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Partido socialista francés en femenino
por Elizabeth Burgos
sábado, 22 noviembre 2008


La aceleración de las transformaciones de los modelos de comportamiento político que experimenta hoy el mundo globalizado, cuyo paradigma lo demostró la elección a la presidencia de EE UU de Barack Obama, afectó a la sociedad francesa, que pese al conservadurismo de sus elites, también está sacudida por la mismo deseo de cambio y de actualización.

La crisis severa que enfrenta el Partido Socialista es una demostración de ello. Crisis que se ha venido gestando desde la desaparición de François Mitterrand de cuya orfandad los socialistas franceses no han logrado sobreponerse, que se agudizó tras la celebración de primarias que le dieron el triunfo a Ségolène Royal en 2007, cuando fue elegida en la primera vuelta por mayoría absoluta por los militantes de base, para ser la candidata de los socialistas en la última elección presidencial. Esta elección en primaria de Royal significó la derrota de sus contrincantes: dos de los mayores pesos pesados del partido: Laurent Fabius y Dominique Strauss-Kahn. No es inútil recordar la reacción de dos de los más connotados “presidenciables” ante la osadía de la Royal de proponer su candidatura para las primarias: “Esto no es un concurso de belleza”, - aludiendo al físico atractivo de la candidata -, declaró uno de ellos; “¿quién va a ocuparse de los niños?”, - aludiendo a los cuatro hijos de la misma – agregó el otro.

La derrota de Ségolène Royal ante Nicolás Sarkozy en la elección presidencial de 2007, hizo que los “elefantes” – como se califica a los dirigentes tradicionales del aparato del PS – cantaran victoria y desplegaran una campaña denominada TSS (“Todo salvo Ségolène). Allí no se trataba solamente del rechazo de las propuestas de modernización del partido que proponía la ex candidata, sino de descartar a la mujer que los había derrotado y que se apoyaba, no en la jerarquía, sino en las bases y pregonaba una transformación del partido, una apertura hacia fuera, incluso, una alianza con el partido centrista de François Bayrou, única forma para el PS de librarse de su alianza obligada con el moribundo PC y con la extrema izquierda, cada vez que se presenta una elección. Es cierto que se trata de una decisión que obliga a los socialistas a abandonar ciertos credos y dogmas estrictos sobre los cuales se apoya desde tiempos inmemoriales.

Mientras tanto, Nicolás Sarkozy supo remodelar la derecha, imponerle a su partido UMP una apertura a la izquierda integrando a su gabinete connotados socialistas, y, de paso nombró a Strauss-Kahn a la dirección del FMI. Además tomó una iniciativa de hondo contenido político y simbólico, que nunca osaron los socialistas: nombrar a tres ministros mujeres provenientes de las minorías: dos de origen magrebí y una de origen africano. Estas medidas tomadas por Sarkozy, por supuesto, han acentuado la crisis en el seno del socialismo francés, pues sirven de revelador de su desfase en relación a la sociedad.

Con este panorama, se esperaba que el PS resolviera la crisis que lo aqueja durante el congreso que se celebró del 14 al 16 de este mes en Reims, del cual debía surgir una nueva dirección tras el acuerdo entre las diferentes mociones presentadas por las diferentes corrientes.

Ante la opinión pública, debido a la visibilidad que le da su ventaja de ser alcalde de París, cargo que utiliza sabiamente como trampolín para propulsarse candidato a la presidencia de la República, Bertrand Delanoë aparecía como el favorito; además, se presentaba enarbolando el respaldo del Primer Secretario de salida, François Hollande, cargo que supuestamente debía ocupar, y del ex primer ministro Lionel Jospin, que goza de mucha ascendencia en el seno del partido: se suponía que la base militante acataría la decisión de estos dos pesos pesados de la jerarquía. Parecía que todo iba a desarrollarse como lo habían previsto los “elefantes” del aparato.

Sin embargo otra vez, la base votó mayoritariamente por la moción presentada por Ségolène Royal, sin embargo, sin obtener la mayoría absoluta. Normalmente, la corriente menos votada y más cercana a la que obtuvo la mayoría, debía sumarse a la más votada y constituir una alianza de la cual debía surgir un proyecto, una línea política y sobre todo, un líder. Bertrand Delanoë, el gran perdedor, desistió de ser candidato y declaró primero que no daría consignas de voto a favor de nadie, pero el día siguiente decidió apoyar a la tercera moción más votada, la de Martine Aubry, alcaldesa de la ciudad de Lille. El TSS (Todo menos Ségolène) se puso de nuevo en marcha lo que le hizo declarar a Ségolène royal que el “partido había perdido el sentido del código del honor”. La tercera moción, el más joven de los tres, Benoît Hamon, que adopta una posición más hacia la izquierda radical, no se ha manifestado aún, pero es dudoso que apoye la candidatura de Ségolène Royal. Aunque en política y en democracia es difícil predecir las alianzas, Ségolène Royal a menos que logre movilizar mayoritariamente las bases a su favor, aritméticamente aparece como perdedora.

Cualquiera sean las alianzas que se tejan de aquí al jueves 20 (escribo este artículo el lunes 17) ese día sucederá un hecho histórico, en el sentido real de la palabra: no se trata de un conformismo de lenguaje. Por primera vez en la historia de Francia se enfrentaran dos mujeres por hacerse del poder de un partido político. Por primera vez en Francia, una mujer dirigirá el principal partido de la oposición. (El Partido Comunista Francés lo dirige en la actualidad, pero fue nombrada por el aparato, seguramente por lo insignificante, ningún hombre quiso hacerse cargo.)

En un país en donde el machismo, - esa manera de afirmación personal propia de personalidades inseguras -, no es una práctica común que caracterice las relaciones hombre/mujer, se practica más bien la misoginia, - una forma de racismo anti-femenino - que además, en su versión francesa le exige a la mujer, a cambio de su reconocimiento por la clase masculina, aplique esa misma practica hacia las otras mujeres. El cuadro político que ha surgido tras el fracaso del último congreso del Partido Socialista, - ausencia de consenso para determinar un proyecto político, la designación de un líder y a la orientación de una línea política-, ilustra esta configuración. El TSS (todo salvo Ségolène) ha favorecido a Martine Aubry, pues goza, además del apoyo de Bertrand Delanoë, de Lionel Jospin, de Jacques Lang, de Laurent Fabius y seguramente de otros “elefantes”.

Si Martine Aubry hubiese tomado la iniciativa de apoyar a Ségolène Royal, lo que hubiese sido perfectamente lógico al haber obtenido Royal la la mayoría, el PS habría demostrado que es cierto y que no es mera postura la suya cuando dice expresar el cambio, situarse a la vanguardia de las costumbres, rechazar el conformismo social.

Martine Aubry finalmente resultó ganadora ante Ségolène Royal, con apenas 42 votos de ventaja. Ante la severa crisis de liderazgo que enfrenta el partido, esa débil ventaja, no le confiere a Martine Aubry la legitimidad que exigen las circunstancias actuales, ni tampoco la liberad de acción que necesitaría el líder del PS para poner en marcha las reformas que lo adaptarían al mundo contemporáneo.

Las turbulencias en el seno del Partido socialista no hacen más que comenzar. Circunstancia que tampoco hubiese evitado la reelección de Royal, pero es muy posible que la puesta en marcha de nuevas modalidades de funcionamiento, más cercanas de la sensibilidad de los jóvenes militantes, base de sustento de la línea que ella defiende, imprimiéndole una nueva dinámica al PS, dándole espacio al surgimiento de nuevos liderazgos, hecho que se hubiese materializado a la larga, por el desplazamiento de los “elefantes”. Éstos, conscientes del peligro, han preferido evitar el suicidio, pero tal vez, precipitando así el del partido

Ha actuado como un aparato divorciado de la forma de vivir y de los deseos de la gente, precisamente las críticas que expresa Ségolène Royal. Un partido volcado hacia el interior de sí mismo y no hacia el exterior.

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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