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Cambio y continuidad en Cuba:
de Fidel Castro a Putin

por Elizabeth Burgos
viernes, 29 febrero 2008


La reciente decisión de Fidel Castro de no postular a la jefatura del país y al cargo de Comandante en Jefe, - con todas las sutilezas que comporta el tèrmino de “no postular” - ha dado lugar a variadas conjeturas y a las opiniones màs diversas. Del lado castrista se dice, y seguramente con sobrada razón, que nada ha cambiado, que todo seguirá igual; es también la opinión de Fidel Castro que por cierto continua ejerciendo el cargo de secretario general del PCC, hecho que no es fortuito y se inscribe en la estrategia que él ha puesto en marcha en aras a preservar la perennidad del régimen después de su muerte. En aras a ese propósito, Fidel Castro ha puesto en marcha un sutil y complejo proceso de sucesión a la vez que de transición, destinado, ante todo, a garantizar y a legitimar ante las propias elites del poder, la continuidad de su poder. Para suplir su presencia avasalladora, ha designado a un sucesor rodeado de un equipo, a la vez que opera una transición institucional mediante la cual, una dictadura de corte personal, autocrática, caudillista, monolítica con rasgos feudales, pasa a convertirse en una dictadura comunista, según la representación clásica inspirada del modelo del leninismo-estalinismo. Castro que en materia de ejercicio del poder es de una lucidez pasmosa, sabe perfectamente que ni Raúl Castro, ni ninguno de los miembros de su equipo son capaces de llenar el vacío que significa su ausencia. A Cuba le llegó la hora de poner a operar las instituciones. La cultura política que ha imperado desde los inicios del régimen es la institucional soviética. El PCC, que Fidel Castro mantuvo en una suerte de hibernación, pasará a jugar un papel central. La maquinaria política del partido será la garante de la continuidad del régimen. Del monolitismo dictatorial de Fidel Castro, se pasará a una dictadura ejercida por un equipo; la elite cubana, forjada por el castrismo pasará a ejercer plenamente el poder; una dictadura ejercida de manera colegiada.

Muchos analistas sostienen que el castrismo ha muerto, que al morir Fidel Castro, sucederá lo ocurrido con Franco, que al morir, el franquismo murió con él; de igual manera que ocurrió con otras dictaduras, incluso con la de Hitler y, sin percatarse de que el mero hecho de ser una dictadura no la hace intercambiable con otras. El castrismo es una dictadura con rasgos que ninguna de las mencionadas comparte. Ninguna de ellas intentó exportar su régimen, ni nunca ninguna intentó implementar dinámicas imperiales. Hitler lo intentó, pero resultó vencido militarmente y políticamente, ya que los presupuestos de su acción eran anti-humanos, moralmente y éticamente objetables. En cambio el comunismo goza de circunstancias atenuantes, al punto de auto amnistiarse de sus crímenes, pues el sustrato ideológico del comunismo es el bien de la humanidad; es la realización del paraíso en la tierra y eso le ha permitido hacerse de una virginidad permanente.

Además, la cubana es una dictadura que pertenece a una cultura política determinada; pese a la influencia de su herencia histórica propia, el entramado institucional del Estado cubano actual, se forjó bajo la égida pedagógica de Moscú. Por ello, no es imposible que el perfil del futuro gobierno cubano, tenga más semejanzas con el de Putin. La dictadura que comparte rasgos con la cubana, es la dictadura que imperó en la extinta URSS. Rasgos que hoy aparecen remodelados y adaptados a la época, en el Estado instaurado por el antiguo miembro del KGB. Ningún Estado satélite de la URSS desarrolló una política expansionista propia, como lo realizó el castrismo, inspirándose del modelo del expansionismo universalista soviético, guardando las proporciones del caso, se dotó de aparatos especiales para poner en obra un proyecto global en el que la isla lleva empeñada medio siglo.

