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Plantados
por Elizabeth Burgos
viernes, 18 enero 2008


Contemplando la escena de la entrega de las rehenes, Clara Rojas y Consuelo González y el inesperado aspecto físico que presentaban, por el contraste radical en relación al aspecto que presentaba Ingrid Betancourt en el video incautado por las autoridades colombianas en diciembre pasado, junto a la dramática carta en la que ella exponía sus condiciones de cautiverio, recordé el proceder de la dictadura cubana, que tras someter a los presos políticos a condiciones particularmente inhumas y crueles, cuando terminan de cumplir su pena, o cuando Fidel Castro, para complacer a algún visitante de marca (un senador norteamericano, o alguna primera dama preocupada por los derechos humanos), decide hacerle entrega de uno de ellos, las autoridades llevan al prisionero a un hotel de cinco estrellas, lo visten, lo alimentan, le hacen cambiar el aspecto el físico que delataría ante el mundo el trato al que ha sido sometido.

La idea que me vino a la mente fue la de que Ingrid además era una “plantada”, que pertenecía a la categoría de presos políticos que existe en Cuba, los “plantados” que es el nombre que se han dado a si mismos aquellos prisioneros, juzgados por haberse opuesto al régimen y que rechazan someterse al “plan de rehabilitación” que ofrecen las autoridades penitenciarias de la dictadura con el fin de doblegar sus convicciones de luchadores por la democracia, o por lo menos; neutralizar su actitud rebelde por la cual fueron condenados. El precio que pagan por su rechazo a la docilidad, es el sometimiento a castigos difícilmente imaginables en el mundo contemporáneo. He conocido algunos de ellos que han logrado sobrevivir tras haber cumplido entre veinte y treinta anos de cárcel, que sufrieron el castigo de pasar hasta siete años en celdas de castigo, tapiadas, privados de la luz del sol, desnudos, durmiendo sobre un banco de cemento, y privados durante ese tiempo de visitas de sus familiares. Sin contar las humillaciones permanentes, las golpizas, mantenerlos despiertos durante días para hacerles perder la noción del tiempo - en otras palabras, “quebrarlos”- que sufrieron durante los largos años que permanecieron en la cárcel.

Las declaraciones de Clara Rojas que reveló su intento de fuga junto con Ingrid Betancourt y tras los castigos a las que fueron sometidas por el acto de rebelión, Clara Rojas toma conciencia de que era “una prisionera, que deseaba vivir y decidió no rechistar más”. Ese deseo de vida quedo demostrado al aceptar dar la vida a un hijo y sobrevivir a un parto realizado en condiciones dramáticas. Luego fue separada de Ingrid. “Desde que separaron los grupos no he tenido ni el interés ni la energía para hacer nada”, escribe Ingrid en su carta, y dice que en las requisas le quitan a uno lo que mas quiere. El despojo de todo objeto de afecto que relacione con la vida al “plantado” y le de deseos de seguir viviendo. El plantado lo único que pude oponer como arma de lucha es su propio cuerpo. El cuerpo que los verdugos buscan doblegar mediante la tortura física y moral, pero que al mismo tiempo necesitan porque de morir, el rehén es inservible.

La actitud de “plantada” determina que surja en su difícil panorama de rehén, un aspecto suplementario; el de la presión a la cual someten las FARC a Ingrid Betancourt para que acepte alimentarse y cambie de aspecto y adquiera un físico “presentable” ante el mundo.

En cuanto a las recién liberadas rehenes, estas cargan con el papel de ser rehenes de los rehenes.
 

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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