En el
discurso que pronunciara la entonces Vicepresidenta
Ejecutiva del gobierno Adina Bastida, con ocasión de la
celebración del Encuentro Nacional sobre el Diálogo de
Civilizaciones, en noviembre del 2001, - tras haber
arremetido contra la “ideología dominante en las cúpulas del
poder”, “reyes de la civilización occidental”, que ella
designó con el nombre genérico de WASP, término que se
suele usar en Estados Unidos para calificar a los blancos de
origen anglosajón -, la vicepresidenta emprende un recuento
de los estamentos étnico culturales que han dado origen a
la sociedad en América Latina, indígenas, africanos, y
blancos, que según su extraña visión de la formación de las
sociedades, son “contrapuestos y no integrables”. Sin
embargo, pese a esa negación rotunda del mestizaje cultural
al tratarse de una configuración de “contrapuestos no
integrables”, Bastida hace un llamado de atención apropósito
de una “omisión significativa”, y allí radica el verdadero
propósito de su discurso: se trata de la inmigración
andaluza que acompañaba a Colon, que según Bastida se
incluye en el rubro de trabajadores, es decir, de
proletarios, por ende de no conquistadores, a los cuales les
estaba “prohibida su religión original”. La oradora no
menciona cuál era la religión original, pero en el párrafo
siguiente, mediante un procedimiento indirecto, introduce el
término implícito en su discurso: “La música venezolana, (…)
ante todo es descendiente directa de la andaluza y por ahí
del árabe.” Y prosigue: “lo mismo respecto a otros
aspectos en nuestra cultura material”. Y concluye afirmando
que “esto puede ser un componente sumamente constructivo e
integrador de nuestra nacionalidad” que tal vez pueda
resolver los conflictos e identidad de los
latinoamericanos. Conclusión: si la influencia andaluza es
la que predomina en Venezuela, y si los andaluces no eran
católicos, sino musulmanes, y por ende su cultura era la
árabe, la cultura que predomina en Venezuela es la árabe y
por lógica, su religión es el Islam.
No es el
momento ni disponemos del espacio para entablar un análisis
acerca de este intento burdo de reescritura de la historia,
y de una visión antropológica desprovista de base real.
Empezando porque no existen sociedades que permanezcan
impermeables a la influencia de otras culturas: desde el
momento en que una sociedad está en contacto con la otra,
ambas se modifican, aunque se empeñen en evitarlo. Y por
supuesto, si la cultura hispana, no sólo la andaluza, llegó
impregnada de elementos arabo/musulmanes – lo contrario
hubiese sido extraño tras ocho siglos de presencia musulmana
en España – esos elementos también están presentes en el
estamento cultural venezolano. Lo arbitrario es tratar de
imponer una relectura falsa de la historia, argumentada en
falsos presupuestos con el objeto de demostrar la
predominancia de la cultura arabo/musulmana sobre el resto
de otras influencias en la composición cultural venezolana
con el objeto de justificar alianzas geo-políticas del
gobierno. La idea de comunidades impermeables, separadas las
unas de las otras - el comunitarismo impuesto por los
anglosajones para evitar el mestizaje – es precisamente un
fenómeno norteamericano y británico, que les teóricos del
artefacto ideológico del gobierno de Hugo Chávez han
introducido en Venezuela, cuando en Venezuela, la grieta de
origen étnico pasa por otros parámetros, más sutiles, más
complejos, más difusos. En una sociedad moderna, como la
venezolana, que por vivir desde hace un siglo del petróleo,
está en comunicación con las tendencias más variadas de la
producción cultural y de modos de vida, las grietas étnicas
las borra el dinero. Hecho que en sociedades de casta o de
separación racial, como lo fue Estados Unidos hasta hace
poco, o el Perú, era casi imposible. De allí que en
Venezuela se reaccione de manera tan rotunda ante la
voluntad de ruptura entre dos categorías de venezolanos,
como lo incita la elite del poder actual, imponiendo así el
modelo anglosajón de ruptura tajante debido a diferencias de
origen étnico. Y lo más sorprendente es que esta visión
anglosajona de la sociedad ha sido introducida en Venezuela
por la alcurnia de los teóricos venezolanos del “proceso”,
aquellos que son los más radicales abanderados del
antiimperialismo. Teóricos del etnicismo violento que hoy
azota al país, porque para las cosas más serias, el
gobierno se apoya en teóricos extranjeros.
Pero a lo
que realmente íbamos era a la voluntad de adscribir a
Venezuela, de manera autoritaria, por decisión
“estratégica”, como diría el teniente coronel Hugo Chávez,
al mundo musulmán. Pues el propósito manifiesto del discurso
de la entonces vicepresidenta,
era demostrar que Venezuela forma parte del estamento
musulmán.
Y dadas las
alianzas suscritas por Hugo Chávez con los sectores
radicales que profesan el integrismo musulmán y abogan por
la desaparición del Estado de Israel, - que se debe aclarar,
el integrismo islámico corresponde al Islam, lo que fue el
nazismo para el catolicismo. Independientemente de que haya
existido o no ese elemento cultural en la conformación de la
nación de la sociedad venezolana, se trata de la
manifestación de una voluntad política que se refleja en los
acontecimientos antisemitas que se han ido perpetrando desde
hace algún tiempo en Venezuela y que tienen amplio espacio
en los medios de comunicación cercanos al gobierno, en
particular, en aquellos en donde se expresan les corrientes
populares que apoyan al régimen.
El gobierno
de Chávez está obligado a dar demostraciones de su
inclinación hacia el islamismo radical con el que ha tejido
alianzas ampliamente documentadas y de lo que ha dado
demostraciones prácticas por los numerosos viajes
realizados a la región en donde el islamismo es poder y, por
las declaraciones que ha emitido en múltiples ocasiones en
el transcurso de sus viajes. Se debe recordar que mientras
se realizaba el primer allanamiento policial al colegio
israelita en Caracas, Hugo Chávez se encontraba en Libia y
recibía de manos de Gaddafi un premio de Derechos Humanos
(sic). Vale la pena también recordar, la gira que realizara
Fidel Castro en mayo del 2001 al Medio Oriente, en
particular a Irán, en donde pronunció un discurso en la
universidad de Teherán anunciando que Irán junto con Cuba,
“pronto pondrían de rodillas al imperialismo americano”.
Hugo Chávez, tras los pasos de Castro, realizó la misma gira
en la misma época.
Y,
precisamente, el 26 de julio del 2001, se festejó en La
Habana con la visita excepcional de una delegación iraní
presidida por varios ayatolahs, entre los cuales se
encontraban los nietos del Ayatolá Jomeini, cuya actividad
protagónica fue su participación a una gran marcha del
“pueblo combatiente” frente a la Oficina de Intereses de
Estados Unidos, encabezada por el Presidente cubano Fidel
Castro, el Segundo Secretario del Partido Raúl Castro,
miembros del Buró Político y otros funcionarios : la cifra
dada por La Habana fue de un millón doscientos mil
participantes traídas de todas las regiones del país.
De allí que
Hugo Chávez no haya hecho más que seguir el ejemplo que La
Habana dio. Y es difícilmente creíble que las alianzas
“estratégicas” – palabra de uso frecuente en boca de Hugo
Chávez – entre Irán y Venezuela, se refieran sólo a
fabricación de tractores. Además de que el gobierno de
Chávez ha sido artífice de la presencia de Ahmadineyad en
la región: lo introdujo en Bolivia, y en Ecuador, hasta
acudió a la ceremonia de toma del poder de Rafael Correa.
De allí que
el antisemitismo de la revolución bolivariana no sea de una
gran originalidad, dada la corriente nacional-socialista que
la anima, lo que está ampliamente documentado. Ya en su
época, al final de su reinado en Europa y ante la debacle
que se le acercaba, Hitler se autocrítico por no haber
establecido una alianza con las corrientes musulmanas que
simpatizaban con el nazismo. Como es sabido, fue uno de los
tutores de la indigesta formación ideológica del teniente
coronel, el argentino Ceresole, que animado por un
antisemitismo radical, fue consejero del gobierno islamista
de Irán.
El reciente
conflicto entre Israel y Hamas, le brindó a Hugo Chávez la
oportunidad de dar una demostración más de pertenencia al
acerbo cultural islamista, expulsando al embajador de
Israel. Decisión que por supuesto le fue ordenado desde La
Habana, cuya cuidadosa diplomacia le impide cometer
semejantes estupidez, pero se las exige al dócil venezolano
que hace de tonto útil. Es cierto que La Habana lo premia
por ello con la más preciada de sus golosinas, para
asegurarse de su sujeción, el vicepresidente de Cuba,
Carlos Lage, lo ha declarado “El más brillante discípulo de
Fidel”, durante la ceremonia de conmemoración en La Habana
del décimo aniversario de la llegada al poder del teniente
coronel.
Por
supuesto, lo más preocupante para los venezolanos, es la
utilización de comandos “altamente profesionales” como los
que participaron en el asalto y profanación de la sinagoga
de Caracas el viernes pasado, que según Teodoro Petkoff , -
que no suele opinar a la ligera- en su editorial del 2 de
febrero, (por lo que merece se le cite in extenso) dice que
“esa
operación fue realizada por un grupo muy, pero muy
profesional y con altos niveles de entrenamiento. Basta ver
la pericia de expertos con la cual violentaron dos
cajafuertes, para estar seguros de que no se trataba de un
grupito de tirapiedras. No fue una acción espontánea, de
algunos tipos intoxicados por la prédica antisemita, sino la
operación de un destacamento encuadrado dentro de una
jerarquía y que no actúa por su cuenta sino por ordenes
expresas. » Más claro no se puede ser.
Los asaltantes de la sinagoga no se
contentaron de hacer pintas insultantes en las paredes.
Además de la voluntad de tipo operativo de ampararse de los
ordenadores para disponer de la fuente de datos de los
miembros de la comunidad judía, el hecho de haber profanado
la Tora y los símbolos sagrados del judaísmo, demuestra una
voluntad de humillar, de herir en lo más intimo a quienes
profesan esa religión. Por lo que esa agresión constituye
uno de los actos anti semitas más graves cometidos en los
últimos tiempos en el mundo.
En Cuba, a esos comandos utilizados primero
por Hitler contra, precisamente los judíos, y toda clase de
opositores, se les llama « Brigadas de respuesta rápida », y
el régimen los utiliza para combatir cualquier manifestación
de protesta contra el régimen. Son grupos súper entrenados,
encargados de reprimir manifestaciones de protesta,
organizar los mítines de repudio contra los opositores, o
sospechosos de serlo. Es decir, esas actividades que el
gobierno no quiere asumir públicamente para que no se le
asimile a las dictaduras típicas del continente. En Cuba se
dice que se trata del pueblo defendiendo a su revolución. En
Venezuela los ataques a la Sinagoga del viernes pasado, los
numerosos a la Nunciatura apostólica, al Ateneo de Caracas,
a las alcaldías en manos de la oposición, son obra de las
versión bolivariana de las brigadas paramilitares cubanas.
Ya una vez, en esta misma columna, advertí
del peligro de esa crisis importada que de continuar,
terminará suscitando enfrentamientos entre comunidades,
judías, y musulmanas, y dentro de ésta última categoría,
entre sunitas y shiíes, creando un conflicto bélico sobre un
problema, históricamente inexistente en el país.
Esta atmósfera de enfrentamientos suscitada
por los estamentos oficiales, no es gratuita pues persigue
al mismo tiempo darle una legitimación local al asimilarla
sutilmente al país fronterizo con el objeto de crear un
amalgama en el imaginario de la gente que involucre a judíos
y a colombianos. Vale la pena recordar que en la
declaración en la que Hugo Chávez expresó más claramente su
antisemitismo – real o estratégico, - yo diría que por
estratégico es aún más preocupante - mencionó a « unas
minorías, los descendientes de los mismos que crucificaron a
Cristo, los descendientes de los mismos que echaron a
Bolívar de aquí y también lo crucificaron a su manera en
Santa Marta, allá en Colombia”. Y cuando en marzo del año
pasado, a raíz de la intervención militar de Colombia, en la
que resultó muerto el subjefe de las FARC, Raúl Reyes, la
declaración del presidente de Venezuela fue que “Colombia
estaba jugando el mismo papel en la región que Israel en el
Medio Oriente”.
Asimilar a
Colombia con Israel es muy mal presagio, pues se busca
justificar lo injustificable.
* |
Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
-
Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |