América
Latina, por razones obvias, no podía permanecer fuera de la
problemática de la etnicidad y de su corolario el dilema
identitario y el sentimiento de pertenencia que conmueve
hoy amplias zonas del planeta. La región andina es donde el
conflicto étnico ha cobrado rasgos de particular agudeza,
adquiriendo en Bolivia la forma de una etnopolítica sobre la
cual reposa el proyecto de nación que Evo Morales se ha
propuesto construir: la “refundación” de la República sobre
bases étnico-culturales; de allí que la cuestión étnica, -
en detrimento de otros aspectos cruciales - , se haya
convertido en el meollo de su política y de la crisis
institucional que enfrenta hoy ese país.
No se trata de
negar la existencia de la problemática indígena, sino de la
manera simplista de analizarla y la manipulación que de ella
se hace, como la de querer subsanar injusticias pasadas
forjando un racismo al revés, o queriendo borrar la historia
volviendo a un pasado extinto.
Una obra
colectiva, La catégorisation ethnique en Bolivie
acaba de publicarse en Francia, intenta conjugar la compleja
y espinosa cuestión étnica de ese país; las diferentes
facetas y el empleo que ha hecho del vocablo indígena y sus
diferentes declinaciones de mestizaje a través de los
siglos, desde que el sabio francés Alcide d’Orbigny realizó
el primer estudio al respecto en 1830. Un ejemplo: la
reciente cualidad de indígena de Evo Morales que como muchos
mestizos de las zonas urbanas, no domina ninguna lengua
indígena y que antes de acceder a la presidencia de la
Republica, pertenecía a la categoría de sindicalista, lo que
en Bolivia es una prueba de mestizaje cultural y étnico
evidente. Bajo presión de indigenistas blancos y de ONG
extranjeras, Morales asumió el papel de “indio”, categoría
a la cual debe serle fiel, porque de otra manera caerá en
desgracia ante sus seguidores internacionales, como le
sucedió a Alejandro Toledo ex presidente del Perú quien
perdió su condición de indígena al adoptar medidas
económicas neo liberales, además de no disputarse con
Estados Unidos. Ejemplos que demuestran la elasticidad que
implica el uso de esa categoría.
No se descarta
en Bolivia, que la polarización llegue a enfrentamientos
entre regiones, dado que la cuestión étnica la determina
también la geografía y la pertenencia regional, por lo que
no se excluye el peligro de la fractura del territorio
nacional.
El hilo
conductor que anima la obra de los investigadores franceses,
es contextualizar y evidenciar la complejidad que reviste la
calificación de indígena; la manera de pasar de ser una
evidencia real, a tratarse de un demostración
subjetivo-sensible que permite decidir considerarse
indígena. De allí que al someter a revisión los
procedimientos oficiales de etiquetaje y de contabilización
de los grupos étnicos bolivianos con el objeto de discernir
su alcance y sus límites, se evidencia que aunque
constituyan un material de conocimiento indudable, las
informaciones que arrojan los censos realizados a través del
tiempo, son un reflejo de aquellos que los han ordenado y de
los proyectos políticos que intentan poner en obra. Según
las épocas se utilizan se acentúan los porcentajes de
indios, mestizos o blancos.
De particular
interés es el ensayo del geógrafo Daniel Dory quien desde un
marco general se adentra en los procesos étnicos bolivianos
vistos desde un ángulo espacial y en la “longue durée”con el
objeto de esbozar una “geohistoria etnocultural” de Bolivia.
Perspectiva que le permite establecer un sistema étnico,
articulando sub-sistemas, localizados en sus dinámicas
específicas permitiéndole asir las etnias y las categorías
que le son inherentes, en sus “contextos relacionales y
cambiantes”, despojándolas de toda noción de esencialidad e
inmanencia.
La maleabilidad
de la condición de “indígena” o de mestizo, se evidencia en
el análisis de Rossana Barragán que examina desde la
perspectiva de la historia esas categorías, abordadas por
lo general desde un ángulo antropológico y orientadas hacia
la cuestión identitaria y de la etnicidad, la autora analiza
esos términos como “expresiones de un orden social que emana
del poder del Estado”. Un ejemplo, es la suerte corrida por
el término mestizo: la reparticipación de la
población según el criterio de la raza, a partir de los
censos de población realizados en el siglo XIX, emplea el
término hasta 1900, y luego éste desaparece. A partir de
1950 se pone hincapié en los criterios de orden cultural
para distinguir los indios de lo no indios y se practica la
correlación entre el oficio o empleo que se ejerce, con las
categorías étnicas y raciales, lo que conlleva la
construcción de un orden jerárquico.
Jean Pierre
Lavaud, ofrece un ensayo que lleva el sugestivo titulo de:
“La valse catègorielle: l’identification oficielle ethnique
en Bolivie”, en el que analiza, los datos arrojados por los
censos de población que revelan un dato crucial; y es que
el empleo de esas clasificaciones obedece a orientaciones
políticas. El censo del año 2001, por ejemplo, se inscribe
en una lógica de promover políticas locales diferenciadas,
orientadas a implementar la figura de la discriminación
positiva. El autor pone en evidencia el hecho de que
investigadores sociales, pese a su ausencia de base
científica, le otorguen legitimidad a esas estimaciones
emanadas de gobiernos o de organismos internacionales.
Cécile Claudel, se interesa en la metamorfosis que sufren
aquellos que son considerados como mestizos, mistis o
cholos que pasan a la categoría de obreros, que
tras la reforma agraria de 1953 se convierten en vecinos,
de hecho en burgueses, habitantes de un burgo y notables,
reemplazando a los antiguos hacendados o patrones,
el vecindario tradicional, blanco por definición.
Trayectoria, que de cierta manera, los ha emblanquecido.
Lo dos últimos
capítulos están relacionados con los indígenas de los
llanos o Tierras Bajas tropicales. Isabelle Combès,
estudia el caso de los Chiriguanos, distribuidos en tres
departamentos: Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija: una
etnogénesis que comienza en el siglo XVI y continúa hasta
nuestros días, mediante el sustrato político del Estado y de
las grandes agencias internacionales que condicionan su
ayuda a los porcentajes de comunidades indígenas, obligando
a los receptores de las ayudas a indianizarse de la manera
requerida. Desde entonces, el sustrato chiriguano, o
guaraní, no ha cesado de estar sometido a procesos de
remodelación, consecuencia de conflictos internos y
externos.
El ensayo de
Isabelle Daillan estudia las relaciones entre tres
poblaciones de una región del Beni, San Borja: los indígenas
chimanes, los cambas (blancos), y los inmigrados, collas
(andinos). Los conflictos entre estos estratos se determinan
por la noción de indianidad y la de autoctonía, que la
autora califica de antagonismo paradójico puesto que en el
continente americano son dos categorías que comúnmente se
confunden.
Queda así
demostrado que los censos públicos, cuyo objeto es hacer
aparecer conjuntos étnicos o culturales, dependen
estrechamente de opciones o de demandas políticas. Son
construcciones politizadas, apunta Lavaud, que contribuyen a
simplificar de manera arbitraria las situaciones y los
procesos de identificación, incitándolos a la
mono-identificación étnica, tendiendo a hacer de ésta una
esencia, o una sustancia que al final remite a una suerte de
radicalización de las relaciones sociales. La problemática
de la etnicidad se ha erigido en baluarte de un proyecto
político que se propone una “refundación de la nación” sobre
la base a elementos étnicos. Un retroceso evidente y la
negación de cinco siglos de mestizaje cultural y biológico,
personificado en el propio nombre del presidente que deriva
de Ivo, en honor a un amigo yugoeslavo de la madre y que un
defecto de pronunciación transformó en Evo.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |