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El fascismo en acción
por Elizabeth Burgos
viernes, 6 febrero 2009


En el discurso que pronunciara la entonces Vicepresidenta Ejecutiva del gobierno Adina Bastida, con ocasión de la celebración del Encuentro Nacional sobre el Diálogo de Civilizaciones,  en noviembre del 2001, - tras haber arremetido contra la “ideología dominante en las cúpulas del poder”, “reyes de la civilización occidental”, que ella designó con el nombre genérico de  WASP, término que se suele usar en Estados Unidos para calificar a los blancos de origen anglosajón -, la vicepresidenta  emprende un recuento de los estamentos  étnico culturales  que han dado origen a la sociedad en América Latina, indígenas, africanos, y blancos, que según su extraña visión de la formación de las sociedades, son “contrapuestos y no integrables”. Sin embargo, pese a esa negación rotunda del mestizaje cultural al tratarse de una configuración de “contrapuestos no integrables”, Bastida hace un llamado de atención apropósito de una “omisión significativa”, y allí radica el verdadero propósito de su discurso: se trata de la inmigración andaluza que acompañaba a Colon, que según  Bastida se incluye en el rubro de trabajadores, es decir, de proletarios, por ende de no conquistadores, a los cuales les estaba “prohibida su religión original”. La oradora no menciona cuál era la religión original, pero en el párrafo siguiente, mediante un procedimiento indirecto, introduce el término implícito en su discurso: “La música venezolana, (…) ante todo es descendiente directa de la andaluza y por ahí del árabe.”   Y prosigue:  “lo mismo respecto a otros aspectos en nuestra cultura material”. Y concluye afirmando que “esto puede ser un componente sumamente constructivo e integrador de nuestra nacionalidad” que tal vez pueda resolver los conflictos e identidad de  los latinoamericanos. Conclusión: si la influencia andaluza es la que predomina en Venezuela, y si los andaluces no eran católicos, sino musulmanes, y por ende su cultura era la árabe,  la cultura que predomina en Venezuela es la árabe y por lógica, su religión es el Islam.  

No es el momento ni disponemos del espacio para entablar un análisis acerca de este intento burdo de reescritura de la historia, y de una visión antropológica desprovista de base real. Empezando porque no existen sociedades que permanezcan impermeables a la influencia de otras culturas: desde el momento en que una sociedad está en contacto con la otra, ambas se modifican, aunque se empeñen en evitarlo. Y por supuesto, si la cultura hispana, no sólo la andaluza, llegó impregnada de  elementos arabo/musulmanes – lo contrario hubiese sido extraño tras ocho siglos de presencia musulmana en España – esos elementos también están presentes en el estamento cultural venezolano. Lo arbitrario es tratar de  imponer una relectura falsa de la historia, argumentada en falsos presupuestos con el objeto de demostrar la predominancia de la cultura arabo/musulmana sobre el resto de otras influencias en la composición cultural venezolana con el objeto de justificar alianzas geo-políticas del gobierno. La idea de comunidades impermeables, separadas las unas de las otras - el comunitarismo impuesto por los anglosajones para evitar el mestizaje – es precisamente un fenómeno norteamericano y británico, que les teóricos del artefacto ideológico del gobierno de Hugo Chávez han introducido en Venezuela, cuando en Venezuela, la grieta  de origen étnico pasa por otros parámetros, más sutiles, más complejos, más difusos. En una  sociedad moderna, como la venezolana, que por vivir desde hace un siglo del petróleo, está en comunicación  con las tendencias más variadas de la producción cultural y de modos de vida, las grietas étnicas las borra el dinero. Hecho que en sociedades de casta o de separación racial, como lo fue Estados Unidos hasta hace poco, o el Perú, era casi imposible. De allí que en Venezuela se reaccione de manera tan rotunda ante la voluntad de ruptura entre dos categorías de venezolanos, como lo incita la elite del poder actual, imponiendo así el modelo anglosajón de ruptura tajante debido a diferencias de origen étnico. Y lo más sorprendente es que esta visión anglosajona de la sociedad ha sido introducida en Venezuela por la alcurnia de los teóricos venezolanos del “proceso”, aquellos que son los más radicales abanderados del antiimperialismo. Teóricos del etnicismo violento que hoy azota al país,  porque para las cosas más serias, el gobierno se apoya en teóricos extranjeros.

Pero a lo que realmente íbamos era a la voluntad de adscribir a Venezuela, de manera autoritaria, por decisión “estratégica”, como diría el teniente coronel Hugo Chávez, al mundo musulmán. Pues el propósito manifiesto del discurso de la entonces vicepresidenta, era demostrar que Venezuela forma parte del estamento musulmán. 

Y dadas las alianzas suscritas por Hugo Chávez con los sectores radicales  que profesan el integrismo musulmán y abogan por la desaparición del Estado de Israel, - que se debe aclarar, el integrismo islámico corresponde al Islam, lo que fue el nazismo para el catolicismo. Independientemente de que haya existido o no ese elemento cultural en la conformación de la nación de la sociedad venezolana, se trata de la manifestación de una voluntad política que se refleja en los acontecimientos antisemitas que se han ido perpetrando desde hace algún tiempo en Venezuela y que tienen amplio espacio en los medios de comunicación cercanos al gobierno, en particular, en aquellos en donde se expresan les corrientes populares que apoyan al régimen.

El gobierno de Chávez está obligado a dar demostraciones de su inclinación hacia el islamismo radical con el que ha tejido alianzas ampliamente documentadas  y de lo que ha dado demostraciones prácticas por los numerosos  viajes realizados a la región en donde el islamismo es poder y, por las declaraciones que ha emitido en múltiples ocasiones en el transcurso de sus viajes. Se debe recordar  que mientras se realizaba el primer allanamiento policial al colegio israelita en Caracas, Hugo Chávez se encontraba en Libia y recibía de manos de Gaddafi un premio de Derechos Humanos (sic). Vale la pena también recordar, la gira que realizara Fidel Castro  en mayo del 2001 al Medio Oriente, en particular a Irán, en donde pronunció un discurso en la universidad de Teherán anunciando que Irán junto con Cuba, “pronto pondrían de rodillas al imperialismo americano”. Hugo Chávez, tras los pasos de Castro, realizó la misma gira en la misma época.

Y, precisamente, el 26 de julio del 2001, se festejó en La Habana con la visita excepcional de una delegación iraní presidida por varios ayatolahs, entre los cuales se encontraban  los nietos del Ayatolá Jomeini, cuya actividad protagónica fue su participación a una gran marcha del “pueblo combatiente” frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos, encabezada por el Presidente cubano Fidel Castro, el Segundo Secretario del Partido Raúl Castro, miembros del Buró Político y otros funcionarios : la cifra dada por La Habana fue de un millón doscientos mil participantes traídas de todas las regiones del país.

De allí que Hugo Chávez no haya hecho más que seguir el ejemplo que La Habana dio. Y es difícilmente creíble que las alianzas  “estratégicas” – palabra de uso frecuente en boca de Hugo Chávez – entre Irán y Venezuela, se refieran sólo a fabricación de tractores. Además de que el gobierno de Chávez  ha sido artífice de la presencia de Ahmadineyad en la región: lo introdujo  en Bolivia, y en Ecuador, hasta acudió a la ceremonia de toma del poder de Rafael Correa.

De allí que el antisemitismo de la revolución bolivariana no sea de una gran originalidad, dada la corriente nacional-socialista que la anima, lo que está ampliamente documentado. Ya en su época, al final de su reinado en Europa y ante la debacle que se le acercaba, Hitler se autocrítico por no haber establecido una alianza con las corrientes musulmanas que simpatizaban con el nazismo. Como es sabido, fue uno de los tutores de la indigesta formación ideológica del teniente coronel, el argentino Ceresole, que animado por un antisemitismo radical, fue consejero del gobierno islamista de Irán.

El reciente conflicto entre Israel y Hamas, le brindó a Hugo Chávez la oportunidad de dar una demostración más de pertenencia al acerbo cultural islamista, expulsando al embajador de Israel. Decisión que por supuesto le fue ordenado desde La Habana, cuya cuidadosa  diplomacia le impide cometer semejantes estupidez, pero se  las exige al dócil venezolano que hace de tonto útil. Es cierto que La Habana lo premia por ello con la más preciada de sus golosinas, para asegurarse de su sujeción,  el vicepresidente de Cuba, Carlos Lage, lo ha declarado “El más brillante  discípulo de Fidel”, durante la ceremonia de conmemoración en La Habana del décimo aniversario de la llegada al poder del teniente coronel.

Por supuesto, lo más preocupante para los venezolanos, es la utilización de comandos “altamente profesionales” como los que participaron en el asalto y  profanación de la sinagoga  de Caracas el viernes pasado, que según  Teodoro Petkoff , - que no suele opinar a la ligera- en su editorial del 2 de febrero, (por lo que merece se le cite in extenso) dice que “esa operación fue realizada por un grupo muy, pero muy profesional y con altos niveles de entrenamiento. Basta ver la pericia de expertos con la cual violentaron dos cajafuertes, para estar seguros de que no se trataba de un grupito de tirapiedras. No fue una acción espontánea, de algunos tipos intoxicados por la prédica antisemita, sino la operación de un destacamento encuadrado dentro de una jerarquía y que no actúa por su cuenta sino por ordenes expresas. » Más claro no se puede ser.

Los asaltantes de la sinagoga no se contentaron de hacer pintas insultantes en las paredes. Además de la voluntad de tipo operativo de ampararse de los ordenadores para disponer de la fuente de datos de los miembros de la comunidad judía, el hecho de haber profanado la Tora y los símbolos sagrados del judaísmo, demuestra una voluntad de humillar, de herir en lo más intimo a quienes profesan esa religión. Por lo que esa agresión constituye uno de los actos anti semitas más graves cometidos en los últimos tiempos en el mundo.

 En Cuba, a esos comandos utilizados primero por Hitler contra, precisamente los judíos, y toda clase de opositores, se les llama « Brigadas de respuesta rápida », y el régimen los utiliza para combatir cualquier manifestación de protesta contra el régimen. Son grupos súper entrenados, encargados de reprimir manifestaciones de protesta, organizar los mítines de repudio contra los opositores, o sospechosos de serlo. Es decir, esas actividades que el gobierno no quiere asumir públicamente para que no se le asimile a las dictaduras típicas del continente. En Cuba se dice que se trata del pueblo defendiendo a su revolución. En Venezuela los ataques a la Sinagoga del viernes pasado, los numerosos a la Nunciatura apostólica, al Ateneo de Caracas, a las alcaldías en manos de la oposición, son obra de las versión bolivariana de las brigadas paramilitares cubanas.

Ya una vez, en esta misma columna, advertí del peligro de esa crisis importada que de continuar, terminará suscitando enfrentamientos entre comunidades, judías, y musulmanas, y dentro de ésta última categoría, entre sunitas y shiíes, creando un conflicto bélico sobre un problema, históricamente inexistente en el país.

Esta atmósfera de enfrentamientos suscitada por los estamentos oficiales, no es gratuita pues persigue al mismo tiempo darle una legitimación local al asimilarla sutilmente al país fronterizo con el objeto de crear un amalgama en el imaginario de la gente que involucre a judíos y a colombianos. Vale la pena recordar  que en la declaración en la que Hugo Chávez expresó más claramente su antisemitismo – real o estratégico, - yo diría que por estratégico es aún más preocupante -  mencionó a « unas minorías, los descendientes de los mismos que crucificaron a Cristo, los descendientes de los mismos que echaron a Bolívar de aquí y también lo crucificaron a su manera en Santa Marta, allá en Colombia”. Y cuando en marzo del año pasado, a raíz de la intervención militar de Colombia, en la que resultó muerto el subjefe de las FARC, Raúl Reyes, la declaración del presidente de Venezuela fue que “Colombia estaba jugando el mismo papel en la región que Israel en el Medio Oriente”.

Asimilar a Colombia con Israel  es muy mal presagio, pues se busca justificar lo injustificable. 

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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