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La herencia de Lenin
por Elizabeth Burgos
viernes, 13 junio 2008


El teniente coronel Hugo Chávez acaba de dar una demostración  de su destreza en poner en practica el legado de Lenin contenido en uno de sus más célebres obras de praxis política, Un paso adelante, dos pasos atrás. La rápida retirada, tras haberla promulgado gracias a los poderes legislativos que le concedió la Asamblea Nacional, de la Ley de Inteligencia y de contrainteligencia  y luego sus declaraciones llamando a las FARC a que liberen « a cambio de nada » a los secuestrados en su poder y que « la guerra de guerrillas paso a la historia », son dos pasos atrás espectaculares, pero que no significan en absoluto que el teniente coronel haya renunciado a su proyecto mesiánico del socialismo del siglo XXI, que como ha quedado demostrado, todos los intentos socialistas-revolucionarios, han conducido al totalitarismo y al retroceso de los países en donde se le ha impuesto. Ante el rechazo, incluso en su propio campo, y en particular en el seno de la FAN, de la ley destinada a convertir a todo venezolano en agente del gobierno, y las computadoras de Raúl Reyes convertidas en testigos de cargo, Hugo Chávez lució un vez más, su pragmatismo y su capacidad de maniobra. 

Precisamente, acaba de morir en Francia, a los 98 años, François Fejtö, nacido en Hungría y refugiado en Francia desde 1938, reconocido como el mejor especialista en Francia de la Europa central y oriental, esa Mitteleuropa que fue su cuna. Una de sus obras más importantes, es precisamente La herencia de Lenin, ensayo en el que Fejtö analiza el análisis minucioso del fenómeno leninista cuya primera característica es que Lenin no temía contradecirse: tomaba decisiones contradictorias de un día para el otro. Creaba programas, principios, ideas, según que le aparecieran positivas para el interés de su empresa, de la revolución, del partido.  La transformación del marxismo, en un marxismo maleable de pensamiento destinado a justificar la política del partido, el centralismo, la dictadura, y no a rendir cuenta de la realidad y de las aspiraciones de los trabajadores. La dictadura del partido se convirtió en la dictadura de un puñado de hombres, hasta convertirse en la dictadura de un solo hombre. La voluntad de forzar la historia, la intolerancia hacia toda clase de oposición condujeron irresistiblemente a Rusia hacia el despotismo burocrático y personal. Según Fejtö, la responsabilidad personal de Lenin en la transformación de la teoría marxista en una práctica totalitaria es innegable. Fue Lenin quien sentó las bases teóricas y practicas del sistema que Stalin terminará de construir  “con una lógica, una resolución vehemente e implacable”.

Fue Lenin quien personalmente desencadenó la persecución de los socialistas democráticos. Fue Lenin quien dejó como herencia al movimiento comunista internacional la hostilidad feroz y despreciativa hacia la social-democracia. Es de Lenin que la ortodoxia comunista hereda su aversión profunda de la libertad de prensa y del debate. Para los comunistas leninistas, la libertad de prensa se confunde con la libertad de organización política; es decir la legalización de una oposición y ello es inadmisible.  De igual manera, el espíritu monopolista y antidemocrático se manifestó en la actitud de Lenin ante la autonomía sindical. La practica leninista, implica  el recurso a la violencia y al terror. La fe en querer dirigir, de centralizar  todas las actividades de la sociedad, la de suprimir todas las contradicciones de la sociedad civil, es la ideología que condiciona las practicas totalitarias.

Fejtö considera como uno de los más graves prejuicios causados por el marxismo-leninismo es el de haber forjado la idea de la revolución como un fin en si mismo, una panacea, la única vía que podía conducir a la humanidad a la salvación, a la libertad, a la justicia. Las palabras, reformista y liberal, fueron desvalorizadas, ridiculizadas, identificadas a la ausencia de valentía, de virilidad. El marxismo-leninismo, se convirtió así en “una ideología actuando como una religión en un mundo sin dios” en donde priva la utopía milenarista, las ilusiones revolucionarias, y el deslizamiento de la ciencia económica y de la filosofía de la historia, a la demagogia, al culto a los jefes. La asimilación de la voluntad de liberación a la de opresión y al totalitarismo, se convierten en posibles, léase, en inevitables. Los encargados de la misión de hacer germinar la revolución, son los “revolucionarios profesionales”, un tipo de individuos, fanáticos, intolerantes, despreciativos hacia aquellos que se niegan a seguir la misma vía que ellos y que consideran las “masas” como materia prima de sus experimentaciones sociales.

Es a su ambición desmesurada que el comunismo debe su éxito propagandístico y es también a esa ambición que le debe su fracaso  en materia de realizaciones.

No obstante, Fejtö, que continuaba creyendo en una posibilidad de justicia social, nos recuerda que la idea de socialismo existía antes de Marx y de Lenin y que sobrevivirá tras la liquidación de la herencia de Marx y de Lenin, pues según ese autor, luchar por una democracia más equilibrada, más social, mejorar las condiciones de las mayorías, tal y como lo pretendieron los saintsimonianos, no es un deseo absurdo.

En todo caso, es justo recordar la figura de este gran historiador que se asignó como misión, la labor incansable de dar a comprender el tipo de régimen instaurado en la Europa del Este, en una época en que el Partido comunista era el partido más poderoso de Francia y la clase intelectual francesa estaba subyugada y le era incondicional, lo que le valió, durante mucho tiempo  ser relegado y es más, ser objeto de toda clase de calumnias e intrigas y a no dársele el puesto que le correspondía.

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 Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" (1982).
- Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA


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