Al igual que la extinta URSS, Cuba posee organismos de seguridad y de contraespionaje, sobredimensionados y desproporcionados en relación a su talla y a la importancia del país, destinados al control de la población, pero también en gran medida, destinados a su actividad de índole expansionista, de igual manera, forjó una diplomacia entrenada a la subversión.

Para imaginar el que podría ser el futuro régimen cubano, más valdría remitirse al régimen de Putin el cual se sustenta en antiguos cuadros del KGB, dentro de un marco de fachada democrática, ejerce un poder férreo, en el que cualquier opositor considerado como demasiado activo, corre el riesgo de morir asesinado y todo ello gozando de la simpatía de las mayorías, pues Putin ha sabido despertar el sentido nacionalista ruso y el orgullo nacional herido tras la debacle de la URSS, adoptando una postura beligerante, no sólo ante EE. UU. sino también ante la Comunidad Europea. La manera como Putin ha ido amarrando las riendas del poder, concuerdan singularmente con las técnicas de Fidel Castro; por cierto Putin, como Fidel Castro, también es abogado. De ser un personaje minoritario en las encuestas, gracias a una serie de violentos atentados que causaron numerosas víctimas, creando el pánico en la población, y adjudicados por el poder a los chechenios, Putin apareció como el salvador de la patria, exacerbando la guerra contra los chechenios; y desde entonces se impuso como líder indiscutido del nacionalismo ruso. Muchos indicios conducían a los servicios de inteligencia, el ex KGB de donde procede el propio Putin, o al ejercito, como autores de los atentados, pero quienes intentaron investigarlos, - periodistas y magistrados-, han perecido de muerte violenta.

Los caminos del nacionalismo son imprevisibles. Por razones históricas, el sentimiento nacional cubano se ha modelado como un sustrato identitario. Nada que ver con la tibieza del venezolano. El régimen cubano ha ido aquilatando influencias a nivel planetario y cuenta con apoyos políticos en Asia, África, América Latina, incluso en Europa. Cuba jugó un papel militar de primer orden en la guerra de Angola, y Angola es un gran productor de petróleo. Y, mediante sus exiliados, ejerce un poder político y económico en el seno del propio “imperio”, al punto que muchos consideran a Miami como una provincia de la isla. Quienes sostienen que Hugo Chávez pueda jugar un papel, otro que el de tonto útil en la política cubana, peca no sólo de iluso, sino que demuestra una falta de conocimiento elemental de la historia cubana. Primero pacta la elite castrista con sectores del exilio de Miami, que aceptar un supuesto liderazgo del venezolano. No es casual que Fidel Castro en su última reflexión le dedique largos párrafos a Carlos Saladrigas, uno de los grandes magnates cubanos de Miami quien ha observado una actitud de reconciliación y ha desarrollado una acción tendiente a restablecer el diálogo con la Cuba de “adentro”. Fidel Castro lo fustiga, porque ve como un peligro una actitud reñida con el la del exilio radical, tan parecido a la radicalidad observada por el castrismo y que le ha sido tan útil, para la imagen que La Habana ha impuesto del exilio cubano.

Mientras no se le aplique a los regimenes comunistas los criterios que se le han aplicado a otros regimenes totalitarios, América Latina continuará siendo un continente en estado de regresión política. Es lastimoso que quienes han sufrido la represión de las dictaduras, y hoy estén en el poder, no sean receptivos a la situación de los disidentes cubanos, y que sea necesario que el disidente Oswaldo Payá haga un llamado a "los hermanos latinoamericanos" han dejado solos a los cubanos, y demanda solidaridad para contribuir a combatir "la cultura del miedo" en la Isla. Los países latinoamericanos deben "alzar la voz ante la administración castrista", señaló el líder del Movimiento Cristiano Liberación en una entrevista con radio Cooperativa, de Chile. Esa receptividad sería la mejor ayuda que se le puede dar hoy a los cubanos para que logren salir del Estado pretoriano-comunista y accedan a la democracia.

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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