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Tiempos sombríos
por Elizabeth Burgos
miércoles, 24 diciembre 2008


Nunca como en estos  “tiempos sombríos” en que vivimos se ha hecho tan  necesario volver a la obra de Hannah Arendt. Destinada a la abstracción filosófica y a la elaboración de conceptos, su educación filosófica la mantiene en sus comienzos fuera de los asuntos el mundo. Nada la predestinaba a convertirse en una pensadora del hecho político en la historia. Lo demuestra el tema que escogió para su tesis de grado : “El concepto de amor en San Agustín”, que no podía estar más alejado de la inmediatez del acontecimiento. Pero  los “tiempos sombríos”, - fórmula que tomó de Brecht - la obligaron a practicar un pensamiento activo pues la animaba la convicción que ante la irrupción violenta de la historia, no se podía permanecer como espectador. Cuando el mundo se oscurece y se vuelve tan incierto, se puede caer en la huida, refugiándose en el interior de sí mismo y en el desprecio del mundo y de lo público. De allí que ella su compromiso con la historia   la cumplió practicando la “responsabilidad del pensamiento”. Desconfía de la actitud  de aquellos que practican la “emigración interior”: ese se simulacro de exilio que en el fondo no es más que una suerte de colaboración pasiva.

A su practica de la “responsabilidad del pensamiento” le debemos el haberle dedicado su vida de pensadora a la reflexión del fenómeno del totalitarismo.

Los Orígenes del totalitarismo es su obra magistral que comenzó a elaborar durante el reino de Hitler y de Stalin en su exilio en Nueva York, y dice haberlo escrito para los que “nacerán después que nosotros”. Es una razón para retomar su estudio, pues además, los tiempos  que vivimos, comparten suficientes similitudes con aquellos que se vivieron a partir de la primera guerra mundial que trajeron a Hitler y a Stalin. El marco en el que nace el sistema totalitario es un universo dominado por la inflación, el desempleo, la falta de porvenir. Para Arendt de allí proviene la caída del Estado-Nación, y en lo social, la transformación de un sistema de clases en una sociedad de masas cuyo distintivo  son según el lugar y el momento:  después de las camisas pardas del nazi - fascismo, hoy surgen las camisas rojas,  el uniforme verde olivo, los ponchos rojos..

Arendt le reconoce a Sartre el haber comprendido lo sucedido en Alemania cuando los alemanes se volcaron a adorar al Führer, al escribir que : “El mundo aparecía envuelto en una frescura infantil y terrible”

No hay en ella nostalgia del pasado ni huida hacia delante, puesto que no podemos restaurar el pasado aún menos deshacerlo.

Descubrir cómo pudieron nacer las formas radicalmente inéditas de la dominación y el terror, adentrarse en su mecanismo interno, para analizar con minucia esas dos formas auténticas de dominación totalitaria: la dictadura del nacional-socialismo después de 1938, y la del bolchevismo después de 1930. Entre sus aserciones más pertinentes es la del totalitarismo en el poder que usa el Estado como una fachada, destinada a representar el país en el mundo no totalitario. De lo que se trata es de presentar ante el mundo exterior una apariencia de normalidad.

La percepción detallada del mecanismo totalitario, la llevó a dedicarle a su obra un capítulo particularmente interesante sobre el papel que juega la policía política en la consolidación y en la permanencia de ese tipo régimen, muy pertinente para estudiar el caso cubano y el uso que hace este país de sus poderosos servicios de inteligencia. El núcleo del poder totalitario, en medio del caos y la ineficiencia, lo constituyen los servicios “híper eficaces, “híper competentes”  de la policía política y esta es una característica que comparten todos los regimenes totalitarios. Por lo general, estos comparten la aspiración mesiánica de la dominación mundial mediante la abolición de la diferencia entre país extranjero y patria, entre relaciones exteriores e interiores.

En cuanto a las fuerzas armadas, éstas constituyen un elemento dudoso en caso de guerra civil,  pues educadas en el sentimiento de la defensa nacional, les costará asimilar a un invasor extranjero a su propio pueblo. En realidad el régimen totalitario se debe apoyar en la policía política, porque se siente más amenazado por su propio pueblo que por una invasión extranjera.

Los servicios secretos tienden a convertirse en el poder real, perciben más fondos que el resto de las instituciones. En las embajadas son sus agentes quienes imparten ordenes a los embajadores porque son ellos los verdaderos jefes. Organizan quintas columnas , dirigen ramificaciones de movimientos, influencian las políticas interiores de los países en donde operan.

Se trata de reflexiones de una actualidad innegable y además constituyen un ejemplo de cómo ejercer una acción política mediante la práctica del “pensamiento responsable”.

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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