Inicio | Editor | Contáctenos 
 

Claude Levi-Strauss
por Elizabeth Burgos
domingo, 8 noviembre 2009


A punto de cumplir 101 años (nació un 28 de noviembre), en la madrugada del sábado al domingo pasado, fallecía el gran antropólogo Claude Levi-Strauss, figura tutelar, gran innovador que introdujo una manera original de interpretar y de concebir el mundo; el último de esa pléyade prodigiosa de pensadores franceses que marcó a escala universal el pensamiento del siglo XX: Sartre, Lacan, Foucault, Deleuze, Derrida, Barthes, Braudel, Chaunú. ..

Levi-Strauss, de formación filósofo, optó por la etnología como medio de conocimiento del comportamiento humano sentando así las bases de la antropología moderna. Como pionero del estructuralismo, ejerció una influencia considerable entre las escuelas antropológicas en todos los ámbitos del planeta. Le dedicó su vida al estudio de las culturas, a su especificidad, y la universalidad de la condición humana.

Nació en Bruselas el 28 de noviembre de 1908 en una familia de ascendencia judía. Terminó sus estudios en París tras obtener el grado de “agregación” de filosofía, en 1935 viaja al Brasil en donde ocupa la cátedra de sociología en la universidad de Sao Paulo.  No sería exagerado afirmar que el Brasil significó para Levi-Strauss el viaje iniciático que determinó la orientación de su vida de científico y por ende, de su vida en general. Fue su contacto con el Brasil que lo llevó a operar un cambio radical de orientación que indujo al filósofo a convertirse en etnólogo, esa otra manera de comprender el mundo, tarea que emprendió en contacto con el gran país sudamericano. Ejerció el cargo de consejero cultural de Francia en Nueva York. Fue profesor en el colegio de Francia de 1959 a 1982, en donde dirigió el Departamento de Antropología, y fue le primer antropólogo elegido miembro de la Academia Francesa en 1973, en reconocimiento no sólo de su obra científica, sino por sus méritos de estilista del lenguaje y por la elegancia de su estilo. Si en el momento en que publicó Tristes Trópico, el jurado después de haberlo nominado no le otorgó el Premio Goncourt, el premio literario más prestigioso de Francia, fue porque no se trataba de una novela y en ese entonces todavía no existía el premio de ensayo.

Fue en el Brasil, al optar por su vocación de antropólogo que emprende sus célebres expediciones científicas en el Matto Grosso y en la Amazonía meridional. Es también a partir de esa experiencia, de los períodos que pasó entre las tribus de los Caduveo, los Bororo, los Nambikawara, les Mundé y los Tupi-Kawahib que extraerá las enseñanzas que lo llevarán a revolucionar el pensamiento antropológico mediante el estudio de los mitos y la lógica que los sustentan. Levi-Strauss, para quien la música cumple un papel considerable en su obra, establece un paralelo entre mito y música: Bach y Wagner son una presencia constante en su obra, igualmente, la literatura y la poesía: Proust, Baudelaire.

Fue también en gran medida esa experiencia la fuente de inspiración de su libro más célebre, Tristes trópicos, publicado en 1954. Obra de género indefinido, a la vez narración de viajes, de meditaciones filosóficas, de introspección, de estudio científico, de análisis de la culturas, de preocupación por la situación medioambiental del planeta, lo que lo situará entre los pioneros de la ecología. El libro comienza con una frase sorprendente: “Odio los viajes y los exploradores. Y he aquí que me dispongo a narrar mis expediciones.”  Y en efecto, Levi-Strauss emprende el relato de todos los viajes que realizó lejos de Europa, entre los cuales las célebres expediciones que realizó en el Brasil. No menos sorprendente es el último capítulo, “El regreso”, uno de los más densos y originales en cuanto revela la libertad de pensamiento, y los temas que serán los suyos y que desarrollará a lo largo de su inmensa obra que de haberlo escrito hoy, habría levantado la indignación de los tenores de lo políticamente correcto y de los integristas que hoy imponen una censura mundial mediante la jihad.

El regreso de Levi-Strauss a Europa de su largo periplo por mundos hasta entonces desconocidos para él, se opera mediante un desvío que realiza para recorrer la India en donde se realiza su encuentro con el Islam, hecho que le inspira una larga reflexión sobre la relación con la religión, y con el pensamiento del Islam y lo que ello conlleva como práctica cultural, llegando a la conclusión de que el cristianismo, al dejarse llevar por la aventura de las Cruzadas, terminó pareciéndose al Islam, se dejó islamizar. Según Levi-Strauss, la fuente del desgarro de Occidente se remonta a la interposición que operó el Islam entre el budismo y el cristianismo; a esa osmosis con el budismo que nos hubiese hecho más cristianos, y en un sentido tan cristiano que nos hubiésemos situado más allá del cristianismo mismo. “Fue entonces que Occidente perdió la oportunidad de permanecer mujer”. Para él el budismo, intenta al igual que el Islam, dominar la desmesura de los cultos primitivos, pero el budismo lo hace bajo la promesa del regreso al seno materno, mediante el cual integra el erotismo después de haberlo liberado del frenesí y de la angustia. En cambio el Islam se desarrolla siguiendo una orientación masculina. Encerrando a las mujeres, clausura el acceso al seno materno: del mundo de la mujer el hombre fabrica un mundo cerrado. Expulsa a la mujer de la vida social y a los infieles de la comunidad espiritual, mientras que el budismo concibe la quietud como una fusión, con la mujer, con la humanidad y con la representación asexuada de la divinidad. Escrito en los años cincuenta, sus análisis acerca del conflicto entre el Islam, son absolutamente premonitorios de la situación que se vive hoy en Europa y en particular en Francia. Inútil buscar anatemas, o un pensamiento simplistas, Levi-Strauss, como buen científico, se libra a un análisis racional de esos tres intentos religiosos que el hombre concibió sucesivamente: el budismo, el cristianismo y el Islam. Aconsejo la lectura, por lo menos de ese capítulo último de Tristes trópicos, porque difícilmente se encuentre un análisis comparativo tan profundo acerca de Occidente y Oriente y entre el cristianismo, el Islam y el budismo, práctica hacia la cual van sus simpatías. En Tristes Trópicos, Levi-Strauss demuestra el principio que siempre lo ha guiado, que “a fuerza de estudiar de lejos un buen número de sociedades, se llega discernir ciertos rasgos fundamentales de la sociedad humana en general.

Su obra teórica se encuentra principalmente en las obras que Las estructuras elementales del parentesco, El pensamiento salvaje y Mitologías.

En el primero estudia la lógica, la “estructura” que rige los sistemas de parentesco; el principio de la consanguinidad y la prohibición del incesto; impedir la endogamia obliga a buscar el objeto sexual fuera del círculo de pertenencia, favoreciendo así la practica del intercambio. Se debe salir de la endogamia para poder construir una sociedad, pero ello se debe hacer a partir de normas sociales y de las relaciones sociales se desprenden sistemas de comportamiento. Levi-Strauss demuestra que los fenómenos socio-culturales no se originan en decisiones individuales sino se derivan de representaciones colectivas.

El “pensamiento salvaje” (a no confundir con el pensamiento de los salvajes), estudia un pensamiento en libertad que todavía no ha sido moldeado por las normas de la lógica y estaría dominada por aspectos emocionales; un pensamiento propenso a lo simbólico, a la especulación; sin embargo no es menos lógico que el del individuo “civilizado”. Mediante el estudio de los mitos, Levi-Strauss demuestra su racionalidad debido al orden que introduce en la naturaleza, en la clasificación de los fenómenos naturales, en los fenómenos totémicos, en el orden entre el mundo natural y sobrenatural, de allí que no admita la superioridad de una cultura sobre otra, de allí que su obra haya servido de inspiración al desarrollo de un pensamiento anti-colonial.

Por una ironía del la historia, el mismo día en que las primeras páginas de los medios se hacían eco del gran debate nacional que lanzaba el presidente Sarkozy  (martes 3 de noviembre) sobre la identidad francesa, se anunciaba también la muerte, Claude Levi-Strauss. Parecería un guiño del destino, que precisamente cuando el Gobierno de Nicolás Sarkozy lanza ese gran debate cuya pregunta clave es ¿en qué consiste ser francés? cobra actualidad, el pensamiento de quien escribió ese texto luminoso acerca de la diversidad de las culturas, en donde demostraba la falacia sin fundamento de la diferencia racial, Raza e historia. Texto que escribió a pedido de la UNESCO en 1952, para incluirlo en una serie de folletos consagrados al problema del racismo en el mundo. En su texto, Levi-Strauss introduce una reflexión original acerca de la cultura occidental, del sentido de la civilización, y del carácter pasajero del tiempo histórico y en él se encuentran en gran medida ya esbozados, los principios teóricos que regirán de la que será su inmensa obra antropológica. Afirma la diversidad de culturas y cuestiona la idea de progreso que implica que ciertas culturas sean superiores a otras. Las diferencias de nivel entre culturas no se debe a una supuesta superioridad o inferioridad sino a circunstancias históricas o geográficas que inducen que ciertas culturas vivan aisladas, frenando la colaboración entre culturas, que es la dinámica que de donde emerge, no la desigualdad sino la diferencia entre culturas. Es la dinámica del préstamo y de la oposición entre culturas lo que las fecunda y las estimula mutuamente. Esa paradoja, la diferencia de las culturas, es lo que las hace más fecundas. Sin embargo, las culturas velan sobre sus particularismos, sus sistemas de valores, sus estilos de vida y esa propensión Levi-Strauss la considera como un movimiento “sano y no patológico como muchos lo pretenden hoy”.El texto dio lugar a polémicas: el pensamiento simple comenzaba a imponerse.

La actualidad de la obra de Levi-Strauss y el respeto del que goza su figura, se debe particularmente, porque supo mantenerse aparte de las reyertas políticas del momento. En mayo 1968, permaneció en silencio, para él significó “un paso más en la escala de la degradación universitaria que ya había comenzado desde hacía tiempo”, además “no admite que se corten árboles para hacer barricadas (los árboles son la vida; y eso se respeta), ni que se transformen en basureros los lugares públicos”. Y pese a las polémicas que despertó su obra y a los ataques por parte de muchos marxistas, nunca recogió el guante. Pese a su celebridad como padre del Estructuralismo, siempre mantuvo una discreción ejemplar en torno a su vida y de esa misma forma discreta fue su muerte, pues cuando se hizo pública ya había sido enterrado. Ni ceremonias oficiales, ni presencia de presidentes ni de ministros: le negó la oportunidad a los vampiros de ejercer su rito perverso.

En una entrevista de hace algún tiempo declaró, que fue la edición abreviada de Don Quijote que le regaló su padre siendo aún niño, libro que llegó a saber de memoria, en donde aprendió el esfuerzo obstinado de traer el pasado al presente, que se convirtió en una constante de su pensamiento: ver, delante, de lado, detrás de las apariencias.

Fue un gran científico y su vida una gran lección de ética.

 *

 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


© Copyright 2009 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.