El teniente
coronel Hugo Chávez acaba de dar una demostración de su
destreza en poner en practica el legado de Lenin contenido
en uno de sus más célebres obras de praxis política, Un
paso adelante, dos pasos atrás. La rápida retirada, tras
haberla promulgado gracias a los poderes legislativos que le
concedió la Asamblea Nacional, de la Ley de Inteligencia y
de contrainteligencia y luego sus declaraciones llamando a
las FARC a que liberen « a cambio de nada » a los
secuestrados en su poder y que « la guerra de guerrillas
paso a la historia », son dos pasos atrás espectaculares,
pero que no significan en absoluto que el teniente coronel
haya renunciado a su proyecto mesiánico del socialismo del
siglo XXI, que como ha quedado demostrado, todos los
intentos socialistas-revolucionarios, han conducido al
totalitarismo y al retroceso de los países en donde se le ha
impuesto. Ante el rechazo, incluso en su propio campo, y en
particular en el seno de la FAN, de la ley destinada a
convertir a todo venezolano en agente del gobierno, y las
computadoras de Raúl Reyes convertidas en testigos de cargo,
Hugo Chávez lució un vez más, su pragmatismo y su capacidad
de maniobra.
Precisamente, acaba de morir en Francia, a los 98 años,
François Fejtö, nacido en Hungría y refugiado en Francia
desde 1938, reconocido como el mejor especialista en Francia
de la Europa central y oriental, esa Mitteleuropa que fue su
cuna. Una de sus obras más importantes, es precisamente
La herencia de Lenin, ensayo en el que Fejtö analiza el
análisis minucioso del fenómeno leninista cuya primera
característica es que Lenin no temía contradecirse: tomaba
decisiones contradictorias de un día para el otro. Creaba
programas, principios, ideas, según que le aparecieran
positivas para el interés de su empresa, de la revolución,
del partido. La transformación del marxismo, en un marxismo
maleable de pensamiento destinado a justificar la política
del partido, el centralismo, la dictadura, y no a rendir
cuenta de la realidad y de las aspiraciones de los
trabajadores. La dictadura del partido se convirtió en la
dictadura de un puñado de hombres, hasta convertirse en la
dictadura de un solo hombre. La voluntad de forzar la
historia, la intolerancia hacia toda clase de oposición
condujeron irresistiblemente a Rusia hacia el despotismo
burocrático y personal. Según Fejtö, la responsabilidad
personal de Lenin en la transformación de la teoría marxista
en una práctica totalitaria es innegable. Fue Lenin quien
sentó las bases teóricas y practicas del sistema que Stalin
terminará de construir “con una lógica, una resolución
vehemente e implacable”.
Fue Lenin
quien personalmente desencadenó la persecución de los
socialistas democráticos. Fue Lenin quien dejó como herencia
al movimiento comunista internacional la hostilidad feroz y
despreciativa hacia la social-democracia. Es de Lenin que la
ortodoxia comunista hereda su aversión profunda de la
libertad de prensa y del debate. Para los comunistas
leninistas, la libertad de prensa se confunde con la
libertad de organización política; es decir la legalización
de una oposición y ello es inadmisible. De igual manera, el
espíritu monopolista y antidemocrático se manifestó en la
actitud de Lenin ante la autonomía sindical. La practica
leninista, implica el recurso a la violencia y al terror.
La fe en querer dirigir, de centralizar todas las
actividades de la sociedad, la de suprimir todas las
contradicciones de la sociedad civil, es la ideología que
condiciona las practicas totalitarias.
Fejtö
considera como uno de los más graves prejuicios causados por
el marxismo-leninismo es el de haber forjado la idea de la
revolución como un fin en si mismo, una panacea, la única
vía que podía conducir a la humanidad a la salvación, a la
libertad, a la justicia. Las palabras, reformista y liberal,
fueron desvalorizadas, ridiculizadas, identificadas a la
ausencia de valentía, de virilidad. El marxismo-leninismo,
se convirtió así en “una ideología actuando como una
religión en un mundo sin dios” en donde priva la utopía
milenarista, las ilusiones revolucionarias, y el
deslizamiento de la ciencia económica y de la filosofía de
la historia, a la demagogia, al culto a los jefes. La
asimilación de la voluntad de liberación a la de opresión y
al totalitarismo, se convierten en posibles, léase, en
inevitables. Los encargados de la misión de hacer germinar
la revolución, son los “revolucionarios profesionales”, un
tipo de individuos, fanáticos, intolerantes, despreciativos
hacia aquellos que se niegan a seguir la misma vía que ellos
y que consideran las “masas” como materia prima de sus
experimentaciones sociales.
Es a su
ambición desmesurada que el comunismo debe su éxito
propagandístico y es también a esa ambición que le debe su
fracaso en materia de realizaciones.
No
obstante, Fejtö, que continuaba creyendo en una posibilidad
de justicia social, nos recuerda que la idea de socialismo
existía antes de Marx y de Lenin y que sobrevivirá tras la
liquidación de la herencia de Marx y de Lenin, pues según
ese autor, luchar por una democracia más equilibrada, más
social, mejorar las condiciones de las mayorías, tal y como
lo pretendieron los saintsimonianos,
no es un deseo absurdo.
En todo
caso, es justo recordar la figura de este gran historiador
que se asignó como misión, la labor incansable de dar a
comprender el tipo de régimen instaurado en la Europa del
Este, en una época en que el Partido comunista era el
partido más poderoso de Francia y la clase intelectual
francesa estaba subyugada y le era incondicional, lo que le
valió, durante mucho tiempo ser relegado y es más, ser
objeto de toda clase de calumnias e intrigas y a no dársele
el puesto que le correspondía.
* |
Especializada en etnopsicoanálisis e historia,
consejera editorial de webarticulista.net,
autora de "Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia" (1982).
-
Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |