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Acuerdos de Paz: una temporalidad particular
por Elizabeth Burgos
viernes, 15 febrero 2008


Para que las partes que se enfrentan un conflicto militar, entablen negociaciones, para un retorno a un estado de paz, es necesario que una de ellas considere que el hostigamiento al que la ha sometido el bando contrario, no le deje otra opción que negociar pues de lo contrario, su destino es perecer. En otras palabras; la negociación es la condición de su sobrevivencia futura y de recobrar un espacio de acción en un ámbito pacifico puesto que de otro modo perdería todo. Es un principio elemental en todo conflicto armado. Pretender, como lo intentó el presidente Andrés Pastrana en Colombia, llegar a acuerdos de paz con las FARC sin antes llenar ese requisito, es incurrir en el mas grave de los errores que sólo a un civil que ignora las reglas más elementales de los conflictos militares se le ocurre cometer. De allí que tras haberle acordado todas las concesiones exigidas por la parte en rebelión, Marulanda, el jefe de los insurgentes, ni siquiera se dignó a asistir a la reunión pactada y dejó al presidente de la Republica con la silla vacía.

Un elemento a tener en cuenta, en el caso de las guerras internas latinoamericanas, es el lapso de tiempo en que transcurren las negociaciones de paz. Un ejemplo cercano fue el conflicto centroamericano, y en particular, la guerrilla guatemalteca. Estos movimientos bélicos, germinaron al calor del castro-guevarismo, fueron fuertemente marcadas por la guerra de Vietnam, la cual tuvo un influencia simbólica crucial en los movimientos revolucionarios latinoamericanos, pero no tanto como modelo militar u organizativo, inspirado de la “Guerra popular prolongada”, según la lineamientos estratégicos del general Vo Nguyen Giap, que requieren “un sistema de educación, un esfuerzo gigantesco de organización en los campos económicos y militares”, todo lo contrario de la impaciencia criolla. De allí que los principios de Giap, los aplicaran como un simple slogan o como expresión del clásico pensamiento mágico que consiste en emitir un deseo para que se cumpla. Curiosamente, los lineamientos vietnamitas que lograron permear el imaginario guerrillero, fue el sentido de una temporalidad lenta en el manejo de las conversaciones con Estados Unidos, hasta la firma de la paz. El tiempo transcurrido durante las conversaciones duró tanto como la guerra. En este sentido, el caso más ejemplar fue el de Guatemala; la guerrilla guatemalteca alargó durante diez años las conversaciones que condujeron a la firma de la paz. En 1986, se inicia el proceso de democratización de Guatemala con el gobierno de Vicio Cerezo, sin embargo, los acuerdos de paz recién se firmaron en 1996. Y pese a que desde el año 1982 la guerrilla estaba militarmente derrotada, lejos de optar por un repliegue táctico, la dirigencia guerrillera activó a partir de esa fecha su “Frente Internacional”. En Europa y Estados Unidos surgieron foros, comités de apoyo que hacían campaña de solidaridad con la guerrilla, dándole una aureola triunfalista al vanguardismo guerrillero que hacía creer en un posible triunfo de la misma; por otro lado, la figura de Rigoberta Menchu, crea el frente de denuncia de las violaciones de los derechos humanos. “El combate es menos importante que la propaganda” (Giap), axioma que aplicó la guerrilla guatemalteca para reemplazar la derrota interior y convertirla en victoria propagandística al exterior.

Guardando las proporciones y las diferencias de contexto histórico, pero ateniéndonos a la simple técnica estratégica desarrollada por la guerrilla guatemalteca, el escenario que presenta hoy el caso colombiano, tiene puntos en común con esta. Como entonces, el gobierno democrático de Vinicio Cerezo, ante la actitud irreductible de la guerrilla debía proseguir con las operaciones militares, mientras tanto, la guerrilla, mediante su aparato propagandístico lograba crear una imagen triunfalista en la opinión publica; hoy el presidente Uribe, enfrenta el mismo panorama, con la salvedad de que el frente propagandistico de las FARC es mil veces mas poderoso que el guatemalteco, y que las Farc actúan exentas de toda ética, lo que era el caso de los primeros. Si bien los guatemaltecos gozaron de una zona de retaguardia en México, nunca el presidente mexicano sostuvo que las fronteras de México eran con la guerrilla y no con Guatemala; ni tampoco, contaron con los medios fabulosos del narcotráfico, ni con un país como zona de despeje, como es el caso de las Farc con Venezuela.

La falta de la ética mas elemental de las FARC, en las que ha prevalecido la parte delincuente que contiene toda guerrilla, las ha conducido, no solo a traficar con droga, sino también a traficar con seres humanos, convertidos en simples cuerpos tratados como objetos/monedas de canje, como en la trata de esclavos; o con los que ya han convertido en cadáveres, simple consuelo para los familiares de otorgarles una sepultura digna. Convierten al mismo tiempo a los familiares de los rehenes a su vez en rehenes y en cómplices, despojándolos de toda dignidad, pues les han hecho sentir que de esa complicidad pende la vida de sus seres queridos. La familia de Ingrid Betancourt es el ejemplo mas patético de ello; culpando al gobierno de Colombia de su cautiverio, no se percata que en lugar de su liberación, alargan su cautiverio, pues las Farc no se apresuraran a liberar a una rehén, cuyos familiares realizan en su lugar, la tarea de combatir al que consideran como a su peor enemigo, el gobierno de Colombia. El peor error de un familiar de rehén es tomar partido político, su papel debe situarse en el terreno puramente afectivo. Y los gobiernos, cuyos presidentes atraviesan una estruendosa caída de su popularidad, como Hugo Chávez y Nicolas Sarkozy, manifiestan tanta “obsesión” en obtener su liberación, las FARC les harán pagar muy caro, la posibilidad de mejorar su imagen si logran la liberación de la rehén colombiana. Lo mas seguro es que las Farc, tanto en la liberación de Ingrid Betancourt como en admitir entablar conversaciones tendientes a un acuerdo de paz, emplearan el modelo de la temporalidad vietnamita. Al gobierno colombiano no le queda otra opción que continuar el mandato que el pueblo le otorgo mayoritariamente.

Hoy lo mas sensato seria observar discreción, sin que ello signifique cesar en lucha por la liberación de los rehenes, pero haciendo prevalecer los recursos jurídicos e institucionales y obrando para que el secuestro sea reconocido como un crimen contra la humanidad.
 

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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