Para
que las partes que se enfrentan un conflicto militar,
entablen negociaciones, para un retorno a un estado de paz,
es necesario que una de ellas considere que el hostigamiento
al que la ha sometido el bando contrario, no le deje otra
opción que negociar pues de lo contrario, su destino es
perecer. En otras palabras; la negociación es la condición
de su sobrevivencia futura y de recobrar un espacio de
acción en un ámbito pacifico puesto que de otro modo
perdería todo. Es un principio elemental en todo conflicto
armado. Pretender, como lo intentó el presidente Andrés
Pastrana en Colombia, llegar a acuerdos de paz con las FARC
sin antes llenar ese requisito, es incurrir en el mas grave
de los errores que sólo a un civil que ignora las reglas más
elementales de los conflictos militares se le ocurre
cometer. De allí que tras haberle acordado todas las
concesiones exigidas por la parte en rebelión, Marulanda, el
jefe de los insurgentes, ni siquiera se dignó a asistir a la
reunión pactada y dejó al presidente de la Republica con la
silla vacía.
Un elemento a tener en cuenta,
en el caso de las guerras internas latinoamericanas, es el
lapso de tiempo en que transcurren las negociaciones de paz.
Un ejemplo cercano fue el conflicto centroamericano, y en
particular, la guerrilla guatemalteca. Estos movimientos
bélicos, germinaron al calor del castro-guevarismo, fueron
fuertemente marcadas por la guerra de Vietnam, la cual tuvo
un influencia simbólica crucial en los movimientos
revolucionarios latinoamericanos, pero no tanto como modelo
militar u organizativo, inspirado de la “Guerra popular
prolongada”, según la lineamientos estratégicos del general
Vo Nguyen Giap, que requieren “un sistema de educación, un
esfuerzo gigantesco de organización en los campos económicos
y militares”, todo lo contrario de la impaciencia criolla.
De allí que los principios de Giap, los aplicaran como un
simple slogan o como expresión del clásico pensamiento
mágico que consiste en emitir un deseo para que se cumpla.
Curiosamente, los lineamientos vietnamitas que lograron
permear el imaginario guerrillero, fue el sentido de una
temporalidad lenta en el manejo de las conversaciones con
Estados Unidos, hasta la firma de la paz. El tiempo
transcurrido durante las conversaciones duró tanto como la
guerra. En este sentido, el caso más ejemplar fue el de
Guatemala; la guerrilla guatemalteca alargó durante diez
años las conversaciones que condujeron a la firma de la paz.
En 1986, se inicia el proceso de democratización de
Guatemala con el gobierno de Vicio Cerezo, sin embargo, los
acuerdos de paz recién se firmaron en 1996. Y pese a que
desde el año 1982 la guerrilla estaba militarmente
derrotada, lejos de optar por un repliegue táctico, la
dirigencia guerrillera activó a partir de esa fecha su
“Frente Internacional”. En Europa y Estados Unidos surgieron
foros, comités de apoyo que hacían campaña de solidaridad
con la guerrilla, dándole una aureola triunfalista al
vanguardismo guerrillero que hacía creer en un posible
triunfo de la misma; por otro lado, la figura de Rigoberta
Menchu, crea el frente de denuncia de las violaciones de los
derechos humanos. “El combate es menos importante que la
propaganda” (Giap), axioma que aplicó la guerrilla
guatemalteca para reemplazar la derrota interior y
convertirla en victoria propagandística al exterior.
Guardando las proporciones y las
diferencias de contexto histórico, pero ateniéndonos a la
simple técnica estratégica desarrollada por la guerrilla
guatemalteca, el escenario que presenta hoy el caso
colombiano, tiene puntos en común con esta. Como entonces,
el gobierno democrático de Vinicio Cerezo, ante la actitud
irreductible de la guerrilla debía proseguir con las
operaciones militares, mientras tanto, la guerrilla,
mediante su aparato propagandístico lograba crear una imagen
triunfalista en la opinión publica; hoy el presidente Uribe,
enfrenta el mismo panorama, con la salvedad de que el frente
propagandistico de las FARC es mil veces mas poderoso que el
guatemalteco, y que las Farc actúan exentas de toda ética,
lo que era el caso de los primeros. Si bien los
guatemaltecos gozaron de una zona de retaguardia en México,
nunca el presidente mexicano sostuvo que las fronteras de
México eran con la guerrilla y no con Guatemala; ni tampoco,
contaron con los medios fabulosos del narcotráfico, ni con
un país como zona de despeje, como es el caso de las Farc
con Venezuela.
La falta de la ética mas
elemental de las FARC, en las que ha prevalecido la parte
delincuente que contiene toda guerrilla, las ha conducido,
no solo a traficar con droga, sino también a traficar con
seres humanos, convertidos en simples cuerpos tratados como
objetos/monedas de canje, como en la trata de esclavos; o
con los que ya han convertido en cadáveres, simple consuelo
para los familiares de otorgarles una sepultura digna.
Convierten al mismo tiempo a los familiares de los rehenes a
su vez en rehenes y en cómplices, despojándolos de toda
dignidad, pues les han hecho sentir que de esa complicidad
pende la vida de sus seres queridos. La familia de Ingrid
Betancourt es el ejemplo mas patético de ello; culpando al
gobierno de Colombia de su cautiverio, no se percata que en
lugar de su liberación, alargan su cautiverio, pues las Farc
no se apresuraran a liberar a una rehén, cuyos familiares
realizan en su lugar, la tarea de combatir al que consideran
como a su peor enemigo, el gobierno de Colombia. El peor
error de un familiar de rehén es tomar partido político, su
papel debe situarse en el terreno puramente afectivo. Y los
gobiernos, cuyos presidentes atraviesan una estruendosa
caída de su popularidad, como Hugo Chávez y Nicolas Sarkozy,
manifiestan tanta “obsesión” en obtener su liberación, las
FARC les harán pagar muy caro, la posibilidad de mejorar su
imagen si logran la liberación de la rehén colombiana. Lo
mas seguro es que las Farc, tanto en la liberación de Ingrid
Betancourt como en admitir entablar conversaciones
tendientes a un acuerdo de paz, emplearan el modelo de la
temporalidad vietnamita. Al gobierno colombiano no le queda
otra opción que continuar el mandato que el pueblo le otorgo
mayoritariamente.
Hoy lo mas sensato seria
observar discreción, sin que ello signifique cesar en lucha
por la liberación de los rehenes, pero haciendo prevalecer
los recursos jurídicos e institucionales y obrando para que
el secuestro sea reconocido como un crimen contra la
humanidad.
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Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |