Entre
los puntos claves de las reformas institucionales
emprendidas por el gobierno de Nicolás Sarkozy, la de la
defensa nacional constituye un reto de envergadura por
tratarse de un tema que atañe, tanto a la política interna,
puesto que implica la defensa nacional, y la política
internacional, por tratarse de un país dotado del arma
nuclear y por ser un miembro prominente de la Comunidad
Europea.
En el Libro Blanco sobre la
defensa, presentado el 17 de junio por el Presidente de la
República se definen las amenazas o los conflictos que
podría enfrentar las fuerzas armadas francesas en los
próximos quince años y las prioridades que le son
inherentes, puesto que la doctrina militar implica, ante
todo, la prevención.
Primeramente el Presidente expuso de manera muy realista, el
balance de la situación y las responsabilidades que
enfrentan las fuerzas armadas en el contexto actual: la
diseminación de armas, la multiplicación de conflictos
violentos, la expansión de las amenazas terroristas, y sus
múltiples facetas (terrorismo armado, informático, etc., han
convertido al mundo en un ente inestable, y a Europa en una
zona vulnerable. La segunda constatación, bastante alarmante
por cierto, expresada por el Presidente francés, es la falta
de medios, -técnicos, logísticos y políticos- que le permita
a Francia, asumir su vocación mundial; puesto que, tal y
como se conforma la geopolítica actual, la defensa francesa
debe abarcar desde al Atlántico, pasando por el Oriente
Próximo, hasta el océano Indio.
Los comentaristas constatan el
realismo del Libro Blanco, sin embargo, no dejan de subrayar
las paradojas que contienen las soluciones propuestas por
Nicolás Sarkozy para remediar los fallos indicados.
Al mismo tiempo que acentúa los
fallos de estructura y de funcionamiento, lo obsoleto y los
fallos de la defensa francesa, concomitantes con la
necesidad de enfrentar amenazas desconocidas y múltiples, al
mismo tiempo que constata la carrera armamentista de Rusia y
de la China, podría esperarse la decisión de otorgar una
mayor dotación para la mejora del funcionamiento y la
renovación de los equipos, anuncia una disminución drástica
de efectivos (reducción de 54.000 puestos, y la decisión de
remitir las inversiones previstas), entre otras decisiones.
“La contradicción, la incoherencia entre una visión
maximalista de las amenazas y una disminución de los
medios”, según un antiguo ministro de la defensa.
Pero el punto que ha ocasionado las mayores críticas es el
atlantismo de Sarkozy, demostrado en su decisión de que
Francia reintegre, sin que medie condición alguna, el
dispositivo militar de la OTAN, lo que significa poner un
término a la decisión del general de Gaulle (1960) de
abandonar dicha institución, hecho que le otorgaba a Francia
un papel singular en relación a su gran aliado, Estados
Unidos. Hecho que suscitó inmediatamente las felicitaciones
de Washington. De igual manera, ello significa ponerle un
freno al proyecto abrigado, tanto por Mitterand como por
Jacques Chirac, de construir una Europa de la defensa, lo
que hubiese significado, extender a toda Europa esa
singularidad francesa: la autonomía ante Estados Unidos. Es
evidente que Francia, que se dispone a asumir la presidencia
de la Unión Europea en los próximos seis meses, abogará por
que toda Europa se oriente hacia el atlantismo, lo que,
quiéralo o no, según algunos expertos, debilitará la
ambición europea en materia de defensa, que “ya no se hará
en Bruselas sino en Washington.”
Las criticas por parte de la
oposición de izquierda, pero también por parte de los
antiguos gaullistas, no han tardado. A los militares, por
supuesto, no les ha causado mucha gracia la supresión de
54.000 efectivos. Los socialistas consideran la medida como
“extremamente grave”. Un antiguo ministro de la defensa,
considera que las medidas propuestas, no responden a
criterios de orden estratégico, sino “a una lógica puramente
presupuestaria”. La oposición reprocha que en materia tan
delicada no se hayan debatido en el marco del Parlamento
francés, el único Parlamento en Europa a no tomar parte en
las decisiones relativas a la defensa. De igual manera,
deploran que esa iniciativa no se haya llevado a debate ante
le parlamento europeo, aprovechando la próxima presidencia
francesa.
Más que en ningún otro aspecto,
la integración de Francia en la OTAN, es un paso
significativo hacia la tendencia de la administración actual
de hacer de Francia un país como los otros. Adiós a la
singularidad francesa por la que con tanto tesón luchó el
General De Gaulle
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |