Nunca como
en estos “tiempos sombríos” en que vivimos se ha hecho tan
necesario volver a la obra de Hannah Arendt. Destinada a la
abstracción filosófica y a la elaboración de conceptos, su
educación filosófica la mantiene en sus comienzos fuera de
los asuntos el mundo. Nada la predestinaba a convertirse en
una pensadora del hecho político en la historia. Lo
demuestra el tema que escogió para su tesis de grado : “El
concepto de amor en San Agustín”, que no podía estar más
alejado de la inmediatez del acontecimiento. Pero los
“tiempos sombríos”, - fórmula que tomó de Brecht - la
obligaron a practicar un pensamiento activo pues la animaba
la convicción que ante la irrupción violenta de la historia,
no se podía permanecer como espectador. Cuando el mundo se
oscurece y se vuelve tan incierto, se puede caer en la
huida, refugiándose en el interior de sí mismo y en el
desprecio del mundo y de lo público. De allí que ella su
compromiso con la historia la cumplió practicando la
“responsabilidad del pensamiento”. Desconfía de la actitud
de aquellos que practican la “emigración interior”: ese se
simulacro de exilio que en el fondo no es más que una suerte
de colaboración pasiva.
A su
practica de la “responsabilidad del pensamiento” le debemos
el haberle dedicado su vida de pensadora a la reflexión del
fenómeno del totalitarismo.
Los
Orígenes del totalitarismo
es su obra magistral que comenzó a elaborar durante el reino
de Hitler y de Stalin en su exilio en Nueva York, y dice
haberlo escrito para los que “nacerán después que nosotros”.
Es una razón para retomar su estudio, pues además, los
tiempos que vivimos, comparten suficientes similitudes con
aquellos que se vivieron a partir de la primera guerra
mundial que trajeron a Hitler y a Stalin. El marco en el que
nace el sistema totalitario es un universo dominado por la
inflación, el desempleo, la falta de porvenir. Para Arendt
de allí proviene la caída del Estado-Nación, y en lo social,
la transformación de un sistema de clases en una sociedad de
masas cuyo distintivo son según el lugar y el momento:
después de las camisas pardas del nazi - fascismo, hoy
surgen las camisas rojas, el uniforme verde olivo, los
ponchos rojos..
Arendt le
reconoce a Sartre el haber comprendido lo sucedido en
Alemania cuando los alemanes se volcaron a adorar al Führer,
al escribir que : “El mundo aparecía envuelto en una
frescura infantil y terrible”
No hay en
ella nostalgia del pasado ni huida hacia delante, puesto que
no podemos restaurar el pasado aún menos deshacerlo.
Descubrir
cómo pudieron nacer las formas radicalmente inéditas de la
dominación y el terror, adentrarse en su mecanismo interno,
para analizar con minucia esas dos formas auténticas de
dominación totalitaria: la dictadura del nacional-socialismo
después de 1938, y la del bolchevismo después de 1930. Entre
sus aserciones más pertinentes es la del totalitarismo en el
poder que usa el Estado como una fachada, destinada a
representar el país en el mundo no totalitario. De lo que se
trata es de presentar ante el mundo exterior una apariencia
de normalidad.
La
percepción detallada del mecanismo totalitario, la llevó a
dedicarle a su obra un capítulo particularmente interesante
sobre el papel que juega la policía política en la
consolidación y en la permanencia de ese tipo régimen, muy
pertinente para estudiar el caso cubano y el uso que hace
este país de sus poderosos servicios de inteligencia. El
núcleo del poder totalitario, en medio del caos y la
ineficiencia, lo constituyen los servicios “híper eficaces,
“híper competentes” de la policía política y esta es una
característica que comparten todos los regimenes
totalitarios. Por lo general, estos comparten la aspiración
mesiánica de la dominación mundial mediante la abolición de
la diferencia entre país extranjero y patria, entre
relaciones exteriores e interiores.
En cuanto a
las fuerzas armadas, éstas constituyen un elemento dudoso en
caso de guerra civil, pues educadas en el sentimiento de la
defensa nacional, les costará asimilar a un invasor
extranjero a su propio pueblo. En realidad el régimen
totalitario se debe apoyar en la policía política, porque se
siente más amenazado por su propio pueblo que por una
invasión extranjera.
Los
servicios secretos tienden a convertirse en el poder real,
perciben más fondos que el resto de las instituciones. En
las embajadas son sus agentes quienes imparten ordenes a los
embajadores porque son ellos los verdaderos jefes. Organizan
quintas columnas , dirigen ramificaciones de movimientos,
influencian las políticas interiores de los países en donde
operan.
Se trata de
reflexiones de una actualidad innegable y además constituyen
un ejemplo de cómo ejercer una acción política mediante la
práctica del “pensamiento responsable”.
* |
Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |