edición
abreviada de Don Quijote que le regaló su padre siendo aún
niño, libro que llegó a saber de memoria, en donde aprendió
el esfuerzo obstinado de traer el pasado al presente, que se
convirtió en una constante de su pensamiento: ver, delante,
de lado, detrás de las apariencias.
Fue un gran
científico y su vida una gran lección de ética.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |