La
reciente decisión de Fidel Castro de no postular a la
jefatura del país y al cargo de Comandante en Jefe, - con
todas las sutilezas que comporta el tèrmino de “no postular”
- ha dado lugar a variadas conjeturas y a las opiniones màs
diversas. Del lado castrista se dice, y seguramente con
sobrada razón, que nada ha cambiado, que todo seguirá igual;
es también la opinión de Fidel Castro que por cierto
continua ejerciendo el cargo de secretario general del PCC,
hecho que no es fortuito y se inscribe en la estrategia que
él ha puesto en marcha en aras a preservar la perennidad del
régimen después de su muerte. En aras a ese propósito, Fidel
Castro ha puesto en marcha un sutil y complejo proceso de
sucesión a la vez que de transición, destinado, ante todo, a
garantizar y a legitimar ante las propias elites del poder,
la continuidad de su poder. Para suplir su presencia
avasalladora, ha designado a un sucesor rodeado de un
equipo, a la vez que opera una transición institucional
mediante la cual, una dictadura de corte personal,
autocrática, caudillista, monolítica con rasgos feudales,
pasa a convertirse en una dictadura comunista, según la
representación clásica inspirada del modelo del
leninismo-estalinismo. Castro que en materia de ejercicio
del poder es de una lucidez pasmosa, sabe perfectamente que
ni Raúl Castro, ni ninguno de los miembros de su equipo son
capaces de llenar el vacío que significa su ausencia. A Cuba
le llegó la hora de poner a operar las instituciones. La
cultura política que ha imperado desde los inicios del
régimen es la institucional soviética. El PCC, que Fidel
Castro mantuvo en una suerte de hibernación, pasará a jugar
un papel central. La maquinaria política del partido será la
garante de la continuidad del régimen. Del monolitismo
dictatorial de Fidel Castro, se pasará a una dictadura
ejercida por un equipo; la elite cubana, forjada por el
castrismo pasará a ejercer plenamente el poder; una
dictadura ejercida de manera colegiada.
Muchos analistas sostienen que
el castrismo ha muerto, que al morir Fidel Castro, sucederá
lo ocurrido con Franco, que al morir, el franquismo murió
con él; de igual manera que ocurrió con otras dictaduras,
incluso con la de Hitler y, sin percatarse de que el mero
hecho de ser una dictadura no la hace intercambiable con
otras. El castrismo es una dictadura con rasgos que ninguna
de las mencionadas comparte. Ninguna de ellas intentó
exportar su régimen, ni nunca ninguna intentó implementar
dinámicas imperiales. Hitler lo intentó, pero resultó
vencido militarmente y políticamente, ya que los
presupuestos de su acción eran anti-humanos, moralmente y
éticamente objetables. En cambio el comunismo goza de
circunstancias atenuantes, al punto de auto amnistiarse de
sus crímenes, pues el sustrato ideológico del comunismo es
el bien de la humanidad; es la realización del paraíso en la
tierra y eso le ha permitido hacerse de una virginidad
permanente.
Además, la cubana es una
dictadura que pertenece a una cultura política determinada;
pese a la influencia de su herencia histórica propia, el
entramado institucional del Estado cubano actual, se forjó
bajo la égida pedagógica de Moscú. Por ello, no es imposible
que el perfil del futuro gobierno cubano, tenga más
semejanzas con el de Putin. La dictadura que comparte rasgos
con la cubana, es la dictadura que imperó en la extinta URSS.
Rasgos que hoy aparecen remodelados y adaptados a la época,
en el Estado instaurado por el antiguo miembro del KGB.
Ningún Estado satélite de la URSS desarrolló una política
expansionista propia, como lo realizó el castrismo,
inspirándose del modelo del expansionismo universalista
soviético, guardando las proporciones del caso, se dotó de
aparatos especiales para poner en obra un proyecto global en
el que la isla lleva empeñada medio siglo.
Al igual que la extinta URSS,
Cuba posee organismos de seguridad y de contraespionaje,
sobredimensionados y desproporcionados en relación a su
talla y a la importancia del país, destinados al control de
la población, pero también en gran medida, destinados a su
actividad de índole expansionista, de igual manera, forjó
una diplomacia entrenada a la subversión.
Para imaginar el que podría ser
el futuro régimen cubano, más valdría remitirse al régimen
de Putin el cual se sustenta en antiguos cuadros del KGB,
dentro de un marco de fachada democrática, ejerce un poder
férreo, en el que cualquier opositor considerado como
demasiado activo, corre el riesgo de morir asesinado y todo
ello gozando de la simpatía de las mayorías, pues Putin ha
sabido despertar el sentido nacionalista ruso y el orgullo
nacional herido tras la debacle de la URSS, adoptando una
postura beligerante, no sólo ante EE. UU. sino también ante
la Comunidad Europea. La manera como Putin ha ido amarrando
las riendas del poder, concuerdan singularmente con las
técnicas de Fidel Castro; por cierto Putin, como Fidel
Castro, también es abogado. De ser un personaje minoritario
en las encuestas, gracias a una serie de violentos atentados
que causaron numerosas víctimas, creando el pánico en la
población, y adjudicados por el poder a los chechenios,
Putin apareció como el salvador de la patria, exacerbando la
guerra contra los chechenios; y desde entonces se impuso
como líder indiscutido del nacionalismo ruso. Muchos
indicios conducían a los servicios de inteligencia, el ex
KGB de donde procede el propio Putin, o al ejercito, como
autores de los atentados, pero quienes intentaron
investigarlos, - periodistas y magistrados-, han perecido de
muerte violenta.
Los caminos del nacionalismo son
imprevisibles. Por razones históricas, el sentimiento
nacional cubano se ha modelado como un sustrato identitario.
Nada que ver con la tibieza del venezolano. El régimen
cubano ha ido aquilatando influencias a nivel planetario y
cuenta con apoyos políticos en Asia, África, América Latina,
incluso en Europa. Cuba jugó un papel militar de primer
orden en la guerra de Angola, y Angola es un gran productor
de petróleo. Y, mediante sus exiliados, ejerce un poder
político y económico en el seno del propio “imperio”, al
punto que muchos consideran a Miami como una provincia de la
isla. Quienes sostienen que Hugo Chávez pueda jugar un
papel, otro que el de tonto útil en la política cubana, peca
no sólo de iluso, sino que demuestra una falta de
conocimiento elemental de la historia cubana. Primero pacta
la elite castrista con sectores del exilio de Miami, que
aceptar un supuesto liderazgo del venezolano. No es casual
que Fidel Castro en su última reflexión le dedique largos
párrafos a Carlos Saladrigas, uno de los grandes magnates
cubanos de Miami quien ha observado una actitud de
reconciliación y ha desarrollado una acción tendiente a
restablecer el diálogo con la Cuba de “adentro”. Fidel
Castro lo fustiga, porque ve como un peligro una actitud
reñida con el la del exilio radical, tan parecido a la
radicalidad observada por el castrismo y que le ha sido tan
útil, para la imagen que La Habana ha impuesto del exilio
cubano.
Mientras no se le aplique a los
regimenes comunistas los criterios que se le han aplicado a
otros regimenes totalitarios, América Latina continuará
siendo un continente en estado de regresión política. Es
lastimoso que quienes han sufrido la represión de las
dictaduras, y hoy estén en el poder, no sean receptivos a la
situación de los disidentes cubanos, y que sea necesario que
el disidente Oswaldo Payá haga un llamado a "los hermanos
latinoamericanos" han dejado solos a los cubanos, y demanda
solidaridad para contribuir a combatir "la cultura del
miedo" en la Isla. Los países latinoamericanos deben "alzar
la voz ante la administración castrista", señaló el líder
del Movimiento Cristiano Liberación en una entrevista con
radio Cooperativa, de Chile. Esa receptividad sería la mejor
ayuda que se le puede dar hoy a los cubanos para que logren
salir del Estado pretoriano-comunista y accedan a la
democracia.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |